La “islamización” de la inmigración: algunas hipótesis acerca del caso español

Laura Mijares

Universidad Complutense de Madrid

Ángeles Ramírez

Universidad Autónoma de Madrid

El modo de gestionar el Islam en España, tanto desde el punto de vista del culto como desde la organización de los aspectos considerados culturales, no guarda ni única ni necesariamente coherencia con el marco teórico de los llamados modelos de incorporación de los inmigrantes. Es decir, no depende de los modelos que se encargan de gestionar el estatuto de los inmigrantes. En realidad, el acercamiento de esta gestión al Islam vino de la mano del atentado del 11 de marzo.


La Gestión del Islam y modelos de incorporación

La gestión del Islam puede definirse como la manera en que los Estados de los países de acogida organizan y manejan todas las cuestiones que tienen que ver con la religión musulmana. Y aquí, puede haber varias modalidades que dependen tanto de las distintas trayectorias históricas, como de la configuración de los propios Estados, que se concretan, además, en aspectos como las relaciones coloniales entre el país de origen y destino, la presencia de los países de origen como gestores, la naturaleza de la comunidad musulmana, etc. Una primera modalidad es que el Estado del país de acogida no gestione directamente los asuntos religiosos, independientemente de la confesión que sea, dejando que se ocupen los propios interesados. Una segunda es que el Estado sí se encargue de regular las cuestiones religiosas.

Además de estas modalidades, y de las diferencias que pueden encontrarse también entre un mismo modelo, lo cierto es que lo más importante con respecto a la organización del Islam en Europa, es que ésta depende, más que de cualquier otra cuestión, de las características de los miembros que forman dichas comunidades. En este sentido, puede sostenerse que una de las principales peculiaridades de las comunidades musulmanas en Europa es que habitualmente éstas suelen coincidir con grupos inmigrantes, o de origen inmigrante, lo que tiene, al menos, tres consecuencias importantes. En primer lugar, que las reivindicaciones relacionadas con el culto son sostenidas por comunidades formadas por individuos que no gozan de los mismos derechos que los nacionales. En segundo lugar, que para los Estados, la gestión del Islam es parte de la gestión del grupo inmigrante y no sólo de la minoría religiosa. En tercer lugar, que los países de origen de los musulmanes pueden intervenir en la organización de estos en Europa.

En este sentido, en la mayoría de los países europeos la gestión del Islam ha dependido siempre de la gestión de la inmigración y, por lo tanto, de los llamados modelos de integración[1]. España iba a ser una excepción en este sentido. No obstante, los atentados del 11 de marzo de 2004 invirtieron la tendencia que parecía estar siguiendo la cuestión en este país.

La organización del Islam en España

A diferencia de buena parte de los países europeos, en España las cuestiones relacionadas con la gestión del Islam han tenido tradicionalmente poco que ver con la inmigración y, por lo tanto, con los modelos de incorporación de inmigrantes. El esquema español arranca de la firma del Acuerdo de Cooperación del Estado Español con la Comisión Islámica de España, el 28 de abril de 1992. Uno de los aspectos más interesantes de este acuerdo es que su firma contribuyó a federar en la Comisión Islámica de España (CIE) a las dos grandes instituciones que oficialmente representaban al Islam en España: la Federación de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI) y la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE).

A diferencia de lo que puede observarse en otros países europeos, lo más novedoso de estas organizaciones es que ninguna guardaba en principio vinculación alguna con la inmigración de trabajadores. Una de ellas, la UCIDE, nace de la mano de un particular grupo de inmigrantes, procedente del oriente árabe (Siria, Palestina), que emigra a España como estudiantes o profesionales a partir de los años setenta[2]; la otra, la FEERI, está formada básicamente por musulmanes conversos españoles. Aunque las dos organizaciones aglutinan a musulmanes pertenecientes a la élite educada, tanto de origen español como extranjero, existen diferencias con respecto a sus reivindicaciones. En tanto que para la UCIDE es fundamental la satisfacción de las necesidades religiosas, para la FEERI se trata más bien de buscar un reconocimiento de su diversidad religiosa en un Estado en el que son ciudadanos[3]. En virtud de esta posición divergente, también los instrumentos de actuación han sido diferentes.

