Médica de formación, Fedwa Misk empezó su carrera de periodista como colaboradora en varios diarios marroquíes y extranjeros. En 2011, participó en las manifestaciones del movimiento del 20 de febrero lideradas por la juventud marroquí durante la Primavera Árabe para criticar la corrupción, la falta de libertades y perspectivas o las injusticias del régimen. Misk dirige una tertulia en un café literario de Casablanca y es bloguera desde hace muchos años. A finales de 2011, lanzó la revista digital femenina y feminista Qandisha, tribuna de una decena de figuras femeninas de la prensa, los blogs y la literatura marroquíes, y que también da la palabra a todas las mujeres que deseen proponer un artículo en francés, árabe o inglés. Hace poco ha publicado su primera obra de teatro, Nos mères [Nuestras madres], sobre las relaciones problemáticas entre una madre y una hija con un enfoque feminista.
Giulia Maria Ferraresi: Como figura destacada y militante del feminismo marroquí, ¿podrías darnos una visión de cómo percibes la situación y evolución de los derechos de las mujeres en Marruecos?
Fedwa Misk: La llegada al poder del rey Mohammed vi supone un antes y un después en la historia marroquí. Todo el mundo, feministas y no feministas, había puesto muchas esperanzas en su reinado. En estos años hemos visto cambios, sobre todo en los cinco primeros. En 2004, la reforma de la Mudawana, el código de derecho de familia marroquí, supuso un cambio revolucionario para el pueblo. El rey Mohammed vi apoyó las reivindicaciones de las feministas. En 2004, la reforma de la Mudawana fue algo revolucionario para la época. No hace mucho, en una clase que impartí en un instituto, expliqué que, antes de la Mudawana, la mujer siempre estaba bajo la tutela del hombre, y los estudiantes me miraron como si estuviera hablando de la prehistoria. Entonces pensé que esa era una señal muy importante, un logro. Ahora, las mujeres pueden disolver un matrimonio disfuncional mucho más fácilmente; hay un sistema de cuotas; hay más mujeres militantes en los partidos políticos que están presentes en los consejos de decisión, puesto que los partidos están obligados a tener una cuota femenina… Los medios oficiales del Estado se esfuerzan por mostrar a mujeres en el poder, y vamos avanzando poco a poco.
G. M. F.: Pese a los cambios legislativos y las políticas inclusivas que se han puesto en marcha en Marruecos durante los últimos quince años, ¿crees que las mujeres marroquíes ven y viven ese impacto de manera positiva en su vida cotidiana?
F. M.: En el día a día más concreto, pese a los muchos problemas habidos a la hora de instaurar la ley antiacoso, en la calle no se ve ninguna diferencia. Las mujeres aún no se sienten seguras. No hay seguridad en los espacios públicos, y tampoco ha habido casos que puedan erigirse como modelo de la protección de las mujeres. En los ambientes laborales, aún vemos una enorme brecha de género en el plano económico, así como casos de acoso, y a nadie le sorprende. Hace unos años, se decía que la gente no era consciente de estos problemas, pero eso ya no es así, ahora lo que pasa es que cierran los ojos. Marruecos se considera a sí mismo un país progresista, pero ni las feministas ni la comunidad LGTBIQ+ reciben ningún tipo de ayuda. Antes se decía que los islamistas nos ponían piedras en el camino. Sin embargo, hoy los islamistas no son lo bastante fuertes en el escenario político como para constituirse en oposición. El gobierno marroquí se define como progresista, pero, en realidad, nos ha vendido un sueño. Han ratificado todas las convenciones de los derechos internacionales sin reservas —unas reservas que antes sí existían y estaban vinculadas a especificidades religiosas y culturales— y, aun así, a la hora de aplicar esos derechos, las cosas no funcionan. Los miembros del gobierno hacen declaraciones generalistas que se interpretan de inmediato de la manera más conservadora. La cultura y la religión sirven como excusa, y la gente no pide ni exige nada. Hay graves carencias educativas con respecto a los derechos de las mujeres: ni la población ni las mujeres conocen sus derechos. Ahora mismo estoy escribiendo una obra de ficción con tres protagonistas femeninas, y me han pedido que no sea «demasiado feminista». ¿Qué quiere decir eso? Los hombres tienen miedo de ver el mundo desde el punto de vista de las mujeres, les parece «demasiado feminista».
