Las expectativas de la sociedad civil

Maria-Àngels Roque

Directora de Quaderns de la Mediterrània

Nos enfrentamos a un estado de «interregno», donde lo viejo está ya muerto o moribundo, pero todavía no ha nacido lo nuevo.

Antonio Gramsci

Rememorar los 20 años de la primera Conferencia Ministerial Euromediterránea, celebrada en Barcelona a finales de 1995, es sin duda un ejercicio de reflexión más que un motivo de decepción o abatimiento. Repensar el proceso, reconociendo los fallos pero también los gérmenes de cambio que se han dado,  es muy necesario para afrontar conjuntamente el siglo XXI en un verdadero partenariado, y no con  un Master Plan “prêt-à-porter”.

El Proceso de Barcelona o Partenariado Euromediterráneo tenía como objetivo principal conseguir una cierta convergencia en la zona Euromed, a pesar de las diferencias, a través de medios financieros y políticos. De todo ello, quizás el aspecto más novedoso de la Declaración de la Conferencia fue que, por primera vez, se valoraba la sociedad civil como factor clave para el desarrollo y la democratización de los países del sur. A pesar de que los resultados políticos no han sido óptimos, y el futuro es incierto, difícilmente se podrá negar la fuerza de este partenariado para promover cambios, incluso de mentalidades.

La región mediterránea se ha convertido en el epicentro de una crisis global y en un laboratorio de nuevas formas de movilización social y política. Pocos análisis han intentado vincular el malestar del mundo árabe con los sucesos producidos en la orilla norte del Mediterráneo. En  Occidente, las  décadas prodigiosas convertían a los ciudadanos en consumidores pasivos, los dirigentes europeos minimizaban la magnitud de la crisis, huyendo de cualquier medida impopular cuando hubiera sido menos dolorosa y agravando la intensidad de la recesión. La sociedad civil adormecida en el Mediterráneo norte ha tenido que despertar y hacer oír su voz: las plataformas de ciudadanos y colectivos actúan de nuevo en los barrios y se han amplificado con las redes sociales. Acontecimientos similares se observaron en Turquía en junio 2013 en la plaza Taksim: las consignas y demandas de los ciudadanos, mayoritariamente jóvenes, no encajaban en las pautas y esquemas tradicionales de la política turca. Sus mensajes no iban contra el conservadurismo o el islam, sino que cuestionaban el proyecto urbano neoliberal y la concepción paternalista y autoritaria del gobierno. Como señala Zygmunt Bauman en el artículo sobre la Europa actual que reproducimos  este número: “Parece haber un vacío entre poder y política, que al final lleva a una falta de liderazgo, y los ciudadanos pierden la fe en la capacidad del Estado para tomar decisiones y cumplir promesas. Los problemas se hacen cada vez más globales, mientras que los instrumentos de acción política siguen limitados al estado-nación. ¿Cómo podemos, entonces, abordar una serie de problemas cuyo origen está mucho más allá de las fronteras de la Unión Europea?”

En otro contexto, la mayoría de analistas políticos, al hablar sobre las revoluciones árabes, han subrayado los aspectos de la represión política y han minimizado los cambios vinculados a la reestructuración económica. Las revueltas árabes quizás no han tenido padres fundadores intelectuales, como Stéphane Hessel, pero tampoco se han debido únicamente a aspectos socioeconómicos por parte de los jóvenes sin trabajo. También,  y aquí hablamos de democracia, se cuestionan los poderes que controlan el conocimiento democrático en sus respectivos países. Los medios de comunicación sociales han desempeñado un papel crucial en el surgimiento, la organización y la difusión de la Primavera Árabe. Como manifiesta Khaled Hhroub, el lanzamiento de Al-Yazira en inglés en 2006 supuso no solo la cobertura interna de la región, sino también un reto al control de los medios occidentales. Sin embargo, la expansión de la cobertura mediática no propició en sí misma oportunidades para el cambio, puesto que la escena política seguía estando congelada y limitada a las élites. A partir de la primavera de 2011, los medios activistas y de teledifusión se complementaron mutuamente, permitiendo la cobertura en áreas a las que habría sido inviable llegar sin perder la capacidad de difusión de los medios establecidos. Los medios sociales han logrado optimizar la capacidad de movilización, desafiar el control y las tecnologías de vigilancia del Estado, e incorporar a nuevos periodistas y nuevos contenidos sin precedentes

No obstante,  el contexto que llevó al Proceso de Barcelona ha cambiado en la medida en que las revoluciones producidas en los países árabes desde 2011 están alterando la dinámica de poder en el mundo árabe. También están creando una oleada de violencia de difícil solución, como en el caso de Siria y Libia, y un nuevo problema de refugiados en todo el Mediterráneo. El terrorismo utilizado en nombre de la religión cuando es una lucha de poderes tácticos se está convirtiendo, junto con otras variables, en un problema global. Es aquí cuando la reflexión y las nuevas visiones se hacen perentorias. El partenariado no debería estar únicamente vinculado a la seguridad, sino también a nuevas formas de educación  y  visión global y, al mismo tiempo, de participación concreta y  local.  En este sentido, la sociedad civil aparece como actor decisivo de los cambios en la región y la dimensión humana se perfila como parte central de las posibles respuestas a los desafíos planteados. De ahí que resulte necesario, de nuevo, comprender cuál es el grado de apropiación ciudadana de cada proyecto. En este sentido, hemos dedicado un número importante de artículos, más que a la celebración del 20 aniversario, a la reflexión sobre la importancia de la sociedad civil en la zona euromediterránea.

