Mujeres musulmanas: ¿extrañas por naturaleza?

Oumaya Amghar Ait Moussa

Asistente de proyectos, Instituto Europeo del Mediterráneo

Las mujeres musulmanas son objeto de toda una serie de prejuicios y estereotipos negativos ligados a su religión, el islam, entre los que se encuentra la asunción de que las desigualdades entre hombres y mujeres en los países de mayoría musulmana se deben a la religión. Sin embargo, el patriarcado ya estaba presente antes de esta. Otros prejuicios en torno a las mujeres musulmanas son la falta de educación o el uso del hiyab. No obstante, aunque en algunos países sí que se impone su uso, en otros es una vía para que las mujeres tomen el control de su cuerpo y adopten una forma de vestir con la que se sienten cómodas. En Europa, las mujeres que llevan hiyab han sido objeto de una discriminación que, en el caso de Francia, ha llevado al gobierno a tomar medidas de prohibición que cuestionan los derechos de estas mujeres, que son, con diferencia, las mayores víctimas de la islamofobia en Europa. Puesto que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres trasciende toda religión, política o cultura, los gobiernos deben centrarse en tomar medidas legales igualitarias y facilitar el acceso a la educación de las mujeres que, de ese modo, tendrán mayor capacidad de elección entre las opciones vitales a su alcance.


«Oprimida», «pasiva», «velada», «analfabeta», «marginada», «débil», «amenaza», «siempre en casa», «limitada»… son algunos de los términos con que se describe o se concibe a las mujeres musulmanas. Las percepciones sobre las mujeres musulmanas están plagadas de prejuicios y estereotipos negativos, lo cual es una consecuencia de su afiliación religiosa: el islam. A veces, la gente muestra una obstinada sorpresa ante las mujeres musulmanas que hacen deporte y ganan trofeos, como Ibtihaj Muhammad u Ons Jabeur; o que se dedican a la política, como Ilhan Omar o Fatima Hamed; que son modelos, como Halima Aden; que trabajan en granjas, fábricas y restaurantes; que son médicas, académicas, abogadas, ingenieras, científicas, cantantes, actrices, soldados del ejército; o bien que ganan un Premio Nobel, como Shirin Ebadi o Malala Yousafzai.

El debate se basa, a menudo, en la asunción de la que la cultura y, más concretamente, las creencias religiosas son la causa de las desigualdades de género en los países de mayoría musulmana. Lilia Abu-Lughod señaló una vez que «la cuestión es por qué conocer la cultura de la región, y concretamente, sus creencias religiosas y el tratamiento que reciben las mujeres, era más urgente que explorar la historia del desarrollo de los regímenes represivos en la región y el papel de Estados Unidos en todo ello […]. En lugar de explicaciones históricas y políticas, los expertos se veían obligados a dar explicaciones religioso culturales».1 Por otra parte, Lurdes Vidal señala que «el imaginario sobre el mundo árabe y musulmán está lleno de connotaciones negativas, con una fijación enfermiza en la religión como clave de interpretación de todo lo que ocurre en la región».2

Sin embargo, es importante recordar que, en los países o las comunidades de mayoría musulmana, las leyes civiles tienen unos efectos de género mucho más amplios que cualquier ley religiosa sobre el estatus personal. Además, el islam no es la única religión de la región, aunque a menudo se presenta como tal en la cobertura de los principales medios de comunicación.3 En otras palabras, la prevalencia de la religión, el islam en este caso, en el ámbito legal y con respecto a las políticas de género, aparece continuamente enfatizada por la cobertura mediática. Pero las leyes civiles las hacen los hombres, no Dios. En este contexto, las mujeres musulmanas están infantilizadas, porque la imagen establecida en el imaginario cultural es que están oprimidas y necesitan que las salven, lo cual anula su libertad de elección. En esta línea de pensamiento, las mujeres musulmanas no se limitan a elegir entre su libertad personal y su práctica religiosa, sino que tienen la capacidad de actuar y tomar sus propias decisiones. Por ello, no se trata de opciones, sino de libertad, igualdad y derechos.

