Las mujeres árabes emigrantes y el diálogo intercultural

Nadia Attar

Foro Internacional de Mujeres del Mediterráneo, Gaza (Palestina)

El siguiente artículo es un testimonio vivo sobre el papel que las mujeres árabes emigradas han desempeñado en el proceso de florecimiento del diálogo entre las culturas y en el acercamiento de los pueblos. Mujeres que, como Zainab Fawaz, a principios del siglo XX, May Ziada, Fatima Mernissi, Ahlam Moustaghanmi, Mouna Hatoum y Sahar Khalifa, han hecho de la enseñanza de la mujer, la igualdad, la lucha por los derechos humanos y por la paz, su caballo de batalla. 


En realidad, he tenido muchas dudas antes de redactar esta contribución al papel de la mujer emigrante en el diálogo intercultural entre Oriente y Occidente. Era consciente de la crisis por la que atraviesan nuestras sociedades, que sufren aún las graves consecuencias de la dependencia y la represión, sobre todo en esta nueva era de la globalización.

Varios interrogantes me daban vueltas en la cabeza. ¿Debía escribir sobre la creatividad literaria de las mujeres árabes, convencida como estoy de las tendencias de dicha creatividad y de su permanente interés en la relación entre la liberación de la mujer y la de la patria? ¿O tal vez debía referirme al pensamiento progresista de esas mujeres desde principios del pasado siglo y a la posición de dicho pensamiento respecto a Occidente desde un punto de vista unilateral, que separase lo social de lo político? Y, ¿me resultaría posible no mencionar el problema palestino, núcleo del conflicto en Oriente Próximo justo en un momento en el que tratamos el papel de los países mediterráneos en la preservación de la paz y la estabilidad en la región?

Sigo teniendo la fuerte convicción de que la interacción es la condición que confiere un sentido a las culturas y les da la capacidad de afrontar los actuales desafíos. Dicha convicción me mueve a participar en este debate en el marco de un diálogo democrático, lógico y eficiente; que tenga la ambición de crear nuevos horizontes para una mejor estructuración regional; que se haya liberado de todos los antiguos referentes que representaban una cortapisa y que se halle en condiciones de abarcar las transformaciones en curso y las futuras.

Desde este punto de vista, mi contribución no se limitará a las hazañas de las mujeres árabes emigrantes, por mucho mérito que tengan. La inmigración engendra un sufrimiento humano que por sí mismo incita a la creación y a la diferenciación. Mi participación se inscribe en este contexto. Y tiene la ambición de compartir unos conocimientos susceptibles de contribuir a alcanzar los objetivos de este foro.

El ejemplo más sencillo de emigración, el de la emigración directa —es decir, trasladarse a vivir a otro sitio—, es el matrimonio. Este cambio implica, en todos los países del mundo, que la mujer abandone el hogar paterno para incorporarse al hogar conyugal. A continuación, cabe citar el caso de la hija de un padre que emigra por razones profesionales o políticas. Finalmente, está la mujer que se marcha sola para seguir unos estudios, trabajar o afirmar sus capacidades creativas en todos los ámbitos —social, político y económico—, contribuyendo así a su propio desarrollo personal y también al de toda la humanidad.

Nuestra historia moderna ofrece numerosos ejemplos de mujeres árabes innovadoras que han emigrado y que, gracias a su voluntad y aguda conciencia, han contribuido al desarrollo de sus sociedades, sobre todo en momentos en que se multiplicaban los obstáculos para su promoción y cualquier acción social resultaba difícil. A título de ejemplo, mencionemos a la escritora libanesa Zainab Fawaz Al Amili (1860-1914), de principios del siglo pasado, quien emigró a Egipto en 1910. Fue la autora del libro Addour al manthour fi dikri rabbat al koudour, en el que relata la biografía de un centenar de mujeres que han sobresalido en varios ámbitos científicos. En su libro Rassael zainabia publica una correspondencia epistolar en la que expone la situación social de la mujer y cómo se ha visto reducida a ser un mero instrumento que el hombre maneja a su antojo, privándola de todas las oportunidades de aprender y liberarse, y utilizando cualquier tipo de pretexto para tenerla a su merced, cualquiera que sea su nivel. Así pues, Zainab hizo su caballo de batalla de la educación de la mujer y su igualdad respecto al hombre en materia de derechos y deberes. También consideraba que los esfuerzos de la acción femenina en todo el mundo convergían hacia unos mismos objetivos, y que los problemas de la mujer europea eran los mismos que los de todas las demás.

