Los medios de comunicación sociales han desempeñado un papel crucial en el surgimiento, la organización y la difusión de la Primavera Árabe. El lanzamiento de Al-Yazira en inglés en 2006 supuso no solo la cobertura interna de la región, sino también un reto al control de los medios occidentales. Sin embargo, la expansión de la cobertura mediática no propició en sí misma oportunidades para el cambio, puesto que la escena política seguía estando congelada y limitada a las élites. A partir de la primavera de 2011, las relaciones entre los medios de comunicación árabes y la política iniciaron una fase completamente nueva, en la que los medios sociales integrados en la ecuación se convirtieron en el arma principal para que la juventud revolucionaria se hiciera oír y se organizara. Los medios activistas y de teledifusión se complementaron mutuamente, permitiendo la cobertura en áreas a las que habría sido inviable llegar sin perder la capacidad de difusión de los medios establecidos. Los medios sociales han logrado optimizar la capacidad de movilización, desafiar el control y las tecnologías de vigilancia del estado, e incorporar a nuevos periodistas y un contenido sin precedentes.
En sintonía con las experiencias históricas de otros lugares, la euforia que acompañó a las revoluciones de la Primavera Árabe 2010/2011 fue desapareciendo gradualmente, desinflando poco a poco las altas expectativas iniciales. También una gran parte de la euforia académica ha adoptado un tono más modesto. Aunque el júbilo y el optimismo poco realista que acompañaron al rápido derrumbamiento de unos regímenes detestados resulta tan fácil de prever como de entender, el efecto amplificador de los medios de comunicación “modernos” elevó la “euforia revolucionaria” a niveles sin precedentes. Las revoluciones de la Primavera Árabe se cubrieron las veinticuatro horas del día, con impresionantes escenas panorámicas en vivo de las plazas, involucrando en muchos aspectos a centenares de millones de personas en tales acontecimientos. El poder combinado de todas las formas de medios de comunicación, especialmente los medios de teledifusión y los medios sociales, cogió por sorpresa a los estados policiales de estos países y superó su capacidad de silenciarlos y de mantener toda comunicación bajo el control draconiano del aparato de seguridad. El destacado papel de los medios de comunicación en la Primavera Árabe resulta sencillamente innegable, aunque exagerado en muchos aspectos. En este artículo se trata de entender el papel de dichos medios desde una perspectiva más amplia, partiendo de la conceptualización de la íntima y polémica relación existente entre medios de comunicación y política en el contexto árabe. El análisis identifica tres formas de esta relación a lo largo de tres períodos de tiempo sucesivos y de desigual duración: antes, durante y después de la primavera árabe. Antes de la Primavera Árabe, la dinámica medios-política había alcanzado un punto de congelación donde los medios de comunicación estaban casi totalmente sometidos a la política y trabajaban al servicio de los de arriba, ya fueran los gobiernos o las empresas. Durante la Primavera Árabe, aquella relación congelada se derritió casi al instante por la vía revolucionaria, abriendo un capítulo completamente nuevo en dicha relación. Tras la Primavera Árabe, la relación entre los medios de comunicación y la política todavía está tomando forma, vigorizando en parte a los medios árabes y ofreciendo nuevos potenciales. Antes de ahondar en el foco principal del siguiente análisis, que es la dinámica de los medios de comunicación y la política durante la Primavera Árabe, es imperativo definir y clarificar brevemente el impasse que afrontaban los medios de comunicación árabes, o el “punto de congelación”.
Al-Yazira rompe el impasse
La larga era de dominio casi completo de los gobiernos y empresas sobre los medios de comunicación árabes establecidos llegó a su fin en 1996, cuando Al-Yazira salió al aire. Marcando una nueva fase en la historia de los medios árabes, el punto de inflexión de Al-Yazira se caracterizó por una serie de aspectos “novedosos”. En primer lugar, se produjo una súbita ruptura del techo de libertad —hasta entonces muy bajo— que había sido impuesto por los medios de comunicación de titularidad pública, especialmente en lo relativo a los tabúes políticos. Este cambio radical fue mucho más allá de hablar de temas previamente silenciados, ya que también supuso ofrecer una plataforma a las voces disidentes y los grupos de oposición de todo el mundo árabe, permitiéndoles así hacerse oír. Otro aspecto que aportó y potenció Al-Yazira fue la identidad panárabe de la emisora y su contenido. Aunque de propiedad catarí, Al-Yazira no reflejaba ningún sesgo catarí detectable en su difusión, contenido, personal, cobertura o programación. La diversa composición de sus locutores, presentadores y corresponsales, que procedían de casi todas las nacionalidades árabes, proporcionó a Al-Yazira un enorme éxito de cara a convertirse en un elemento familiar en el hogar. Poco después de su aparición se crearon muchas otras emisoras panárabes, imitando a Al-Yazira en sus estrategias mediáticas, la audiencia a la que se dirigían, y su profesionalidad, como, por ejemplo, Al-Arabiya y Abu Dabi TV. Los cielos se abrieron de par en par y se poblaron de cientos de canales que aspiraban a llegar al público de habla árabe, tanto en la región como en el resto del mundo.