G. M. F.: ¿Existe ahora algún espacio para el debate feminista en Marruecos?
F. M.: Sí, existe claramente un espacio para el debate feminista hoy en día, puesto que es un asunto bastante candente. Lo más importante, en este sentido, es dar voz a mujeres que saben de lo que hablan, y no a impostores que se aprovechan de esta oleada feminista. El debate público existe desde siempre. El problema es la voluntad política, así como la voluntad de ganar votos a expensas del feminismo.
G. M. F.: En relación con la dificultad de cambiar la mentalidad de las mujeres, ¿qué experiencias personales positivas y negativas vinculadas a los estereotipos has vivido en cuanto que escritora activa en la lucha feminista marroquí?
F. M.: Bueno, he pasado por distintas etapas. La primera fue en la revista Qandisha en 2011. Me sentía asfixiada porque necesitaba una estructura feminista que concerniera a la vida diaria, a lo cotidiano. Había que saber muy bien qué habíamos conseguido para no perderlo. Y me llevé una grata sorpresa porque hubo muchísimos hombres que nos apoyaron: entre un 65% y 70% de los lectores de Qandisha eran hombres. Sin embargo, estábamos muy demonizadas porque nos acusaban de sembrar el odio entre hombres y mujeres y de socavar las estructuras de la familia tradicional en Marruecos. Luego murió mi madre y, cuando hacía terapia, empecé a reflexionar sobre los vínculos entre madre e hija, sobre ese fardo de culpabilidad que siempre llevamos encima las mujeres y sobre la manera en que la madre logra transmitirlo a su descendencia. Así fue como escribí una obra de teatro sobre el asunto, Nos mères, pues creo que la escritura de ficción ofrece la posibilidad a los lectores y las lectoras de ponerse en la piel de alguien que sufre y comprender al Otro. El libro se publicó hace un año y tuvo un gran éxito. Hace poco, he firmado un contrato para un proyecto de un cómic sobre el divorcio con una editorial francesa. El editor francés lo preparó todo en diez días, mientras que en Marruecos ese mismo procedimiento se habría alargado un año y medio o más, puesto que habría desencadenado un debate sobre si es buen momento para hablar del divorcio en el país.
G. M. F.: ¿Cuáles han sido los principales logros y objetivos cumplidos recientemente por las mujeres marroquíes, en tu opinión?
F. M.: Creo que no hay ningún logro concreto. Todas las luchas están abiertas. Después de diez años, por fin se ha ratificado la ley contra el acoso, lo cual prueba que ha habido avances legales que, sin embargo, no se conocen ni se aplican en la sociedad, en la vida diaria. Yo diría que la participación política de las mujeres es, quizá, el mayor logro, pero soy escéptica en ese punto porque, para presentar su candidatura, las mujeres deben formar parte de un partido político y claro, eso supone ganarse el apoyo de los hombres, lo cual hace que las mujeres políticas no sean las más feministas. Aun así, tengo esperanzas.
G. M. F.: ¿Qué papel y qué impacto crees que tienen las redes sociales y la comunicación digital en el cambio de mentalidades?
F. M.: Las redes sociales son un motor que mueve las cosas en la buena y la mala dirección. En Marruecos no hay mucha gente que se conecte a internet de forma habitual, y en Facebook solo somos dos millones de marroquíes. Está claro que, hoy en día, un debate es las redes sociales no es lo mismo que un debate televisivo o un artículo de prensa. Hoy en día, los debates generales en las redes sociales mueven muchas cosas. Se habla más de cuestiones relacionadas con las mujeres, pero no olvidemos que internet está abierto a todo el mundo, también a los misóginos y al patriarcado. Internet, a día de hoy, sigue siendo una plataforma de diversión, más que de educación. A veces me digo que la necesidad de ficción viene de ahí, de una diversión, pero inclusiva.
G. M. F.: ¿Podemos hablar de educación inclusiva y fundada sobre el principio de no discriminación en Marruecos?
F. M.: No, realmente no podemos. Hubo una tentativa de cambiar los manuales escolares que fue un fracaso. Sí, se cambiaron algunas imágenes basadas en el modelo patriarcal, pero eso no hizo que se llegara al fondo del asunto, ni mucho menos. El fondo más misógino se encuentra en los textos religiosos. Creo que hay que empezar por ahí. De todos modos, la religión es un melón que nadie ha abierto nunca.
