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Coedición con Estudios de Política Exterior
El coste del conflicto en Oriente Próximo
Se estima que una paz duradera aumentaría los ingresos en 4.400 dólares por hogar israelí y entre 500 y 5.000 por hogar árabe.
Sundeep Waslekar
Cuando el presidente Barack Obama decidió llamar a los líderes de Oriente Próximo en su primer día en el cargo, renacieron las esperanzas. En su primera semana, el nombramiento del senador George Mitchell, como enviado especial para Oriente Próximo, se recibió como una nueva promesa para una región devastada por el conflicto desde hace seis décadas. Sin embargo, la situación ha ido a peor. Una difícil coalición en Israel está agitando el fantasma de un Estado religioso. Una difícil tregua entre las dos facciones políticas palestinas está debilitando el proyecto de solución de dos Estados.
El conflicto árabe-israelí está contribuyendo a una división entre los países árabes y ensanchando la brecha entre Occidente y la población musulmana de todo el mundo. Mientras que un cuarto de millón de colonos de Cisjordania y otro cuarto de millón de árabes seguidores de grupos extremistas, se benefician del conflicto, las pérdidas se han extendido a más de una cuarta parte del mundo. Está costando demasiado tiempo alcanzar la paz en Oriente Próximo. Cada día que no lo logramos, incrementamos los costes del conflicto para nosotros, nuestros futuros hijos e, incluso, para nuestro entorno. Es hora de romper con el pasado. Es hora de avanzar.
Un informe del Strategic Foresight Group (SFG), que comenzó a funcionar bajo el auspicio de las Naciones Unidas a principios de 2009, ha estimado que la región ha perdido la oportunidad de aumentar sus ingresos en alrededor de 12 billones de dólares desde 1991, tanto por el conflicto entre israelíes y palestinos, como por Líbano e Irak. De haber habido paz en las últimas dos décadas, los ingresos por hogar en la región hubieran sido el doble. En el caso de Irak, esos ingresos habrían sido cinco veces mayores. La pérdida de vidas humanas es aún más trágica. Los palestinos muertos en las dos intifadas y en la crisis de Gaza en enero de 2009 por ataques israelíes, superan los 10.000. Cerca de 1.000 ciudadanos israelíes han sido asesinados en ataques extremistas desde el lado palestino. Los fallecidos en las dos guerras del Golfo oscilan entre los 250.000 y el medio millón de personas. Los costes en vidas humanas no están sólo referidos a las muertes. Aquellos que sobreviven, viven entre la humillación y el miedo.
La pérdida de 12 millones de horas por personas al año de los palestinos en 600 check-points, resulta una humillación. ¿Cómo podríamos medir la agonía sufrida por esta gente, especialmente por mujeres y niños? Los distintos conflictos han provocado la pérdida de la infancia en la región. En muchas zonas del conflicto, entre el 30% y el 50% de los niños no van al colegio. Aquellos que se atreven a hacerlo, se exponen al desarrollo de una mentalidad insegura y agresiva. Nuestra absoluta incapacidad de proporcionar a nuestros hijos un clima de esperanza, está alimentando un círculo vicioso de inseguridad, venganza y violencia. Oriente Próximo destaca por ser la región que más recursos destina a defensa. Algunos países –Israel, Irán y Arabia Saudí– gastan más del 10% del PIB en armas.
En términos de gasto militar proporcional sobre el PIB, los países de Oriente Próximo son comparables a Eritrea, Burundi y Afganistán. ¿Es éste el grupo de naciones con las que árabes e israelíes quieren asociarse, los mismos que han desempeñado un excelente y glorioso papel en el desarrollo de la medicina, el álgebra y la astronomía a lo largo de la historia? ¿Se puede medir el orgullo de una nación sobre la base de unos pocos asentamientos y atentados con hombres-bomba o por abanderar el avance de la civilización humana? Un coste importante del conflicto es el concepto mismo de orgullo en la región. El entorno está dañado. Olivos, palmeras, cítricos y viñas han sido destruidos por las guerras. El SFG estima que un conflicto similar a la primera guerra del Golfo supondría un total de emisiones de carbono de, aproximadamente, el 5% de las emisiones anuales mundiales. Y no sólo la gente de Oriente Próximo sufre.
