Los lazos históricos y literarios entre España y Argelia, siempre existentes pero en muchas ocasiones olvidados, quedan patentes en la obra de Max Aub, que durante su cautiverio en Argel compuso el estremecedor libro de poemas Diario de Djelfa. En estas páginas, el autor traspone sus impresiones del entorno argelino a una poesía extremadamente personal e intuitiva que ha podido revelar algunos hechos y personajes fascinantes de la historia argelina hasta ahora ignorados.
A veces confluyen una serie de circunstancias que hacen posible que algunos fragmentos del pasado vuelvan a la actualidad. Este artículo se propone demostrar cómo la escritura argelina del poeta del exilio español Max Aub ha hecho posible uno de estos resurgimientos. En su libro de poesías titulado Diario de Djelfa, Aub plasma sus propias vivencias y las de sus compañeros en su cautiverio argelino y, entre las líneas de lo que hubiera podido ser sólo una creación poética, surgen hechos y lugares históricos de Argelia. Así, la aportación del escritor español resulta inestimable para ayudar a resucitar unos relatos apasionantes que el paso del tiempo había borrado.
Nuestro trabajo de investigación doctoral sobre la literatura del exilio en general, y sobre Max Aub en particular, desembocó en el descubrimiento de un pasado histórico desdibujado por el olvido. Así fue como fueron aflorando historias verídicas y edificantes, ligadas a la historia de Argelia del siglo XIX y que enlazan, una vez más, a nuestro país con España. Todo ello gracias a una inconfundible técnica que introduce en su poesía atisbos de consecuencias sorprendentes, una técnica que adelantó a Aub a su tiempo y lo convirtió en un pionero de la literaridad[1] avant la lettre, por un lado, y en exponente de la permeabilidad de los géneros, por otro, siguiendo la teoría literaria que preconizaron los autores franceses de los años 70 y que se hace evidente, por ejemplo, en la fusión de géneros literarios[2]de su poema Toda una historia[3].
El descubrimiento de un pasado histórico desdibujado por el olvido hizo que surgieran historias verídicas que enlazan, una vez más, a nuestro país con España gracias a la creación poética de Max Aub
En el presente artículo vamos a centrarnos en una serie de narraciones y descripciones, cuya veracidad no sospechaba ni el mismo autor, que abrieron camino a unos descubrimientos muy interesantes y, sobre todo, auténticos. El estudio de la intertextualidad aubiana[4] de Diario de Djelfa ha permitido actualizar un período de la historia de Argelia situada en los inicios de la conquista francesa (1830). Así, a partir de la descripción de un jeque montado a caballo, o un morabito de las cercanías del campo, hemos acabado encontrando a una española que fue raptada en Argelia en el siglo XIX. Esta asociación de hechos y autores nos hizo pensar que Argelia también tiene su “española argelina”, que nos trae a la memoria otro título “ejemplar” de Miguel de Cervantes: La española inglesa. Ambas historias están reunidas por la historia de un rapto, y vamos a ver como, salvando la distancia de los siglos, existen otras similitudes que acercan a ambos autores, ya que tanto Max Aub como Miguel de Cervantes estuvieron cautivos en Argel[5]. Además, los dos compartían la misma modestia respecto a su don de poetas, sobre el cual albergaban grandes dudas[6]. Para exponer nuestro punto de vista sobre el tema, hemos optado por orientar el artículo en tres direcciones:
El arráez de Max Aub y sus orígenes arábigo-españoles.
Ante todo, debemos señalar que el pretexto que nos llevó a descubrir este aspecto tan interesante de la historia de Argelia, en relación con la “española argelina”, se debe a un personaje que describe Max Aub en el poema épico Toda una historia[7]. En este poema, Max Aub cuenta la historia de un joven refugiado español, Manuel Vázquez González, que participó en la Guerra Civil española y fue herido y evacuado a Francia. Cuando salió del hospital, intentó alistarse en el ejército francés para luchar contra el fascismo que amenazaba Europa, pero las autoridades francesas no lo quisieron en sus filas y, para agradecerle la intención, lo encerraron en los campos de concentración de África del Norte, es decir, en Djelfa.
La secuencia del poema que nos interesa relata el día en que, tras la vuelta de los trabajos forzados, los prisioneros se cruzan con un arráez montado en una yegua española. Max Aub establece un llamativo contraste al describirlo, oponiendo la suma elegancia y riqueza del personaje a los hambrientos y haraposos presos que ignora a medida que pasan junto a él.
