El cine mediterráneo en alerta roja

Ángel Comas

Crítico de cine y televisión, Barcelona

El autor hace referencia a los diversos festivales de cine que, desde hace más de un cuarto de siglo, reúnen las películas de los 22 países bañados por el Mare Nostrum (incluyendo Palestina). Estos festivales ofrecen un punto de encuentro para mostrar al público aquellas obras que normalmente no son exhibidas ni siquiera en sus propios países, en los que las pantallas están acaparadas, en lo principal, por las majors norteamericanas.


La prepotencia de los nueve conglomerados mediáticos norteamericanos que controlan la industria de la comunicación (y por extensión, la de la mayor parte del ocio en todo el mundo), está poniendo en peligro la existencia de las cinematografías autóctonas, todas ellas infinitamente menos poderosas que la norteamericana por la falta de inversiones o por sus mercados infinitamente menores.

Aunque todos los países del mundo viven pendientes de este peligro potencial para la supervivencia de sus formas de vida, sus costumbres e incluso su independencia económica y política, una gran parte de los del Mediterráneo son especialmente vulnerables por su condición de países no desarrollados o en vías de desarrollo. El cine de estos países —junto con sus productos televisivos— es una forma de preservar sus características diferenciales y, con sus indudables diferencias, está siempre en continua crisis. Es un producto cultural en auténticas vías de extinción, cuya reducción o desaparición derivaría asimismo en perjuicios de todo tipo: nivel de vida, independencia política, etc. No hay que olvidar que, en última instancia, las formas de vida que transmite el cine acaban implantando formas de consumo. Y no se trata únicamente de la Coca-Cola o de los McDonald’s.

Concepto del Mediterráneo

Un artículo publicado en la web de FIPRESCI (Federación Internacional de Críticos de Cine), www.fipresci.org sobre la Mostra de cine mediterráneo de Valencia, reaviva la eterna polémica de si puede considerarse el Mediterráneo como un espacio geográfico cohesionado y uniforme o, si por el contrario, es una mera especulación sin ninguna base. El articulista, británico por más señas, no entiende qué es el cine del Mediterráneo y no encuentra más que el paisaje o el clima (que dice que es bueno y soleado) como punto de unión de las películas de los países que concursaban. Evidentemente, tampoco halla lugares comunes entre estos países. Por eso, considera que la Mostra de Valencia está temáticamente injustificada. Quizá habría que hacerle escuchar las palabras de Joan Manuel Serrat:

«Yo, que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno»

Esta opinión está más generalizada de lo que pueda parecer a simple vista, especialmente cuando la emiten gentes que no pertenecen a países del Mediterráneo. Desde nuestra perspectiva intervienen justificaciones muy diferentes. Los nacidos en otras latitudes se olvidan de factores culturales, históricos o políticos y normalmente se quedan con lo folclórico y paradójicamente con lo culinario, sobre todo cuando se airean las ventajas para la salud de la dieta mediterránea. Los turistas de países fríos suelen venir a nuestras playas para tostarse al sol y disfrutar de bebidas baratas y no suelen preocuparse pensando en si existen rasgos comunes entre Turquía, Egipto, Francia, España o Malta. Cuando van a Grecia, Croacia, Marruecos, Italia o Chipre les ocurre exactamente lo mismo. Salvo escasas excepciones, el turismo de playa no tiene nada que ver con los viajeros interesados por los países que visitan.

La importancia de los festivales específicos

Sin embargo, diversos festivales de cine reúnen desde hace más de un cuarto de siglo las películas de los 22 países bañados por el Mare Nostrum (incluyendo entre ellos a Palestina por razones obvias), ofreciéndoles un punto de encuentro para mostrar obras que normalmente no tienen cabida en la exhibición ni siquiera en sus propios países, cuyas pantallas están acaparadas por las majors norteamericanas. La exhibición comercial de películas mediterráneas en España es un ejemplo típico, que puede extenderse a todos los países de la región como muestra de la importancia de los festivales como nuevos circuitos de distribución de films difíciles ante la cerrazón crematística de la exhibición comercial.

Hay festivales veteranos especializados en cine del Mediterráneo como los de Valencia (25 años) y Montpellier (26 años), y otros que aparecen o desaparecen según las disponibilidades económicas de sus promotores. Existen algunos festivales fijos en los países más impensados (véase cuadro) y otros itinerantes (los organizados por Cinemamed (www.cinemamed.org). Pero todos ellos se han convertido en formas alternativas para la exhibición de películas invisibles en los circuitos comerciales, aunque es evidente que su alcance se limita a su entorno inmediato.

Asistiendo a estas muestras de cine, la conclusión sobre los puntos de unión o desunión es fácil de resumir: dentro de un marco geográfico definido y una historia que entrecruza países y civilizaciones, el Mediterráneo se caracteriza y se distingue paradójicamente por el principal argumento de sus detractores: la pluralidad y la diversidad.

La producción cinematográfica en el Mediterráneo

Cinematográficamente hablando, los países productores de películas podrían clasificarse en cuatro grandes grupos que, con pequeños matices, corresponderían asimismo a su potencial económico, la población o la lengua.

Esto en lo que se refiere a los largometrajes cuya finalidad es proyectarse en los cines. Otra cosa muy diferente serían los productos audiovisuales que, gracias a la reducción de costes que representan las soluciones electrónicas digitales, están subiendo espectacularmente sobre todo en el terreno de los documentales que, gracias a la intensa demanda televisiva, se están convirtiendo en una auténtica panacea para productores y directores que antes no podían ni plantearse hacer una película. Lo peor siguen siendo también los problemas para su exhibición, tanto dentro como fuera de los países productores: de vez en cuando consiguen abrir hueco con pequeños éxitos como el film turco Contra la pared, Premio del Cine Europeo de 2004 o el griego Un toque de canela.

Uno de los grandes escollos con que tropiezan los cineastas de la gran mayoría de los países del Mediterráneo no desarrollados es la insuficiencia de facilidades técnicas modernas en la posproducción (la mayor parte de sus films se acaban en laboratorios europeos, especialmente franceses) y la inexistencia de empresas distribuidoras potentes fuera de sus fronteras (han de acogerse a empresas europeas, también mayoritariamente francesas). El canal televisivo franco-alemán ARTE o el Festival de Cine de Rotterdam son dos de sus principales soportes, tanto financieros como para su difusión. Hay que destacar de forma principal el relevante papel del Ministerio de Asuntos Exteriores francés http://www.france.diplomatie.fr/ Thema/dossier.GB.asp?DOS=CINEMAMEDIAGB), que fomenta no sólo el cine de los países del Mediterráneo sino de otros países no desarrollados (tanto a nivel de producción como de posproducción o distribución) e incluso pone a disposición publica una cinemateca con más de 1.200 títulos de países africanos o ayuda a festivales.

En el momento de escribir este artículo está participando en la producción de films (número entre paréntesis) en los siguientes países mediterráneos: Albania (2); Bosnia-Herzegovina (1); Croacia (1); Serbia y Montenegro (2); Turquía (1); Egipto (4); Líbano (4); Siria (2); Palestina (4); Argelia (6); Marruecos (6) y Túnez (8).