‘I’ and ‘others’

Nadia Hashem

Periodista, escritora y ministra

Este artículo se basa en mi novela Otro tipo de velo, escrita en árabe y cuyo título se refiere al «velo mental» simbólico. Este velo está formado por diversas capas e impide que las personas vean la verdad, limitándolas a sus propias predisposiciones, lo que imposibilita cualquier oportunidad de diálogo objetivo con los otros o incluso consigo mismas y con la propia familia. Así pues, entablar un diálogo constructivo empieza en el hogar, en el modo en que educamos a nuestras generaciones futuras; empieza en la más tierna infancia. 


Escribir sobre El Mediterráneo a través de la mujer es un tema estimulante ya que está estrechamente ligado a la filosofía del «yo» y los «otros». Y, en mi caso, lo haré basándome en la cultura de país, en mis propios conocimientos y en mi experiencia como escritora, columnista, novelista, ex-ministra de Estado para Asuntos de la Mujer, presidenta de la «National Society for the Enhancement of Freedom and Democracy» y directora general del centro «Pillars of Cultural Dialogue». Este bagaje ha enriquecido mis conocimientos y experiencias en cada nivel además de ser una mujer árabe mediterránea del Próximo Oriente y tener una cultura tradicional y moderna muy diversa.

Sin embargo, podría decir que he llegado a ser algo en la vida como jordana a pesar de los obstáculos adversos que se encuentran a lo largo del camino del progreso de la mujer debido a que esta suele sufrir discriminación en todo el mundo aunque represente el 50% de cualquier sociedad, o más. Siempre tiene que demostrar su valía más que el hombre y trabajar mucho más duro para alcanzar sus objetivos. Me gustaría citar a Jubran Khalil Jubran, el poeta libanés, quien una vez dijo: «¡Avanzad, y no os detengáis nunca, porque avanzar es perfección. Avanzad y no temáis las espinas del camino, porque solo sacan sangre corrupta!»

A partir de mis experiencias y observaciones personales y profesionales, he conocido muchos ejemplos de mujeres que han conseguido superar privaciones económicas y sociales mediante la innovación y la iniciativa sin recibir ningún tipo de apoyo del gobierno, y aun así han logrado convertirse en líderes que los programas gubernamentales buscan como catalizadoras del progreso de sus comunidades.

«Ninguna sociedad o economía podría prosperar sin la plena participación de la mitad de su población», sostiene Coleman, y yo añadiría que la prosperidad se alcanza aprendiendo de la adversidad, algo a lo que en Jordania estamos muy acostumbrados tanto con hombres como con mujeres. En otras palabras, podríamos decir que las mujeres líderes pueden contribuir positivamente a su sociedad, a su propio país y a una región tan extensa como el Mediterráneo.

El papel del liderazgo es de gran importancia, especialmente cuando se aplica a la creatividad. Así pues, si una mujer creativa, por ejemplo una artista o una escritora, se convierte en líder entonces puede hacer milagros en su trabajo a pesar del entorno que la rodea gracias a sus cualidades especiales que buscan la renovación en cada nivel.

Las mujeres líderes son más persuasivas y más intrépidas y por ello necesitamos que haya más. Actualmente los estilos de liderazgo también están cambiando, una manera femenina de liderar que incluye ayudar a que el mundo comprenda y se rija por valores que realmente importan. Por tanto, no es de extrañar que digan que el mejor hombre para el trabajo es una mujer.

La mujer jordana es uno de los componentes de un patrimonio y una cultura mediterráneos. A pesar de que la cultura mediterránea esté dividida entre europea, norafricana y del Próximo Oriente, todos provenimos de la misma base: el Mediterráneo. Esta diversidad nos une en un crisol especial y si se mezclan bien los elementos surge una cultura con un sabor especial, el sabor del Mediterráneo. Tal resultado, con orígenes muy diversos, conseguirá producir un diálogo positivo que conduzca a una mejora renunciando a «los diferentes velos mentales».

