La modernidad ha sido testigo del deterioro progresivo del papel social de la religión; sin embargo, en la actualidad estamos asistiendo a un renovado interés en el factor religioso y a un incremento de su influencia social. El siguiente artículo examina la importancia de la religión y de los valores en la vida del hombre.
Los tiempos modernos han sido testigos del deterioro del papel social de la religión y de la limitación de la autoridad del liderazgo religioso. Durante los períodos de cambio social se buscó reforzar el proceso de limitación religiosa, aunque en muchas ocasiones se intentó utilizar la religión para objetivos no religiosos.
En los regímenes comunistas del siglo XX se limitó la religión utilizando los medios con los que contaba el Estado para imponer el ateismo. Algunos de ellos, por lo tanto, vieron en el ocaso del comunismo la oportunidad de vengarse en nombre de la religión.
Hoy en día hablamos de un renovado interés por la religión, del aumento de su influencia social y de la capacidad de actuación de los representantes de la Iglesia y de las comunidades religiosas para solucionar o mitigar los diversos problemas del mundo contemporáneo. A menudo escuchamos voces provenientes de fuera de la Iglesia y de las comunidades religiosas que esperan o exigen un papel más activo de la religión en la sociedad actual. Se espera o incluso se exige que los líderes religiosos participen activamente en temas políticos, que las iglesias y las comunidades religiosas tengan mayor responsabilidad en la vida de las personas. Este enfoque del papel de la religión es a la vez pragmático e idealista.
Deberíamos tener en cuenta, sin embargo, que la religión es una de aquellas cosas que la mayoría de la gente cree saber definir hasta que se le pide que explique lo que realmente es. Así pues, la religión es lo que todo el mundo piensa que es según crea o no en ella.
Se dice al respecto que la religión es la sumisión pacífica a un único Dios eternamente vivo, sabio, poderoso y misericordioso, el creador de todas las cosas (el islam); la religión pura e incontaminada delante de Dios es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas y guardarse sin mancha del mundo (Epístola de Santiago); se trata de un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a las cosas sagradas… (Émile Durkheim); es lo que el individuo hace con su propia soledad (Whitehead); la religión es la actitud humana hacia una pasión sacralizada que abarca a todos los seres —humanos o de otra índole—; es decir, creer en un cosmos, cuyo sentido incluye al hombre al tiempo que lo sobrepasa (Peter Berger); y es el opio del pueblo (Karl Marx).
Aunque estas y otras muchas definiciones de la religión nos aportan alguna idea sobre el factor religioso en la vida humana o en la historia del desarrollo humano, no nos hablan, sin embargo, del factor clave en la existencia de la religión o en la historia del desarrollo religioso. Lo que intento decir es que, en vez de preguntarse por el papel de la religión en la vida del hombre, es más adecuado preguntarse cuál es el papel del hombre en la vida religiosa. Esta pregunta en cierto modo contradictoria no debería confundirnos si aceptamos la premisa según la cual la religión es algo más que una jerarquía o burocracia religiosa. Al fin y al cabo, la religión es fe y moral; es vida humana y dignidad; la religión es un sentimiento personal de la vida a la vez que una forma de compartir el destino de forma colectiva; se la presupone libre del monopolio humano.
Es innecesario recordar que yo creo en la revelación de Dios o en Su intervención en la Historia porque es algo evidente dada mi profesión religiosa y de fe. Debería, sin embargo, subrayar que creo también en la intervención del hombre en la religión. No estoy abogando por ninguna idea caduca de positivismo histórico, al menos en materia de religión, pero sí quiero afirmar que se da una relación de interdependencia entre el hombre y la religión. No deja de ser extraño que los que descartan la idea de la intervención sobrenatural en la historia, especialmente en materia de vida religiosa, se pregunten ahora cuál es el papel de la religión en el mundo actual, como si ésta fuera algo que nuestra maquinaria artificial pudiera controlar. Esto no es posible porque la religión es más antigua que el hombre y porque en ella se da una confianza especial entre Dios y el hombre, sea cual sea su significado.
Es, por tanto, el hombre quien debería definir su posición en cuanto a sus actitudes religiosas y morales, y debería ser él quien satisficiera sus necesidades morales, que son tan antiguas como su propia existencia y tan importantes hoy como lo habían sido antes de caer en el pecado.
¿Cuál es la diferencia entre Adán y Sócrates? El primero había quebrantado la ley del Dios todopoderoso y, por lo tanto, tuvo que abandonar el pacífico Jardín del Edén y venir aquí, al turbulento jardín terrenal, mientras que el segundo había ofendido el nombre de los dioses de la mitología griega, por lo que decidió suicidarse. El primer pecado había traído una nueva vida humana a la Tierra porque Adán ofreció su sincero arrepentimiento. El segundo pecado, sin embargo, causó la muerte de un ser humano porque Sócrates rechazó aceptar el arrepentimiento. Estos dos relatos son historias humanas que nos hablan tanto de la humildad humana, que conllevó un nuevo sentido a la vida humana, como de la arrogancia humana, que despertó una antigua preocupación sobre los motivos para la muerte por suicidio de un ser humano. ¿De qué parte está hoy la postura de la humanidad? ¿De parte de la humildad que nos conducirá a un nuevo sentido de la vida humana en nuestro planeta después de los numerosos pecados que ha cometido o de parte de la arrogancia que nos conducirá a la vieja muerte por suicido? ¿Quiénes somos ahora? ¿Adán, que busca el arrepentimiento ante el Dios misericordioso, o Sócrates, que espera ser ejecutado ante el hombre sin misericordia?
