La única esperanza: la solidaridad y ¡resistir todas juntas!

Sonia Mitralia

Miembro fundadora de la Iniciativa Mujeres Griegas contra la Deuda y las Medidas de Austeridad, Grecia

En un Estado en pleno retroceso histórico, como es el caso de Grecia, las mujeres deben asumir todos los servicios públicos sin recibir remuneración alguna a cambio. Hay un vínculo entre capitalismo y patriarcado, que se ve fomentado por el crecimiento de la violencia y las tendencias fascistas, consecuencia todo ello de unas políticas europeas que satisfacen las necesidades de acreedores y banqueros antes que las de los propios ciudadanos; unas políticas que debemos combatir todos juntos por encima de las fronteras nacionales.ndo, sus dinámicas y sus mutaciones.  


En Grecia, las mujeres estamos sufriendo un retroceso histórico sin precedentes de nuestros derechos y nuestra vida cotidiana. A continuación resumo a qué se reduce la vida cotidiana en la Grecia de la época de la Troika: extrema inseguridad y miseria, represión y dependencias, violencias, exclusión en el acceso a la atención sanitaria y… ¡desesperación!

Desesperación porque la Troika y sus servidores locales insisten sádicamente, una y otra vez, en esa política catastrófica e improductiva que ya ha destruido el Estado del bienestar en menos de tres años, ha hecho saltar por los aires la economía, y ha provocado la recesión y un desempleo masivo…

Las cifras de la deuda son implacables: la deuda pública fue de 299.000 millones de dólares en 2009, es decir, el 129,3% del PIB, antes de los acuerdos con la Troika. En el año 2011, según las cifras del gobierno, supera los 368.000 millones, el 169% del PIB y, según algunas estimaciones, podría superar el 200% en el año 2020…

¿Cómo no caer en la desesperación, cuando la abrumadora mayoría de la población, hombres y mujeres juntos, sufren los efectos devastadores de estas políticas, que no resuelven el problema de la deuda y nos hunden en la crisis humanitaria y en el caos cada vez más, y más y más… ¡y todo esto para nada!

La vida de las mujeres en esta Grecia gobernada por la Troika

Lo que primero saltó por los aires fue el derecho al trabajo. El arma de la deuda ha revertido la tendencia histórica a la continua mejora que, desde la década de 1980, se registraba en la situación de la mujer en el mercado laboral. Ahora vivimos un retroceso, no transitorio, sino histórico: antes de la crisis, el desempleo de las mujeres era del 12%, en tanto que ahora se eleva oficialmente hasta el 29-30%. Y en el caso de las mujeres jóvenes que tienen entre 15 y 24 años, llega al 61%… una verdadera catástrofe para ellas, que se dan cuenta de que ya no tienen futuro. Ahora hay ya muchísimas más personas inactivas (sobre todo mujeres) que activas. Y a un tercio de las que trabajan no se les paga. A las dependientas de los supermercados a menudo se les paga en especies.

En cuanto al derecho a la libre maternidad o libre elección de decidir si se quieren tener hijos o no, es letra muerta: ¡Qué ironía de la historia! Hace cuarenta años luchábamos contra la maternidad obligada y hoy se nos niega el derecho a tener un hijo…

La pobreza, la miseria y la inseguridad han provocado ya un 15% menos nacimientos. Tres millones de griegos que no tienen cobertura sanitaria deben pagar ahora el acceso a la atención ms bien conservadorio de Médicos ntsdes per ciédica, que ha sido comercializada y privatizada.

Un ejemplo: ya hace tiempo que el parto no es gratuito, pero ahora es caro, muy caro: 800 euros, y 1.600 para la cesárea.

Vean lo que decía el Colegio de Médicos Griegos –más bien conservador– en un reciente comunicado: «Es un drama cotidiano: mujeres embarazadas que acuden a dar a luz mediante cesárea y no pueden porque no tienen dinero para pagar. Estas mujeres tienen que dar a luz en plena calle, y corren así el riesgo de morir o de dar a luz a un niño discapacitado de por vida.»

Es más: incluso las que pueden pagar «en ciertos hospitales dan a luz sin la presencia del ginecólogo, porque hay falta de personal debido a los recortes presupuestarios».

¡El atraco del siglo!

