El Mediterráneo y el nuevo Oriente Medio: ¿qué construcciones estratégicas se están diseñando?

Khadija Mohsen-Finan

Responsable de investigación en el Institut Français des Relations Internationales, París

En diciembre de 2006, el Institut Français des Relations Internationales organizó una mesa redonda sobre el Mediterráneo y Oriente Medio, que formaba parte de las actividades de Ramsès, red internacional de investigación en ciencias humanas y sociales que agrupa a treinta y tres instituciones dedicadas a la investigación en el espacio euromediterráneo. Con el fin de animar el debate se invitó a miembros de la red Ramsès a participar en el acto: Thierry Fabre (Maison Méditerranéenne des Sciences de l’Homme), Giovanni Lévi (Universidad de Venecia), Kalypso Nicolaïdis (Universidad de Oxford), Mohamed Tozy (Universidad de Casablanca). Además de invitar a los miembros de la red Ramsès, también nos pareció útil solicitar la presencia de otros ponentes, como Dominique David, director ejecutivo del Institut Français des Relations Internationales y especialista en temas de estrategia y seguridad; Pierre Thénard, quien entonces era subdirector en la Dirección de Asuntos Estratégicos del Ministerio francés de Asuntos Exteriores y, por último, Joseph Bahout, docente e investigador en el Institut d’Études Politiques de París.


Khadija Mohsen-Finan

En un momento en el que se diseña una nueva arquitectura internacional que abre una brecha entre dos mundos identificados por su cultura y religión, nos parecía necesario debatir sobre el Mediterráneo en el contexto de unas nuevas construcciones estratégicas.

El análisis se articuló en torno a tres temas fundamentales que ponen en tela de juicio las bases de la estrategia estadounidense en Oriente Medio: el desastre iraquí y el replanteamiento de la presencia norteamericana en Irak, el estancamiento del conflicto israelo-palestino y la extrema tensión observable en el Líbano, donde, en el verano de 2006, Israel pretendía cambiar el mapa político a costa de una guerra.

Pero más allá de esos ejes, había que volver a hablar de la voluntad estadounidense de democratizar el mundo árabe, cuyos límites se han podido ver en el bloqueo impuesto a los palestinos para sancionar el resultado de sus elecciones democráticas, una sanción en la que participaron los europeos y que contribuyó a empañar el mensaje democrático de Occidente respecto a esta región.

Thierry Fabre

Expuso lo que denomina unas hipótesis de reflexión sobre las relaciones entre Europa y el Mediterráneo, por un lado, y entre Estados Unidos y Oriente Medio, por otro; unas relaciones parecidas a unos espejos deformantes cuya deformación se debe esencialmente a la distinta relación entre la fuerza y el derecho.

Para el autor, cuando observamos la actuación de los europeos y los americanos en Oriente Medio o en el Mediterráneo, se nos plantean de entrada dos interrogantes:

  • ¿En qué se basa esta diferencia entre unos y otros?
  • ¿Cómo imaginar las construcciones estratégicas que se diseñan en la región?

Tres figuras le sirven de puntos de referencia para su análisis: Hannah Arendt, Raymond Aron y Edgar Morin. Arendt demostró, a través de su reflexión sobre «el Imperio», que la fuerza caracterizó la historia de Europa en los siglos XIX y XX, hasta el punto de que el viejo continente ya no puede postularse como modelo hoy en día. A partir de su experiencia colonial y sus trágicas relaciones con los totalitarismos, sabe que ya no puede exportar la libertad ni la civilización mediante la fuerza, y eso lo diferencia de Estados Unidos.

Aron, por su parte, habla sobre todo de la «impotencia de la fuerza». De hecho, no todo se juega en el terreno militar, si bien es verdad que no podemos dejarlo de lado. Prueba de ello es el informe Baker sobre Irak, o también el desastroso balance militar israelí en el Líbano durante el verano de 2006.

Sin embargo, el uso de la fuerza se halla ahora profundamente anclado en las representaciones de los neoconservadores que aún inspiran la política estadounidense. Por ejemplo, Bernard Lewis lleva mucho tiempo cultivando la idea de que, a fin de cuentas, los árabes sólo entienden el lenguaje de la fuerza.

En el proyecto europeo, el derecho prevalece sobre la fuerza. En Penser l’Europe, Edgar Morin escribía precisamente, habida cuenta de la experiencia de los totalitarismos y el colonialismo: «La nueva conciencia europea es una conciencia de nuestra fragilidad.»