Una aproximación a la islamofobia con perspectiva de género

Como consecuencia del incremento de las comunidades musulmanas en Europa, el debate público sobre los musulmanes europeos ha crecido simultáneamente con la politización del islam. Así pues, la islamofobia se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible en Europa. El primer paso al abordar la islamofobia es reconocer las diversas formas que puede adoptar. Hay dos tipos: la institucional y la individual. La islamofobia institucional se refiere a la discriminación de los musulmanes que puede darse en los gobiernos, las agencias de aplicación de la ley o las instituciones sociales. Por otra parte, la islamofobia individual abarca las actitudes negativas que muestran los individuos con respecto a los musulmanes o la sociedad musulmana en su conjunto. En ambos casos, estos prejuicios surgen de malentendidos y falta de información sobre el islam y los musulmanes.

El enfoque de la islamofobia con perspectiva de género debe considerarse en toda su relevancia, puesto que investigaciones recientes sobre el asunto han demostrado que las mujeres musulmanas son las mayores víctimas de la islamofobia debido a la intersección de dos identidades: la religiosa y la de género; son mujeres y son musulmanas, lo cual resulta muy evidente por su vestimenta. Además, si son víctimas de otro tipo de discriminación, ya sea de raza, color u orígenes étnicos y sociales, todo ello crea una serie de desventajas acumuladas que convierte este enfoque interseccional en una herramienta muy importante.

A este respecto, un informe europeo comparativo que analizaba el impacto de la islamofobia en las mujeres musulmanas en cuanto al empleo y los delitos de odio demostró que las mujeres musulmanas son las mayores destinatarias del discurso y los delitos de odio de la islamofobia y la violencia, sobre todo si llevan pañuelo. Por ejemplo, en Holanda y Francia, un 90% y un 80% respectivamente de las víctimas de los incidentes relativos a la islamofobia registrados entre 2014 y 2015 eran mujeres, y la mayoría llevaban un símbolo religioso visible.4

Estereotipos y prejuicios

Un estereotipo es una imagen, idea o noción inmutable comúnmente aceptada sin base científica y adoptada por un grupo social con respecto a otro, a causa de una serie de opiniones y prejuicios sobre determinadas personas. Estos estereotipos y prejuicios pueden adoptar la forma del rechazo, el miedo, la incomodidad o el odio y, en consecuencia, pueden conducir a la discriminación. En el caso de los musulmanes, los medios de comunicación, el cine, la literatura, la retórica del odio y algunas acciones de los mismos musulmanes han constituido elementos clave para conformar esos estereotipos o prejuicios en ciertos grupos, así como en la opinión pública. Es importante señalar aquí el papel de los medios de comunicación, ya que las noticias en televisión, a diferencia de lo que ocurre en el cine y la literatura, se presentan como elementos objetivos. De este modo, al presentarse como informantes de la realidad y garantes de la objetividad, los discursos informativos de los medios se convierten en «constructores de realidades» y, por tanto, son elementos esenciales en el proceso de imaginación y construcción social de las comunidades en cuanto al sentido de pertenencia, ya sea nacional o transnacional.5 Hay muchos estereotipos que rodean a la mujer musulmana, pero la mayoría de ellos giran en torno a tres elementos clave: el hiyab, los derechos y la libertad y, por último, la educación. La controversia sobre el hiyab no solo se centra en su uso en el espacio público, que ha sido un tema de debate muy candente, por ejemplo en las esferas feministas, sino también en espacios políticos y de trabajo. En su libro Sense sucre [Sin azúcar], Mireia Estrada reflexiona acerca de esta idea, y argumenta que el hiyab es un objeto banal y, al mismo tiempo, lleno de significados, tan lleno que, lo miremos por donde lo miremos, nos equivocaremos. Si lo defendemos, ignoramos a las niñas que lo llevan por obligación; si lo condenamos, ignoramos a aquellas que deciden llevarlo por una libre elección.6 El hiyab se percibe como un símbolo de privación de la libertad, así como de la opresión masculina, y un peligro para la integridad y la tolerancia de las sociedades occidentales. Algunos creen que las mujeres que llevan hiyab se ven obligadas a hacerlo, mientras que otros afirman que es una elección personal de cada mujer. Es cierto que, en ciertos contextos políticos y sociales, se impone el uso del hiyab, mientras que en otros supone un ejemplo del poder de las mujeres para ejercer el control sobre sus propios cuerpos y vestir de un modo con el que se sienten cómodas. Sin embargo, cuando los países occidentales niegan a las musulmanas el derecho a llevar pañuelo, también están cuestionando su estatus como ciudadanas.7 Otro aspecto preocupante es la politización del hiyab, de la cual Francia se erige en ejemplo paradigmático. Francia es un país con una gran diversidad religiosa. Aproximadamente la mitad de su población se reconoce como cristiana, tiene las mayores comunidades judías y musulmanas de Europa y un tercio de los franceses rechaza toda afiliación con una religión concreta. Aun así, Francia aprobó una serie de medidas para mantener la religión, y especialmente el islam, fuera del ámbito público. En 2004, Nicolas Sarkozy, por entonces ministro del Interior, promulgó una ley que prohibía el uso del hiyab en las escuelas y, en 2011, promulgó otra ley que prohibía, en este caso, el uso del nicab en lugares públicos, lo cual ratificó el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2014. Últimamente, el hiyab ha ocupado un lugar de actualidad en la campaña electoral francesa. La guerra en Ucrania, la creciente inflación, los posibles cortes en el suministro de gas, el cambio climático o el hambre y el malestar social en ciertas regiones del mundo no eran tan importantes como el hiyab. Tal y como ha sugerido la profesora Luz Gómez García, llegados a este punto, surge la pregunta de si ya no es el modelo de ciudadanía lo que está en discusión, sino la noción misma de ciudadanía igualitaria e inclusiva como elemento constitutivo de la vida política en Europa.8

