Romper las barreras: las mujeres en auxilio del clima

Soukaina Bouraoui

Directora del Center of Arab Women for Training and Research (CAWTAR) y presidenta de la Fondation des
femmes de l’Euro-Méditerranée

Durante la pandemia de la Covid-19, a lo largo y ancho del planeta, las mujeres demostraron su coraje y su compromiso con la sociedad movilizándose para preservar millones de vidas, especialmente en los países en vías de desarrollo. Además, su papel en la gestión del cambio climático resulta fundamental —tal y como han reconocido instituciones internacionales como Naciones Unidas— para que el planeta pueda hacer una transición pacífica y razonable a un mundo más ecológico y respetuoso. Así, las iniciativas gubernamentales que trabajan en este sentido deben situarse en un primer plano político y social, como la Fondation des Femmes de l’Euro-Méditerranée, y también las asociaciones civiles que constituyan un ejemplo de buenas prácticas en la gestión del cambio climático con perspectiva de género, como Solutions Genre et Climat – COP26-2021 – Women & Gender.


Las cuestiones vinculadas al cambio climático han invertido por completo el paradigma concerniente al papel de las mujeres, a la vez que han puesto en evidencia su función transformadora. Las mujeres ya no se consideran personas de segunda clase, y tampoco víctimas a las que hay que socorrer o para las que hay que elaborar pequeños proyectos sin importancia. Muy al contrario, las mujeres se han convertido en un eje central de las estrategias que deben implantarse para luchar contra el calentamiento del planeta, actrices inevitables a la hora de reducir el impacto del cambio climático.

Esta importancia explica que la lxvi sesión de la Comisión de ONU Mujeres, celebrada en Nueva York en marzo de 2022, haya elegido como tema central de trabajo «La igualdad de género en el contexto de la emergencia climática».

Este posicionamiento se justifica, además, en tanto en cuanto la pandemia de Covid-19 ha demostrado, a lo largo y ancho del planeta, que las mujeres no solo han asegurado los servicios de salud de los hospitales y espacios homólogos, sino que, además, han desempeñado un papel fundamental en la seguridad alimentaria de sus familias y sus países, sobre todo en los países en vías de desarrollo.

Para contemplar este cambio de paradigma como se merece, me basta recordar mi larga experiencia laboral en favor de la autonomía de las mujeres. Hace más de veinte años, empecé a trabajar como directora general de una institución consagrada a la investigación, la documentación y la formación de mujeres en Túnez: el Centre de recherches, d’études, de documentation et d’information sur la femme. Las cuestiones más preocupantes para nuestros gobiernos y nuestras sociedades eran, por una parte, las condiciones de vida de las mujeres rurales y, por otra, el posicionamiento político de las mujeres.

Más concretamente, buscábamos el modo de mejorar las condiciones de vida de esas mujeres a través de la elaboración de proyectos específicos para actividades generadoras de ingresos, pero vinculábamos muy poco esos proyectos con el contexto de los cambios que tenían lugar en el mundo o las cuestiones relativas al futuro de nuestro planeta. Y cuando hablábamos de valores universales, era para reconocer los derechos humanos de las mujeres, el acceso de estas a los servicios esenciales y la igualdad de sexos en las leyes y la realidad cotidiana.

Hoy en día nos encontramos en un mundo muy distinto, un mundo que exige estrategias de respuesta a emergencias planetarias como la crisis climática, la contaminación, la desertificación o la pérdida de biodiversidad. Todas estas cuestiones están estrechamente relacionadas con las pandemias, como bien nos ha demostrado el Covid-19.

Se trata, en efecto, de un mundo cuyos desafíos se conjugan a partir del concepto clave de riesgo mayor, y se desarrollan alrededor de los conceptos de adaptación, vulnerabilidad, reducción, exposición o resiliencia, que solo pueden ser eficientes si se encuentran vinculados a la justicia —especialmente, la justicia climática— y a la igualdad de género.

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ratificó todas estas ideas con las siguientes palabras: «En todos los ámbitos, la voz, los derechos y la contribución de las mujeres es incontestable a la hora de construir las economías sólidas y las sociedades resilientes del futuro, precisamente cuando, en todo el mundo, las mujeres y las niñas siguen siendo ampliamente excluidas de los puestos de toma de decisiones». Y añadió, asimismo, que «solo un tercio de las funciones que implican la toma de decisiones en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París se atribuye a las mujeres, y solo un 15% de los ministros de Medioambiente son mujeres». Asimismo, solo un tercio de los 192 puestos directivos energéticos nacionales tiene en cuenta el factor de género. Según el secretario general, dicha situación demuestra que seguimos sufriendo los efectos de un patriarcado milenario que excluye a las mujeres e impide que sus voces se oigan: «No vamos a conseguir ninguno de nuestros objetivos si no respetamos la igualdad de género».