Habitualmente, las comunidades musulmanas en Europa suelen coincidir con grupos inmigrantes, con lo cual la gestión del Islam depende de la gestión de los llamados “modelos de inmigración”

En cuanto al acuerdo, en él se regula el derecho de los musulmanes a interrumpir el viernes el trabajo para hacer la oración, o el de sustituir las fiestas reconocidas en el Estatuto español de los Trabajadores por las fiestas musulmanas señaladas en el texto del acuerdo. Igualmente, y en el marco de los colegios públicos, se contempla la posibilidad de obtener el reconocimiento de los tabúes alimentarios, así como de regular la enseñanza de la religión musulmana, reconociendo su equiparación con la religión católica.

El acuerdo se firma en un momento en el que la inmigración marroquí, que conforma la mayor parte de la población musulmana en España, ya es numéricamente  importante, pero no alcanza ni la mitad del volumen que tiene en el momento en el que escribimos estas líneas[4]. Por otra parte, conviene recordar el hecho de que, en este acuerdo, están ausentes los representantes de los inmigrantes, que en aquel momento ni estaban interesados por la cuestión religiosa, ni eran numéricamente importantes. Como había sucedido antes en Europa, tampoco la regulación religiosa era contemplada como una necesidad imperiosa en esos primeros años de la inmigración.

El problema de la representación

Aunque como acabamos de señalar, en España la cuestión que tiene que ver con la gestión del culto musulmán se mantiene durante algunos años al margen de la inmigración, lo cierto es que un acontecimiento importante viene a cambiar este panorama, provocando la incorporación de algunas de las tendencias ya observadas en otros países europeos. En España, el interés en el ámbito político por el Islam, los musulmanes y la gestión del culto musulmán y, sobre todo, su identificación con la inmigración, lo provoca el brutal atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Como es bien conocido, la mañana de ese día la organización terrorista Al-Qaeda hace explosionar tres trenes de los llamados de cercanías en la estación ferroviaria de Atocha, causando la muerte de 191 personas. A los pocos días, asediados por la policía, parte de los terroristas se inmolaron en un piso cercano a la capital.

Más allá de otras posibles consideraciones sobre este acontecimiento, lo cierto es que comienzan a aparecer en la prensa noticias sobre las pequeñas mezquitas y oratorios que había en España y desde algunas asociaciones de inmigrantes, se comienzan a señalar estos lugares como los espacios en los que se habían gestado los grupos que cometieron los atentados. A partir de este momento será la gran Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME), la que reivindique un papel como interlocutor del Estado en lo referido a todas las cuestiones relacionadas con el culto musulmán. Y ello a pesar de que ATIME, asociada fuertemente a la inmigración, tiene desde su fundación en 1989 un marcado carácter sindical, reforzado, además, por su intensa relación con uno de los sindicatos más importantes, la Unión General de Trabajadores (UGT), vinculado, a su vez, al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). ATIME, muy cerca siempre de los gobiernos españoles, ha sido tradicionalmente su interlocutor en lo referido a los asuntos relacionados con la inmigración marroquí, no así en cuanto a la gestión del Islam. Este interés ha provocado una intensa toma de contacto de la asociación de inmigrantes con la regulación del culto musulmán. Su argumento para hacerlo ha sido tratar de evitar el descontrol en las comunidades, y la entrada de tendencias extremistas, que son las que desde el punto de vista de la asociación habrían sido la causa de que se preparara un atentado como el del 11 de marzo en Madrid. Por lo tanto, desde marzo de 2004, ATIME pretende implicarse en la gestión del Islam en España, tomar las riendas de la cuestión controlando a los imanes y sus ideologías frente a otras asociaciones teóricamente menos representativas. Y no deja de ser paradójico que una asociación de inmigrantes reivindique un mayor control de las actividades religiosas del colectivo por parte del Estado[5].

Pero en la nueva etapa que desde nuestra opinión comienza con el atentado del 11 de marzo en Madrid, también la Comisión Islámica de España reivindica su papel como principal representante de los musulmanes. Y ello, a pesar de  ser una organización nacida y gestada al margen de la inmigración. En este sentido, la CIE no aprueba lo que considera un interés repentino de ATIME por estas cuestiones, y considera que es la propia Comisión la organización adecuada para encargarse de la cuestión.