Asimismo, cabe mencionar a la libanesa May Ziada (1886-1941), escritora, periodista, literata y crítica de principios del siglo pasado. Abandonó el Líbano para instalarse en Egipto, donde fue la primera, en la historia de las letras árabes, en fundar un salón literario, con lo que contribuyó al renacimiento de la literatura moderna. En dicho salón, los escritores de distintas religiones y tendencias se reunían bajo un mismo techo. Su iniciativa contribuyó así al acercamiento de la cultura oriental y la occidental y, al mismo tiempo, a la apertura de la vida social de la mujer. La libertad y la igualdad fueron dos de los temas más importantes abordados por May Ziada en la primera mitad del siglo XX. La igualdad, título de uno de sus libros, ocasionó un gran revuelo en Europa por dos motivos: en primer lugar, por la importancia de este tema y de las ideas modernas que preocupaban a Occidente; en segundo lugar, porque al publicarlo May se adelantó a sus coetáneos al dedicar un libro exclusivamente a ese tema. El lector que lo hojee percibirá fácilmente la importancia que daba a esa cuestión, que halló un eco en su corazón debido a su relación directa con los derechos humanos y de los pueblos, y con la dignidad de los mismos.

May se cuenta entre los primeros autores árabes que preconizaron y explicaron las libertades modernas, aun advirtiendo contra sus eventuales deslices: «Sus partidarios [de las libertades] apelaban a la fraternidad, cuando, en realidad, el único punto que tenían en común era una rebelión e ignorancia letales, así como el deseo de aniquilar a sus superiores, desestabilizar los gobiernos y la paz, y ayudar a unos a destruir a los otros».

Aun cuando May Ziada ocupó el primer plano de la vida literaria y su voz franqueó Egipto para llegar a los demás países árabes, sus allegados, que codiciaban su gran patrimonio, no esperaron mucho para esgrimir en su provecho su libertad personal y su vida privada con el fin de acusarla de locura. Esta gran escritora, autora de Dholomat wa Achi’a («Tinieblas y rayos»), no merecía un final tan trágico.

Y resulta que al cabo de cuarenta años, o tal vez algo más tarde, asistimos a la victoria de otra escritora, en esta ocasión la siria Ghada Samane, que abandonó su Damasco natal para irse a vivir al Líbano. Allí fundó su propia editorial y publicó sus libros, que tenían fama de atrevidos. Hizo gala de una personalidad de mujer culta capaz de tomar la iniciativa en todos los ámbitos, sobre todo en el del ejercicio de los derechos humanos.

No lejos encontramos, asimismo, a la argelina Ahlam Moustaghanmi, la escritora que decidió residir en el Líbano para fundar también su propia editorial y publicar sus novelas sobre los sufrimientos de los inmigrantes argelinos en Francia, hombres y mujeres.

Recientemente varias intelectuales árabes han emigrado a Europa. Mediante sus proyectos culturales contribuyen a promover la causa femenina y a enriquecer el diálogo entre Oriente y Occidente. Cabe citar, entre ellas, a la universitaria Fatima Mernissi. Esta marroquí, que emigró a Francia para cursar estudios superiores, ha alcanzado gran notoriedad tanto en Oriente como en Occidente gracias a sus obras literarias: Sultanas olvidadas, El harén político y Más allá del velo. Sus libros constituyen una crítica a los principales obstáculos para el pleno desarrollo de la mujer en el mundo árabe. En consecuencia, Mernissi invita a interpretar la cultura europea moderna y sus tendencias, en especial en lo que se refiere a la cuestión de la modernidad; ha escrito un libro titulado El miedo a la modernidad, en el que plantea algunos interrogantes sobre la posibilidad de construir una sociedad civil.

Otras mujeres árabes han brillado en las artes plásticas. En las exposiciones que organizan en Occidente muestran, a través de imágenes, mujeres abatidas y desmoralizadas, la realidad de un mundo árabe deseoso de liberarse y alzar el vuelo. La palestina Mouna Hatoum y la saudí Mouna Saoudi son dos de estas artistas militantes.