Todo ello reafirma la idea de que las mujeres musulmanas nunca son lo bastante europeas, solo musulmanas. No hace mucho, la revista de moda Vogue France compartió un post en Instagram con una foto de la actriz y modelo Julia Fox con un pañuelo negro enrollado en la cabeza, con el siguiente titular: «¡Sí al pañuelo!». Ni que decir tiene que Julia Fox nunca lleva hiyab, es una mujer blanca y no musulmana.

También las mujeres musulmanas que no llevan hiyab están sujetas a la discriminación y la islamofobia a causa de sus nombres, sus orígenes o su color, incluso si han nacido y se han criado en países europeos. Además, existe la percepción de que sus decisiones o acciones están vinculadas a un eje que va de lo que está permitido (halal) a lo que está prohibido (haram). No debemos olvidar que, en lo que a religión se refiere, hay mujeres que practican y reivindican su fe, como Tamara Falcó o Eileen Lahi; otras que prefieren mantenerla en el ámbito privado y otras que son practicantes ocasionales o no son practicantes, pero no se identifican con el ateísmo.

Cuando se trata de los derechos de la mujer, parece que el islam haya creado el patriarcado, pero el islam no creó el patriarcado, pues este ya existía. Aun así, es innegable que la ley islámica se ha practicado de un modo muy patriarcal en los últimos años. Realmente, no es fácil ser mujer en el mundo. Lo que está claro es que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres y los derechos de las mujeres trascienden cualquier religión, política, geografía, raza, cultura o lugar de trabajo.

Tal y como señala la periodista Shada Islam, la discriminación basada en el género se da en democracias y autocracias, en sociedades seculares y religiosas, en naciones ricas y pobres. Aunque el discurso orientalista e islamofóbico apunta a ello como un problema del sur global y de los estados mayoritariamente musulmanes, también es una plaga en demasiadas democracias occidentales.9 Por poner un ejemplo, el Tribunal Supremo estadounidense ha anulado el histórico caso de Roe vs. Wade, que garantizaba hasta ahora el derecho al aborto en Estados Unidos.