Arráez, señor en silla…
de cordobán los jaeces
de manzanillas doradas
de plata las estriberas
a la jineta montado
serio en su barba negra
Viendo sin ver, mirando (p. 48).
Si el autor insiste en la descripción de este señor, es para imponer a continuación a otro personaje mucho más digno que el rico jinete: un simple mendigo sentado en la plaza de Djelfa, que abarca toda la magnanimidad del mundo mediante un noble gesto que no escapa a la observación de nuestro poeta.
Contra un gran montón de adobes
Está un mendigo sentado
Hijo de pared en ruinas
Sentado en la vida, vago
Espera el tiempo que pasa
En la palma de la mano (pp. 48-49).
El mendigo se había fijado en un refugiado, Manuel Vázquez González, que recogía cáscaras de naranjas para comerlas (p. 50). El pordiosero tiende ágilmente al preso un mendrugo de pan y, para no llamar la atención del guardia, le murmura con discreción: “Saber, saber, hambre grande”[8]. El mendigo es consciente de que su libertad compensa su miseria y se solidarizar con el preso.
Entendemos aquí que Max Aub, al pintar los dos retratos del señor y del mendigo, quería resaltar la riqueza de alma del mendigo, por una parte, y la indiferencia del rico, por otra. Así, el autor acierta a mostrar un aspecto relevante de la religión musulmana: El Coran, el libro sagrado del Islam, que en la sura El hombre[9] ilustra este caso y habla de los hombres íntegros con estas palabras:
“…y ofrecen alimentos, a pesar de su necesidad, al pobre, al huérfano y al cautivo” (versículo 8), “Les alimentamos únicamente para placer a Dios, no esperamos ni vuestras recompensas, ni vuestro agradecimiento.” (versículo 9) [10].
Así, el mendigo, con su gesto en medio de la necesidad, se había ganado el Paraíso. La llamativa descripción de los personajes del poema Toda una historia nos indujo a interesarnos de cerca por la figura del jeque y, en concreto, por la indicación de la fecha del poema. Así, cuando tuvimos la oportunidad de viajar a Djelfa[11], lo primero que hicimos fue preguntar por el dignatario de la región en el año 1942. Nuestra amiga Fatiha BenLahrèche Borsla, farmacéutica en Djelfa, nos llevó a una oficina de informática conducida por un joven primo suyo, que había reunido una importante cantidad de documentos fotográficos sobre sus antepasados y sobre la época colonial de Djelfa, lo cual suponía para nosotros un logro fantástico. Al enterarse del motivo de nuestra visita, Redouane Bencherif[12] , responsable de la oficina, nos enseñó una serie de retratos de tiempos pasados, y señaló al arráez del año 1942: “Es éste, nos dijo, se llama Ahmed Benlahreche y es el abuelo de mi padre”. Lo decía con naturalidad, como si fuera un hecho anodino. Ningún orgullo trasparecía en sus palabras. Nosotros, por nuestra parte, estábamos muy contentos de haber dado con uno de los personajes reales de Max Aub, ya que los frutos de nuestra búsqueda empezaban a materializarse. Redouane empezó a hablar de sus antepasados. Me miró diciéndome: “¿Es Vd. profesora de español, verdad?”. Contesté con la afirmativa. “Pues, me respondió, mi antepasada, la abuela del arráez que tanto les interesa, es una auténtica española”. Se calló para observar el efecto de sus palabras en mí. “Además, -añadió-, Vd. tiene mucha suerte porque, hace apenas un mes, he podido entrar en posesión de una fotografía de época de mi bisabuela”. Tanta información a la vez nos había dejado sin voz. Nosotros queríamos profundizar en las vivencias de Max Aub en la región y nos encontrábamos con una franja de auténtica historia de Argelia, colateral al poeta y a España.
La española raptada y el jeque árabe
Así es que el arráez que describe Max Aub con tanta pompa en su poesía era el jeque de Djelfa en 1942, y el mismísimo descendiente de un linaje de “bachaghas”[13] de la ciudad: de padre argelino y -por un sorprendente azar- madre española, de nombre Madalena Aoles. La extraña historia de Madalena, más conocida con el nombre de María Dolores debido a una curiosa deformación de su nombre, está ligada a la historia de la ocupación francesa de Argelia.
