Turquía y la geopolítica regional del gas natural. La «visión centro» a la luz de las futuras perspectivas del Corredor Sur de Gas

Simone Tagliapietra

Investigador titular en la Fondazione Eni Enrico Mattei e investigador visitante en el Istanbul Policy Center

Hasta hoy, Turquía ha resultado ser un puente crucial entre Europa y Asia. Se ha revelado como una fuerte alternativa de cara a poner fin a la dependencia del suministro de gas de Rusia, pero actualmente han surgido nuevos competidores en el mercado energético que suponen un reto al papel predominante de Turquía como proveedor de gas. Países como Azerbaiyán, Turkmenistán, Irak, Irán, Israel y Chipre son asimismo grandes productores de gas, y también podrían convertirse en potenciales proveedores o posibles colaboradores del Corredor Sur de Gas. Aunque puede que no estén tan próximos políticamente a Europa como Turquía, sí ofrecen otros activos estratégicos que pueden revertir esa situación de predominio energético, al menos a medio plazo.


El debate internacional en torno a Turquía como potencial centro de gas natural

En la última década Turquía se ha asociado de manera creciente en el debate político y económico internacional a conceptos como los de «corredor energético» y «centro energético». Es obvio que esta caracterización de Turquía se debe principalmente a su peculiar posición geográfica en la encrucijada del Cáucaso, Asia Central, Oriente Próximo y Europa. Además, en la última década el debate internacional sobre el futuro papel de Turquía en términos de circulación de energía se ha centrado particularmente en el gas, haciendo de este país un candente foco de atención en el mercado gasístico mundial, y especialmente en el europeo.

Concretamente, esta última tendencia se ha debido principalmente a la búsqueda europea de una nueva «Ruta de la Seda» orientada a diversificar sus importaciones de gas aparte de Rusia. La Unión Europea inició esta política en 2008, como respuesta a las inquietudes de seguridad energética que surgieron en Europa tras la primera crisis de gas ruso-ucraniano-europea producida en enero de 2006. Para potenciar la seguridad de la arquitectura del suministro de gas de la UE, la Comisión europea (CE) adoptó, pues, una doble estrategia. Por una parte, aspiraba a reforzar el mercado energético interno de la Unión Europea de cara a fomentar los flujos de gas entre los estados miembros de esta. Por otra, pretendía reforzar la diversificación de las fuentes de suministro de gas, en parte mediante la puesta en marcha de un cuarto corredor energético (generalmente conocido como el Corredor Sur de Gas) destinado a traer a Europa gas del Caspio y de los países productores de Oriente Próximo.

La implementación de esta estrategia se vio acelerada a raíz de una segunda gran crisis de gas entre Rusia y Ucrania en enero de 2009. De hecho, esta crisis fue aún peor que la anterior, dado que la circulación de gas ruso a través de Ucrania se interrumpió por completo durante dos semanas, lo que se tradujo en crisis humanitarias en varios países del centro y el este de Europa fuertemente dependientes del suministro de gas ruso a través de Ucrania.

Auge y caída de Nabucco

Las crisis de gas ruso-ucraniano-europeas de 2006 y 2009 no solo estimularon la formulación de una nueva estrategia de seguridad gasística por parte de la Unión Europea, sino que, más concretamente, también sentaron las bases de un mayor apoyo de esta a un proyecto ya lanzado en 2002 por un consorcio integrado por cinco empresas: Nabucco, un proyecto de gaseoducto con capacidad para transportar 31.000 millones de metros cúbicos de gas, diseñado para llevar gas extraído en Azerbaiyán, Turkmenistán, Irak e Irán a Europa central y suroriental a través de Turquía. El proyecto no solo contaba con el respaldo de la Unión Europea, sino también de Turquía y Estados Unidos por diversas razones.