Adoro el Mediterráneo, este mar intercontinental que se conoce como la cuna de la civilización occidental. Es un viejo «mar entre las tierras» con su gente, olivas, frutos cítricos, cactus, viñas, uvas y un sinfín de flores de jazmín. Es una combinación de naturaleza diversa: personas, paisaje, lenguas y religión. Es una región muy variada bañada por el Mediterráneo; por tanto, nuestro trabajo es allanar las irregularidades de sus diferentes culturas para crear armonía aceptándonos y respetándonos mutuamente. Y lo podemos conseguir con la participación de todos los habitantes del Mediterráneo: hombres, mujeres y jóvenes. Sin embargo, la mujer tiene siempre que desempeñar un papel más importante en este sentido, porque en el hogar las mujeres son las que se encargan de criar a las futuras generaciones. Las mujeres pueden hacer milagros o lo contrario, dependiendo de sus cualidades, habilidades y creencias y su trabajo en red.

Yo confío plenamente en las mujeres mediterráneas porque pueden hacer milagros cuando se unen mientras caminan juntas hacia el objetivo común de eliminar barreras mentales que obstruyen el diálogo y el entendimiento y limitan los poderes de la mente. Eliminando velos mentales, las mentes pueden purificarse y alcanzar un estado de iluminación que puede preparar el camino hacia una identidad multicultural mediterránea compartida. Al dejar caer, por así decirlo, los velos que nublan nuestras mentes, conseguimos plena transparencia ante nuestra propia mente ampliando su horizonte. Ello nos aporta un sentimiento de libertad ilimitada en que nos distanciamos libremente de las nubes, lo que nos permite sentir la calidez del sol que representa la compasión. En consecuencia, olas de luz nos sumergirán ofreciéndonos su sabiduría, emitiendo energía continua, cargando nuestras pilas físicas, haciéndonos sentir más poderosos.

Con el tiempo, a medida que alcancemos la sabiduría, la compasión y el poder, podremos ver a los otros como realmente son. A este estadio llegaremos si purificamos nuestra mente de la percepción preconcebida, practicando así la igualdad en cada nivel en que los seres humanos tengan iguales oportunidades sin tener en cuenta su sexo, raza, religión o idioma, donde sean considerados iguales ante la ley, en un entorno de libertad positiva que no pise o infrinja el terreno y los límites de otras personas. Es un tipo de libertad que respeta a los otros.

Nada es imposible a condición de que nos preocupemos por el bienestar de los otros. La clave reside en el estado de iluminación que alcancemos deshaciéndonos de velos mentales. En primer lugar, debemos desprendernos del velo del egoísmo que nos impide ver a los otros cuando solo nos preocupamos por nosotros mismos, así que analizando nuestros sentimientos y deshaciéndonos de los negativos podemos desembarazarnos de este egoísmo nocivo que nos impide valorar otras culturas. En segundo lugar, el velo de la ignorancia, uno de los velos más oscuros que pueden obstruir nuestra visión mental; lo podemos hacer aumentando nuestro conocimiento de los otros y, en consecuencia, aceptándolos y valorando las ventajas de la diversidad. En tercer lugar, el velo de la codicia. La avaricia es un velo que lucha contra la satisfacción y el contento, haciéndonos perder mucha felicidad. Para entender la diferencia entre codicia y satisfacción, reflexionemos sobre las dos citas siguientes. Erich Fromm dijo que «la codicia es un pozo sin fondo que extenúa a la persona en un esfuerzo sin fin de satisfacer la necesidad sin nunca llegar a la satisfacción» y Sigmund Freud afirmó que «lo que llamamos felicidad en el sentido más estricto del término surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades que han alcanzado elevada tensión».      

Si podemos derrotar el egoísmo, la ignorancia y la codicia alcanzamos un estadio de iluminación que nos permite ver a los otros como realmente son y por tanto aceptarlos. Necesitamos hacerlo en la muy diversa región mediterránea.

En Jordania lo hemos conseguido hasta cierto punto, pero antes de hablar de ello es preciso explicar más la diversidad, lo que significa la diversidad. El primer sentido que nos viene a la mente es que la diversidad significa diferencia; y tal como sabemos las diferencias de las personas son incontables. La diversidad significa valorar las diferencias ya sean culturales, sociales, mentales, físicas, religiosas, raciales, étnicas, económicas, políticas o geográficas, además de la edad y la identidad de género. La diversidad también significa reconocer a los otros.

Se puede alcanzar una diversidad eficaz si funciona mano a mano con la democracia y sus principales contenidos de igualdad, libertad y justicia. Estos servirán para crear una sociedad más justa mediante la eliminación del prejuicio y la discriminación. En otras palabras, significa comprometerse con la igualdad reconociendo la diversidad.

