Las culturas del pastoreo en la cuenca mediterránea

Anne-Marie Brisebarre

Catedrática del Centre national de la Recherche scientifique (CNRS)

En la cuenca mediterránea, las actividades pastorales extensivas, a menudo basadas en la movilidad de los rebaños, constituyen culturas que la modernidad del sector no ha conseguido abocar a la desesperación. Una actividad fundamental de esas culturas es la trashumancia, según la cual los rebaños, conducidos por pastores, atraviesan grandes extensiones de tierra en busca de hierba fresca y agua. Así, los pastores son depositarios de una cultura y unas técnicas que siguen muy vivas, y que cumplen las expectativas de la sociedad en cuanto que practican una agricultura y ganadería respetuosas. Aunque la sabiduría y las destrezas del arte del pastoreo se hayan modernizado con el paso de los años, y los pastores tengan actualmente la posibilidad de formarse en escuelas especializadas, la trashumancia de la cuenca mediterránea se encuentra amenazada porque los pastos suelen ser un bien común, un patrimonio público sometido a las necesidades agrícolas o a la construcción inmobiliaria. Por esta razón, los países de la región deben considerar la trashumancia como una práctica milenaria fundamental para la tradición cultural, la economía y el respeto al medioambiente.


El viajero que atraviese los países mediterráneos, tanto del norte como del sur, e intente conocer un poco las culturas que los habitan, quedará impresionado por la importancia que estos otorgan a las actividades de pastoreo extensivo, basadas casi siempre en la movilidad de los rebaños. Este tipo de pastoreo, que implica una gran movilidad ya sea en forma de trashumancia o de nomadismo, ha sido estudiado por numerosos etnólogos y geógrafos que, a día de hoy, siguen mostrando un gran interés al respecto.

Aunque las especies y razas de animales domésticos que componen los rebaños muestran una gran diversidad, las investigaciones dejan muy claro que los hombres y las mujeres que crían y conducen el ganado en ambas orillas de la región mediterránea poseen los mismos saberes y comparten las mismas prácticas. La actual modernización de este sector profesional no ha abocado a la desaparición de estas culturas milenarias de pastoreo. El cordero, animal sacrificial por excelencia, es la especie más frecuente en la cuenca. En el este de la región, al norte de Irak, los arqueólogos encontraron hace tiempo los primeros restos de corderos domesticados, que se remontaban a la época entre los años 8000 y 8500 a.C.

Diversidad de las formas de pastoreo móvil

Trashumar —del latín trans (más allá) y humus (tierra)— significa atravesar tierras, a veces incluso fronteras, en busca de hierba fresca y agua para los rebaños, una actividad que resulta primordial en aquellas regiones que sufren periodos de aridez.

¿Qué diferencia hay entre la trashumancia y el nomadismo «clásicos»? El nomadismo se basa en el desplazamiento guiado por el apacentamiento de los animales, a cargo de una familia ganadera que vive en un hábitat móvil, una tienda en el caso de la región mediterránea, mientras que los rebaños trashumantes están conducidos por ganaderos o pastores asalariados que viven en cabañas o caseríos.

La trashumancia puede ser local, lo cual permite a los rebaños transitar durante unos pocos días de marcha los caminos de montaña (drailles y carraires en el sur de Francia; vías pecuarias y cañadas en España…) para alcanzar así el lugar de destino donde pasar el verano (trashumancia directa) o el invierno (trashumancia inversa). Otras trashumancias pueden necesitar más de un mes de tránsito, con paradas para que el ganado pueda pacer, como la emblemática trashumancia de la raza merina, gobernada por la Mesta, que transita la cañada real en España, al igual que en Grecia, Albania, Turquía o Irak… Algunos rebaños que viven en la media montaña efectúan una trashumancia llamada pendular, que les permite alcanzar los altos pastos para la veranada y los bajos pastos en invierno, huyendo así del frío y la nieve.

Tradicionalmente, la trashumancia se hace a pie; sin embargo, desde finales del siglo xix hasta los años setenta del siglo pasado, en algunos países del norte del Mediterráneo muy urbanizados los rebaños se desplazaban en tren hasta el pie de la veranada. Desde allí, un día de marcha permitía al ganado ovino aclimatarse a la altitud y empezar a pasar las noches al raso. Hoy en día, los camiones han remplazado al tren incluso en el caso de los nómadas del Marruecos oriental, que trashumaban a pie entre dos regiones bastante alejadas, pero han pasado a transportar el ganado en camiones (Mahdi, 2018).

Saberes y destrezas de pastoreo

En la obra colectiva que el ecólogo y zootécnico Michel Meuret coordinó en 2010, y que llevaba por título Un savoir-faire de bergers, dio voz a investigadores, técnicos de pastoreo y formadores, así como a numerosos pastores y pastoras, con el fin de demostrar que «los pastores son depositarios de una cultura técnica que sigue viva y responde a las expectativas de esta sociedad en cuanto que constituye una agricultura respetuosa con el entorno y los seres vivos». Una cultura que necesita pocas herramientas, y en la que el ojo y la mano del pastor desempeñan un papel fundamental.

A pesar de que, durante siglos, el futuro pastor ha aprendido su oficio desde la infancia en un ambiente familiar, hoy en día muchos hombres y mujeres neorrurales, la mayoría universitarios (sociólogos, ecólogos, ambientalistas, etc.) se forman como pastores de montaña en escuelas como la de Merle, en la Provenza francesa, especializada en trashumancia, o la Itsasmendikoi Artzain Eskola, en el País Vasco español.