Para la Unión Europea, el proyecto Nabucco representaba una gran oportunidad para diversificar su suministro de gas aparte de Rusia. Por dicha razón, Nabucco no solo obtuvo el apoyo financiero de la UE, sino que además no tardó en convertirse en el proyecto insignia del Corredor Sur de Gas. Para Turquía, el proyecto constituía una oportunidad única de cumplir su objetivo estratégico a largo plazo de convertirse en un corredor energético clave entre los países ricos en hidrocarburos, al este, y los mercados europeos importadores de energía, al oeste. Para Estados Unidos, el proyecto representaba un importante activo geopolítico de cara a reducir la dependencia gasística de la Unión Europea con respecto a Rusia, exactamente como el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan sirvió en la década de 1990 para reducir la dependencia petrolífera de la Unión con respecto al mismo país.

Pese al firme compromiso político de los cinco países de tránsito y el apoyo político sin precedentes de la Unión Europea y Estados Unidos, en última instancia el proyecto Nabucco fracasó, debido principalmente a razones comerciales y financieras.

Teniendo en cuenta las insuperables barreras comerciales y financieras que afrontaba el proyecto Nabucco, Azerbaiyán —el país productor de gas más interesado en la evolución del Corredor Sur de Gas debido al avanzado desarrollo de sus yacimientos gasísticos— alteró por completo la partida del Corredor Sur de Gas en 2011 al concebir rápidamente su propio proyecto de infraestructura para evacuar gas a Turquía y Europa: el Gaseoducto Trans-Anatolio (TANAP, por sus siglas en inglés), un proyecto de gaseoducto con capacidad para transportar 16.000 millones de metros cúbicos al año, diseñado para conectar el ya existente Gaseoducto del Cáucaso Sur (SCP, por sus siglas en inglés) con la frontera turco-griega a fin de suministrar 6.000 millones de metros cúbicos al año a Turquía en 2018 y 10.000 a Europa en 2019. La entrada del TANAP en la carrera del Corredor Sur de Gas, en diciembre de 2011, dioel golpe de gracia al ya moribundo proyecto Nabucco. En junio de 2013, el consorcio empresarial que explotaba el yacimiento azerí de Shah Deniz definió la forma final del Corredor Sur de Gas seleccionando el Gaseoducto Trans-Adriático (TAP, por sus siglas en inglés) para actuar como el eslabón que faltaba entre el TANAP y el mercado europeo. En 2019, el TAP, un proyecto de gasoducto con capacidad para transportar 10.000 millones de metros cúbicos al año, llevará así el gas del TANAP destinado a Europa desde la frontera turco-griega hasta Italia pasando por Albania y el Adriático.

El Corredor Sur de Gas entre el TANAP y el TAP: ¿y ahora qué?

Además de los 10.000 millones de metros cúbicos anuales procedentes de Azerbaiyán en 2019, en general se espera que el Corredor Sur de Gas lleve un volumen adicional de gas a Europa desde la región del Caspio, Oriente Próximo y posiblemente también el Mediterráneo oriental. Pero ¿qué deberíamos esperar con respeto a esos posibles acontecimientos futuros? La única forma de dar una respuesta apropiada a esta pregunta es centrarse en la situación actual y las perspectivas futuras de los países productores de gas que en general se considera que pueden contribuir al Corredor Sur de Gas: Irak, Turkmenistán, Irán e Israel.

Irak

El escenario gasístico de Irak está cambiando radicalmente debido a las reservas de gas que actualmente se están descubriendo en el país, en la región semiautónoma del Kurdistán. Con unas reservas estimadas de gas de entre 3 y 6 billones de metros cúbicos, esta región septentrional está de hecho sentando las bases para la emergencia de Irak como un territorio gasístico de primera categoría (por poner solo una comparación rápida, Azerbaiyán cuenta con unas reservas de gas de 1,3 billones de metros cúbicos). Con tales volúmenes, la región del Kurdistán podría satisfacer potencialmente su propia demanda interna de gas y asimismo exportar un volumen significativo de gas a Turquía y la Unión Europea.