Pero hay algo aún peor. Todo el Estado del bienestar griego está absolutamente destruido. El resultado es que todos los servicios públicos asumidos previamente por el Estado, desde los jardines de infancia a las residencias para la tercera edad, incluso la atención médica, todo, recae ahora sobre… ¡las mujeres en el seno de la familia! Y todo esto gratis, sin que ni siquiera se les reconozca ese trabajo no remunerado. Un trabajo de un valor verdaderamente astronómico en lo que podría llamarse con razón… ¡el mayor atraco del siglo!

La enorme cantidad de dinero ahorrada así con esta típica operación neoliberal se destina directamente a pagar la deuda. ¿Por qué? Porque, de acuerdo con el dogma neoliberal, ¡debemos dar prioridad a la satisfacción de los acreedores y banqueros y no a las necesidades básicas de los ciudadanos!

 ¿Alguna vez han oído hablar de todo esto? No, nadie se toma la molestia de mencionar siquiera este colosal atraco de cientos de miles de millones de euros.

Así pues, es un hecho que solo las primeras y principales víctimas de esta operación neoliberal, es decir, las mujeres, podemos hablar, denunciar y sobre todo movilizarnos y luchar contra este atraco. Porque no se trata solo de que cada vez tengamos más trabajo no remunerado, sino también y sobre todo de que estamos ante un ataque generalizado contra los derechos que hemos conseguido gracias a nuestra lucha durante los últimos 40 años.

Pero aún hay más. Una tal privatización de los servicios públicos gracias al trabajo no remunerado de las mujeres se debe justificar ideológicamente para que esta sea aceptada. Por eso las mujeres se deben presentar como «naturalmente» dedicadas a su familia, sus maridos e hijos, sus labores domésticas.

¿Por qué? Porque, según dicen, su «misión», la «misión» de las mujeres, es la de ser las sirvientas de los demás y, en nuestro caso, ser las sustitutas del Estado del bienestar ahora desmantelado.

Ustedes saben muy bien cómo se llama este envoltorio ideológico, esta coartada ideológica: se llama patriarcado, la peor especie del viejo patriarcado, que va ahora de la mano de la más reciente y, a un tiempo, más bárbara expresión del capitalismo neoliberal…

Este maridaje de capitalismo y patriarcado se traduce en algo concreto: solo tenemos una opción: ¡servir! Servir, cuidar, alimentar, limpiar a nuestros niños, los ancianos, nuestros hijos, hermanos y maridos en el paro, todos los que no pueden tener su propio piso y se ven obligados a reagruparse en la misma casa.

Pero ¿se trata solo de un regreso al hogar? ¿A un hogar de los años cincuenta, antes de las conquistas feministas, a un modelo de familia basado en la pareja, en la que el hombre trabajaba en la fábrica y la mujer en el hogar? No se puede descartar que la crisis social, una sociedad de parados sin Estado del bienestar, sin sociedad civil, engendren una familia que tienda a regresar a una forma más arcaica de vida comunitaria, en la que los derechos individuales ya no existirían para nosotros.

¿Por qué este desperdicio de capital humano?

¿Por qué todo esto? ¡Porque este dinero debe destinarse prioritaria y automáticamente al pago de los acreedores!

Pero, nos preguntarán, ¿por qué todo esto? ¿A qué lógica obedecen estas políticas que siembran la miseria y destruyen toda una sociedad? ¿Por qué este desperdicio de capital humano?

 Nuestra respuesta es categórica: ¡porque ya no es prioritario satisfacer las necesidades de los ciudadanos, sino las de los acreedores y banqueros!

Sí, en febrero de 2012 fue cuando el Eurogrupo, es decir, los que actualmente gobiernan Europa, impusieron a Grecia no solo que incluyera en la Constitución la prioridad absoluta de los acreedores, sino también la alucinante medida de abrir una cuenta bancaria bloqueada en Luxemburgo donde se depositará la llamada «ayuda» que Europa concede a Grecia… y que Grecia no podrá cobrar.

Todo ello constituye una auténtica contrarrevolución de interés planetario. ¿Por qué? Porque desde siempre hasta ese fatídico febrero de 2012, el derecho internacional se basaba en un principio intangible, el del «estado de necesidad», que obliga a los gobiernos del mundo a dar prioridad a las necesidades básicas de sus ciudadanos, es decir, a la salud, la educación, la asistencia a los más desfavorecidos, etc. Lo que el Eurogrupo ha impuesto a Grecia no afecta solo a Grecia, ¡sino al mundo entero!