G. M. F.: En 2011, participaste en el movimiento del 20 de febrero, en las protestas contra el Estado marroquí. ¿Cuál fue tu papel en ese contexto y qué objetivos principales se lograron gracias a esas manifestaciones?
F. M.: Salí a la calle de forma espontánea al enterarme, como todo el mundo. Pensé que había mucha gente en peligro y no podíamos dejarlos solos. Con el miedo en el cuerpo, pues no sabía cómo iba a acabar todo aquello, salí a la calle y me encontré con unos ánimos muy caldeados. Vi que no era la única que había reaccionado así; todo el mundo había bajado a la calle para proteger a los que solo habían decidido empezar a reivindicar justicia social en Marruecos.
G. M. F.: En 2011, fundaste Qandisha, revista digital para mujeres marroquíes. ¿Cuál es el objetivo de esta iniciativa tan importante, y qué impacto ha tenido en la sociedad marroquí?
F. M.: Qandisha apareció el día 11 de noviembre, en plena campaña electoral, con una entrevista al presidente marroquí en la que le planteaba preguntas comprometidas y él respondió de manera inteligente, pues afirmó que entre sus prioridades no estaba la de controlar a las mujeres. Hablamos de manifestaciones feministas, de libertad de conciencia, de feminismo. Gracias a esa entrevista, el día después del lanzamiento de la revista habíamos alcanzado las dos mil visitas. Además, hicimos muchas otras cosas: participamos en la reforma de ley sobre las víctimas sexuales; creamos una comunidad y tejimos redes entre las mujeres marroquíes para que no se sintieran tan solas… Todo eso era importante. Yo tenía dos cosas muy claras: había que ofrecer contenidos en árabe dialectal marroquí y poner muchos vídeos que sensibilizaran a los lectores. Ahora mismo me gustaría volver a lanzar Qandisha, pero ya no de forma tan inocente y precaria como la primera vez. Aun así, la experiencia ha demostrado que era necesaria en ese momento.
G. M. F.: El año pasado escribiste una obra de teatro, Nos mères, sobre el vínculo entre madre e hija. ¿Podrías hablarnos un poco de ella y explicar cómo se te ocurrió la idea?
F. M.: Tenía claro que el vínculo entre madre e hija es muy complejo y problemático desde un punto de vista feminista, y después de varios artículos al respecto en Qandisha, también comprendí que era un vínculo disfuncional. Tenía que ahondar en él por mi madre, para tranquilizarla, y tenía heridas que ella me había transmitido, un sentimiento de injusticia que ella vivió con intensidad por culpa del sistema patriarcal. Cuando murió, empecé una terapia. No quería abordar ese tema, pero la terapeuta me aconsejó escribir al respecto. Al final, escribí cinco páginas y fue muy liberador. Comprendí entonces que mi madre era una mujer normal, que no podía ser perfecta, y empecé a amarla de otra forma, de mujer a mujer, a perdonarle sus errores y perdonarme a mí por haberle guardado tanto rencor, incluso de modo inconsciente. En esa época, trabajaba como comisaria de un festival de literatura y, al compartir el texto que había escrito con una de las organizadoras, esta decidió preparar una mesa redonda sobre maternidad. En ese contexto leí mi escrito, que era muy personal, con lágrimas en los ojos y la voz rota. La intérprete que traducía empezó a llorar. En la sala había hombres y mujeres procedentes de todo el mundo y allí, para estupefacción mía, comprendí que esas relaciones basadas en la culpa y la carga mental que se transmiten como una herencia de madres a hijas son muy parecidas en todas partes. El editor que publicó Nos mères me hizo un favor, pues hay muy poco teatro publicado en Marruecos porque no se vende. Lo hizo gracias al apoyo del Instituto Francés, y ya vamos por la tercera edición. Aunque el tema se centra en lo femenino, todos podemos reconocernos en la obra. No es justo encasillar la belleza de la literatura. Ahora espero terminar un proyecto que tengo entre manos de una serie, pues creo que la ficción desempeña una función esencial en la educación por la inclusión y la no discriminación.