Más allá de sus influencias y logros en la industria y la esfera de los medios de comunicación árabes, Al-Yazira trajo un cambio radical en la dirección del flujo de información propio de la región. En la era postcolonial, la cobertura mediática en Oriente Próximo, como quizás en otras regiones con pasados similares en el siglo xx, estaba prácticamente controlada por agencias de noticias occidentales. Pero ahora, la típica ruta de norte a sur tanto de la cobertura como del consumo de noticias llegó a su fin. La impresionante red de corresponsales de Al-Yazira en toda la región y fuera de ella empezó a producir la cobertura mediática de su propia región, eliminando al “intermediario del norte”. En una etapa posterior, cuando se creó el canal de Al-Yazira en inglés en 2006, la cobertura y la producción de noticias de la emisora se amplió más allá de la región, llegando globalmente a todos los continentes y compitiendo con las principales cadenas de habla inglesa como la CNN, la BBC, Sky News y otras similares.
Todos los hechos y logros mencionados de Al-Yazira han creado unas elevadas expectativas, quizás poco realistas, con respecto a la influencia y las consecuencias de los nuevos medios de comunicación sobre la política árabe. El pánico que caracterizó la reacción de algunos gobiernos árabes a la cobertura que dio Al-Yazira de sus fracasos también ha resultado ser exagerado. Después de años rompiendo tabúes políticos y revelando toda clase de fracasos políticos, Al-Yazira (junto con muchos otros nuevos canales emergentes) ha topado con una difícil realidad: unos medios de comunicación libres no pueden generar por sí solos una política libre. El cambio político requiere organismos políticos, movimientos sociales y fuerzas activas que se beneficien y utilicen esos medios libres. Los medios de comunicación libres pueden ayudar, iniciar y/o acelerar el cambio político, pero no pueden realizarlo por sí solos. De hecho, y después de años de emisión de Al-Yazira y otras cadenas, los regímenes autoritarios del mundo árabe han percibido el efecto secundario positivo de esta libertad de expresión virtual: sirve para liberar frustraciones y airear la cólera popular/política reprimida. Así, mientras la libre expresión del enfado y las críticas a la élite dirigente y su corrupción terminen evaporándose en el aire, el perjuicio es mínimo. Por lo tanto, en la era de Al-Yazira, la oposición medios de comunicación versus dinámica política en el mundo árabe ha producido una situación todavía peculiar y desequilibrada, donde se ha permitido a unos medios libres hablar de casi todas las cuestiones políticas sensibles, mientras que la política en sí misma seguía estando plenamente sujeta y falta de libertad: una desconcertante combinación de medios de comunicación vibrantes y una política congelada.
Los medios de comunicación durante la Primavera Árabe
Durante este largo y paradójico período de “medios libres” —y “política interna congelada”— en la región (aparte de los puntos calientes conocidos de una política regional alimentada por guerras y conflictos), empezaron a formarse nuevas fuerzas y agentes socioculturales y políticos. Hubo sobre todo dos grandes actores que entraron en liza, por más que las autoridades (y los observadores) no necesariamente los tomaron en serio: los medios de comunicación juveniles y sociales; y ambos han desempeñado un papel fundamental en la Primavera Árabe. Pese a constituir el mayor grupo demográfico de todos y cada uno de los países árabes, los jóvenes fueron marginados en la sociedad, descuidados por los gobiernos e ignorados por los medios de comunicación, incluyendo a la propia Al-Yazira. Con una alarmante mezcla de paro en aumento, falta de esperanza, creciente alejamiento y adquisición de habilidades tecnológicas, los jóvenes encontraron en los medios de comunicación sociales un reconfortante refugio de comunicación. Contra la percepción general de que esos jóvenes eran políticamente indiferentes y solo les obsesionaba “chatear online”, surgieron impresionantes grupos de jóvenes políticamente conscientes y globalmente conectados. Dichos grupos fueron la vanguardia de la Primavera Árabe, movilizando asombrosamente la calle, organizando a las masas e imponiendo la voluntad popular. La principal arma empleada por la juventud revolucionaria en las plazas de la Primavera Árabe fueron los medios de comunicación sociales. Con estos medios sociales/juveniles asumiendo un importante papel protagonista en la Primavera Árabe, se abrió un nuevo capítulo en los medios de comunicación y la política árabes.
