Adile Sultan, una princesa otomana mística y rebelde

Nesrin Karavar

Universidad de Barcelona

A finales del siglo xix, la arpista catalana Clotilde Cerdà vivió una temporada en Estambul, donde fue testigo de la realidad cotidiana de las mujeres turcas, mucho más cultas y educadas de lo que los prejuicios occidentales daban por hecho. Hay, en efecto, varias figuras femeninas de esa época que destacaron por su obra creativa y su pensamiento avanzado, que las llevó a luchar contra el arquetipo, tan extendido, de la mujer turca sumisa y necesitada de protección. La obra de la escritora Fatma Aliye es, en este sentido, una de las primeras que se inscribe en los estudios de historia del feminismo. También la obra de la poeta mística Adile Sultan es muy importante en ese contexto, pues sirvió para que las mujeres turcas empezaran a cuestionarse las prohibiciones que les imponían, así como a progresar en el desarrollo de estrategias de su vida personal.


Adile Sultan (1826-1899) vivió en un periodo turbulento de la historia otomana, cuando el lugar de la mujer en la sociedad turca comenzó a ser debatido a partir de las primeras tentativas de modernización del período de las Tanzimat (reformas de 1839). Curiosamente, uno de los datos más interesantes sobre la sociedad de esta época podemos encontrarlo en el discurso de la arpista catalana Clotilde Cerdà (Esmeralda Cervantes, 1861-1926) en el Congreso de Chicago de 1893. En una presentación en inglés titulada «Education and Literature of the Women of Turkey» [Educación y literatura en las mujeres turcas], Cervantes explica la influencia de estas reformas y los cambios que estaban teniendo lugar en la vida de las mujeres: «Puedo atestiguar que su instrucción y su desarrollo no son, en modo alguno, inferiores a la educación que reciben nuestras más inteligentes damas. Varios autores europeos tienen una idea errónea de la educación femenina en Oriente, según una serie de interpretaciones del Corán totalmente infundadas que condenan a las mujeres a permanecer en la ignorancia» (Cervantes, 1893; 3). Y prosigue: «La educación de la mujer musulmana ha experimentado un progreso maravilloso en los últimos quince años. Solo había que dar un pequeño empujoncito para desarrollar las facultades mentales de estas mujeres, para que pudieran conquistar, por sus propios méritos, un lugar en este congreso universal, ya fuera en persona o mediante representación. Como ya he mencionado antes, la religión musulmana no es un obstáculo para el desarrollo de la mujer. El Corán, que contiene las bases de todas las instituciones liberales y los deberes sociales, la ayuda mutua, la igualdad ante la ley o el respeto a la familia, nos dice: “La educación de la mujer debe ser igual que la del hombre” (Corán 33; 35)» (Cervantes, 1893; 4).

En su discurso, Cervantes menciona a una de las escritoras y traductoras más conocidas de la época, Fatma Aliye (1862-1936). Para ella, la nueva imagen de la mujer se plasma de manera brillante en las novelas y en la vida misma de Fatma Aliye. La profesora de arpa de las mujeres del palacio de Estambul entre los años 1890-1893 publica en 1904, en el Diario de Tenerife, sus charlas con su amiga Fatma Aliye sobre la mujer turca. Las protagonistas de las obras de Fatma Aliye siempre son mujeres independientes, unidas al pueblo, con una personalidad fuerte, y que luchan contra el arquetipo de la «mujer necesitada de protección».

En la sociedad turca otomana del siglo xix, la aristocracia tradicional, lentamente, empezó a perder peso ante los cambios en la sociedad, y algunas mujeres educadas de clase alta, como la princesa otomana Adile Sultan, usaron su prestigio social e intelectual para cambiar los estereotipos imperantes.

Para las George Sand otomanas —Lavinia, de George Sand, fue la novela más leída en las mansiones elegantes junto al Bósforo—, París suponía un espacio abierto de libertad, el goce de la libre voluntad de movimientos y modos de vida que los estrechos muros de la vida femenina en el Estambul de la época les negaban. En 1906, la primera viajera otomana, Zeynep Hanım (m. 1923), envió su primera carta desde Fontainebleau a su amiga irlandesa Grace Ellison (m. 1935), donde explicaba: «Y vaya, en el transcurso de ocho brevísimos meses, ¡cuánto no habremos visto y hecho! Cada día nos brinda nuevas impresiones, nuevas caras, nuevas alegrías, nuevas dificultades, nuevas decepciones, nuevas sorpresas y nuevos amigos; teníamos la impresión de habernos bebido una copa de novedades hasta la última gota» (Zeynep Hanım, 1913; 24).

