La poeta libanesa Nadia Tuéni (1935-1983) fue una intelectual avanzada a su época que cantó a las mujeres de su país y les insufló mucha fuerza a través de su poesía, que ha inspirado a las libanesas de la época actual a la hora de tomar las riendas de su vida y enfrentarse a la sociedad de su país, dominada por el patriarcado, y reivindicar espacios, que, hasta ahora, estaban reservados únicamente a los hombres. Es el caso de las numerosas parlamentarias que lucharon en las primeras filas de la llamada Revolución de Octubre (2019-2021), o de las artistas (cineastas, pintoras, actrices, fotógrafas, etc.) que, a través de su obra creativa, reivindican la importancia de sus voces para denunciar y combatir las injusticias sociales que asolan el país. Algunas de ellas, sin embargo, se han visto obligadas a abandonar Líbano para poder expresarse con toda libertad y desarrollar su trabajo creativo; lo cual, en numerosas ocasiones, las ha llevado a obtener un gran reconocimiento en el ámbito internacional.
«Mujeres de mi país […]. Vosotras, que apaciguáis a la montaña, que hacéis creer al hombre que es un hombre, a la ceniza que es fértil, al paisaje que es inmutable / Mujeres de mi país, vosotras, que halláis lo duradero en el caos».[1] Nadia Tuéni, la gran poeta libanesa francófona, que llegó a convertirse en poeta del mundo, nacida en 1935 en las montañas libanesas, fue «la nueva mujer»[2] avanzada a su época, pero en consonancia con muchos lemas que llegarían más tarde, como Me Too, el Movimiento de Liberación de las Mujeres o tantos otros. Nadia Tuéni vivó su vida en una búsqueda permanente de su propio yo, de la poesía, del compromiso y de la rebeldía frente a la violencia, y muy pronto comprendió la importancia de celebrar el poder de las mujeres, sobre todo el de las «mujeres de (su) país». Sin embargo, también veía cómo ese poder les era usurpado en un Oriente Medio dominado por el sistema patriarcal, y también lo decía a su manera, como poeta e hija de diplomático. Ya en 1973, obtuvo el premio de la Academia francesa. Otras voces de escritoras libanesas, casi siempre francófonas, como las de Andrée Chédid o Vénus Khoury Ghata,[3] surgían y se alzaban ante el mundo en esa misma época e incluso antes, como es el caso de Laurice Schehadé. Mientras sus obras se daban a conocer, la única forma de rebelión de estas mujeres prolíficas era la escritura, que revela, en su misma esencia, la esfera íntima y personal y adquiere, además, una dimensión política. Y aunque todas esas grandes figuras literarias eran mujeres que aspiraban ferozmente a la libertad, que la disfrutaban en su vida privada y la reivindicaban mediante su pluma, todas ellas «aullaban (sin embargo) en silencio», parafraseando a Marguerite Duras.
Desde la Revolución de Octubre, las mujeres se han entregado en cuerpo y alma a sus reivindicaciones
En 2022, las mujeres libanesas, o más bien muchas de ellas, han dejado de «aullar en silencio», ya no murmuran, sino que se hacen oír de verdad, levantan la voz en las calles, en el Parlamento, en los escenarios. Están en primera fila desde la Revolución de Octubre para denunciar la corrupción de la clase política y reclamar los cambios necesarios, y no vacilan en usar su propio cuerpo como barrera entre las fuerzas del orden y los manifestantes y, en el caso de las periodistas, en poner su vida en peligro para dar testimonio de esas voces y propagarlas.
En la andadura de la revolución que resquebrajó el muro de miedo, las mujeres eligieron, sin esperar a que nadie les diera permiso, mezclarse en la vida de la ciudad y aspirar a una serie de funciones hasta entonces reservadas a los hombres. En mayo de 2022, fueron 157 las que se presentaron a las elecciones legislativas (15% de las candidaturas), de las cuales ocho entraron en el Parlamento, un ruedo corrompido por los señores de la guerra y la posguerra, así como por una ley electoral hecha por todos ellos a su conveniencia. Numerosos ciudadanos votaron a esas mujeres altamente cualificadas que, en muchos casos, no eran de su misma confesión ni comunidad. Incluso en la zona de las montañas drusas, tradicionalmente muy conservadora, se derrumbaron las fracturas confesionales, los antiguos esquemas y las leyes atávicas, sin duda gracias a la personalidad y credibilidad de todas esas mujeres.