Para situar la época, es necesario primero trazar una breve ambientación de los hechos y situarlos en su momento histórico. Por ello, vamos a relatar la historia del primer Bachagha de Djelfa, y mostrar así los contradictorios sentimientos que Max Aub, cuando se interesó por el descendiente de esta estirpe de señores de rancia nobleza, comprobó que existían. Las crónicas[14] dicen que durante la resistencia argelina a la ocupación francesa, en el siglo XIX, los hombres del Emir Abdelkader[15], tras la conquista de la ciudad de Nemours[16], tomaron como rehenes a los ocupantes de una embarcación que acababa de llegar. El Emir reclamó a dos jovencitas que formaban parte de los prisioneros de guerra, las adoptó y cuidó de su educación como si fueran sus propias hijas. Éstas, finalmente, se convirtieron al Islam. Unos años más tarde, cuando el Emir Abdelkader realizó un llamamiento para la “Jihad”[17] , un hombre llamado Si Cherif se puso al servicio de la resistencia argelina. El Emir lo nombró Califa[18] y máximo representante de las tribus de los Uled Nail, a las que condujo durante 15 años contra la ocupación francesa.
El jeque descrito por Max Aub en su poesía era en realidad Ahmed Benlahreche, de padre argelino y madre española, Madalena Aoles, prisionera de guerra que el Emir Abdelkader tomó bajo su protección.
El Emir Abdelkader quería consolidar el juramento de fidelidad mediante una alianza de sangre con los jefes de la tribu de los Uled Nail, por lo que propuso darles a sus protegidas españolas en casamiento. Madalena Aoles fue destinada a su Califa, Si Cherif Benlahreche, y su hermana menor, a su primo Si Mohamed Ben Abdesslam. Muy halagado por la noticia, Si Cherif BenLahreche montó una caravana digna de reinas con la que mandó a buscar a las dos “novias elegidas”, que se encontraron de un día para otro ejerciendo de protagonistas de Las Mil y una noches.
Noble y educado en las escuelas del clasicismo (escuela francesa) y del orientalismo (escuela del ascetismo y sufismo musulmán), el califa cumplió con su deber de ciudadano al intentar integrar a las novias en la cultura musulmana. Para empezar, les otorgó sendos nombres argelinos: bautizó[19] a su esposa Madalena con el nombre de Fatma El Euldja, pronto apodada “Echahba moulat essalf etouil”[20]– es decir, “La blanca de larga melena rubia”-, mientras que su hermana tomó el nombre de Azzouza.
Las bodas se celebraron con toda la pompa digna del rango del Jeque. Las crónicas no precisan la fecha pero establecen como más probable el período entre junio y enero de 1846[21]. Del matrimonio de Si Cherif Lahrèche y de Fatna El Euldja nace en 1856 un varón llamado Ahmed, cuyo nombre coincide con el del arráez visto por Max Aub[22].
Tras la rendición del Emir Abdelkader, Si Chérif, bajo las órdenes de su jefe supremo, se entregó a las autoridades francesas en 1847 y estuvo internado junto con su familia en Medea, y más tarde en Boghar. Para salvar a su tribu de las represalias del General Yusuf, tuvo que ejercer como Bachagha en nombre del poder colonial., por lo cual participó activamente en someter a los disidentes y restablecer el orden en la región, lo que le valió que en 1851 Francia lo nombrara bachagha de todos los Uled Nail de la provincia de Argel, con el título de Califa que tuvo antes con el Emir Abdelkader. Como signo de consideración le construyeron, en 1852, un caserón que hizo las veces de casa durante algún tiempo: el fuerte Caferelli, famoso lugar de tortura que Max Aub denuncia en sus poesías[23]. A pesar de que no existen indicaciones precisas del mismo en la obra, sí podemos encontrar una alusión a los tiempos heroicos:
aduar hecho fortaleza
bravura caída en hiato
Si Cherif resultó muerto en el combate el 14 de octubre del 1864[24], a causa de una fatal equivocación que tuvo una repercusión muy grande. Los historiadores Marthes y Edmond Gouvion relatan el suceso de la manera siguiente[25]:
“Vehemente como siempre, Si Cherif tuvo una muerte gloriosa en un combate que libró contra los rebeldes Chikkia, que intentaban tomar la ciudad de Djelfa.