En Jordania, por ejemplo, tenemos una sociedad diversa que abarca una población de casi 6 millones de ciudadanos distribuidos en ciudades, pueblos y el Badia –el desierto jordano–, lo que hace que la población se divida entre habitantes de las ciudades, del mundo rural y beduinos, nómadas. La población urbana vive principalmente en Amman, la capital de Jordania. Casi el 70% de la población jordana vive en ciudades; el resto es rural y depende de la agricultura, mientras que menos del 6% de la población rural es nómada o seminómada, los beduinos.

Para comprender la diversidad de Jordania, conviene recordar algunos datos referidos a la población jordana desde 1952. Los nativos descienden mayoritariamente de aldeanos y beduinos originarios de la Península Arábiga aunque existen minorías jordanas como los circasianos, los chechenos y los armenios y otros grupos étnicos formados por comunidades de kurdos, asirios y mandeos, refugiados de Irak que llegaron a Jordania tras la guerra de 2003. Además, hay casi 2 millones de refugiados palestinos –la cifra exacta proporcionada por las estadísticas de la UNRWA es de 1.951.603–, lo que constituye el 31,5 % de la población a pesar de que esta cifra no incluye a jordanos de ascendencia palestina. También hay jordanos de ascendencia siria que han residido en el país desde la fundación de Jordania. Hay aproximadamente un millón de iraquíes viviendo actualmente en el país así como cientos de miles de trabajadores temporales de Egipto, Siria, Indonesia y el Sur de Asia que trabajan como empleados domésticos y de la construcción. Por otro lado, hay unos cuantos miles de personas de origen libanés que llegaron a Jordania cuando los conflictos civiles y la guerra estallaron en su país natal y que residen principalmente en Amman, sin olvidar a los refugiados sirios que se elevan a 50.000 y que ahora viven como refugiados en campos establecidos hace poco.

Existen también grupos étnicos y religiosos: un 92% de musulmanes sunitas, un 6% de cristianos (mayoritariamente griegos ortodoxos, con algunos católicos griegos, ortodoxos griegos, coptos ortodoxos, la Iglesia Asiria del Oriente, caldeos católicos, armenios apostólicos y confesiones protestantes), además de un pequeño 2% de musulmanes chiitas y poblaciones drusas, según estimaciones de 2001. A nivel étnico, los circasianos y los chechenos forman más del 3% de la población,

Dos hechos más de la historia de Jordania afectaron a su demografía: los resultados de los conflictos de 1948 y 1967 con Israel. El idioma oficial es el árabe pero el inglés se usa ampliamente en el comercio y el gobierno.

Las mujeres constituyen la mitad de la población, forman un poder en lucha pero, para que esta sea efectiva, necesitan descubrir el poder de creatividad que llevan en su interior para avanzar hacia el próximo paso de mejorar sus calidades de liderazgo, combinando creatividad y liderazgo en el mejor porcentaje que garantice cumplir sus aspiraciones de cambiar en su entorno produciendo mejor calidad de trabajo en cada nivel.

El liderazgo de la mujer

El liderazgo tiene un poder efectivo que garantiza una mejora, teniendo en cuenta que sin persistencia y trabajo duro las mujeres no pueden pulir las calidades de liderazgo necesarias que poseen.

Las mujeres en todo el mundo, incluyendo las mujeres mediterráneas, están destinadas a enfrentarse a retos la mayor parte del tiempo, lo que a veces puede ser descorazonador, moralmente paralizante y físicamente agotador.

En tiempos de dificultades, las mujeres, en vez de sentirse pequeñas y impotentes sin tomar ninguna acción en su nombre, tienen que levantarse y empezar a construir puentes de diálogo internos para alcanzar sus yos más profundos y conocerse mejor a sí mismas. Una vez conseguido, serán capaces de construir puentes externos de diálogo que lleguen a los demás e identificar cualquier problema, lo que es un logro en sí mismo. Porque, una vez identificado, se puede analizar y solucionar y, en consecuencia, contribuir positivamente al desarrollo y el cambio. Esto es lo que pueden hacer las mujeres, especialmente las mujeres creativas y las líderes en Jordania y en todo el mundo, incluyendo la región mediterránea. Y para ello han de valerse de técnicas perfeccionadas para poder hacer frente a retos y actuar a favor de la igualdad y la diversidad.