Así, el género y el papel de las mujeres, a partir de ahora, desempeñan una función transformadora y esencial no solo para la salud y el bienestar de las familias, sino también con respecto a la seguridad climática y la transición energética.

¿Y por qué debe ser así?

La respuesta está en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que señala: «El empeoramiento del cambio climático golpea más duramente a las personas más vulnerables, empezando por las mujeres y las niñas». Así pues, solo las acciones que incidan específicamente en situar a las mujeres en los puestos de toma de decisiones, afín de que puedan ejercer un liderazgo transformador, podrían redefinir el concepto de desarrollo y estar en sintonía con los diecisiete objetivos de la Agenda 2030.

Las mujeres tienen un enorme poder transformador, como hemos podido ver con ocasión de la pandemia del Covid-19 en todos los países, incluido el mío, Túnez. Fueron las mujeres las que se movilizaron, las que sacaron fuerzas y pasaron a la acción pese al gran incremento, muy bien medido y documentado, de la violencia ejercida contra ellas y sus hijas, pese a los matrimonios forzados y la ausencia o el declive de los programas de planificación de nacimientos, así como el aumento de embarazos no deseados.

Para ser optimistas, digamos que existen soluciones, y que deberían apoyarse y multiplicarse las iniciativas en este sentido. Para ello, resulta esencial un mayor conocimiento del Acuerdo de París con respecto a los derechos de las mujeres y las niñas, puesto que dicho acuerdo puede constituir una base de iniciativas concretas, presupuestadas y financiadas.

El secretario general de Naciones Unidas ha presentado ejemplos de medidas concretas con el objetivo de situar a las mujeres y las niñas en el centro de la política climática y medioambiental. Sima Sami Bahous, responsable de ONU Mujeres, ha emplazado a hallar soluciones energéticas y una economía azul con enfoque de género, pues declara esencial el acceso de las mujeres a los 24 millones de nuevos empleos potenciales en el sector verde. Así, afirma que las mujeres y las niñas deben situarse en el centro de la política climática y medioambiental porque son «multiplicadoras de soluciones». La Unión Europea también ha lanzado un programa de género y clima muy inspirador.

Algunos países han puesto en marcha estrategias con enfoque de género en el seno de políticas medioambientales para asegurar la transición hacia una economía baja en carbono, ámbito en el que las mujeres pueden tener mucho peso, como ha demostrado el premio que se concede, desde hace cinco años, por su papel en la reducción de carbono: el Premio a las mujeres en la transición energética, organizado por Andera Partners y GreenUnivers, que reconoce la labor de veinte mujeres destacadas en los ámbitos de las energías renovables, el hidrógeno verde, la renovación energética, la movilidad sostenible o la economía. Un jurado de profesionales lleva a cabo una rigurosa selección entre las más de cien candidaturas recibidas.[1]

Es muy importante recordar todas estas iniciativas de la sociedad civil femenina y feminista, así como las buenas prácticas ya existentes, como las de Solutions Genre et Climat – COP26-2021 – Women & Gender.[2] Esta organización, fundada en 2009, goza del estatuto de observador de la sociedad civil entre los nueve grupos de actores de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CCNUCC). Se trata de una asociación muy activa que ha establecido tres categorías de premios a las mejores propuestas en torno al problema de género y clima. El primero se centra en las soluciones técnicas; el segundo, en las soluciones no técnicas y el tercero, en las soluciones transformadoras.

La publicación digital citada ofrece buenas prácticas instauradas en numerosos países de todo el mundo. Sin embargo, algunos de ellos no son como el mío. Mi deseo es que esos países ausentes del repertorio de buenas prácticas encuentren su lugar en él; o mejor aún, que cada país pueda disponer de un inventario propio de buenas prácticas con respecto a la justicia climática.

En su proyecto de diagnóstico del terreno, la Fondation des Femmes de l’Euro-Méditerranée (FFEM) ha saludado ciertas iniciativas en favor del clima; así, un número especial del boletín de la FFEM destacó el trabajo de la Association La Ruche, situada en el sur de Túnez, en la salvaguarda de los oasis en el contexto del cambio climático.

En febrero de 2022, con ocasión del Forum des Mondes Méditerranéens de Marsella, la FFEM destacó, asimismo, el trabajo de las asociaciones argelinas en favor de la conservación de las culturas y las especies endémicas más resistentes del clima magrebí. También se valoró, en el mismo contexto, el notable trabajo de las asociaciones marroquíes, muy activas con ocasión de la Cumbre del Clima de Marrakech (COP 22).

Sí, es necesario romper las barreras, afín de que la justicia climática no pueda ser justa si no es igualitaria.

Notas

[1] En cuanto a los criterios, se basan en las acciones y los logros realizados a lo largo del año en cuestión, como bien explica el enlace siguiente: https://www.greenunivers.com/2022/03/20-femmes-au-coeur-de-la-transition-energetiqueen-2022-282434/.
[2] https://womengenderclimate.org