A corto plazo, el obstáculo clave para un rápido desarrollo de los recursos gasísticos de la región del Kurdistán lo representa, obviamente, la inestable situación política surgida en el país con la inesperada escalada de la violencia a partir de junio de 2014. Además de esta imprevisible escalada de los acontecimientos, sigue estando sobre la mesa una larga disputa en torno a la soberanía estatal entre la región del Kurdistán en Erbil y el Gobierno Federal iraquí en Bagdad. Este debate también se traslada al sector energético, ya que los gobiernos en Bagdad y Erbil han sido incapaces de resolver sus diferencias sobre la ley federal de hidrocarburos. En noviembre de 2014 las dos partes llegaron a un importante pacto provisional sobre esta cuestión, un primer paso que ahora debería traducirse en un acuerdo en toda regla de cara a crear un marco legal estable y sostenible para el desarrollo y la exportación de los recursos petrolíferos y gasísticos de la región del Kurdistán.

Estos recientes acontecimientos constituyen un elemento clave para las futuras perspectivas del Corredor Sur de Gas, dado que Irak —después de Azerbaiyán— parece ser el único país productor de gas que a medio plazo podría convertir su disponibilidad de recursos gasísticos en una capacidad real de suministro. De hecho, los otros países de la región tradicionalmente considerados potenciales proveedores del Corredor Sur de Gas —Turkmenistán e Irán— parecen estar muy lejos de poder llegar a abastecer al Corredor.

Turkmenistán

Turkmenistán posee la cuarta reserva mundial de gas después de Irán, Rusia y Catar, y en los últimos años ha desarrollado una «relación especial» con China de cara al suministro de un gran volumen de gas a través de gaseoducto. Probablemente esta relación se consolidará aún más en el futuro, pero, considerando el tamaño de sus reservas de gas, Turkmenistán podría estar muy bien en posición de suministrar también gas a Turquía y Europa más adelante. No obstante, existe un importante obstáculo que probablemente hará tal acontecimiento irrealizable, al menos a medio plazo: el problema infraestructural relacionado con las divergencias existentes entre Rusia, Irán y Turkmenistán en torno al estatus legal del mar Caspio, y, por ende, en torno a la construcción de un gaseoducto trans-caspio.

 Para intentar sortear este problema, en 2010 una empresa europea propuso transportar gas turkmeno a través del Caspio a la costa de Azerbaiyán utilizando como alternativa el GNC (gas natural comprimido), pero el proyecto se vio interrumpido por Azerbaiyán, que no deseaba que el gas turkmeno compitiera con el suyo propio.

Considerando esta situación, la aspiración de Turquía y la Unión Europea de traer grandes volúmenes de gas turkmeno al Corredor Sur de Gas probablemente habrá de revisarse, al menos hasta que la disputa sobre el estatus legal del mar Caspio quede finalmente resuelta.

Irán

A Irán, que cuenta con la mayor reserva de gas del mundo, se le considera a menudo el perenne «elefante agazapado» del comercio internacional del gas: un país que un día podría convertirse en uno de los grandes artífices de un cambio de escenario en los mercados internacionales del gas, pero cuyo potencial permanece todavía en la actualidad fundamentalmente sin explotar debido a una serie de razones geopolíticas y comerciales. La principal razón de la actual subexplotación de los recursos gasísticos de Irán se halla claramente vinculada a las difíciles relaciones políticas que se han dado en las últimas décadas entre este país y Occidente. De hecho, las sanciones internacionales progresivamente impuestas a Irán a causa de su controvertido programa nuclear han impedido en la práctica que haya empresas petrolíferas internacionales activas en el sector del petróleo y el gas iraní.