Mujeres hechas a sí mismas entran en el Parlamento
Najat Aoun Saliba, profesora en la Universidad Americana de Beirut, doctora en química atmosférica, diplomada en Estados Unidos y laureada, entre otros, con el prestigioso premio L’Oréal-UNESCO «La Mujer y la Ciencia», se vio obligada a interrumpir sus estudios universitarios durante la guerra de Líbano con ocasión de la masacre de Damour en 1975, su pueblo natal, para hacerse cargo de las necesidades de su familia, que no había tenido otra alternativa que la huida. Gracias a que logró con vencer a su abuelo, un hombre abierto y progresista, para que la dejara proseguir los estudios en Estados Unidos, pudo llegar a lo más alto de su carrera en una época en que las mujeres no se planteaban entrar en la universidad, y menos aún desplazarse a otro país para tal fin. Hoy en día, la recién elegida parlamentaria, activista sexagenaria entregada a la causa ecológica, concentra en su figura muchas esperanzas. Según sus propias palabras, fue la rabia que sintió el 4 de agosto de 20204 con ocasión de la doble explosión en el puerto de Beirut, que puso de luto a la población y arrasó la ciudad, lo que la impulsó, junto a varias compañeras, a salir del mundo enclaustrado de la universidad para comprometerse con sus ideas políticas. Halimé Kaakour, otra mujer hecha a sí misma, graduada en Derecho público y en derechos humanos de cuarenta y siete años, y profesora en la Universidad de Saida, en el sur de Líbano, también resultó elegida en la zona de las montañas. La prioridad de la nueva parlamentaria es la transmisión de la nacionalidad de las libanesas a sus hijos y la cobertura universal de la sanidad. En efecto, en el Líbano del siglo xxi, las mujeres que se broncean en las playas desvelando alegremente sus atuendos, ya sean cristianas o musulmanas, científicas, actrices o abogadas, figuras públicas o no, no pueden, en ningún caso, transmitir la nacionalidad a sus hijos, mientras que un hombre casado con una mujer extranjera sí puede hacerlo. Lo mismo ocurre en el caso de muchas otras leyes injustas con las mujeres sobre la sucesión, el divorcio, etc., aún regidas, hoy en día, por las leyes comunitarias. Halimé Kaakour no oculta su inclinación por la laicización del estatuto personal y, sobre todo, por la instauración del matrimonio civil, postura que le ha merecido ataques inmediatos y virulentos de los religiosos de Dar el Fatwa, la mayor instancia sunita. Sin embargo, la diputada no parece dejarse achantar por esas críticas y esos ataques, pues, al igual que sus compañeras, está muy concienciada acerca de su misión y sus ideales de justicia social. Después de haber visto esta última tan salvaje y constantemente vapuleada, en los últimos años, en el país de los cedros, estas mujeres han decidido consagrar todas sus fuerzas vitales a la causa sin que nada pueda frenarlas y amarrarlas, en el contexto de un Oriente Medio donde frenar y amarrar a las mujeres es costumbre nacional. Todas ellas han decidido firmemente entregar esas fuerzas vitales al servicio de los demás.