En el proyecto europeo, las instituciones se fundamentan en los principios de derecho, en formas de regulación y equilibrios. En Europa, tenemos un modelo de relaciones internacionales que se diferencia profundamente del proyecto norteamericano del Gran Oriente Medio, que consiste en rediseñar el mapa por medio de la fuerza y en nombre de un principio civilizador considerado superior.

A partir de esta distinción entre Europa y Estados Unidos, basada en las diferentes relaciones con la fuerza y el derecho, ¿cómo debemos pensar las futuras construcciones estratégicas? El proceso europeo se puede considerar como un proyecto hegemónico en el Mediterráneo, dada la disparidad en la relación de fuerzas en numerosos ámbitos, pero no como un proyecto de imperio, es decir, de imposición de un modelo por la fuerza. La relación con la fuerza y el derecho es muy diferente en Estados Unidos y en Europa, lo mismo que las representaciones estratégicas que los norteamericanos llaman Middle East, y los europeos, Oriente Próximo, por no hablar del Mediterráneo visto como un conjunto, que no aparece en el discurso estratégico norteamericano.

A consecuencia de estas divergencias en la manera de entender esta región del mundo, hoy parecen perfilarse dos grandes tendencias:

  • La construcción de un bloque occidental, con la figura del islam como enemigo (siguiendo los pasos del discurso estratégico de Samuel Huntington). Este nuevo «atlantismo» está ahora muy activo en Europa.
  • La definición de un «mundo de significados comunes» entre Europa y el Mediterráneo. Se trata de promover la aparición de un espacio a partir del cual se pueda fundar una gran política de mediaciones culturales y religiosas. Dadas las realidades demográficas y la creciente importancia de los fenómenos migratorios y las diásporas, para Europa se trata de un reto estratégico que se plantea tanto en el interior como en el exterior.

Por último, entre el islam y Occidente existe un mundo intermedio, que podemos considerar común: el mundo mediterráneo. Éste es el horizonte al que debemos dar una forma y un sentido.

Dominique David

El Mediterráneo no tiene una existencia objetiva; en cuanto al «nuevo Oriente Medio», es un sueño o un mito, lo que se quiera, pero no un espacio geográfico objetivo. El discurso de Dominique David se articula en torno a la estrategia de los actores, con una serie de preguntas referentes a la dialéctica entre actores internos y externos en materia de seguridad sobre el conflicto iraquí, a la situación palestina o a la posible nuclearización de Irán y la redefinición de su postura en el espacio regional.

Como ninguna de estas preguntas puede recibir respuesta por parte las fuerzas locales, hay que contar con las intervenciones y presiones exteriores, cuyos actores debemos identificar. Está, evidentemente, Estados Unidos, presente en la región y que a principios de la década de 1990 se beneficiaba de una situación de monopolio estratégico. Ahora es un actor entre otros, aun cuando sea un actor necesario.

La Unión Europea es el otro actor, pero se presenta en forma de buena voluntad poco creíble; prueba de ello es lo que sucede en Palestina o el Líbano. Asimismo, cabe hablar de la proliferación de armamento, sobre todo nuclear, un tema muy preocupante en el espacio del que hablamos por dos motivos:

  • La eventual cadena de nuclearizaciones y proliferaciones en la región, con el interrogante, a la larga, de la gobernabilidad del sistema.
  • Las plataformas nucleares estatales pueden distribuir eventualmente su armamento nuclear a entes no estatales, lo que nos remite al posible vínculo entre proliferación y terrorismo.

¿Debemos pensar, por ello, en desnuclearizar este espacio mediterráneo? Se plantearía entonces el tema de la desnuclearización de Israel, que no se puede exigir ni por criterios morales ni por criterios jurídicos. La respuesta sólo puede estribar en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en sus términos actuales.

Además, ¿están aún al orden del día las visiones globalizadoras referidas a esta región? Parece que hoy día son más bien representaciones sin gran eficacia estratégica. La visión del Gran Oriente Medio no ha dado lugar a una estrategia global; en cuanto al proyecto de Barcelona, puede que su fracaso se deba a que se puso en práctica una estrategia global en un momento en el que el Mediterráneo saltaba en pedazos tras la guerra fría. Sin lugar a dudas, hay que adoptar unos modos de cooperación ad hoc para cada uno de los temas, y diseñar colaboraciones más limitadas desde un punto de vista regional (por ejemplo, el 5+5 es un foro en el que las cosas avanzan).