Sin embargo, la historia de las relaciones internacionales ha mostrado varias veces que las relaciones entre grandes actores del sistema internacional podrían cambiar rápidamente si existe la voluntad política de hacerlo. En realidad, tras años de frustración e impasse en las negociaciones entre Irán y el P5+1, el 24 de noviembre de 2013 se alcanzó en Ginebra un primer acuerdo nuclear provisional. Este suceso representa sin duda solo un primer paso hacia una resolución verdaderamente completa de la cuestión nuclear iraní, y la prórroga de la fecha límite del 24 de noviembre de 2014 en las conversaciones nucleares viene a confirmar la complejidad de tal ejercicio. Sin embargo, estos acontecimientos recientes podrían verse muy bien como un signo positivo de cara al futuro, y, si tienen una continuación eficaz, podrían abrir grandes oportunidades en Irán, también en lo relativo al sector gasístico.

Es importante subrayar que una resolución plena de la cuestión nuclear no cambiará automáticamente la perspectiva gasística iraní en un plazo de tiempo breve, ya que probablemente seguirá habiendo sobre la mesa una serie de barreras comerciales. De hecho, en la industria de la energía existe una conciencia generalizada de la dificultad de desarrollar proyectos energéticos en Irán, una dificultad debida principalmente al complejo entorno institucional y regulador del país. En particular, la lucha por la independencia económica a la que ha aspirado Irán desde la revolución de 1979 se ha traducido en oportunidades de participación muy restrictivas para las empresas extranjeras, especialmente en el marco del denominado esquema «de recompra». La reforma de este marco regulador será tan importante como el levantamiento de las sanciones internacionales a la hora de atraer a las empresas internacionales a mercado gasístico iraní.

Para concluir, incluso en el mejor escenario posible (un país libre de sanciones y con un marco regulador reformado), es improbable que Irán se convierta en proveedor del Corredor Sur de Gas a medio plazo. De hecho, considerando el emplazamiento geográfico de las reservas de gas del país, cualquier nueva actividad de desarrollo probablemente se dirigirá primero a los mercados globales de gas licuado antes que al mercado europeo a través de Turquía. Además, el primer gaseoducto internacional que probablemente va a construir Irán no tendrá como objetivo Europa, sino Asia. De hecho, Irán ya está trabajando en un gaseoducto que conectará con Pakistán, de cara a exportar su gas no solo a dicho país, sino también a la India: una nación que, según la Agencia Internacional de la Energía, tendrá una demanda de gas aún mayor que China a partir de 2030.

Israel

Desde 2010, el Mediterráneo oriental ha emergido como un potencialmente nuevo centro de interés en los mercados internacionales del gas. En particular, Israel ha jugado un importante papel en este ámbito, dado que posee las mayores reservas gasísticas de la zona. Tras una larga serie de discusiones económicas y políticas, en 2013 el gobierno israelí decidió permitir la exportación de hasta el 40 % de las reservas de gas del país. Esta decisión representaba un requisito previo fundamental para la definición de una estrategia de exportación de gas para dicha nación. De hecho, desde el descubrimiento del yacimiento de gas Leviatán en 2010, se han propuesto más de diez proyectos de exportación, entre gaseoductos y soluciones de gas licuado.

En particular, dos empresas turcas propusieron el desarrollo de un gaseoducto con capacidad para transportar 10.000 millones de metros cúbicos al año, que conectara el yacimiento de gas israelí Leviatán con la costa sur de Turquía. La intención de los promotores es que el gaseoducto abastezca no solo al mercado turco, sino también el mercado europeo a través de Turquía.

Este proyecto, a menudo considerado la opción comercialmente más viable para la exportación de gas israelí, debido también a su flexibilidad de cara a abastecer al mercado europeo, ha sido temporalmente excluido de las conversaciones por razones políticas tras el conflicto Israel-Gaza de 2014 y el consiguiente deterioro de las relaciones turco-israelíes.