Sin embargo, de manera similar al caso de los medios de teledifusión, y pese al destacado papel de los medios sociales en la primavera árabe, que ha sido extensamente comentado y a veces exagerado, los medios de comunicación, y en este caso los medios sociales, no pueden desencadenar y hacer revoluciones por sí solos. Así, hablar de “revolución de Facebook” resulta de hecho engañoso, y podría incluso ser insultante para quienes lideraron esas revueltas y para los miles de personas que murieron por ellas. Los medios de comunicación sociales fueron un gran elemento facilitador y un instrumento que ayudó profundamente a los jóvenes en sus revueltas. Pero la gente se revuelve por la acumulación de condiciones sociopolíticas acuciantes que alcanza un punto límite. Los medios de comunicación sociales están disponibles en casi todos los países, incluyendo los vecinos del mundo árabe; pero no se han producido revoluciones similares dondequiera que existen dichos medios, ni siquiera allí donde sus niveles de uso son superiores a los de los países de la Primavera Árabe. No obstante, ciertos medios de comunicación, en un tiempo o lugar determinado, parecen estar preparados, listos para echar una mano en el momento en que está a punto de producirse un cambio radical y popular (como una revolución). A finales de la década de 1970, la revolución iraní contra el sha usó el audiocasete como arma mediática, que se reveló sumamente eficaz e influyente a la hora de canalizar los sermones de movilización del ayatolá Jomeini. Durante la cadena de desplomes de diversos regímenes en la Europa del Este a finales de la década de 1980, las emisiones de televisión transfronterizas resultaron de gran ayuda, y podrían considerarse el arma mediática de aquellas revueltas relacionadas entre sí.
Las causas de las revueltas de la Primavera Árabe son numerosas e históricas, y en su mayoría profundamente arraigadas en los multifacéticos fracasos que el estado árabe postcolonial ha ido acumulando durante décadas. El autoritarismo político y la falta de libertades, el estancamiento económico y el paro, las derrotas militares, el aumento de los segmentos marginados de la sociedad, las estadísticas demográficas distorsionadas y las ideologías transfronterizas, todo ello no dejó de presionar para llevar las cosas al borde del colapso, y a la rebelión. En ese momento, los medios de comunicación sociales, con el periodismo activista como núcleo, se convirtieron en un instrumento dispuesto y eficaz de organización, movilización e información.
No obstante, sin la crucial ayuda de las emisiones de televisión transnacionales habría resultado extremadamente difícil, si no imposible, para los medios sociales por sí solos transmitir a las masas de los países en cuestión (y del mundo entero) los temas que estaban en juego y los acontecimientos que se desarrollaban únicamente a través de las filmaciones y las noticias que dichos medios podían captar sobre el terreno. El proceso creativo e inmediato que hizo de los medios de comunicación una parte asombrosa del éxito de las revoluciones de la Primavera Árabe fue la integración espontánea entre los medios de teledifusión y los medios sociales, un caso de amor y matrimonio a primera vista. Dicha integración, a través de una rápida y eficaz división de funciones, logró ofrecer una cobertura global de las revueltas durante las veinticuatro horas del día. Los medios sociales recogieron acontecimientos, prácticas, historias y/o instrucciones de movilización de carácter secundario y no cubiertos por los otros medios, mientras que los medios de teledifusión (con Al-Yazira y Al-Arabiya como principales ejemplos) lo retransmitieron todo a la escala más masiva posible. La integración y el inmediato matrimonio entre las dos formas de medios de comunicación producido al inicio de las revueltas se ha caracterizado de manera peculiar por una serie de dinamismos que describimos a continuación, todos los cuales contribuyeron a que las revueltas árabes tomaran el rápido rumbo que todos hemos presenciado.
- Complementariedad funcional: Es el dinamismo más global e importante de la integración entre medios activistas y medios de teledifusión. Cada uno de ellos funciona de un modo que complementa al otro. Esto ha resultado estructuralmente vital, puesto que no solo no hubo ninguna competencia fundamental entre ellos, sino que de hecho se produjeron inmediatas y fuertes sinergias. Los revolucionarios y activistas explotaron los medios de comunicación sociales simplemente utilizando sus teléfonos móviles personales equipados con cámara para registrar los acontecimientos tal como se desarrollaban sobre el terreno y enviarlos instantáneamente a los medios de teledifusión, como Al-Yazira, Al-Arabiya y otros. Los materiales así captados en primer plano y enviados sobre el terreno se convirtieron en la espina dorsal de los boletines informativos y los reportajes televisivos, y se transmitieron, ahora en forma de plano general, a millones de televidentes de todo el mundo. La respuesta de los medios de teledifusión fue inmediata y creativa, montando operativos enteros para recibir dichos materiales, y difundiendo números de teléfono gratuitos, direcciones de correo electrónico y sitios web donde la gente que estaba sobre el terreno podía enviar noticias o subir sus materiales.