Cabe señalar que, en este periodo, el discurso literario es el único en el cual la mujer actúa y habla de modo público, un espacio seguro que le permite eludir la racionalidad de la lógica patriarcal. Las mujeres aristócratas otomanas se apropian de ese espacio al verse reflejadas en otras mujeres. La obra de Fatma Aliye sobre las mujeres del islam, Namdaran-ı Zenan-ı İslamiyan, es una de las primeras obras en los estudios de la historia de las feministas. En la Feria del libro de Chicago (1893), incluyeron su biografía y sus novelas en The Woman’s Library of The World’s Fair: «Fatma Aliye ha escrito varias obras, entre las que destaca Las mujeres musulmanas, un clásico repleto de detalles sobre las costumbres y tradiciones de las mujeres orientales. También ha traducido Volonté, de Georges Ohnet» (Cervantes, 1893; 4).

Adile Sultan es la primera otomana que publicó un libro de poesía mística y, además, publicó por primera vez los poemas de su antepasado Solimán el Magnífico en 1890. Los escritos de Adile inauguraron un nuevo género femenino, el de la poesía mística. Por tal motivo, no solo es reconocida hoy como la primera gran poeta mística en lengua otomana, gracias a su Divan, sino también por sus poemas con un tono de rebeldía, como este: «Soy derviche y al mismo tiempo soy princesa / Viajo por el mundo del amor» (Sultan, 1890; 230).

Para entender el sentido de la igualdad de la mujer en los poemas de Adile, hay que conocer la posición de la mujer durante la dinastía Seléucida (siglos xi-xiii). El Imperio seléucida fue un estado medieval turco que abarcaba Asia Central, Jorasán y parte de Anatolia y Medio Oriente, con su capital en Konya. En él, las mujeres tenían un papel importante, como reflejo de la sociedad nómada turca: usaban armas, montaban a caballo y participaban de forma activa en la sociedad tribal, incluso en la toma de decisiones políticas.

A partir de Adile Sultan, la mujer musulmana otomana empieza a progresar en el desarrollo de estrategias de su vida personal, cuestionando las prohibiciones de acceso al mundo exterior y, con ello, avanza en la forja de su propia identidad y en la redefinición de las relaciones entre los hombres y las mujeres, por ejemplo, en las reuniones mixtas literarias, con música y danza mística (sama) que organizaba Adile en sus mansiones. Sus poemas arrojan una luz sobre los incidentes en el palacio y la administración del Imperio otomano.

Mujeres como Adile Sultan ponen de manifiesto que, tras la actitud de los hombres que utilizan el islam para condicionar la vida de las mujeres no se esconde la religión, sino sus propios intereses masculinos. Las prohibiciones y los controles impuestos a las mujeres se justifican por supuestas prohibiciones religiosas, pero, como vemos en el caso de Adile Sultan, existe un cuestionamiento que responde a esas prohibiciones por parte de las mujeres de las élites. Como afirma la teóloga inglesa Margaret Smith: «En la vida spiritual no puede separarse lo masculino de lo femenino» (Smith, 1928; 2). Adile Sultan conocía bien el dicho del Profeta sobre la igualdad de género: «Si alguno de los compañeros masculinos o las discípulas femeninas se entierra en un lugar santo, intercederá por los habitantes de ese lugar que sean dignos de intercesión» (Smith, 1928; 2).

Como afirma en sus versos, en tono rebelde y contundente para mostrar la igualdad de género en mundo místico, Sultan recibe el dolor con valentía e incluso con alegría, como Santa Teresa de Ávila: «Dolor es placer, separación es gratitud / Su capricho es un regalo, su crueldad es una belleza» (Sultan, 1890; 215). Tenemos otro ejemplo en la mística de Basora Râbiʿatü-l Adeviyye (752-801), introductora de dicha temática del amor divino entre los sufíes. En el género inaugurado por Divan, quien sufre, quien habla, quien echa de menos, quien espera siempre es amado, siempre es poeta.

El amante está arriba, como un rey, y ordena a veces con misericordia, a veces con crueldad, y el amado reclama que nunca dejará su amor y luchará por este amor: «Aunque voy a sufrir, no me importa / Porque sacrifiqué mi vida a un sultán del amor muy importante» (Sultan, 1890; 99). Cuando leemos este prototipo del amante en la poesía mística escrita por poetas hombres, no suena raro, pero si las poetisas utilizan ese mismo lenguaje, es distinto.

Por otra parte, Adile Sultan no es la primera mujer en la historia de la poesía mística del Islam, como señala Smith: «En la historia del islam, la mujer santa hizo su aparición en un período bastante temprano, y en la evolución que los musulmanes hicieron del culto a los santos, la dignidad de la santidad fue conferida tanto a las mujeres como a los hombres» (Smith, 1928; 2).

