Después de la tormenta: el dilema de la paz en Egipto

A pesar del acuerdo de paz, reconocer al Estado de Israel es problemático en Egipto.

Hala Mustafa

Probablemente soy la última de una larga lista entre los que escribieron sobre la experiencia traumática vivida tras la visita del embajador de Israel, Shalom Cohen, a mi oficina en Al-Ahram, el 14 de septiembre. Muchos de mis colegas, escritores y analistas políticos, en Egipto o fuera del país, escribieron sobre esto decenas de artículos en los periódicos egipcios y árabes, al igual que americanos e israelíes. El asunto, que en gran medida se convirtió en una tormenta y se prolongó durante muchas semanas largas y pesadas, no me ha dejado tiempo para escribir, pero me ha permitido hablar en numerosos periódicos y entrevistas de televisión, tanto de ámbito local como internacional.

Me gustaría hacer algunas observaciones antes de abordar el tema desde un punto de vista político e intelectual. En primer lugar, valoro el apoyo de muchos colegas y amigos que me conocen desde hace tiempo y probablemente se han quedado impresionados por el tamaño y la ferocidad de la campaña a la que me vi expuesta y que a muchos les pareció injusta y “parcial” éticamente, política y profesionalmente. También quiero señalar que he recibido docenas de mensajes en mi teléfono móvil y a través de mi correo electrónico de egipcios de todas las edades, así como de intelectuales árabes y occidentales. Y nunca voy a olvidar los gestos amables de la gente corriente. A todos ellos quiero expresarles mi profundo agradecimiento por su posición, que ha sido el lado humano más conmovedor de la historia.

Ahora, permítanme pasar al fondo de la cuestión.

– Primero: uno de los aspectos positivos que surgió de mi reunión con el embajador de Israel ha sido el controvertido debate sobre el dilema egipcio de tratar con los “otros”, especialmente los israelíes, o lo que se ha etiquetado como la normalización; un término que en sí mismo despierta “fobia” en el mundo árabe y en Egipto, a todo el mundo asusta, y mantiene a raya de cualquier debate objetivo o constructivo. Esta fobia ha sido la razón del estancamiento entre las dos partes, que ha sido disipado por la reunión.

Además de los propagandistas, el debate que tuvo lugar se hizo eco de dos escuelas de pensamiento: los liberales que adoptan la apertura y el diálogo y los “populistas” que incluían diversas tendencias que van desde los nasseristas, los nacionalistas árabes, algunas facciones de izquierdas hasta los islamistas y que se opone a todo diálogo, si es que no rechaza el enfoque de la paz en sí mismo.

Pertenezco a la escuela liberal, por lo que mi reunión con el embajador de Israel no tenía la necesidad de ser justificada. Esa reunión tenía por objeto trabajar en la organización de un seminario que reuniera académicos de Egipto, Israel, Palestina y Estados Unidos, para tratar el futuro de la paz en la región a la luz del discurso de Obama en El Cairo.

Les guste o no a los defensores del “no diálogo”, está claro que hoy el mundo entero está involucrado en el diálogo y la comunicación, del tipo que sea. Es el mismo mundo que honró las ideas de Obama sobre diálogo, negociaciones y la cultura de la aceptación de los otros. Además, Egipto durante más de 30 años se ha aventurado en el mundo de la paz y nada va a cambiar semejante hecho a pesar del “argumento excepcional” que alega que el acuerdo representa sólo a su signatario, el ex presidente Anuar el Sadat. Al contrario, el acuerdo de paz se ha convertido en parte de las leyes del país y ha dado a Egipto una ventaja sobre sus homólogos árabes posicionados en las líneas radicales aunque esperando alcanzar el mismo final, que es la firma de un tratado de paz con Israel. Ahora que la solución pacífica se ha convertido en la norma, se debe citar el tratado de paz y normalización firmado por Turquía recientemente y según el cual se pone fin a un siglo de hostilidad iniciado antes de la caída del Imperio Otomano. Oriente Próximo no es la excepción y no debe ser el único ajeno a la ola histórica de reconciliación tras las feroces guerras mundiales en las que hubo millones de víctimas entre Francia y Alemania, Alemania y Polonia, EE UU y Japón, etcétera.