Naturalmente, las grandes estrategias de seguridad no valen nada sin unas sociedades estables. Pero las sociedades se deben pacificar sin permanecer inmóviles. Ello requiere capacidad de desarrollo económico, apertura y capacidad de difusión en lo cultural, así como una dinámica de democratización. Hoy los estados son en gran medida impotentes en lo que se refiere a estos dos últimos factores, mientras que las sociedades civiles pueden jugar un gran papel en este sentido.

Kalypso Nicolaïdis

Uno de los fallos de Europa es el desfase entre la Unión Europea y los estados europeos. Es cierto que hay unas instituciones en Bruselas, pero detrás hay estados que practican un juego que responde a intereses nacionales, y este contraste vuelve a aparecer en la geopolítica.

También hay un desfase entre la realidad neocolonial y las ambiciones poscoloniales. ¿Se puede tener una visión europea del mundo mediterráneo que sea realmente poscolonial y no neocolonial? Es decir, una visión que integre el pasado colonial de Europa y al mismo tiempo lo supere.

Para nosotros, de lo que se trata es de saber, como europeos, si podemos ser una alternativa a Estados Unidos. La pregunta se volverá a formular en torno a varios temas fundamentales: la memoria de los conflictos, los conflictos de las memorias, la democracia y el papel de Europa en la resolución de conflictos.

¿Qué papel puede jugar Europa en esta labor basada en la memoria? Esta interacción entre memoria e identidades crea conflictos pero, al mismo tiempo, la memoria es portadora de la resolución de conflictos. Respecto al tema de la democracia, si como Europa o como europeos no podemos exportarla, ¿podemos ayudar a los demás a inventarla, crearla, apropiársela? Por ejemplo, ¿cómo actuará la Unión Europea con los movimientos islamistas moderados que también aceptan las reglas de la democracia?

Mohamed Tozy

La categoría Europa es invisible desde los países de la orilla sur. Esta invisibilidad se debe sobre todo a que la Unión Europea gestiona mal el tema de Turquía. Por lo tanto, surge una cierta dificultad a la hora de interpretar la política de la UE en el ámbito mediterráneo.

Lo que hoy domina el panorama es un entorno devastado por la guerra de Irak, que ha trastornado el orden internacional y ha generado numerosas consecuencias:

  • Por un lado, la política estadounidense en Oriente Medio ha acelerado el debilitamiento de los actores regionales, como Egipto o Arabia Saudita, por ejemplo. También ha provocado el debilitamiento de ciertos regímenes, que ya no juegan ningún papel en el ámbito regional, como Marruecos o Argelia. Por último, ha contribuido al debilitamiento de los actores del islam político. El campo de batalla en Irak ha marginado al islam político al mismo nivel que a los estados.
  • Por otro lado, los medios de democratización han fracasado. ¿Qué significa hoy día democratizar un país? ¿Quiere decir apoyar a la sociedad civil? ¿A los partidos políticos? ¿Redactar nuevas constituciones? El propio modelo democrático está en repliegue, y se ha neutralizado la capacidad de producir modelos autóctonos.

Por último, cada vez estamos más inmersos en sistemas políticos que se hallan a merced de las opiniones públicas.

Giovanni Lévi

El tema de la democracia es importante, y conviene precisar que hoy día el modelo occidental está especialmente debilitado, ya que ha perdido su influencia. En la actualidad los modelos de desarrollo son totalitarios y populistas, como en China o Latinoamérica. Así, pues, ¿qué podemos proponer como modelo de democracia?

Desde luego, tenemos muchas cosas que aprender del Sur; desde un punto de vista cultural, debemos reconstruir los puentes con esta orilla sur y tomar en consideración lo que nos puede ofrecer. Es absolutamente necesario evitar esa fractura entre ambas orillas alimentada por el discurso del Papa, que es francamente antimusulmán. La Iglesia también presiona en este sentido a Romano Prodi, porque mantiene una política débil.

Si queremos revaluar nuestras relaciones con Oriente Medio, hay otro tema a considerar: el conflicto de Israel. Este país se ha construido sin reconocer a los demás. ¿Podemos considerarlo verdaderamente democrático a pesar de no tener Constitución?

Joseph Bahout

En la guerra del verano de 2006 que enfrentó al Líbano e Israel, el país de los cedros fue una vez más la caja de resonancia de todos los conflictos de la región, ya que en ella se juntaron varias dimensiones: la norteamericano-iraní, la israelo-palestina, la siria y la interna del propio Líbano.

Pero para entender todo esto hay que volver a la resolución 1559. Nos hallamos ante una novedad en la cultura de la ONU, ya que incluye en una misma resolución varios conflictos a la vez: el vínculo entre Hezbolá e Irán, el problema sirio-libanés, el equilibrio intrapalestino y la prescripción de recuperar la democracia en el Líbano y no renovar el mandato del presidente de la República.