De igual modo que la política es demasiado importante como para dejar solos a los políticos, la teología es demasiado valiosa como para dejar solos a los teólogos. No porque los políticos no sepan hacer política ni porque los teólogos no sepan apreciar los valores espirituales, sino porque todos deseamos conocer las respuestas, que están básicamente en manos de los políticos, a estas preguntas: ¿se puede sustituir el argumento del poder de las grandes naciones por el argumento del derecho de las pequeñas naciones? ¿Se puede sustituir el argumento del mito histórico por el argumento de la responsabilidad histórica? ¿Se puede sustituir el escaso compromiso político por el argumento del fuerte compromiso moral? ¿Se puede sustituir el argumento del comportamiento pecaminoso por el argumento del humilde arrepentimiento de Adán? ¿Se puede sustituir el argumento de la falsedad por el argumento de la verdad de Abraham? ¿Se puede sustituir el argumento de la venganza por el argumento del amor de Jesucristo? ¿Se puede sustituir el argumento de la injusticia por el argumento de la justicia de Mahoma?
Si uno tiene el monopolio del dolor, ¿por qué se niega el dolor de las víctimas? Si uno tiene el monopolio de la moralidad, ¿por qué no se aprecia la rectitud de algunas personas? ¿Por qué se premia a los que son malos ya que podrían ser peores? ¿Por qué se castiga a los que son buenos ya que podrían ser mejores? ¿Por qué se chantajea a los que son débiles a causa de su debilidad? ¿Por qué a los arrogantes se les hacen concesiones a causa de su arrogancia? ¿Están dispuestas las naciones ricas a compartir su riqueza con los países pobres? ¿Puede un hombre con el estómago lleno entender el dolor de la gente que pasa hambre? ¿Pueden los niños pobres compartir la felicidad de la educación y el éxito en la sociedad con sus iguales? ¿Pueden los refugiados volver a sus casas y compartir los beneficios de la seguridad y de la libertad con el resto del mundo sin racismo, xenofobia y discriminación? Y por lo que se refiere a los teólogos, todos nosotros podemos compartir con ellos estos valores fundamentales: el tiempo, el sentido de la vida y la muerte y el alma.
Estamos profundamente inmersos en los recuerdos de nuestro tiempo pasado, en la inmediatez de nuestro presente y en los sueños de nuestro futuro. No somos hijos del momento. Por lo tanto, cada uno de nosotros posee su propia historia personal y su recuerdo de su pasado. Y cada uno de nosotros tiene también sus propios recuerdos del futuro. El secreto del éxito consiste en compensar el recuerdo de nuestro pasado con un recuerdo del futuro. Todos nosotros perseguimos un sentido de la vida y de la muerte y todos estamos deseosos de disfrutar de los beneficios de la libertad, del derecho y de la dignidad porque no somos receptores pasivos de la vida. Y sentimos que tenemos una muerte, pero dos vidas. Intentamos no malograr ninguna de las dos vidas y esperamos encontrar la muerte gozando de buena salud espiritual.
Y tenemos alma porque no somos máquinas. Reímos y lloramos; obtenemos éxitos y fracasos; estamos satisfechos y estamos enfadados; tenemos esperanzas y miedos. En pocas palabras, somos seres humanos, no tan buenos como para ser ángeles sin pecado y no tan malos como para ser piezas inútiles del plan divino de la historia humana. Tenemos el alma que es capaz de confiar en la otra alma humana gracias al buen estado de la humanidad pero también tenemos el alma que puede desconfiar de la otra alma humana a causa del mal estado de la humanidad.
Todos mis recuerdos del pasado, mi emoción por el presente y mis «recuerdos» soñados del futuro tendrán un sentido claro en mi mente si se me permite confiar en mi patria Europa y si puedo explicar a mi hijo que no tiene que preocuparse por su futuro porque Europa es un lugar digno de confianza donde pueden vivir tanto judíos, cristianos y musulmanes como gente de otras creencias. Por lo tanto, os doy la sincera confianza de mi alma bosnia y musulmana esperando recibir en compensación la sincera confianza de una prometedora alma europea.
Una vez dicho esto, me gustaría que os unierais a mí ahora en una plegaria bosnia como un factor religioso importante para sanar los corazones rotos de la gente de Srebrenica que en un solo día, el 11 de julio de 1995, perdió a miles de sus seres queridos:
Te rogamos, Dios Todopoderoso,
que el dolor se vuelva esperanza,
que la venganza se vuelva justicia,
que las lágrimas del hermano se vuelvan plegaria,
que nadie ni nada vuelva a sufrir el horror de
Srebrenica.
Oh, Nuestro Señor,
no dejes que el éxito nos lleve a engaño,
ni que el fracaso nos haga desesperar!
¡Recuérdanos siempre que el fracaso es una
tentación que precede al éxito!
¡Oh, Nuestro Señor,
enséñanos que la tolerancia es el grado más alto
del poder
y que el deseo de venganza es el primer signo de
flaqueza!
¡Oh, Nuestro Señor,
si nos privas de nuestra propiedad, concédenos
esperanza!
¡Si nos otorgas el éxito,
danos también la voluntad de superar la derrota!
¡Si nos privas de la dicha de la salud,
danos la dicha de la fe!
¡Oh, Nuestro Señor
si ofendemos a la gente,
danos la fuerza de la disculpa!
¡Y si la gente nos ofende,
danos la fuerza del perdón!
¡Oh, Nuestro Señor
si nos olvidamos de Ti, no te olvides Tú de
nosotros! !!!Amén!!!