Egipto busca su futuro

Mientras el partido en el poder se inclina por Gamal Mubarak como sucesor de su padre, se multiplican las voces en contra de lo que consideran una situación insostenible.

Randa Achmawi

Para Egipto, el otoño de 2009 se revela como una verdadera temporada de replanteamientos. Tras el verano, los egipcios aguardan impacientes que se refresque el ambiente, pero este año, por lo visto, se enfrentan a lo peor. El aire se ha vuelto irrespirable, a raíz de la famosa nube negra que se apodera de toda la región del Gran Cairo, debido a la incineración de la paja de arroz en las provincias del delta de Egipto. Un problema que dura ya 10 años. Y por si no hubiera bastante con la contaminación total del aire, los egipcios también han debido enfrentarse al más degradante de los fenómenos, a saber, la mezcla de las aguas de saneamiento con el agua potable. La situación lleva a pensar que se está rozando el estado de calamidad. Y hasta los hay que piensan que el país ha tocado fondo.

En el artículo publicado en Al Shuruk el 13 de octubre, Alaa al Aswany da la voz de alarma, recordando a sus lectores: “Los egipcios sufren una situación en que la población se encuentra permanentemente sometida a la injusticia, la corrupción, la pobreza, la opresión y la propagación de enfermedades.” Y añade: “La mitad de los egipcios vive por debajo del umbral de la pobreza, nueve millones habitan barrios de chabolas, privados de agua potable y sistema de saneamiento. Viven todos hacinados en habitaciones insalubres de las que hasta los animales procuran mantenerse alejados.” ¿Hasta qué punto se podrá aguantar así? ¿Cuáles son las causas de este estado de laxitud que se ha adueñado de la vida de los egipcios? Y sobre todo: ¿cómo podría cambiarse semejante situación? Éstas son las principales preguntas que hoy se plantean muchos egipcios, cuando una oportunidad se perfila en el aire, un camino hacia el cambio, gracias a las próximas elecciones legislativas en 2010 y presidenciales en 2011.

Sucesión y perpetuación en el poder

Una cosa está clara: el poderoso aparato gubernamental encarnado por el Partido Nacional Demócratico (PND) del presidente Hosni Mubarak, al frente del país desde hace 28 años, tiene intenciones visibles de perpetuarse en el poder. Y pretende hacerlo a través de la transmisión hereditaria de la presidencia a su delfín Gamal Mubarak. La única duda es cómo hacerlo, en un momento en que la propia idea de la sucesión es rechazada por la mayoría de los egipcios. A pesar de todo, el PND insiste en ello, aunque no de forma directa. En la última convención del partido, fueron muchos lo que aludieron en público al nombre de Gamal Mubarak, como la figura ideal para convertirse en candidato del partido en las presidenciales de 2011.

Así, uno de los pesos pesados del partido llegó a afirmarlo explícitamente en una entrevista televisada: “Gamal Mubarak es una figura muy respetable, que ha adquirido mucha experiencia en la vida política durante los últimos 10 años.” Según él, la transmisión del poder no es nada nuevo en Egipto. De hecho, se trata de una tradición desde tiempos de Mohamed Alí. Sin embargo, a pesar del entusiasmo de ciertos miembros del PND, la dirección del partido sigue sin decidirse a anunciar el nombre de Gamal como su candidato oficial.

No obstante, parece haberse instalado un pulso en el gobierno, acostumbrado a llevar las riendas del país sin tener en cuenta la opinión pública, ni la de una oposición cada vez más débil y frágil. A pesar de todo, dicha oposición trata de movilizarse para hacer frente a la codicia de la élite casi feudal que hasta ahora ha dirigido Egipto casi como si se tratara de una finca o una propiedad familiar.

La urgencia de la acción

Ahora bien, este otoño se han multiplicado las voces que se han manifestado públicamente en contra de lo que, a ojos de la mayoría, es una situación insostenible. “¿Cómo puede imaginar esta élite, egoísta y centrada en ella misma, que se puede gobernar en contra del propio pueblo?”, se pregunta uno de los asistentes al salón literario, organizado por Alaa al Aswany cada jueves por la noche en la sede del partido Al Karama (La dignidad). “Se han adueñado de todo e intentan sembrar la confusión en los ánimos de la población, para mantenerla sumisa y en silencio”, prosigue el joven participante en el debate, al tiempo que recuerda que “a través de su manipulación de los medios de comunicación, fomentan el debate sobre cuestiones del todo marginales, como el uso o no del nikab o la emisión de fetuas religiosas absurdas.

