Hay que admitir que el espíritu creado en 1995 por la llamada Declaración de Barcelona, cuyo principal objetivo implicaba lograr la paz, la estabilidad y el crecimiento económico en la región euromediterránea, ha perdido toda su fuerza. Por muchas y diversas razones (los atentados del 11 de septiembre y el cambio en las políticas de seguridad internacionales, la crisis económica en Europa y, más tarde, la primavera árabe), la Política Europea de Vecindad (PEV) ha venido a reemplazar por completo al Partenariado Euromediterráneo. Tampoco el nacimiento de la UpM ha resultado hasta ahora de mucha ayuda en el desarrollo de la cooperación política e institucional en la región. Para recuperar el espíritu de Barcelona veinte años después, hay que establecer de manera concreta un marco institucional basado en el entendimiento mutuo y el trabajo conjunto entre los diferentes países mediterráneos. Para ello, los medios audiovisuales deben poder proporcionar una información imparcial, evitando un punto de vista único. La Conferencia Permanente del Audiovisual Mediterráneo (COPEAM) nació en 1994 con el objetivo de implementar formas de cooperación nuevas y eficaces en la televisión, la radio y la web para promover un nuevo imaginario colectivo en el Mediterráneo, muy alejado de los prejuicios y la falta de entendimiento. Una experiencia coronada por el éxito que desde el principio ha encarnado la visión de Barcelona.
Veinte años después de Barcelona, tenemos que admitirlo: Europa ha perdido el norte.
Tras una clarividente decisión en 1995 que podría habernos permitido lograr un área de libre comercio en 2010, hasta el propio término euromediterráneo ha ido desaparecido progresivamente de los programas oficiales dedicados a la región, sofocado por la inespecífica expresión “Política Europea de Vecindad” (PEV). Decían los romanos que in nomina res y, junto con el nombre, Europa ha olvidado su visión, sus ambiciones y su coraje. Ha habido muchos discursos de «buena voluntad» pero lo cierto es que, hoy por hoy, el Partenariado Euromediterráneo ya no existe.
La Declaración de Barcelona aspiraba a lograr la paz, la estabilidad y el crecimiento en la región mediterránea a través de una visión política compartida de cara a una cooperación económica y social eficaz: un marco institucional para acuerdos multilaterales y bilaterales entre la Unión europea y sus socios del sur del Mediterráneo.
A comienzos de 2000, especialmente tras el atentado terrorista del 11-S a las Torres Gemelas, el planteamiento de la seguridad pasó a prevalecer en la política de la Unión Europea. La ampliación a la Europa central y del este se convirtió en la prioridad, y la región mediterránea pasó a percibirse básicamente como un cinturón de seguridad contra los riesgos de otras regiones de África y Extremo Oriente.
Europa abandonó sus ambiciones cuando, en 2003, muchos años antes de la crisis europea y de las “primaveras árabes”, el Partenariado Euromediterráneo (PEM) cedió el paso a la PEV. En el marco de la doctrina de seguridad de la Unión Europea (2003), el Partenariado se concibió del siguiente modo: si los países vecinos están bien gobernados, Europa está a salvo de los riesgos que pueden emanar de ellos (inestabilidad política, terrorismo, redes delictivas, inmigración irregular, etc.). En consecuencia, la Unión Europea decidió cambiar su planteamiento y pasó a ofrecer a aquellos países ayuda económica, una serie de liberalizaciones comerciales y la posibilidad de participar en algunos programas europeos a cambio de sus reformas internas —tanto políticas como económicas— y un sistema legislativo progresista en sintonía con las normas de la UE.
Hoy la PEV se basa en Planes de Acción bilaterales, no multilaterales, firmados por la Unión Europea y sus países vecinos. La implementación de dichos Planes de Acción se fundamenta en un instrumento financiero: el Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación (IEVA), dotado con unos 12.000 millones de euros para el período 2007-2013 (para toda el área de vecindad, incluida Rusia).
El constructivo intento francés de reemplazar la PEV por la Unión del Mediterráneo para relanzar una verdadera cooperación institucional económica y política no tuvo éxito. Varias razones subyacen a ese fracaso y, lamentablemente, el error francés fue adoptar esta iniciativa sin preparar el terreno, tanto con sus aliados naturales (Italia y España) como con los países potenciales escépticos (es decir, Alemania).
Dicha falta de preparación vino a unirse a otras razones geopolíticas que prevalecían en la Unión Europea, obligando a sus promotores, el 13 de julio de 2008, a rebautizar la iniciativa como Unión para el Mediterráneo y transformarla en una iniciativa intergubernamental. Nada comparable con el espíritu de Barcelona.
Naturalmente, no deberíamos descuidar los acontecimientos de 2008 en la Franja de Gaza, la crisis económica europea y, más tarde, la caída del régimen árabe egipcio (uno de los principales socios de la UpM), pero las raíces del problema no estaban realmente ahí. En 2011, la Comisión Europea y el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad pusieron en marcha una revisión de la PEV, a pesar de que sus anteriores resultados (12.000 millones de euros en 2007-2013) no habían sido especialmente brillantes en términos de estabilidad, prosperidad y seguridad.
