El los países del sur del Mediterraneo hace un par de décadas que florece, utilizando un clásico concepto antropológico, una cultura prefigurativa, en la que los jóvenes han nacido con tecnologías de comunicación y de información sin precedentes para sus mayores. Aunque los principales analistas hablen del nacimiento de una generación de periodistas ciudadanos y blogueros activistas, basta observar las prácticas para darse cuenta de que la juventud navega en busca de una mayor substancia, pero no siempre apartados de sus antecesores como en los casos que presentamos de Marruecos.
Margaret Mead publicó hace cuarenta años Cultura y compromiso, un estudio sobre la ruptura generacional. En esta obra construye una tipología sobre la manera en que se interrelacionan las nuevas y viejas generaciones. Denomina postfigurativa o de lenta transformación, la sociedad donde los jóvenes aprenden de los adultos no sólo la religión sino también aspectos culturales de carácter local; cofigurativa, de cambio moderado, donde nuevas y viejas generaciones aprenden entre ellas y prefigurativa o de transformación acelerada, donde los adultos pueden aprender de los jóvenes.
Cuando la antropóloga escribió Cultura y compromiso, la cultura americana estaba en crisis debido a los cambios económicos, tecnológicos y de mentalidad que se estaban produciendo en los sesenta. En aquel momento los jóvenes se mostraban más activistas que nunca, fruto de diversos factores tales como la aparición de una comunidad mundial, la revolución científica y médica del siglo XX que aumentó la población y las transmisiones a escala global de la radio y la televisión.
La cultura prefigurativa implica inconvenientes generacionales, la clave para sortearlos es hallar la verdadera comunicación. Creo que la teoría de Mead nos sirve de referencia sobre lo que está ocurriendo en los países denominados arabo-musulmanes en cuyo modelo tradicional, las mujeres y los jóvenes están sometidos al patriarcado y a la falta de representatividad política. Pero donde hace un par de décadas florece una cultura prefigurativa, en relación a haber nacido con tecnologías de la comunicación y de la información sin precedentes para sus mayores y donde observamos la crisis de autoridad de unos gobiernos que no han sabido corresponder a las demandas ciudadanas y menos aún a la masa de jóvenes con pocas expectativas de futuro. Aunque los principales analistas hablen del nacimiento de una generación de periodistas ciudadanos y blogueros activistas, basta observar las prácticas para darse cuenta de que la juventud navega en busca de más sustancia.
El caso de Marruecos nos puede servir para reflejar el proceso de cambio de valores. La macroencuesta nacional realizada con motivo del 50 aniversario de la independencia marroquí muestra la convivencia de valores arcaicos y valores modernos en las mismas personas. La familia es muy importante para el equilibrio del individuo pero también la necesidad de la autonomía personal frente a la familia. La tradicional autoridad paterna solo está representada por un 7% mientras un 74% de los entrevistados prefieren el diálogo entre padres e hijos y el 72% que las decisiones se tomen conjuntamente entre marido y mujer. La educación es valorada: confirman que algunos de sus familiares han tenido una movilidad social gracias a la escuela. A pesar de que los expertos juzgan los resultados mediocres, se trata de una institución que ofrece la posibilidad de favorecer la autonomía del individuo.
Esto se puede afirmar también para las mujeres: mientras en las zonas rurales se concentra el mayor número de analfabetas, es todo lo contrario en las zonas urbanas, a menudo con mejores resultados en los estudios. La relación campo-ciudad no desaparece y es precisamente a partir de los años 90 cuando tienen lugar las asociaciones de desarrollo local pragmáticas, al margen de los partidos políticos, creadas por individuos que han emigrado a la ciudad que se han profesionalizado. Creen en la necesidad del desarrollo local, en los derechos humanos y culturales.
Este es el caso de las fundadoras de la Red de mujeres Periodistas. Estas mujeres han cursado estudios en Marruecos y emergen de la prensa arabófona, berberófona y francófona. Cuentan con varios años de experiencia en prensa escrita, audiovisual, radiofónica y electrónica. En la actualidad dirigen revistas exitosas en árabe o francés. Son jefas de sección de conocidos diarios y han recibido premios nacionales e internacionales, lo que no las coacciona para escribir en blogs y revistas online. Son activas en el tejido asociativo y social, especialmente preocupadas por la visibilidad de la mujer en los medios de comunicación. Estas mujeres están sobre la treintena, son de origen urbano pero su familia llegó de zonas rurales como la directora de Economie & Entreprises, Nadia Lamlili, nacida en Casablanca de origen bereber, padre maestro y madre ama de casa.
Visité a Fatima Mernissi en Rabat la semana pasada. Ríe exultante: está escribiendo un libro con estas periodistas donde tratará el meollo de la nueva sociedad marroquí. No es de extrañar el afán de Mernissi ya que en A quoi rêvent les jeunes? la socióloga llegaba a la conclusión de que «a pesar de la ferocidad de una globalización manipulada por las redes transnacionales y las mutaciones tecnológicas que erosionan la autoridad de los padres, como las cadenas satélites y el acceso a Internet en los cibercafés, el diálogo de generaciones continúa en Marruecos». Una explicación que tiene tanto de cultura postfigurativa como de cofigurativa y de prefigurativa.