Con ello, los gobernantes tratan de hacernos olvidar que, en realidad, el Estado está al servicio de su pueblo, mejorando sus condiciones de vida, en vez de someterlo al temor o a la pérdida de su dignidad. En Egipto llevamos 28 años sometidos a la ley de emergencia, con lo que nos impiden exigir los más mínimos derechos como verdaderos ciudadanos.” Convencidos de la urgencia de actuar, varios actores de distintas tendencias se han movilizado para sacar a Egipto de un largo periodo de inactividad. Y desde entonces la consigna ha sido el “renacimiento” del país. Así, en unas semanas, se han multiplicado las iniciativas en las páginas de diarios independientes y opositores, con ideas y proyectos destinados a ayudar al país a llevar a cabo una transición hacia una situación más democrática y aceptable a ojos de la población.

Las voces alternativas apelan a la transición

El carismático secretario general de la Liga Árabe, Amr Musa, fue el primero en romper el silencio, al aludir a la posibilidad de presentarse como candidato a la presidencia en las elecciones de 2011. Aunque causan sensación, sus palabras generan cierto nerviosismo en las filas del gobierno, más aún sabiendo su popularidad, sobre todo entre los jóvenes y las clases populares. Tras ello, el propio Musa decide no hablar más del tema, pero deja la puerta abierta, tratando de acompañar la evolución de los hechos. Desde ese momento, su nombre figura en la lista de “presidenciables”.

La otra propuesta, en octubre, fue el plan del veterano periodista y politólogo Mohamed Hasanein Heikal, en una entrevista concedida al periódico independiente Al Masri Al Yaum. Heikal, figura influyente en la escena política, presenta un proyecto para ayudar al país a llevar a cabo la transición deseada hacia una situación más justa y democrática, de modo pacífico y organizado. Propone establecer lo que él denomina “comité de guardianes del Estado y de la Constitución”. Según él, éste debería ser un cuerpo constituido por 12 personalidades públicas egipcias, como el propio Amr Musa, el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Mohamed al Baradei, o Ahmed Zoweil, nobel de Química, además del ministro de Industria, Rachid Mohamed Rachid, de Finanzas, Yusef Butros Gali, o muchos otros, no afiliados a ningún partido político concreto.

Ese grupo debería asumir la responsabilidad de elaborar una nueva Constitución democrática para Egipto en un periodo de tres años, para acabar trasladando la dirección del país a una nueva generación de dirigentes. Con el objeto de dotar su propuesta de cierto realismo político, Heikal –opositor declarado a la idea de que Gamal Mubarak suceda a su padre–, propone, no obstante, que todo el proceso sea supervisado por el propio presidente Mubarak, con la ayuda del ejército y los servicios de información. El plan de Heikal, que evidentemente tuvo una buena acogida en la oposición, fue rechazado por los miembros del gobierno, como Hosam Badrawi, quien dijo que un proyecto así sería útil en caso de que no hubiera instituciones. Y ése no es el caso de Egipto, donde las instituciones existentes siguen siendo, a su entender, sólidas y eficaces.

Movilización, resistencia y un nuevo frente

En paralelo a las iniciativas de Heikal y Musa, se ha formado y manifestado en las últimas semanas otro frente que aspira a oponerse a la transmisión hereditaria del poder. Se trata de una coalición que, en un primer momento, se bautizó con el nombre de Mayohkomch (“él no debe reinar”) y que desafía frontalmente la idea de una sucesión hereditaria. El nombre de Mayohkomch fue propuesto por Ayman Nur, principal rival de Mubarak en los comicios presidenciales de 2005, luego condenado a cinco años de prisión por “falsificación de documentos” necesarios para la aprobación de su partido Al Ghad, constituido en 2004. No obstante, la coalición recibió posteriormente otro nombre, “La campaña egipcia contra la presidencia hereditaria”.

Esta coalición agrupa a miembros activos del movimiento de oposición Kifaya (“Basta”), activistas afiliados a los Hermanos Musulmanes, varias formaciones políticas, entre ellas Al Ghad (partido de Ayman Nur), el Frente Democrático (de tendencia liberal), Al Karama (nasserista) y Trabajo (islamista), así como a intelectuales independientes como el propio Aswany. Ahora bien, los partidos más clásicos, como Tagamu, el Neo Wafd o el Nasserista, optaron por distanciarse de esta iniciativa. “No luchamos contra Gamal a título personal, sino que nos enfrentamos al sistema político actual en Egipto”, declara Hasan Nafea, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo y coordinador del nuevo movimiento. “No habrá ninguna esperanza de un verdadero desarrollo si el pueblo egipcio no puede elegir democráticamente a su presidente”, añade.

