Jihed

Lina Ben Mhenni

Activista de Internet y bloguera, Túnez

El vídeo de la inmolación del joven de Sidi Bouzid fue lo que llevó a Jihed, retirado por completo de la vida política y asociativa de su país, a abrazar de nuevo el compromiso político y convertirse en otro mártir de la libertad.


Estaba harto de toda esa propaganda que se hacía en torno al personaje del dictador. Ya no aguantaba más esos feos carteles que cubrían todas las paredes de la ciudad. Ese rostro horrible con su sonrisa hipócrita estaba por todas partes. Pero aun así, Jihed, el joven estudiante, optó por retirarse de la vida política y asociativa de su país cuando le expulsaron de todas las universidades tunecinas debido a sus actividades en la Unión General de Estudiantes Tunecinos, una práctica muy habitual en la época de Ben Ali. Una práctica que al mismo tiempo consolidaba la instauración del Observatorio de la Juventud, el Año Nacional del Diálogo con los Jóvenes y el Año Internacional de la Juventud, promovido por Túnez…

Llegaron a arrestarle y encarcelarle con falsos cargos y acusaciones amañadas. Le torturaron durante días y días sin que sus compañeros de partido movieran un solo dedo. Desde entonces decidió aislarse y no volver a participar activamente en la vida política del país. Como joven desempleado, se pasaba el día sentado en los cafés de Túnez leyendo periódicos y libros, evitando hablar con quienes le rodeaban. Incluso abandonó el grupo de ciberactivistas con los que había llevado a cabo campañas virtuales contra la opresión del régimen y la restricción de las libertades.

Pero un solo vídeo bastó para sacarle de esa hibernación. No creía lo que estaba oyendo cuando recibió una llamada de uno de sus antiguos camaradas para informarle de la inmolación de un joven de Sidi Bouzid, que se había prendido fuego después de que la policía municipal le confiscara el carro de vendedor ambulante. Jihed se apresuró a dirigirse al cibercafé más cercano y entró en Facebook… La noticia era totalmente cierta. Cuando vio el vídeo del incidente, grabado con la cámara del móvil de uno de los testigos de la escena y publicado al instante en Facebook, no se pudo aguantar y dos lágrimas le rodaron por las mejillas. Pasó toda la tarde en el cibercafé. Seguía los últimos acontecimientos. Los habitantes del pueblo y los amigos del joven que se prendió fuego empezaron a manifestarse pacíficamente ante el edificio de la Gobernación, pero las fuerzas de orden público les apalearon brutalmente y detuvieron a muchos de ellos por corear consignas contra la represión del régimen y la injusticia social. Por la red siguieron circulando unos vídeos que reflejaban los enfrentamientos entre los jóvenes de Sidi Bouzid y la policía de Ben Ali, y que espolearon la ira de Jihed y de todos los jóvenes tunecinos.

Jihed pasó los dos días siguientes ​​de la misma forma. Por las mañanas se despertaba para entrar en Facebook y seguir todo lo que pasaba en Sidi Bouzid. En efecto, pese a toda la violencia descargada contra ellos por la policía secreta y los agentes de Ben Ali, los jóvenes siguieron expresando su cólera y el rechazo a la injusticia social. Jihed compartía los vídeos e intentaba obtener información poniéndose en contacto con los amigos que tenía en la zona. Redactaba textos y los publicaba en Facebook. La violencia proseguía, volviéndose cada vez más salvaje y sangrienta. Las fuerzas de orden público tuvieron que disparar balas auténticas para disuadir a los jóvenes de continuar con las manifestaciones pacifistas. Varios mártires cayeron abatidos por las balas.

Al cabo de tres días, Jihed decidió trasladarse a esa localidad ya que, tras un silencio inexplicado, los medios de comunicación tunecinos comenzaron a propagar rumores. Jihed quería romper el silencio y contarle al mundo entero la verdad sobre un Estado policial opresivo. Fue a Sidi Bouzid con una mochila, una pequeña cámara fotográfica, una exigua cantidad de dinero prestado por un amigo y mucho valor. Una vez allí, no le sorprendió el imponte número de efectivos policiales con que se encontró. Estaban por todas partes, blandiendo las armas como si estuvieran una guerra. La ciudad estaba en calma. Se puso en contacto con algunos de sus amigos y se instaló en casa de uno de sus antiguos camaradas, con el que había militado en el partido. Se pasó el día haciendo llamadas telefónicas para comprobar toda la información que le llegaba y compartirla luego con sus amigos en Facebook. Los enfrentamientos se fueron extendiendo por toda la región. Cada vez eran más sangrientos. Cada vez eran más numerosos los mártires que caían abatidos por las balas de los rabiosos policías. Al caer la noche, cuando intentaba conciliar el sueño, oyó unos disparos no muy lejos, así como gritos, alaridos, y voces asustadas. Decidió salir para ver qué pasaba. Se metió la cámara en el bolsillo, se puso el albornoz y salió. Siguió el ruido de los disparos. Notó el olor de las bombas lacrimógenas y se le irritaron los ojos. Recorrió una larga distancia hasta llegar al barrio vecino. Se escondió detrás de un montón de piedras y observó la escena…

El caos reinaba en el lugar: las mujeres gritaban y los niños lloraban mientras los policías arrestaban a los hombres del barrio. La policía irrumpía en todas las casas. Los agentes disparaban al aire para asustar a los vecinos, arrojaban bombas lacrimógenas arbitrariamente, sin prestar atención a los ancianos ni a los bebés. Jihed no pudo aguantarse al ver la escena de una niña a la que un policía armado apaleaba y arrastraba por el pelo. Era evidente que quería llevársela para violarla. Como la niña ofrecía resistencia, el policía la abofeteaba e insultaba. Jihed salió de su escondite, se arrojó sobre el policía y empezó a darle una paliza. Otros policías se dieron cuenta de lo que sucedía y corrieron a ayudar a su colega. Se lanzaron sobre Jihed y empezaron a golpearle a diestro y siniestro con las porras. Jihed se resistió y se defendió valerosamente. Los policías siguieron apaleándole, pero él no dejaba de gritar consignas sobre la libertad y la dignidad. Uno de los policías, enfurecido, le disparó una bala en el corazón.

Jihed se derrumbó sobre el charco de sangre que empezaba a  extenderse por el suelo. Un suelo sediento de libertad. Jihed murió como un mártir…