El ultimo, pero no menos importante aspecto de los prejuicios en torno a la mujer musulmana es la educación. Se ha llegado a sugerir que las mujeres musulmanas no tienen derecho a la educación y el empoderamiento, en relación con el islam y no con la falta de oportunidades, las barreras socioeconómicas y políticas, las reglas culturales imperantes del patriarcado, el acceso deficiente a las escuelas y la baja calidad de la educación.

No obstante, hoy en día está creciendo, cada vez más, la concienciación sobre la educación de las mujeres en las familias, que animan a estas a conseguir la independencia económica. Según un estudio reciente, a medida que las mujeres musulmanas ascienden en la escala educativa, el papel de la religión como predictor del rendimiento académico disminuye. Asimismo, el informe sostiene que la riqueza de un país —y no sus leyes ni su cultura— es el factor fundamental a la hora de determinar la educación que seguirá una mujer.10 Así, en las últimas décadas, las mujeres de países como Emiratos árabes Unidos están dando pasos muy importantes para avanzar en su educación.

Conclusión

Está claro que aún queda un largo camino por delante en lo que a género y derechos de las mujeres musulmanas se refiere en todo el mundo. Así, es esencial implantar medidas legales y políticas que favorezcan el avance y, por encima de todo, fomentar la concienciación que lleve a evitar caer en malentendidos y falta de información, no solo en asuntos que afecten a las mujeres musulmanas, sino en cualquier asunto que afecte a los derechos humanos. Así pues, las instituciones deben promover la diversidad y la igualdad en todos los ámbitos sociales y políticos. Un ejemplo ilustrativo, en este sentido, es la iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona, que ha creado un servicio técnico para promover la diversidad cultural entre sus empleados, aprobado en el Plan de Interculturalidad Barcelona 2021-2030. También es muy importante implementar leyes que aporten mecanismos de defensa en situaciones de vulnerabilidad.

Los medios de comunicación, en este caso, desempeñan un papel decisivo. Proyectos como MAGIC (Mujeres y comunidades musulmanas contra la islamofobia de género en la sociedad, en sus siglas en inglés), liderado por el Instituto Europeo del Mediterráneo y financiado por la Comisión Europea en el marco del Programa de Derechos, Igualdad y Ciudadanía, cuyo objetivo es prevenir la islamofobia de género en los medios de comunicación de España y Bélgica mediante una mejora general de las capacidades, la formación de periodistas y la promoción de campañas de concienciación, son esenciales. Otra herramienta indispensable es el acceso de las mujeres a la educación para que, así, puedan tomar las riendas de sus vidas y sus elecciones, y dispongan de una voluntad de acción, capacidad crítica e independencia económica. Es fundamental, pues, no dar la educación por sentada.

Notes

1. L. Abu-Lughod, «Do Muslim Women Really Need Saving? Anthropological Reflections on Cultural Relativism and its Others», American Anthropologist, 2002, pp. 783-790.
2. L. Vidal, «La revolució invisible», Ara, 2022.
3. M. Mikdashi, «How Not to Study Gender in the Middle East», Jadaliyya, 2012.
4. D. Seta, «Forgotten women: The impact of Islamophobia on Muslim women», European Network Against Racism, 2016.
5. G. Martín Muñoz y R. Grosfoguel, «La islamofobia a debate. La genealogía del miedo al islam y la construcción de los discursos antiislámicos», Casa Árabe, 2012.
6. M. Estrada Gelabert, Sense sucre, Barcelona, Ara llibres, 2022.
7. L. Mijares y A. Ramírez, «Mujeres, pañuelo e islamofobia en España: Un estado de la cuestión», Anuales de Historia Contemporánea, 2008, pp. 121-135.
8. L. Gómez García, «Dios es lo más: jóvenes musulmanes e islamofobia», afkar/ideas, 2016, pp. 20-22.
9. S. Islam, «War on Women needs forceful response, not glib statements», euobserver, 2022.
10. C. Hackett y D. Fahmy, «Education of Muslim women is limited by economic conditions, not religion», Pew Research Center, 2018.