Al constatar la presencia de numerosos asaltantes, el lugarteniente Philebert dio la orden de que se cerraran la puertas de Djelfa y amonestó a Si Cherif para que defendiera la ciudad con sus hombres. Pero esta orden provocó el enojo del Califa, que le gritó: “¡Un Cherif [26] no espera que el enemigo lo ataque!” Acto seguido, salió corriendo hacia su fuerte e hizo sonar el toque de llamada. Montó su corcel blanco, su fiel compañero de batallas, y se lanzó hacia la salida del fuerte. El caballo cabreó en el umbral y se negó a cruzarlo y avanzar. Insistió Si Cherif vanamente en hacer que se moviera, lo presionó y lo espoleó sin ningún resultado.
Si Cherif había intuido lo que le sucedía y, pensativo, bajó de su montura y se dirigió resueltamente hacia su casa. Según Cheikh Adam, testigo ocular y yerno de Si Cherif, este reunió apresuradamente a sus mujeres, repartió entre ellas el dinero que poseía, hizo importantes recomendaciones a sus hijos y solemne, se dirigió a ellos con estas palabras: “Es la última vez que me ven. Es mi destino.”
Después de hacer la oración y liberarse de los abrazos, saltó sobre la yegua baya de su primo Abdelkader Ben Abdeslam y se lanzó al galope seguido por sus fieles soldados para arremeter contra los atacantes. Cuando se encontraba abriendo las filas del enemigo, un hombre, supuestamente Brahim Ben Bouzeiez, reconoció la yegua de su enemigo mortal, apuntó y disparó. El jinete titubeó. Victorioso, Brahim se abalanzó sobre él para rematarlo. Con gran estupor, reconoció a su jefe, Si Cherif, herido de muerte en el suelo y gritó horrorizado: “¡Maldito sea, maté a mi maestro y jeque!”, tras lo cual entró en un estado de postración del cual nunca más salió.
Se celebraron grandes funerales, en los que el coronel Martineau des Chenay depositó sobre la tumba de Si Cherif la cruz de oficial de la Legión de honor”.
Según el relato del sacerdote francés François de Villaret[27], Si Cherif, habiendo presagiado su muerte, rogó a su viejo amigo Si Cherif Ben Khobeizi que cuidara de su mujer, Madalena, y su hijo Ahmed, ya que sospechaba que el resto de sus mujeres tomarían represalias. Sin embargo, lo primero que hizo su “fiel” amigo fue casarse con Madalena e instalarse con ella en la casa de Si Cherif, en Ain Chenouf. Pronto estallaron dificultades en la pareja, ya que Madalena defendía ferozmente los derechos de su hijo. Los problemas cesaron cuando, instigado por el Bureau Arabe[28], Si Cherif Khobeizi se divorció de la mujer de su difunto amigo y abandonó la casa de Ain Chenouf.
Para criar a su hijo, Madalena solicitó la ayuda de la Emperatriz de Francia y compatriota suya, Eugenia de Montijo, y el Emperador Napoleón III, encariñado con ella, le mandó un emisario especial con una caja de mil monedas de oro[29]. Sin embargo, a pesar de tales cuidados, Madalena no sobrevivió a su marido y cinco años más tarde moría a la edad de 38 años[30], dejando huérfano a su hijo de diez años. Así termina la historia de este gran hombre y de su hermosa mujer, que la aguda observación de Max Aub hizo resurgir hasta nuestra época actual.
El morabito y su secreto
El empeño de Max Aub en profundizar en el pasado no termina aquí porque, por un misterioso azar, el morabito que describe a menudo en sus poemas tiene relación con Madalena Benlahrèche y con el lugar donde se encuentran sus restos. A pesar de que su marido, Si Cherif, fue enterrado en el mismo recinto de su Zauia (Escuela Islámica y casa) de Ain Chenouf, el entierro de su mujer va a ser diferente, ya que Madalena siempre había sido envidiada por sus rivales[31] debido a su belleza y a la preferencia que su marido sentía por ella. Por ello, con el fin de protegerla, los parientes de Si Cherif, que temían que aquellas mujeres la desenterraran para despedazarla y profanaran sus restos, decidieron mantener en secreto el lugar de su sepultura. Sólo con el tiempo se llegó a saber que habían elegido un morabito donde había un cementerio musulmán que la gente empezó a llamar “El morabito de la Machhouda”, es decir, “El morabito de la Misteriosa”, olvidando así el nombre original de su santo. Este famoso morabito, cuyo nombre original era Si Ali Bendnaidina, figura en dos poemas de Max Aub, “Djelfa” y “Domingo de Pascua”. El primero es un poema en prosa[32]:
“ ¡Desierto! Espejo del cielo. El morabo de yeso, cráneo mondo semiescondido tras la colina, frente por frente de la auténtica media luna del cielo: Tarjeta postal de Constantinopla”
Y el segundo es una variedad de zejel[33]:
“Lejos, mondo y lirondo,
redondo y cuadrado,
un morabo blanco.”