Un doble complejo afecta las relaciones entre Siria y el Líbano. Por un lado, para todas las elites sirias existe una ilegitimidad del espacio libanés. Por otro lado, el Líbano se ha convertido, según la percepción siria, en el espacio donde se fomentan todos los complots contra el régimen sirio. Puede que esto fuera lo que incitó a los sirios a asesinar a Rafik Hariri.

Por otra parte, la tensión entre chiíes y sunníes en el Líbano se ha convertido en un elemento estructural desde el momento en que el asesinato de Hariri situó este conflicto en el centro del terreno de juego. Desde dicho asesinato el país vive una interminable transición. En la actualidad existen dos relatos que sirven de base para dos visiones de la «libanidad». Ambos son reveladores de un determinado modo de práctica política. Cada uno de ellos remite a un Líbano distinto, con sus propios recursos mediáticos y políticos, y sus lazos con el exterior. Ambos discursos son totalmente irreconciliables en cuanto a su visión de la comunidad internacional.

Para la Alianza del 14 de Marzo existe una cosa que es normativamente positiva y aceptable: la comunidad internacional, una suerte de ente kantiano. Paralelamente a esta concepción, está la visión de Hezbolá y la oposición, que demoniza a la comunidad internacional, sometida a la voluntad norteamericana. Nos hallamos, pues, ante dos lecturas antagónicas de la situación. Frente a ello, existe hoy una vía franco-americana que tiende a querer situar al Líbano bajo la legalidad internacional.

Ahora cabe preguntarse cómo se comportará Bruselas respecto a Siria, y si el informe Baker-Hamilton se va a enterrar a toda prisa o va a ser recortado. La filosofía y la voluntad de este último son «desamericanizar» el proyecto americano en la región a fin de internacionalizarlo. Se corre el riesgo de ir a parar a una situación intermedia entre la «desamericanización» y la internacionalización, y contentarse con un retrato americano parcial de Irak.

Pierre Thénard

Fijémonos en el título de este acto: hoy ya nadie habla de «mundo árabe». Se menciona el Sur, el Mediterráneo, África del norte, Oriente Medio (ampliado o sin ampliar: MENA, BMENA), el «Gran Oriente Medio», terminologías aplicadas a una realidad compleja y que remiten a construcciones estratégicas impuestas desde el exterior a las sociedades de la región.

Respecto a la política estadounidense en Oriente Medio, a menudo se hace una lectura teleológica de  la misma (ya quisieran que fuera tal como desean, aun a riesgo de mostrar una persistente ceguera ante el carácter claramente revolucionario de dicha política durante la administración Bush). ¿De veras nos hallamos en una fase de retroceso de los neoconservadores? Es cierto que muchos se han marchado, pero otros permanecen en el núcleo del sistema (como Elliott Abrams). Hoy día se observa un cierto regreso de los pragmáticos (James Baker) o supuestos pragmáticos (Condoleezza Rice), pero no debemos equivocarnos de perspectiva: el gran proyecto norteamericano sigue intacto; puede ser objeto de inflexiones tácticas pero, sin lugar a dudas, no hay ningún cambio radical, sobre todo en Oriente Medio. Tampoco debemos hacernos falsas ilusiones: con los demócratas en el poder no volveremos a la década de 1990; algunos de ellos ni siquiera están demasiado lejos de las ideas transformacionales tan caras a Condoleezza Rice.

¿Qué puede hacer Europa frente a esta política norteamericana? Sin duda, debemos integrar nuestra propia experiencia europea en la visión estadounidense y los mecanismos que ésta suscita: los norteamericanos no conocen Europa y subestiman las considerables sumas que se invierten en el programa Euromed, pero no se abstendrán de instrumentalizarlo si no defendemos nuestra propia visión.

Por un lado, ya es hora de formalizar una doctrina europea (y ello es especialmente importante para Francia). Por otro lado, es preciso que los europeos se hagan valer frente a los norteamericanos. Eso se puede lograr mostrando más valentía respecto a los palestinos. Si no conseguimos dar prueba de que este conflicto se puede resolver de modo equitativo para todas las partes,  desacreditaremos a los estadistas del mundo árabe, cuando los necesitamos como socios. Al suspender todas las ayudas a la población de los territorios ocupados por Israel, hemos abierto la puerta a la radicalización, ya sea a la yihad global y desterritorializada o al vuelco anunciado en el «choque de civilizaciones».