La estrategia escogida por este frente consiste en adoptar medidas destinadas a hacer posible un proceso electoral realmente democrático en los próximos comicios. Cuentan con procedimientos y acciones concretas, como la decisión de varias formaciones políticas de contactar con grandes personalidades del país, para convencerlas de presentarse como sus candidatos oficiales. Por ejemplo, Al Baradei fue solicitado por un sector joven del Neo Wafd –a pesar de la oposición de los mandos superiores del partido–, y Al Ghad anhelaba contar con el nobel de Química, Zoweil. “La integración de tales personalidades públicas a los partidos, de cara a lanzar su candidatura, es una maniobra que las recientes enmiendas constitucionales han vuelto obligatoria. Según el texto fundamental, un partido no tiene derecho a investir un candidato a menos que éste haya sido miembro de su alto comité por lo menos un año.

Con las restricciones casi insalvables que el texto fundamental impone a los candidatos independientes, esta maniobra parece el único modo de oponerse a los designios atribuidos al PND, en el poder, consistentes en aguardar el momento adecuado para propulsar a Gamal Mubarak al frente de la escena”, explica Nafea.

¿Y los Hermanos?

Y la principal fuerza de oposición en Egipto, a saber, los Hermanos Musulmanes? Esta cofradía, que logró que 88 de sus miembros fueran elegidos en las legislativas de 2005, es cada vez más víctima de las maniobras estatales, soportando a diario redadas en las que muchos de sus miembros son detenidos. Hasta el punto de que, recientemente, el ministro del Interior, Habib Al Adeli, afirmó que los “Hermanos no repetirían su éxito de 2005”, demostrando que el Estado sería capaz de intervenir en caso de juzgarlo necesario. Sin embargo, más allá de sus continuas luchas con las fuerzas de seguridad, la propia cofradía parece atravesar una crisis importante.

Hace poco vivió una batalla interna pública, tras comunicarse la dimisión de su Guía Supremo, Mohamed Mahdi Akef. Para algunos, dicha renuncia es el resultado de las divergencias entre los reformistas y conservadores en el seno del grupo. Un conflicto en el comité político reveló la existencia de profundas divisiones, cuando parecía lo más compacto de la vida política egipcia. Son muchos los observadores que ya no ven en los Hermanos Musulmanes, organización relativamente debilitada, la “amenaza” real al régimen, como lo fue en 2005. Sin embargo, dado el tiempo que queda para las próximas legislativas, nada garantiza que no vayan a reorganizar sus filas y recobrar la fuerza en los próximos meses. No hay duda de que sigue siendo uno de los más importantes frentes de oposición de la vida pública en el país. “Sin duda, tratar de eliminar la corriente de los Hermanos por la fuerza no es la mejor forma de debilitarlos, pues de este modo siempre hallarán la forma de salir a la superficie mediante la reorganización de sus filas internas.

La mejor manera de tratar con ellos sería premitiéndoles participar en el debate con el resto de fuerzas políticas. Sólo así podrá demostrarse que presentan un discurso arcaico y retrógrado, inadecuado para las necesidades del Egipto moderno” afirma el analista Hicham Kassem. En su opinión, ante tal confrontación, los propios Hermanos se verían obligados a modernizar su discurso y adaptarlo más al ritmo de cambio de una sociedad egipcia visiblemente en plena transformación.

Sin cambios

No obstante, una vez más, el conjunto de analistas y observadores del régimen egipcio se muestra muy escéptico en cuanto a la posibilidad de que se produzca un cambio real en materia de reforma democrática. El panorama más probable es la maquinación teatral de una situación que se pretende democrática, y que sólo aspira a legitimar la continuidad del PND en el poder.

En efecto, ciertas voces próximas al gobierno empiezan ya a estimular el proceso electoral y la participación en el escrutinio de las más eminentes personalidades. Una actitud que se interpreta como la erección de una fachada para preparar el advenimiento de Gamal Mubarak, quien, pase lo que pase, asumirá el poder. “Sin lugar a dudas, el gobierno prepara la sucesión de Gamal, y Mubarak seguirá al frente mientras la salud se lo permita. En el momento crucial, cuando ya no queden alternativas, el gobierno podrá incluso recurrir al fraude electoral para asegurar la elección de Gamal”, concluye amargamente el politólogo Amar Ali Hasan.