Si bien Egipto está clasificado como un Estado moderado de la región que ha asumido el papel de “mediador”, estas tendencias dominantes han llevado al país hacia el lado opuesto. Mientras tanto, Irán, clasificado como el Estado más radical de la región, ha participado en actividades culturales y festivales de cine al lado de Israel; ¡una actividad que nunca se llevará a cabo en Egipto, sin la reacción de la “fobia”! En consecuencia, el reconocimiento del Estado de Israel sigue siendo algo problemático en Egipto, y en la mayoría de los medios de comunicación se lo denomina como la “entidad sionista”, alimentando el odio y haciendo caso omiso de la realidad sobre los principales cambios que tuvieron lugar hace tres décadas los acuerdos de paz que han llevado a alcanzar la fase actual de la solución de dos Estados, de conformidad con la iniciativa de paz árabe.

Por otra parte, se supone que los esfuerzos realizados por Egipto para lograr la reconciliación entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Hamás –en el análisis final– llevará a Hamás al campo moderado y a reconocer todos los acuerdos que siguieron al de Oslo firmado en 1993.

– Segundo: el pretexto de los “boicoteadores” se basa en lo que ellos denominan el “sentimiento popular”, que dicen está en contra de la paz y la normalización. La respuesta simple a semejante argumento es que durante los últimos 30 años, Egipto no ha sido testigo de ningún levantamiento popular para exigir la anulación del acuerdo de paz, como tampoco lo ha sido el Parlamento. Es más, cuando Egipto firmó el “Quiz”, un tratado que elimina impuestos a las importaciones procedentes de Egipto en los mercados de EE UU bajo la condición de que buena parte de los componentes que contiene son de Israel, se decía una vez más que “dicho acuerdo sólo pertenece al gobierno, ignorando el hecho de que decenas de fábricas egipcias que emplean a miles de trabajadores, técnicos, ingenieros y profesionales están trabajando en esas empresas.

Por tanto, los egipcios no están en contra de la paz según lo declarado por algunas voces de orientación política que se han designado a sí mismos como portavoces de los egipcios. Sin embargo, nadie puede quitar a los pueblos el derecho a expresar su enojo o su rechazo ante cualquier política agresiva. Es más, las sociedades democráticas con sistemas liberales dan margen para ello. Así es que no hay relación entre la condena de ciertas prácticas y el boicot. Ese fue el caso en Turquía (que tiene relaciones normales con Israel) y Europa durante la guerra en Gaza. El informe elaborado por el juez suizo Richard Goldstone sobre la guerra, y que fue elogiado por las facciones árabes más radicales, es el producto de la cultura occidental que promueve la paz y el diálogo.

– Tercero: la decisión del sindicato de prensa egipcio, publicada a principios de los años ochenta, impuso la prohibición total sobre la normalización de las relaciones con lo que denominan “la entidad sionista” tanto en el sindicato, como en los niveles profesional y personal. Tal decisión no se hace eco de la realidad después de más de 30 años, sobre todo al describir a Israel como una entidad sionista cuando ya ha sido reconocido internacionalmente, también por Egipto, hecho que se ha traducido en el intercambio de diplomáticos. Por tanto, dicha decisión debe ser revisada o retirada.

El uso de la “democracia” como excusa por parte de los defensores de tal decisión, bajo el pretexto de que expresa exclusivamente el deseo de la mayoría, es en realidad todo lo contrario. No existe en ninguna tradición democrática una decisión que haya durado tres décadas sin reformarse a pesar de los grandes cambios internacionales, regionales e internos. Ciertamente, no es propio de una democracia mantener invariable una cuestión vital sino que corresponde a un régimen y unas tradiciones totalitarios. Esa decisión también contradice la Constitución, que respalda la libertad de los individuos y de expresión, así como el derecho público del Estado que adoptó el acuerdo de paz. La decisión del sindicato está muy cerca de una acción durante un “estado de guerra”, que se ha convertido en absoluto.

– Cuarto: una gran parte del dilema intelectual que entorpece el cambio y la apertura se debe a la dominación de la tendencia populista y dogmática, que controla los medios de comunicación y la vida intelectual en Egipto y que ha sido tolerada por el Estado, mientras que la tendencia liberal ha sido eliminada políticamente desde los años cincuenta y en la actualidad está debilitada. Por tanto, para reproducir la misma onda de las ideologías populistas y mantener su supremacía debería haber una exageración de los “tabúes”, los estereotipos del miedo al cambio y de la lucha desesperada por defender el statu quo a través de voces más altas, independientemente de las pérdidas y las ganancias que suponen para el país.