Las mujeres lideran la lucha por la justicia y la justicia social
Al tiempo que se manifiestan públicamente, las libanesas se pasan día y noche cocinando para los compañeros que están permanentemente protestando en la plaza de los Mártires para insuflarles ánimos, fuerzas y ternura, todo ello muy necesario para llevar a cabo la misión que se han impuesto. Llevan meses y meses cocinando miles de platos calientes para los voluntarios que limpian y arreglan la ciudad, asolada por la explosión del 4 de agosto, así como para las familias devastadas por la guerra. Ellas también fueron las que reclamaron justicia cuando aún lloraban la muerte de sus hijos o sus hermanos, asesinados o muertos a causa de la explosión. Pese a todo el dolor que sentía, Tracy Naggear, madre de Alexou, de tres años, muerto a causa de la explosión, decidió sacar fuerzas de flaqueza y, con el apoyo de su marido, agrupar a las familias de las víctimas y organizar juntos la lucha para que se haga justicia, ya que, después de dos años, las resoluciones e iniciativas prometidas son papel mojado en manos de una mafia que no deja de asesinar por todo el país. Tracy Naggear también empleó a fondo sus energías antes de las elecciones legislativas de mayo de 2022, para insuflar la voluntad de acudir a las urnas por el cambio a los ciudadanos insensibilizados o pasivos. Años antes, en el marco de otra tragedia humana libanesa, otra mujer, Wadad Halwani, vio cómo su marido desaparecía, secuestrado junto a otros diecisiete mil libaneses,[5] y decidió fundar el Comité de Familias de los Secuestrados y Desaparecidos para erigirse en portavoz de todos ellos. Desde entonces, cientos de madres, hermanas o hijas de desaparecidos acuden diariamente, desde hace muchos años, a las tiendas permanentes plantadas muy cerca de la sede de la ONU para reclamar la verdad. Estas heroínas de lo cotidiano han ido envejeciendo, y algunas ya han fallecido sin poder hallar el alivio que podrían aportarles la justicia o el conocimiento de la verdad. Aun así, todas ellas habrán consagrado su vida a perpetuar la memoria de los suyos y reclamar y a defender una causa justa.
Así, desde siempre y mucho antes de la generación que sostiene su visibilidad mediática gracias a las redes sociales, ya eran las mujeres quienes, mientras los hombres luchaban en la guerra o se ocupaban de los asuntos de la posguerra, no escatimaban esfuerzos en desarrollar las estructuras necesarias para los cuidados, para alimentar, acoger, educar o criar a los abandonados por un sistema cuyas carencias de seguridad social y ayudas a los más vulnerables son flagrantes y notorias.
Compromiso social y sociedad civil. Las mujeres libanesas, artesanas de la vida y el diálogo
Fueron dos mujeres las que, con el apoyo del presidente de la República, crearon en 1960 el Instituto para la Reeducación Audio Fonética, una institución destinada a acoger a las personas sordomudas, que acabó convirtiéndose en una empresa social muy importante, al igual que Sesobel, creada en 1976 por una enfermera y asistente social y consagrada al cuidado de los niños con discapacidades. Otras enfermeras y mujeres fuertes con guantes de terciopelo presiden, desde su creación en 1945 y durante varias décadas, la Cruz Roja libanesa, que cumplió una función esencial durante la guerra de Líbano. Y fue una mujer, Farida Younan, enfermera jefa de servicio quien, en 1998, tomó la iniciativa de crear la Asociación Libanesa de Donaciones, con el propósito de fomentar la donación de órganos y, con ello, salvar vidas. Esta asociación se convertirá, un año más tarde, en la Organización Nacional para la Donación y el Trasplante de Órganos y Tejidos. En un país en que la religiosidad, las creencias múltiples y el mercantilismo siempre interfieren en las grandes decisiones, Farida Younan y sus acólitos tuvieron que hacer acopio de una gran perseverancia y entrega para que un proyecto de semejante envergadura se convirtiera en realidad. Lo mismo ocurrió a Zeina Daccache,[6] actriz y dramaterapeuta que, en 2007, a la edad de veintiséis años, se lanzó a emprender un proyecto de lucha contra los poderes públicos, caracterizados por una gran indolencia para introducir la dramaterapia en las prisiones. En las prisiones más lúgubres, esta mujer de musculosos brazos ha podido desarrollar su teatro y ofrecerlo como un arma de redención, a la vez que de militancia, a los presos: las obras representadas por estos, tanto en las prisiones de hombres como de mujeres (de las cuales, muchas llevan años a la espera de juicio, casi siempre por cuestiones de desobediencia al orden patriarcal), así como en las alas reservadas a los llamados «enfermos mentales», que acuden a ver numerosos magistrados, parlamentarios, periodistas y otros miembros activos de la sociedad civil, sacuden numerosas conciencias, lo cual favorece los cambios en las leyes y la reducción de las penas. Los documentales de esta artista terapeuta y militante, como Blue Inmates o Scherazade Diaries, arrojan una luz sobre causas eminentemente humanas y han obtenido varios premios importantes en festivales de cine del mundo entero.