Paradójicamente, la propia Autoridad Palestina se convertirá en el primer cliente del gas israelí, debido a un acuerdo alcanzado en enero de 2014 para el suministro de 5.000 millones de metros cúbicos anuales de gas durante veinte años desde el yacimiento Leviatán hasta Cisjordania. Obviamente, el acuerdo con los palestinos —debido a su limitado volumen— no basta para que los socios de Leviatán apoyen la primera fase de explotación del yacimiento, que se espera que cueste en torno a los 6.000 millones de dólares estadounidenses. Sin embargo, la búsqueda de clientes adicionales no marcha precisamente sobre ruedas. En 2014, los socios de Leviatán iniciaron negociaciones con Egipto y Jordania de cara a la exportación de gas, pero dichos países no han contado con un apoyo demasiado entusiasta por parte de sus respectivas opiniones públicas.

Considerando estas dificultades por parte israelí y los intereses energéticos a largo plazo de Turquía (a saber, asegurar el suministro de energía y desarrollar la «visión centro» energética, y asimismo permitir que el gas israelí fluya a Europa a través de su territorio), el actual impasse del proyecto de gasoducto Israel-Turquía podría resolverse en última instancia en un futuro próximo.

Sin embargo, aun en el caso de que se supere este, habrá un segundo obstáculo que todavía cuestionará el proyecto: la disputa de Chipre. De hecho, un gaseoducto que discurra desde Israel hasta la costa sur de Turquía inevitablemente tendrá que atravesar la Zona Económica Exclusiva de la República de Chipre. Esto representa un importante obstáculo geopolítico al desarrollo del proyecto de gaseoducto, ya que muy probablemente se necesitará una resolución plena de la prolongada disputa de Chipre para permitir la evacuación de gas israelí a Turquía y, potencialmente, a Europa a través de la red turca.

Turquía como un centro regional del gas natural: ¿mito o realidad?

Tras analizar la situación actual y la perspectiva de los países productores de gas en torno a Turquía, es momento de volver al debate sobre Turquía como centro energético y afrontar la cuestión crucial: ¿Turquía tiene realmente el potencial de convertirse en un centro gasístico regional?

Observando el horizonte a medio plazo (hasta 2025) la respuesta a esta pregunta es que no: Turquía probablemente no tendrá el potencial para convertirse en un centro gasístico regional. De hecho, examinando las cifras relativas al Corredor Sur de Gas, en este plazo no será posible esperar que fluyan más de 10.000 millones de metros cúbicos de gas de Azerbaiyán a la Unión Europea a través de Turquía. Esta cantidad sin duda representa un paso histórico —en cuanto abrirá el Corredor Sur de Gas—, pero ciertamente no cambiará de forma radical la seguridad de la arquitectura del suministro de gas de la UE. De hecho, 10.000 millones de metros cúbicos en 2020 representarán básicamente menos del 3 % de las necesidades de importación de gas de la Unión.

Observando el horizonte a más largo plazo (a partir de 2025), la respuesta a esta pregunta resulta sumamente incierta. De hecho, en este marco temporal Azerbaiyán bien podría ser capaz de suministrar un mayor volumen de gas a la Unión Europea, Irak podría hallarse en situación de suministrar gas a la Unión desde la región del Kurdistán, Turkmenistán podría estar también en posición de suministrar una considerable cantidad de gas a Turquía y a la UE, e Irán podría tener el potencial de mejorar su suministro de gas a Turquía. Además, si se resuelven las prolongadas cuestiones geopolíticas presentes en la región del Mediterráneo oriental, el proyecto de evacuar gas israelí a Turquía a través de un gaseoducto también podría resultar comercialmente viable y políticamente factible.

 Como ilustra el tono hipotético de estas frases, una serie de factores determinarán si Turquía puede o no convertirse en un centro gasístico regional a partir de 2025. Lo que parece seguro es que la verdadera fuerza subyacente de esta evolución no vendrá del lado de la oferta, sino, más bien, del de la demanda. A largo plazo, los países productores de gas situados en torno a Turquía probablemente tendrán el potencial de exportar un volumen significativo de gas a la Unión Europea, pero este potencial solo se convertirá en realidad —superando los actuales obstáculos infraestructurales, comerciales y políticos— si el mercado de la UE realmente necesita un mayor suministro de gas. En otras palabras, y como reza un viejo dicho: «Querer es poder».