Este morabito forma parte del panorama del campo de concentración de Ain S’rar[34], ya que se sitúa en lo alto de una colina desde donde se pueden dominar los alrededores de la ciudad, en un radio bastante extenso. Así, pues, este morabito “redondo y cuadrado” también contenía sus secretos y gracias a Max Aub, una vez más, han salido a la luz otras historias. Hay que recordar que lo que orientó nuestra curiosidad fue el ritual bastante extraño de una ceremonia que Max Aub describía desde la lejanía de su cárcel, en el poema Domingo de Pascua. En esa ceremonia se planteaba una ambigüedad:la Pascua es más bien una fiesta religiosa cristiana, y posiblemente por una asociación temporal (el poema fue escrito un 15 de Mayo), el autor pensó en esta fiesta precisamente, por lo demás ajena a la religión musulmana. Ahora bien, el ritual que se describe consta de una serie de prosternaciones en medio de un cementerio, descrito en los versos:
Por el desierto gris
Una hilera de moros…
van a su cementerio
a celebrar la pascua…
dando cien tumbos en las tumbas mil (p. 97).
Cabe precisar que las oraciones musulmanas consisten en una combinación de prosternaciones que nuestro autor había observado en los prisioneros argelinos, lo que pudiera haberle inducido a pensar que aquellos hombres que veía desde la lejanía de su cárcel estaban haciendo la “Salat” [35], es decir, la oración musulmana. Sin embargo, tal y como los musulmanes saben muy bien, las prosternaciones están prohibidas en los cementerios: la prosternación es sólo para Alah El Grande y la oración de los muertos se hace de pie. Esto nos lleva a deducir que si no se trata de una oración musulmana, debe de ser simplemente un culto pagano preislámico rendido al santo del lugar, un tipo de ceremonia en que se suele efectuar una especie de danza ritual inclinando el cuerpo hacia delante y hacia atrás, hasta entrar en trance, lo que explicaría los “cien tumbos en las tumbas mil”. Contra este tipo de ritos había luchado el ilustre reformador argelino Abdelhamid Ibn Badis[36], ya que la colonización francesa, en su tentativa de “aculturación” y de “despersonalización” sistemáticas, favoreció por una parte el culto al oscurantismo para perjudicar así al Islam[37]mediante la asociación de la fe musulmana al paganismo, y alimentó por otra parte el regionalismo con su famosa divisa “dividir para reinar”, que potenciaba el hecho de que cada tribu defendiera a su santo.
Así, pues, a partir del pretexto que ofrecieron unos pintorescos cuadros y la intuición de una investigadora, se ha desenterrado una parte importante del pasado de Djelfa. Gracias a la poesía aubiana argelina, hemos podido rendir homenaje a personajes ilustres de nuestro pasado histórico y dar un nuevo lustre al blasón de sus familias, así como mostrar a las generaciones venideras sucesos trascendentales de su historia nacional. Sin embargo, lo que de verdad confiere su gran riqueza a la escritura de Max Aub es el hecho de que cualquier detalle apuntado constituye una fuente de enigmas que a veces ni el propio autor sospechaba, y para el investigador se abren así posibilidades de descubrimientos inéditos e inagotables, a la medida del talento de Max Aub.
Notas
[1] Saliha Zerrouki Kherbouche, Max Aub y Argelia: “Diario de Djelfa. Entre literaridad, realidad y simbólica”. Tesis de “Doctorat d’Etat”, Universidad de Orán, diciembre de 2005, pp.130-216.
[2] Saliha Zerrouki Kherbouche, Estructura y tematica en la obra de Max Aub, Diario de Djelfa. Tesis de magíster, febrero de 2001, Universidad de Argel, pp. 135-147.
[3] Max Aub, Diario de Djelfa, pp. 44-57.