La incapacidad de resolver los conflictos en la región ha fortalecido las tendencias extremistas en otros países de Asia. Esto ha contribuido a una mayor desconfianza entre Occidente y algunas sociedades islámicas, dando lugar al terrorismo global. Debemos actuar rápidamente. Podemos empezar con un acuerdo de paz duradera entre israelíes y palestinos. Debemos crear un Estado palestino viable y una sociedad israelí segura sobre la base de las fronteras definidas en 1967. Debería ser posible encontrar una solución pragmática para los colonos de Cisjordania y el regreso de los refugiados palestinos, con una inversión de unos 100.000 millones de dólares. Los rendimientos serían inmensos. El SFG estima que una paz duradera podría incrementar los ingresos por hogar israelí en unos 4.400 dólares anuales, y entre 500 y 5.000 dólares para el resto de hogares árabes, dependiendo de ciertos factores económicos.
La región sería capaz de hacer frente a las necesidades básicas humanas. La mayoría de los países de la zona está aún por debajo del umbral aceptable de acceso al agua potable. Necesitamos planes integrales de desarrollo para el acceso al agua que requieren la cooperación entre Israel, un futuro Estado palestino, Jordania, Siria, Irak, Líbano y Egipto. Sólo podremos ofrecer imaginativas y ambiciosas soluciones para la crisis del agua sobre la plataforma de la paz, la cooperación y la confianza. Israel y Jordania han dado un tímido paso en su esfuerzo por conectar el mar Rojo con el mar Muerto. Turquía puede trasvasar entre 3.000 y 4.000 millones de metros cúbicos de agua excedente hacia el oeste y hacia el sureste de Siria e Israel, si Siria se compromete a una paz duradera con Turquía y si Israel acepta compartir agua con un Estado independiente palestino y con Jordania. El agua puede desempeñar un papel fundamental en la construcción de la paz, tal y como el carbón y el acero lo hicieron en una Europa asolada por la guerra.
Una solución al conflicto palestino-israelí satisfactoria para todas las partes allanaría el camino para terminar con el boicot económico del mundo árabe contra Israel. Esto ayudaría tanto a los países árabes como a Israel a incrementar el comercio en cerca de 10.000 millones de dólares anuales. Podrían construirse nuevas líneas de ferrocarril desde Ammán hasta Haifa y un aeropuerto de uso conjunto en Eilat y Aqaba. Podríamos, incluso, llegar a soñar en la conexión de Ammán al Canal de Suez. Una paz global haría posible para Siria conectarse con el Mediterráneo, y al Sinaí y Gaza suministrar gas a Israel e, incluso, más allá, y también la expansión de la zona económica hasta Turquía. Cuanta más confianza se construya entre las personas, más podremos estrechar nuestros horizontes hacia la transferencia tecnológica y proyectos conjuntos que puedan dar empleo a millones de jóvenes. La promesa de paz y cooperación es infinita. Sin embargo, nuestra visión no debe ceñirse sólo a lo económico.
El mayor reto para esta región es superar la falta de dignidad y el sentimiento de inseguridad. También debe llamar a nuestro espíritu de cooperación el hecho de que una vez árabes y judíos estuvieron juntos y a la vanguardia del conocimiento y la civilización humana. Su inherente capacidad de coexistencia y cooperación, demostrada durante 1.500 años, debe guiar el futuro. El SFG ha identificado terribles riesgos para toda la zona si la paz no se alcanza pronto. En juego no está sólo nuestro bienestar, sino también nuestra supervivencia. Tenemos que elegir entre los peligros de la devastación y la promesa de paz. Necesitamos una paz duradera no sólo por el miedo o la supervivencia; la necesitamos porque la esperanza es posible.
Hay palabras más que de sobra para encontrar soluciones factibles a los conflictos en Oriente Próximo en la plétora de documentos y borradores de acuerdos. Ahora necesitamos convertir las palabras en hechos. No deberíamos aceptar más los incesantes costes del conflicto en Oriente Próximo. Es hora de avanzar.