Los saberes y las destrezas de los ganaderos y pastores son muy numerosos: además de conocer las destrezas zootécnicas (seleccionar a los ejemplares reproductores, acompañar en los partos, alimentar y abrevar, curar…), saben predecir el tiempo, conocen la calidad de los pastos, las buenas hierbas y las que son tóxicas para el ganado, etc. Hay todavía muchos de ellos que utilizan plantas medicinales para los cuidados diarios de las ovejas y la práctica de pequeñas operaciones quirúrgicas. Algunas técnicas, aprendidas a partir de la observación de los animales y acreditadas por el paso de los siglos en la mayor parte de los países mediterráneos permiten, por ejemplo, la posibilidad de que una oveja que ha perdido a su cría adopte a un recién nacido huérfano o rechazado por otra madre.

La «selección empírica», practicada durante siglos por los ganaderos, constituye el origen de las razas rústicas, adaptadas a la marcha y a los distintos territorios que recorren los rebaños, así como de la esperada producción (de leche, lana y carne). A estos criterios debemos añadir el estético (color, presencia y forma de los cuernos, etc.), que comparte toda la comunidad pastoral; se trata, pues, de una búsqueda identitaria del «ejemplar bello», cuyo nombre suele referirse a la región en que se cría o bien al grupo o la tribu en cuestión que lo ha originado (Ben Hounet, Brisebarre y Guinand, 2016).

Las amenazas que se ciernen sobre la trashumancia

A pesar de que los rebaños son propiedad del ganadero, en el conjunto de la cuenca mediterránea los pastos de trashumancia suelen ser «bienes comunes», es decir, propiedad de un pueblo, una tribu o una fracción de tribu. El gobierno de las rutas colectivos de la trashumancia se rige por el derecho consuetudinario, que fija las fechas de apertura y cierre con el fin de garantizar los recursos de la hierba, así como la igualdad entre los grandes y pequeños ganaderos. Es el caso, por ejemplo, del téligato griego (Koutsou, Ragkos y Karatassiou, 2019) y el agdal marroquí (Mahdi y Domínguez, 2009). El acceso a estas rutas viene a menudo acompañado de rituales de protección de los rebaños y pastores, así como de fiestas marcadas por el ritmo de los cencerros.

Actualmente, estas prácticas colectivas tradicionales están amenazadas por el cultivo y la construcción inmobiliaria, que ponen en peligro muchos de los pastos. En los lugares de hibernación, los ganaderos también corren el riesgo de ver las rutas de trashumancia sustraídas por los cultivos, la urbanización o la industrialización, como en el caso de Crau, en la Provenza francesa (Lebaudy, 2016).

Desde el regreso de los lobos a los Alpes, originado en el norte de Italia en los años noventa, los ataques a los rebaños de ovinos se han multiplicado, lo cual pone en peligro las funciones medioambientales del pastoreo extensivo (mantenimiento de la biodiversidad de la fauna y flora, lucha contra las avalanchas y los incendios…) y dificultan en gran medida el oficio de pastor de montaña.

Entonces, ¿dónde pastar? En la obra colectiva publicada bajo el título Le pastoralisme entre crises et adaptations nos hicimos esa misma pregunta, y para hallar posibles respuestas, confrontamos nuestras experiencias sobre el terreno en diversos países mediterráneos: Piamonte italiano, llanuras costeras de Valencia, Pirineo español y zonas de Provenza, Rumanía y el Kurdistán (Brisebarre, Lebaudy y Vidal González, 2018).

Patrimonialización de la trashumancia

El 28 de junio de 2011, la UNESCO añadió «los paisajes culturales del agropastoreo de los Causses y las Cevenas» a la lista del patrimonio mundial, lo cual ocasionó el siguiente titular de la agencia France-Presse: «Los pastores de los Causses y las Cevenas entran a forman parte del panteón patrimonial», y el subtítulo precisaba, a su vez: «En esta ocasión, no solo entran a formar parte del Patrimonio de la Humanidad las grandiosas extensiones de llanuras peladas y los poderosos macizos que forman la región de los Causses y las Cevenas, sino también el arte del pastoreo, que lleva milenios configurando este paisaje». El parque nacional de las Cevenas y el parque regional de los Grands Causses se encuentran en el centro del territorio elegido. En la mayoría países del norte del Mediterráneo hay muchos rebaños trashumantes que veranean en áreas protegidas.

Además del reconocimiento del «valor universal excepcional» de sus paisajes, los Causses y las Cevenas están considerados como una especie de observatorio de la evolución de los paisajes construidos a partir de las actividades de agropastoreo en el Mediterráneo. El Comité del Patrimonio Mundial ha recomendado a Francia que prosiga con sus iniciativas de ámbito internacional para promover otras candidaturas de otros sitios que reflejen respuestas culturales distintas y excepcionales asociadas a otras variantes del pastoreo mediterráneo.

El 2019 varios países, entre ellos Italia y Grecia, depositaron un informe ante la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, cuyo objetivo es presentar una candidatura conjunta y multinacional de inscripción de la trashumancia en 2021. Otros países, entre los que figuran Francia y Albania, se han adherido al proyecto.

Sin embargo, cabe preguntarse, como ya propuso hace años el experto Pierre Donadieu (2008), si la patrimonialización de los paisajes del agropastoreo mediterráneo, y en particular de aquellos nacidos de la trashumancia, constituye una necesidad de la memoria, lo cual supone correr un cierto riesgo de «museización» de unas prácticas que, aunque amenazadas, siguen muy vivas; o bien constituye una herramienta de mutación económica que permite el mantenimiento de dichas prácticas y el reconocimiento de su función medioambiental.

Y es que, a modo de conclusión, debemos afirmar que los pastores y ganaderos mediterráneos, orgullosos a la vez que preocupados por el bienestar de su ganado, no quieren que se les considere simples «jardineros del paisaje» en beneficio de las actividades turísticas.