[4] Saliha Zerrouki Kherbouche, Max Aub y Argelia: “Diario de Djelfa. Entre literaridad, realidad y simbólica”, op. cit., pp. 132-142.
[5] Ambos estuvieron cautivos en Argel, Cervantes demoró en una prisión de la capital, Max Aub también, pero sólo de tránsito, rumbo al campo de concentración de Djelfa.
[6] Juan Oleza Simó, Max Aub Obra poética completa, Vol. 1, Edición critica, estudio introductorio y notas: Arcadio López Casanova, Edit. Biblioteca valenciana, Valencia, 2001, p. 8.
[7] Diario de Djelfa, d- pueblo, pp. 47-48.
[8] Toda una historia, e-vuelta, (verso 29), p. 50.
[9] El Corán, traducción de Sadok Mazigh, Maison Tunisienne de l’Edition, SNED, Argel, 1978, pp. 472-474.
[10], Ibid., p. 473.
[11] Durante más de diez años la región estaba insegura y los viajes arriesgados.
[12] Las fotografías publicadas son una contribución de Redouane Bencherif de Higland Communications, rue Emir Abdelkader, Djelfa.
[13] Marthe et Edmond, Gouvion, Kitab el Aâyane el Marharibia, Imprimerie Orientale, Alger 1920,
pp. 93-101, título turco que los franceses habían conservado.
[14] Revue Africaine n° 100, 17ème année, Journal des travaux de la Société Historique Algérienne,
Edition A. Jourdan, Alger, 1873, pp. 380-381.
[15] http://fr.wikipedia.org/wiki/Abd_El-Kader . Jefe histórico conocido por su lucha armada contra la invasión francesa de 1830.
[16] Hoy día llamada “Ghazaouet”, puerto argelino del extremo oeste (fronterizo con Marruecos).
[17] Guerra santa proclamada por el Emir Abdelkader, el 28 de septiembre de 1832 contra la usurpación francesa.
[18] Revue Africaine n° 100, 17ème année, op. cit., p. 311, (Lugarteniente y brazo derecho).
[19] Las fuentes orales afirman que los registros patronímicos se hicieron en el ayuntamiento, que hoy día lleva en nombre de Hassi Bahbah (Djelfa), por el bachagha Maâoui.
[20] Ahmed Khiredine, Rocher de sel. Vie de l’écrivain Mohamed Bencherif, Edition L’Harmathan, 2006, p. 16.
[21] Villaret, François, Treinta y seis años en Djelfa, p. 5.
[22] Marthe et Edmond, Gouvion, op. cit., p. 106.
[23] Es el Fuerte Cafarelli, construido entre noviembre y diciembre de 1852 (55 días) por el General Yusuf, bajo el gobierno del General Randon (Revue Africaine n° 121, 1877).
Conferencia “Max Aub y el exilio literario español en Djelfa”, doctora Saliha Zerrouki, Centro Cultural Islámico de Djelfa, 17-18 abril de 2007.
[24] Marthe et Edmond, Gouvion, op. cit., pp.100-101.
[25] Ibíd., pp. 100-101.
[26] Revue Africaine n° 21, 1877: Noble de origen religioso.
[27] Si Cherif, por François de Villaret, 36 años en Djelfa, p. 7.
[28] caom.archivesnationales.culture.gouv.fr./sdx/ “Los Bureaux Arabes Départementaux” fueron creados para llevaba a cabo los asuntos civiles de los argelinos.
[29] Ahmed Khiredine, op. cit., p. 18.
[30] Acta de defunción de Madalena Benlahrèche, viuda, natural de Cádiz, establecido a las 8 horas del día 8 de enero de 1869.
[31] Si Chérif tenía varias mujeres.
[32] Diario de Djelfa, p. 36.
[33] Ibíd., pp. 97-98.
[34] Nombre del barrio de Djelfa donde se ubicaba el campo de concentración.
[35] Miquel de Epalza, en Espagne et Algérie au XXe siècle. Contacts culturels et création littéraire, J.Dejeux et D.H.Pageaux, Paris, L’Harmathan, 1986, p. 131.
[36] Abdelhamid Ibn Badis, conocido legislador argelino que luchó contra el oscurantismo. Creador del la Nahda (Renacimiento).
[37] El culto a los santos no está permitido en la ortodoxia de la religión musulmana.