La nueva PEV acentuaba el planteamiento utilitarista con la fórmula denominada “más por más”: más reformas y más dinero (a pesar de lo cual en el período 2011-2013 la Unión Europea solo asignó 5.000 millones de euros a sus políticas de vecindad). Así, la historia ha mostrado una vez más que la cooperación económica y financiera no puede producir cohesión y estabilidad en la región si no viene acompañada de un marco institucional coherente. La llamada Primavera Árabe y la crisis económica y financiera solo dieron lugar a situaciones críticas inmersas en un sólido statu quo.
Pido disculpas si esta síntesis desemboca en afirmaciones radicales, pero eso es, en resumen, lo que ha estado ocurriendo, y creo que es muy importante ser claro para evitar repetir los mismos errores y lograr algunos resultados concretos a través de un partenariado renovado. Los grandes problemas requieren grandes decisiones: tenemos que repensar las relaciones euromediterráneas con lucidez, primero restaurando el marco institucional original reconociendo su propia especificidad.
Enmarcada en el espíritu de Barcelona desde sus comienzos (1994), la Conferencia Permanente del Audiovisual Mediterráneo (COPEAM) ha contribuido a hacer del sector audiovisual mediterráneo un potente vehículo para la promoción del conocimiento mutuo, los debates culturales y el diálogo, y para la circulación y difusión de obras artísticas e intelectuales, así como un instrumento para la lucha contra el ostracismo, la cerrazón, la xenofobia y todas las formas de fundamentalismo. Deseo recordar especialmente las palabras iniciales de la Resolución de El Cairo adoptada por la COPEAM en su conferencia de 2009: un Plan de Acción concebido en torno a 10 grandes proyectos. El objetivo era implementar formas de cooperación innovadoras y emblemáticas en los ámbitos de la televisión, la radio y la web, y ese sigue siendo el caso, no en el exclusivo interés de la COPEAM, sino de todo el sector audiovisual. En particular:
- desarrollar y promover la producción audiovisual euromediterránea mediante la creación de un fondo de apoyo a las coproducciones mediterráneas;
- facilitar la circulación de contenido audiovisual mediante la creación de plataformas web y por satélite;
- estructurar el paisaje audiovisual mediterráneo salvaguardando el legado cultural mediterráneo (es decir: digitalización de los archivos de televisión y radio; creación de un Observatorio Mediterráneo de Medios de Comunicación…).
Tras la adopción de esta Resolución se pusieron en marcha varios proyectos, que se llevaron a cabo satisfactoriamente gracias al Programa Audiovisual Euromed. Me refiero a Terramed Plus (la primera plataforma euromediterránea de programas de televisión en Internet por satélite); a EuroMed-News (la primera sala de redacción de noticias transnacional), y a Med-Mem (el primer portal dedicado a la memoria audiovisual mediterránea). También se desarrolló un proyecto de recopilación de datos en el marco del Programa EuropeAid de Apoyo a la Capacitación como posible embrión de un futuro Observatorio Mediterráneo de Medios de Comunicación. Se emprendieron asimismo otras iniciativas gracias al compromiso económico autónomo de diversos operadores miembros de la COPEAM, como coproducciones de radio y televisión (Inter-Rives, Kantara, Mediterradio) actualmente en el aire.
Todos estos han sido programas coronados por el éxito que pudieron implementarse con un importante apoyo político, proporcionando al sector audiovisual mediterráneo mayor legitimidad, dinamismo e influencia.
En otras palabras, un compromiso político estratégico orientado a integrar a los profesionales en una comunidad sin fronteras basada en el entendimiento mutuo y el trabajo común; una potente red de ideas, propuestas y acciones concretas que ha dado a cientos de jóvenes una visión de coexistencia pacífica.
Cuanta más destrucción afrontamos, más puentes necesitamos: poder «hablar mediterráneo» implica una amplia gama de programas capaces de «narrar» este mosaico de culturas y creencias.
Mediterráneo significa pluralismo y diversidad; la capacidad de vivir en un mundo tan constantemente cambiante y turbulento también depende de las imágenes, sonidos y emociones difundidos por los medios de comunicación y de su capacidad para informar sin prejuicios, sin imponer un punto de vista único.
Tenemos que reconstruir un imaginario común, superar la brecha de la incomprensión, reestablecer un auténtico diálogo entre la gente, respetando todas las diferencias. Para ello es necesario relanzar programas de la Unión Europea como Euromed Audiovisual en calidad de instrumentos de entendimiento intercultural.
El atentado a Charlie Hebdo nos ha enseñado una lección: las masas (tanto en las orillas norte como sur de la región) a menudo tienen percepciones distintas del establishment. Hemos de escuchar sus voces con atención, especialmente aquellas que preferimos no oír.
Hemos de mirar la realidad y hablar de lo que funciona y de lo que podría funcionar: no solo del Estado Islámico, no solo de muertes, no solo de extremismos, no solo de inmigración ilegal. Obviamente, la “economía de guerra” resulta muy rentable en la región, pero este es el reto de nuestra época y es también el verdadero reto de Barcelona 2015: derrotar a los señores de la guerra (y sus subproductos, como el terrorismo y los conflictos regionales) a través del co-desarrollo, las reformas sociales y el coraje para dialogar.
Solo tenemos que recomenzar radicalmente desde Barcelona.