Al derribar las fronteras de la división, la estigmatización y el miedo, al aventurarse en zonas no controladas o bien en terrenos tradicionalmente masculinos, Zeina Daccache, al igual que Léa Baroudi o Nayla Tabbara,[7] fundadoras, respectivamente, de las ONG ONG March y Adyan, o Lina Abyad,[8] directora de cine, como muchas otras amazonas, son las actrices de un nuevo diálogo social. Así, las mujeres libanesas del siglo xxi están rompiendo numerosas barreras al romper, sobre todo, su silencio, la ley del silencio instaurada en el país; al expresar su rebelión, su dolor, pero también su amor, y al atreverse a llamar al diálogo una y mil veces.
Las artistas libanesas se liberan revelando todo su talento tras la explosión del 4 de agosto
A eso mismo se dedican, también, las artistas libanesas, sobre todo después de la explosión del 4 de agosto, como si la enormidad del mal acontecido hubiera liberado, de repente, las fuerzas vitales y el deseo de recordar, sin duda porque, tal y como escribe Nadia Tuéni: «El arte […], cuando está en manos de auténticos creadores consiste, sobre todo, en afrontar un destino».
Nadine Labaki, Joanna Hadjithomas, Fadia Ahmad, Myriam Boulos y Marie-Noëlle Fattal, cineastas y fotógrafas, ponen a prueba las piernas y las cámaras para ofrecer testimonio, al mismo tiempo, de la violencia y la belleza, del sufrimiento y la solidaridad, de la vida y la universalidad. Con Capharnaum, Nadine Labaki llevó a lo más alto al cine libanés en el Festival de Cannes de 2018; Memory Box, de Joanna Hadjithomas y Khalil Joreige, una película sobre el exilio, la memoria, los recuerdos de la guerra y todo lo que ello conlleva, también se paseó por los festivales internacionales en 2021, así como Beirut, the aftermath, el primer documental de la fotógrafa Fadia Ahmad sobre la explosión del 4 de agosto.
Incluso cuando ruedan sobre temas difíciles, las mujeres dejan que se filtren rayos de ternura. Necesitan celebrarse y también revelarse. Muchas de esas artistas, tanto de las generaciones más jóvenes como de las anteriores, decidieron dar a conocer su trabajo después de la fatídica explosión del 4 de agosto. Así, Marie Noëlle Fattal reveló su pasión por Beirut en su primera exposición en solitario, Éphémères, y ya prepara la publicación de su segundo libro después de Beirut Footsteps[9] para este año 2022. Por su parte, la joven Myriam Boulos, nacida en 1992, reveló su magnífica capacidad artística con ocasión de la Revolución de Octubre de 2019: «Actualmente, busco arrojar una luz sobre las cosas que nos oprimen y están normalizadas, cuando no debería ser así», explica la fotógrafa, que desde entonces trabaja para la prestigiosa agencia Magnum. Así es como muchas de estas artistas acaban traspasando fronteras.