A inicios de la década de 2000, el IEMed publicó el estudio La sociedad civil en Marruecos, la emergencia de los nuevos actores (Icaria, 2002)  para contribuir al debate sobre la sociedad civil en el área mediterránea. La introducción rezaba: “[Este debate] no sólo interesa a los países del sur, sino también a los europeos en un momento en que la globalización está marcando un importante pulso a las economías y a las culturas locales. La aparición de nuevas plataformas comprometidas con el desarrollo sostenible, con el medio ambiente y con los derechos humanos al margen de los partidos convencionales, así como  las voces que empiezan a alzarse a favor de la ética mundial, suponen la necesidad de contemplar con mayor complejidad los movimientos civiles  que aparecen en el sur del Mediterráneo. Asociaciones con capacidad de gestión que obligan a los gobiernos a comprometerse con proyectos presentados y gestionados en el ámbito local”.  

Quizás, como manifiestan Cengiz Günay y Mohamed Kerrou, existe una clásica concepción occidental de la sociedad civil que ha dominado también la idea de lo que debe ser la sociedad civil en Oriente Próximo. Esta concepción ha definido claramente las políticas de la Unión Europea para con los países del sur del Mediterráneo iniciadas con el Partenariado Euromediterráneo de 1995. Las experiencias y los acontecimientos producidos durante los últimos veinte años en la región han mostrado la necesidad de alejarse de enfoques normativos eurocéntricos y abrirse a asociaciones musulmanas, movimientos no institucionalizados, redes y agentes individuales de diferentes estratos y cosmovisiones. Quizás si hubiéramos tenido una visión más compleja nos habríamos ahorrado mayores sorpresas, no solo de las primaveras sino también del porqué del movimiento yihadista.

Un nuevo seísmo pone en jaque otra vez a la Unión Europea, cuyo humanismo, valor fundamental, se ve seriamente cuestionado. No solo por  la crisis económica, sino también por las terribles situaciones desencadenadas por las guerras en África subsahariana, Libia y Oriente Medio, con los millones de desplazados que estas comportan  y los  exiliados que arriesgan su vida. Javier de Lucas analiza este tenebroso panorama en nuestro dossier: actualmente, las aguas del Mediterráneo son las más peligrosas del mundo en cuanto al número de muertos y desaparecidos entre quienes se embarcan en el sur para tratar de ganar las costas europeas. A este grave problema se añade la postura de los gobiernos de los países europeos mediterráneos en materia de políticas migratorias y de asilo, que se caracteriza por una obsesión del control absoluto de sus fronteras, para que puedan cruzarlas sólo aquellos inmigrantes expresamente deseados y que cumplan con todos los requisitos legales para hacerlo.

Si hemos de hablar de sociedad civil, quizás sean las asociaciones de mujeres del sur, a pesar del patriarcado imperante, las que en los últimos diez años han conseguido ir mejorando sus derechos. Este hecho es evidente en los diversos países del Magreb, por ejemplo en Túnez, donde las mujeres consiguieron que no se aprobara una Constitución que quería rebajar sus derechos. Corredoras de fondo, saben que la carrera es larga y el esfuerzo, enorme. Porque la Declaración de Barcelona de 1995 hizo de los derechos humanos en general la piedra angular del Partenariado, pero apenas mencionó los derechos de la mujer, salvo para subrayar el papel fundamental que esta ha desempeñado en el desarrollo y la necesidad de promover su participación activa en la vida económica y social. No obstante, el logro de los objetivos del Partenariado euromediterráneo no se puede concebir sin la plena participación de las mujeres. La falta de una legislación igualitaria y las mentalidades retrógradas constituyen un auténtico freno para el pleno ejercicio de la ciudadanía por parte de las mujeres.

En este sentido, presentamos dos informes cualitativos de la Fundación de Mujeres del Euromediterráneo (FFEM, en sus siglas en francés), organización creada con el objetivo de promover la lucha de los actores implicados en la igualdad de género mediante la puesta en común de recursos ya existentes y el impulso de nuevas acciones y conocimientos. La FFEM ha preparado un primer informe en el que efectúa un seguimiento de los compromisos sobre la igualdad entre hombres y mujeres adquiridos por los gobiernos de la Unión por el Mediterráneo en la Tercera Conferencia Ministerial sobre el papel de las mujeres en la sociedad, que se celebró en 2013 en París. Los informes giran en torno a tres ejes principales: la participación de las mujeres en la vida económica, profesional y social; la participación en la vida política y, por último, la violencia de género. Hemos elegido para este número de Quaderns de la Mediterrània dos informes, el de Marruecos y el de Turquía; el marroquí se centra en la violencia contra las mujeres, en tanto que el de Turquía estudia la participación de las mujeres en la vida económica.

Este  mismo año, en octubre de 2015, se celebrará en París la Cumbre sobre el Clima, en la que se revisará el protocolo de Kioto, un cambio de paradigma necesario para el futuro de nuestros descendientes. Un escollo importante a tener en cuenta en ambas riberas del Mediterráneo de cara a la necesidad de reforzar los valores compartidos, este mar proceloso que describía Homero hace casi tres mil años, es el ecológico. Sin embargo, para ser actores del cambio, es decir, de la paz, el desarrollo compartido y el diálogo, como rezaba la Declaración de Barcelona, la sociedad civil debe ser vigilante y promover escenarios sostenibles.