A través de la poesía, Sultan intenta expresar su aventura espiritual y también las realidades de la sociedad en que vive. La propia personalidad de Adile nos brinda un valioso ejemplo acerca del desarrollo y la apertura espiritual femenina. Adile fue la prueba, en sí misma, de un estado espiritual sublime, el de quien ha desarrollado en su seno la presencia plena de Dios. En el islam moderno, la mujer, incluso más que el hombre, también está superando el islam ortodoxo que impera desde el siglo xix. A pesar de que Adile no logró el éxito literario de las poetas Leyla Hanım (1850-1936) y Fitnat Hanım (1842-1911), reconocidas en su época y mencionadas por Esmeralda Cervantes en la Feria del libro de Chicago (1893), sí fue la primera en enfrentarse a los prejuicios de la sociedad y utilizar en sus poemas, en ocasiones, palabras en turco, en lugar de persa, el idioma literario otomano. Podemos afirmar de todo ello, pues, que las mujeres musulmanas de un imperio islámico se oponen a encerrarse en una vida limitada al papel de esposa.

Protectora de las huérfanas

Sultan dio especial importancia a la educación de las mujeres. Perdió a su madre muy pronto, lo que la hizo muy sensible, de modo que volcó su interés en la literatura y, especialmente, en la poesía. En los archivos de la biblioteca de obras antiguas de la Universidad de Estambul encontramos la herencia de Adile Sultan dividida entre sus dieciocho fundaciones dedicadas a los necesitados. Dejó su palacio en Kandilli tras la muerte de su marido (1868) y se trasladó al palacio costero de Fındıklı. Donó este palacio al Estado con la condición de que se convirtiera en la primera escuela secundaria para niñas en el Imperio otomano, hoy conocida como Kandilli Anatolia Alto.

Debemos tener siempre presente que la literatura es la creación de un nuevo mundo, de manera que la primera tarea al estudiarla consiste en contemplar ese mundo con la mayor atención, sin conexión evidente con los mundos que ya conocemos. Una vez estudiado este mundo nuevo de la sociedad otomana, entonces estaremos en condiciones de examinar sus relaciones con otros mundos. Así, esta nueva época de las reformas empieza a dar sus frutos para las mujeres a partir de casi sesenta años después.

Personalidades como Adile Sultan o Fatma Aliye son solo un ejemplo de las transformaciones que tuvieron lugar en la sociedad otomana de finales del siglo xix, que rompieron con los estereotipos del orientalismo europeo de la época. Estas mujeres, de fuerte personalidad y educación esmerada, son las pioneras de un movimiento que alcanzará su cúspide tras la Primera Guerra Mundial. También hay que tener en cuenta que la educación religiosa y tradicional de esta época no solo tenía desventajas, pues dio a estas nuevas intelectuales turcas una gran disciplina mental y espiritual.

Los movimientos de la nueva literatura otomana turca se desarrollaron en este ámbito revolucionario, donde también había escritoras y diputadas como Halide Edip Adıvar (1884-1964) que, aunque querían reformas, no rechazaban toda la literatura tradicional y se centraban en la vida real de la sociedad sin imitar la sociedad y la naturaleza europeas.

1923 es la fecha más importante en la historia de la mujer turca, el año de la proclamación de la República de Turquía. Una de las escritoras de la joven República turca, Suat Derviş (1905-1972), en su novela Las sombras del palacio, describe el clima de cambio a partir del retrato de una familia, mostrándonos a una abuela de la aristocracia en un palacete del Bósforo, escribiendo con tinta triste del mismo color gris que el mar de Mármara y clamando por hacerse visible en ese esfuerzo de adaptación de las mujeres de la alta sociedad a una nueva ciudad cuyo nombre pasa de Islambol («lleno de islam», uno de los nombres de la ciudad en la época otomana) a İstanbul (Estambul, en turco moderno). Finalmente, el 5 de diciembre de 1934, todo ese ambiente revolucionario culminaría con la proclamación del derecho al voto de las mujeres turcas.

Bibliografía

Cervantes, E., «Education and Literature of the Women of Turkey», 1893, disponible en https:// archive.org/details/addressoneducati00cerv/ mode/2up.
Smith, M., Rabi’a The Mystic and Her Fellow-Saints in Islam, Cambridge, Cambridge University, 1928.
Sultan, A., Divan, Estambul, Matbaa-i Osmaniye, 1890 (traducción al castellano inédita de Nesrin Karavar).
Hanım, Z. y G. Ell ison, A Turkish Woman’s European Impressions, Cambridge, Cambridge University, 1913.