Esta expresión, traspasar fronteras, muchas veces no es en sentido figurado, sino literal. Aunque la pauperización y la profunda crisis que atraviesa el país han llevado a muchas artistas a salir de él, paradójicamente, esas mismas situaciones tan difíciles les han permitido alzar su voz y obtener grandes reconocimientos en el ámbito internacional: Aida Sabra, gran comedianta sexagenaria de voz firme, triunfa en el Théâtre de la Colline de París con la obra Mère, del célebre dramaturgo franco libanés Wajdi Mouawad. A partir del otoño de 2022, hay varias giras previstas de Mère. Khouloud Yassine baila con su espectáculo Héros en todos los escenarios franceses, y las bienales de arte y arquitectura de Venecia acogen a artistas y arquitectas libanesas como Danielle Arbid, Hala Wardé o Lina Ghotmeh,[10] la cual, afincada en París y laureada con prestigiosos premios, entre ellos el Schelling Architecture Award, forma parte, según la European Architecture Review, de las «diez arquitectas visionarias para la nueva década». Las tres están afincadas en París, pero su obra se nutre de su «libanidad»: no se trata de una pertenencia anodina, en tanto en cuanto comprende las vivencias de la guerra.
En el pasado, muchas artistas se veían obligadas a abandonar el orden patriarcal libanés para poder ser quienes eran, para expresarse y consagrarse plenamente a su trabajo creativo. Ahora sitúan sus creaciones y se dan a conocer a partir de Líbano (tanto como lugar de origen y ubicación como de material artístico), en algunos casos con el apoyo de sus parejas. Nadia Tuéni escribió: «Algunos seres te obligan a superarte, y eso es lo más bello de un verdadero encuentro, ese afán de superación continua ». A esa misma superación, a redescubrir el poder de lo femenino, nos invita Andrée Fattal, una de las primeras mujeres graduadas en la Academia Libanesa de Bellas Artes, reconocida escultora que no ha cesado de cultivar la belleza, la acogida y la alegría a lo largo de su trayectoria. Sus desnudos algo abstractos y voluptuosos, que pueden contemplarse en la Universidad Americana de Beirut con ocasión de su última exposición, «Mother Earth»,[11] entablan un diálogo con las antiguas diosas de la fertilidad, conjurando la violencia y lo que no se ha dicho, y celebrando la vitalidad de lo femenino a través de todos los tiempos. La artista, que ya ha expuesto en lugares como París, Bruselas o Nueva York antes de Beirut, concibió y trabajó sus desnudos en su país natal, donde el cuerpo sigue siendo un tabú sujeto a las constricciones sociales, y ha acabado por expresar en completa libertad sus «nuevas mujeres», arquetipos, simplemente, de las mujeres antiguas. Mujeres marinas y sensuales que tienen el don de desplazarse y anclarse al mismo tiempo por todas partes.
Notas
[1] Nadia Tuéni, « La prose », Œuvres Complètes, Éditions Dar An-Nahar, 1987.
[2] Según el título de su conferencia en Dar el Fann en 1970, publicada en « La prose », Œuvres Complètes, Éditions Dar An-Nahar, 1987
[3] https ://www.agendaculturel.com/article/Livre_Venus+Khoury+Ghata_inlassable_pelerin_des_lettres_et_de_l_humain_La_litterature_ne_meurt_jamais
[4] La tercera explosión nuclear más grande de la historia, después de la de Hiroshima.
[5] Diecisiete mil libaneses desaparecieron durante la guerra de Líbano, en la época en que Siria controlaba el país. Hoy en día, las dudas sobre su suerte aún no se han esclarecido.
[6] https ://www.freiheit.org/sites/default/files/2021-01/the-women-of-lebanon-zeina-daccache-fnf.pdf
[7] https ://www.freiheit.org/sites/default/files/import/2020-12/24973-thewomenoflebanon-naylatabbarafnf.pdf
[8] https ://www.freiheit.org/sites/default/files/2021-05/the-women-of-lebanon-lina-abyad-fnf.pdf
https://www.agendaculturel.com/article/Scene_Lina+Abyad_un_amour_de_theatre_Le_public_le_sent_ma_libert_eest_la_sienne
[9] Instagram @BeirutFootsteps
[10] https ://www.agendaculturel.com/article/Tendances_Lina+Ghotmeh_architecte_de_l_hybride_Le_Liban_n_y_est_pas_pour_rien
[11] Exposición celebrada entre marzo y mayo de 2022 y dedicada a su hermana, fallecida a causa de la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020.