¿Por qué? Porque constituye un precedente que tiene como objetivo destruir el principio del estado de necesidad y sustituirlo por el de la prioridad de los acreedores.

Es como si nos dijeran cínicamente: «Si os morís, nos importa un pimiento, porque lo único que nos interesa es servir los intereses de los acreedores, y nada más.»

¿Y el futuro de la democracia en Grecia y Europa?

No obstante, estas políticas no han provocado únicamente el monstruoso empobrecimiento de los griegos. En realidad, estas políticas también están matando el futuro de la democracia en Grecia y Europa. Engendran un mundo de violencia ciega, un mundo sin normas, una selva en la que lo peor es posible. Este mundo prepara el terreno para la extrema derecha y los fascistas, para sus crímenes contra las libertades y las minorías nacionales y sexuales, para su odio contra las mujeres y los derechos feministas.

¿Se convertirá Grecia también en el laboratorio de las violencias totalitarias? No solo estamos viviendo una especie de aclimatación a la vida violenta, a la indiferencia ante la vida humana, sino que la política se está volviendo también cada vez más violenta, al tiempo que se ponen en tela de juicio conquistas como la prohibición de la tortura por las fuerzas de seguridad del Estado, un hecho que se ha banalizado.

Para ganar las elecciones de mayo, pocos días antes de las elecciones, dos ministros socialdemócratas, famosos por la brutal represión de las manifestaciones en contra de la Troika y el desmantelamiento del sistema sanitario, pusieron en escena el triste espectáculo de un auténtico linchamiento de unas prostitutas seropositivas (extranjeras, según creían). Tras difundir sus fotos por internet y la televisión, las autoridades hicieron un llamamiento a la población para que las delataran con el fin de poder arrestar a unas mujeres que, según los ministros, «eran una bomba sanitaria de relojería», «contaminan la sociedad con enfermedades contagiosas» y causan la muerte por sida de padres de familia griegos. Estas medidas se aprobaron en el Parlamento griego, y la opinión pública se acostumbró una vez más al odio racial y sexista.

Por otra parte, un diputado del partido neonazi Amanecer Dorado atacó a dos diputadas de izquierdas en el plató durante un programa emitido en directo durante la campaña electoral de la primavera pasada. Este acto de violencia, en vez de despertar indignación y desaprobación, suscitó una oleada de simpatía popular y contribuyó al éxito electoral de Amanecer Dorado, que es en la actualidad el tercer partido, según todas las encuestas. Además de tachar a los inmigrantes de «subhombres» en plena sesión del Parlamento griego, este mismo partido neonazi tiene ya en su haber varios asesinatos de inmigrantes, así como ataques mortales contra gitanos, homosexuales, militantes de izquierdas y minorías nacionales. Y, por supuesto, dado que aboga por que el acceso a los derechos sociales (guarderías, alimentación, atención sanitaria, solidaridad) sea exclusivamente para los griegos, Aurora Dorada perpetra periódicamente atentados contra guarderías e incluso hospitales con el objetivo declarado de expulsar manu militari a los «extranjeros» y dejar así sitio para los griegos.

¿Qué hay que hacer antes de que sea demasiado tarde? ¿Cómo plantar cara al azote neoliberal y a la marea fascista y totalitaria? ¿Cómo afrontar el chantaje de la deuda y estas medidas de austeridad que son como una pesadilla? ¿Cómo defendernos contra la violencia?

En primer lugar, tenemos la acuciante necesidad de no quedarnos solas. Necesitamos ayuda, la solidaridad activa de los movimientos sociales y feministas de Europa. Todas y cada una de nosotras, en nuestros respectivos países, debemos luchar contra las mismas políticas liberticidas de austeridad, inspiradas y aplicadas por los mismos enemigos.

En suma, debemos resistir todas juntas, por encima de las fronteras nacionales.

Sí, hay que decirlo alto y claro: debemos construir un gran movimiento feminista europeo contra la austeridad, pero también contra la deuda ilegítima, que está en la raíz de nuestras desgracias.