- Movilización y movilidad: Este dinamismo refleja la gran capacidad de Facebook, Twitter, YouTube y los blogueros para movilizar a la gente y crear redes inmediatas y en movimiento. Además, estos medios sociales son completamente móviles, y las personas pueden informar y cubrir acontecimientos sobre la marcha sin depender para nada de un equipamiento fijo, puesto que su principal instrumento son los smartphones equipados con cámara. La gente puede mantenerse informada y conectada en las calles mientras está en movimiento. A diferencia de los medios de comunicación tradicionales, que requieren operarios, cables y electricidad, un equipamiento y cámaras grandes, sistemas de sonido y otra logística lenta y pesada, los medios sociales y su periodismo activista son ligeros y fáciles de transportar, y representan una forma de cobertura ideal que permite “tirar la piedra y esconder la mano”. Asimismo, y a diferencia de la época de los medios tradicionales, la gente se vio liberada de tener que estar pegada a una pantalla de televisión para seguir los últimos acontecimientos en vivo y en directo: con los medios de comunicación sociales, podía hacerlo en todas partes.
- In-controlabilidad: Aquí, el periodismo activista, y especialmente en el contexto de las revueltas árabes, desafió el control y las tecnologías de vigilancia del Estado y las autoridades gracias a su naturaleza generalizada y a su uso intensivo por parte de un enorme número de personas. A diferencia de los medios de comunicación tradicionales, cuyos corresponsales podían ser fácilmente controlados o incluso vetados, los “periodistas” y movilizadores activistas desbordaban las capacidades y la vigilancia de la seguridad estatal, obteniendo una clara ventaja tecnológica. Los aparatos de seguridad estatales de la mayoría de los países árabes seguían apegados a viejos paradigmas a la hora de controlar a las masas y el potencial malestar, limitándose sobre todo a vigilar de cerca reuniones y asambleas presenciales. Los rápidos acontecimientos que se produjeron, acompañados de actividades online, superaron temporalmente la comprensión y los métodos de control de dichos aparatos, abriendo una ventana histórica a los medios de comunicación “incontrolados”. Esta brecha, no obstante, comenzó a cerrarse rápidamente en la etapa posterior a las revueltas árabes, cuando los gobiernos tomaron conciencia de que se estaban quedado por detrás de los jóvenes en el dominio de dichos medios.
- Inclusividad: Los dispositivos, aplicaciones e instrumentos de los medios sociales han pasado a estar disponibles de una manera fácil y generalizada, ofreciendo un grado sin precedentes de cobertura inmediata de acontecimientos y lugares en el marco de un periodismo activista. Casi de repente, cualquiera con un smartphone, aunque estuviera en las zonas más remotas de Túnez, Egipto, Libia, Yemen o Siria, podía convertirse en un “periodista activista”. Tal inclusividad sin precedentes se opone a la selectividad de cobertura que los medios de teledifusión tradicionales están obligados a emplear debido a la limitación de recursos y a la complejidad de su despliegue logístico. Mientras los medios de teledifusión se centraron en los principales espacios de revuelta, como la plaza Tahrir de El Cairo, donde juzgaron más acertado invertir sus recursos y montar sus cámaras, el periodismo activista ampliaba la cobertura a todas aquellas áreas donde a los equipos de camarógrafos les habría resultado difícil o inviable acceder.
- Compatibilidad: La movilidad, la inmediatez y la inclusividad de las que disfrutaba el periodismo activista sobre el terreno le convirtieron en el principal proveedor de noticias de los medios de teledifusión. Los materiales captados por teléfonos móviles en la calle durante las revoluciones árabes representaron el principal activo transmitido y difundido por las cadenas de televisión panárabes, cuyos propios reporteros estaban vetados en la mayoría de los casos. Es cierto que la calidad del material no se ajustaba a los estándares profesionales de la televisión, pero en el calor y la inmediatez del momento revolucionario esta cuestión fue acertadamente relegada a una posición secundaria. Las principales cadenas de televisión, como Al-Yazira y Al-Arabiya, respondieron rápidamente a este periodismo “desde abajo” estableciendo centros especiales de recepción de materiales online, donde estos podían subirse directamente y luego pasaban por un proceso de verificación antes de transmitirse a escala mundial.
- Asequibilidad: Practicar el “periodismo activista” es una actividad accesible, ya que, en todos los casos mencionados, el principal instrumento de los medios de comunicación sociales sobre el terreno fue el teléfono móvil equipado con cámara, que resulta asequible y que ya llevan la inmensa mayoría de las personas. No hubo ninguna necesidad de máquinas e instalaciones costosas y extremadamente sofisticadas para informar y cubrir los acontecimientos.