Presentación

Andreu Bassols

Director general del Instituto Europeo del Mediterráneo

En el centro de este número de Quaderns están las mujeres. En el centro de la reflexión y del estudio. En el centro de los artículos y de los análisis. La mujer y el reto de la igualdad frente al peso de la tradición. La mujer como agente de progreso y cohesión social. La mujer como protagonista en los procesos colectivos. La mujer en el centro del debate político en la mayoría de los países en transformación: en Túnez, en Egipto, en Libia. La mujer como protagonista del cambio y agente de las revoluciones que hicieron florecer la primavera árabe.

Quizás nunca antes las mujeres habían tenido una importancia tan grande en el debate político en países en transición. Decía la autora catarí Amal al-Malki, que lo único bueno que ha tenido la primavera árabe con respecto a la mujer es que ha sacado a la luz pública los enormes problemas de la condición femenina en el mundo árabe. En efecto, desde el fracasado intento del partido Enhanda de introducir el concepto de complementariedad entre el hombre y la mujer en el artículo 5 de la Constitución tunecina; hasta la campaña presidencial egipcia, donde el hoy presidente Mursi aparecía en los carteles electorales que inundaban El Cairo junto con tres mujeres, una descubierta, otra con el hijab y una tercera vistiendo el niqab, manera poco sutil de pedir el voto femenino de cualquier filiación ideológica, la mujer está en el centro del debate sobre el modelo social.

Los derechos de la mujer hoy en el mundo árabe-musulmán son el termómetro para medir la temperatura del proceso democrático. Desde occidente se considera que si los derechos de la mujer retroceden tanto en los textos legislativos como en la vida cotidiana, las perspectivas de construir una sociedad pluralista estarán en peligro. Y esta visión por parte de los medios de comunicación europeos y occidentales en general no es el resultado de un euro-centrismo poco respetuoso de las peculiaridades culturales. Desde los propios países mediterráneos, las fuerzas políticas laicas son aun más combativas sobre los riesgos de regresión que conllevaría una preponderancia social y política islamista y consideran la legislación sobre la mujer y su lugar en la sociedad la piedra de toque de la calidad de una democracia en construcción.

Precisamente ahí está uno de los grandes peligros. El de la instrumentalización de los derechos de la mujer por parte de los partidos políticos. La simplificación de creer que solo desde el antiislamismo se puede luchar a favor de la igualdad. La manipulación de vincular la igualdad de la mujer al laicismo, o de confundir tradición con religión para imponer una interpretación dogmática de los textos religiosos. Los derechos de la mujer no deben ser el objeto de la lucha política partidista porque saldrán perdiendo las mujeres. No hay ningún fundamento religioso que impida considerar a las mujeres como ciudadanos en pie de igualdad con los hombres para acceder a la educación o a la sanidad, para adquirir la propiedad, o transmitir la nacionalidad, para votar o para ser votadas, en suma, para aspirar a una vida civil, cultural y económica plena.