La contribución de las escritoras palestinas merece una atención especial. Estas mujeres, al igual que sus compatriotas, han sufrido migraciones impuestas. Entre ellas, debemos mencionar a la escritora Sahar Khalifa, que realizó el doctorado en Estados Unidos. Comparte su residencia entre París y Estados Unidos, y ha abordado a menudo el tema del exilio y sus consecuencias en las personas, la comunidad y toda la región. Khalifa se ha especializado en las cuestiones relacionadas con las mujeres gracias a su experiencia como directora de tres centros de Cisjordania y al trabajo científico que ha desarrollado en este campo.

Sahar Khalifa ha escrito siete novelas: Nous ne sommes plus vos esclaves, Le cactus, Tournesol, Mémoires d’une femme irréaliste, La porte de la place, L’héritage y Des images, une icône et une ère ancienne. La escritora ha prestado un interés especial a la relación entre lo político y lo social. Considera que el atraso social es el responsable del infortunio de su país, al tiempo que cree que la lucha de la mujer forma parte integral de la revolución palestina, que se inscribe en el marco de la revolución mundial por la justicia, la paz y la estabilidad.

Por otra parte, en su novela L’héritage, la escritora narra la vida de una inmigrante en Estados Unidos, y habla de la imposibilidad de alcanzar la paz y la convivencia en el actual contexto mundial, en tanto que pronostica que la situación en la región se deteriorará aún más.

Hay también una serie de nombres brillantes, como el de la escritora Salma Khadra Eljayousi, quien abandonó su ciudad, Safad, tras la derrota de 1949, y la poetisa Maye Saya, que ha vivido la experiencia de la resistencia palestina, para desplazarse luego de Gaza a Omán, Beirut y París. En cuanto a Soulafa Hajjaoui, ha logrado aunar la investigación académica y la experiencia poética, en especial a través de la traducción de varios libros extranjeros al árabe. Actualmente vive en Gaza tras pasar una parte de su vida en Irak y Túnez.

Creo que mediante iniciativas que promuevan el diálogo podrá lograrse el acercamiento entre el pueblo palestino y el israelí. Mi contribución, como he manifestado anteriormente, responde al deseo de expresar mi más sincero deseo, desde el fondo del corazón, de alcanzar una paz justa y duradera para ambos pueblos. Por nuestra parte, reconocemos el derecho a la existencia de Israel, pero también reclamamos nuestro derecho a la existencia en nuestra tierra y entre los países del mundo.

En realidad, mis esfuerzos no son nada comparados con los de una gran señora que milita en Francia por la causa palestina. Me refiero a la eminente embajadora de Palestina en Francia, Laila Chahid. A través de sus actividades diplomáticas y culturales, presta un gran servicio a la causa palestina al tiempo que muestra un absoluto respeto por el país que la acoge.

El dinamismo de Laila Chahid se manifiesta en su defensa de la causa palestina en los medios de comunicación franceses y en sus múltiples conferencias en ciudades y universidades. Su militancia ha contribuido en gran medida a revelar la realidad de nuestra situación.

Paralelamente, ha conseguido demostrar a la opinión pública francesa el papel histórico y civilizado que ha desempeñado Palestina a lo largo de la historia, rebatiendo así las tesis infundadas de que es una tierra sin pueblo, y de que los palestinos son beduinos nómadas.

Para ilustrar su defensa, Laila Chahid ha recurrido a la prueba del legado aportado a la civilización por distintas ciudades palestinas: Nablús, Haifa y Jaffa, que construyeron carreteras que llevaban a Egipto, Turquía y Siria, y contribuyeron a la creación de una conciencia humana y religiosa, atestiguada por la historia en distintas disciplinas (artes, pensamiento, filosofía). Los variados aspectos de las actividades de Laila Chahid han consolidado el acercamiento franco-palestino, que se ha traducido en la adopción de posiciones pro palestinas en Francia.

Así pues, deseo manifestar mi respeto a todas estas mujeres árabes emigrantes y creativas, a quienes felicitamos. Estoy convencida de que los resultados de los diversos foros interculturales contribuirán a la estabilidad de los países mediterráneos.