La “islamización” de la inmigración

En definitiva, se puede decir que el caso español es el más original en el contexto europeo. Lo interesante del mismo es que el modelo concreto de regulación del Islam se crea a partir de comunidades musulmanas no extranjeras y desligadas de la inmigración laboral, que además, por su procedencia social, tienen una capacidad de presión importante. Parte, por tanto, de la presencia de dos elites, la de los primeros conversos españoles, y la de los estudiantes de Oriente Medio, primeros demandadores de mezquitas y de acuerdos reguladores con el Estado. Por otro lado, y con algunas excepciones[6], el asociacionismo inmigrante se desarrolla absolutamente al margen de la gestión del Islam. Los inmigrantes laborales musulmanes, en su gran mayoría marroquíes, han ido cubriendo sus necesidades religiosas de modo informal, sin apenas relación con el Estado.

Han sido, por un lado, el crecimiento natural del asentamiento marroquí y, por otro, el atentado del 11 de marzo en Madrid, los hechos que han precipitado la situación y provocado que los intereses de las dos tendencias confluyan. Esta confluencia se está produciendo no sin conflicto, dentro de un panorama en el que cada actor quiere mantener una serie de prerrogativas, tanto sobre la comunidad musulmana en general, como sobre la interlocución con el Estado. Los representantes de los marroquíes, inmigrantes hasta ese momento, se convierten en musulmanes, y asumen una identidad que les aleja de lo que había sido hasta entonces su imagen ante la sociedad española, imagen que se correspondía con una trayectoria política determinada de sus líderes y fundadores, más cerca de la izquierda setentista marroquí, que de los líderes religiosos. La asunción de esta nueva identidad islámica puede ser considerada como una nueva estrategia de buscar formas comunicación más fluidas con el poder.

El hecho de que sean los propios marroquíes los actores de la “islamización” de la inmigración, más allá de que acaben identificándose como musulmanes como consecuencia del proceso, supone sin duda otra vuelta de tuerca en las hipótesis planteadas por Allievi sobre las modalidades de un fenómeno que en Europa se asume para la inmigración originaria de países mayoritariamente musulmanes en su conjunto[7].

Además, esta “islamización” de la inmigración alimenta un sentimiento popular que no es ahora, ni ha sido nunca, favorable a la expresión pública del culto musulmán. Sin duda conectada a una tradicional e histórica desconfianza hacia lo marroquí, esta “maurofobia”[8] añade un factor que hay que considerar a la hora de organizar las cuestiones relativas a los musulmanes y al Islam en España. Y ello porque en este país la “islamofobia”, aunque fruto también de la nueva coyuntura que propicia la presencia de inmigrantes musulmanes, se asienta, además, en una “maurofobia” preexistente que está mucho más relacionada con la arabidad que con el Islam. Pero aun así, y reconociendo que el “problema” de la inmigración no es sólo de gestión, en este caso, una buena organización parece ser fundamental.

Notas

[1] No obstante, lo cierto es que en los últimos la identificación en Europa del Islam con la población inmigrante o de origen inmigrante es cada vez más evidente. Según Allievi, factores como los atentados terroristas en Nueva York, Madrid y Londres, así como las teorías de investigadores como Samuel Huntington o Bernard Lewis acerca del llamado “choque de civilizaciones”, han propiciado esta transformación de los inmigrantes en musulmanes. Allievi, Stefano (2006) “How & Why “Immigrants” became “Muslims”. ISIM Review, n. 18 (Autumn 2006): 37.

[2] No obstante, Allievi comenta que las primeras mezquitas en Italia tuvieron el mismo origen. S. Allievi, “Sociology of a Newcomer: Muslim Migration to Italy. Religious visibility, cultural and political reaction”, Immigrants and Minorities, ns. 2 & 3 (July/November 2003): 141-154.

[3] J. Moreras, Musulmanes en Barcelona. Espacios y dinámicas comunitarias (Barcelona: Ediciones del Cidob, 1999).

[4] Según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (www.mtas.es), a 31 de diciembre de 2006, los marroquíes residiendo legalmente en España eran 543.721.

[5] Incluso el líder actual de ATIME ha reclamado en la prensa de Marruecos, una mayor presencia del Estado marroquí, susceptible de regular estas cuestiones. Le Journal, no 152, semana del 20 al 26 de mayo de 2004.

[6] Exceptuando, por supuesto, los pequeños oratorios organizados por inmigrantes.

[7]Allievi, Stefano (2006) “How & Why “Immigrants” became “Muslims”. ISIM Review, n. 18 (Autumn 2006): 37.

[8] E. Martín Corrales, “Maurofobia/islamofobia y maurofilia/islamofibia en la España del siglo XXI”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, no. 66-67 (2004): 39-51.