Me gustaría citar algunos ejemplos de mujeres creativas que han asumido retos a partir de mi propia experiencia. Uno de estos sería las redactoras del periódico Alrai de Jordania. Yo soy redactora, poeta, columnista y novelista y durante más de 20 años he publicado un artículo semanal en el periódico Alrai.  Según la política del periódico, no nos está permitido publicar más de un artículo por semana aunque yo conseguí publicar dos artículos durante dos años, cuando me dieron la oportunidad de escribir en la sección juvenil hasta que fue suprimida, lo que significó volver a un artículo por semana.

Algunas de estas redactoras son jordanas de diferentes orígenes, como Lana Mamkigh, de ascendencia circasiana, Ghaida Darweesh, de ascendencia siria, Salwa Haddad, una jordana cristiana, y otras de ascendencia palestina. Aun así, todas somos jordanas y pertenecemos a Jordania y amamos a nuestro país y lo servimos. Esto es lo que yo llamaría un buen ejemplo de diversidad.

Esta diversidad puede servir positivamente para formar una cultura rica en la sociedad jordana aunque no todas nos veamos enfrentadas a retos derivados de nuestros diferentes orígenes. Sin embargo, estamos aún ante una división de género entre mujeres y nuestros colegas masculinos. Esto sí es un gran obstáculo y para mí y para las redactoras representa un desafío.

Verme limitada a escribir una vez por semana no me ha desanimado, al contrario me ha retado a buscar otras posibilidades y otras salidas. Me ha animado a escribir relatos para niños y para adultos y más adelante novelas. Me he hecho socia de ONG que trabajan en el ámbito de la cultura y los derechos humanos hasta llegar a presidir la «National Society for the Enhancement of Freedom and Democracy» (JUND). Me presenté a las elecciones al Parlamento en 2003 y hace poco fui nombrada la primera ministra de Estado para Asuntos de la Mujer durante el mandato del Dr. Tarawneh. Justo antes de formar parte del consejo de ministros, fundé un centro llamado «Pillars of Cultural Dialogue» pero estuve tan ocupada mientras fui ministra que no tuve tiempo para desarrollarlo. Ahora que sí lo tengo, voy a retomar mi viejo interés por este centro.

Así que, como verán, no me quedé sentada lamentando mi suerte por no ser capaz de escribir más que un artículo por semana. De hecho, convertí esta frustración en energía positiva que multiplicó mi trabajo en diversas direcciones al servicio de mi ambición personal y el bienestar de mi país.

Mientras tanto, continúo luchando por hacer un cambio positivo mediante la mejora de la cultura y las leyes de mi país, consolidando la democracia y dando apoyo a los elementos de justicia, igualdad de género y de oportunidades para hombres y mujeres para que todos podamos ser iguales ante la ley y para que, finalmente, estos elementos se reflejen positivamente en la diversidad, ya sea social, política o económica.

Sabemos que la diversidad es un éxito cuando empezamos a valorar las diferencias que existen en individuos y sociedades. Y es esto lo que realmente necesitamos en la región mediterránea; como mujeres podemos conseguir difundir la cultura del reconocimiento.

Retomando la cuestión de la desigualdad, como mujeres buscamos una solución para salir de este atolladero afilándonos a organizaciones civiles, sindicatos y partidos políticos para ejercer presión para ganar nuestros derechos o mejorar la cultura, sustituyendo la cultura patriarcal por la cultura democrática y mejorando las legislaciones aunque se necesite más tiempo para cambiar la cultura que las leyes.

Existen varias organizaciones de derechos humanos y asociaciones para la democracia y los derechos humanos en Jordania. Tal como indiqué más arriba, presido la «National Society for the Enhancement of Democracy». Difundiendo la cultura de la democracia y ejerciendo presión con parlamentarios podremos mejorar las cosas, como por ejemplo incorporar leyes democráticas. También mi cargo como directora del centro «Pillars of Cultural Dialogue » ayudará a desarrollar el diálogo.

Las mujeres mediterráneas pueden ejercer presión para deshacerse de los llamados velos mentales que, por una parte, obstruyen su avance y, por la otra, les impiden construir puentes de diálogo entre diversas culturas del Mediterráneo.

Por último, podemos afirmar que a las mujeres les corresponde ser constructivas o destructivas, ser positivas o negativas pero, como jordanas, mujeres árabes y mediterráneas, procuramos ser constructivas a todos los niveles deshaciéndonos de todos los velos mentales y animando a los otros a que también lo hagan.