Reflexiones sobre las transformaciones del arte palestino

Tina Sherwell

Coordinadora del Programa de Arte Visual, Facultad de Arte, Música y Diseño, Universidad de Birzeit (Territorios Palestinos)

El arte palestino de los últimos cuarenta años aparece inevitablemente condicionado por la historia de la ocupación de la región, por lo cual se ha erigido como una forma de expresión y creación para la defensa y protección de la identidad nacional, aun cuando los artistas palestinos trabajen en muchos y muy variados escenarios, a menudo desde la diáspora. Pese a que en los últimos años, gracias a la apertura de nuevos centros de enseñanza artística y exposición, los programas de intercambio con otros artistas y las herramientas tecnológicas, la situación de los artistas palestinos ha mejorado mucho, aún existen numerosos obstáculos que frenan y condicionan su trabajo, como las dificultades de movilidad y difusión de su obra, la escasez de compradores y la dependencia del patronazgo financiero. Actualmente, la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 ha añadido aún más dificultades a la situación de estos artistas.      


Los últimos cuarenta años han sido testigo de una significativa transformación en la geopolítica del arte palestino. Para realizar una aproximación a este período, en primer lugar, es necesario considerar una posible definición del arte palestino a partir del reconocimiento de que no se trata de un arte creado en un lugar específico, sino que, debido a la historia de la ocupación y la diáspora de su país, los artistas palestinos aparecen diseminados por todo el mundo. Por ello, el arte palestino debe ser concebido desde numerosos enunciados y aparece influido por el sitio y la localización específicos en cada caso. En este artículo me centraré en el arte de los palestinos en los Territorios Ocupados, sin dejar de mencionar por ello, eventualmente, la producción de otros artistas basados en otros lugares del mundo.    

Si echamos la vista atrás hasta la década de los ochenta en el enclave de los Territorios Ocupados, los testimonios de los artistas sugieren que su mayor preocupación consistía en conformar su identidad cultural, así como su reafirmación ante el público. El arte se encontraba profundamente vinculado a una serie de actitudes defensivas, así como a la protección de la identidad nacional frente a la ocupación. Los artistas estaban totalmente convencidos del papel que les correspondía en cuanto que vanguardia de la identidad cultural, y de su responsabilidad a la hora de apoyar al pueblo mostrando una fidelidad inalterable a las tradiciones. Estas convicciones se materializaron en forma de obras de arte que proporcionaban al público una serie de símbolos identificables con la patria y la tierra natal. Esta filosofía dominante en el panorama artístico tuvo lugar en medio de una modernidad alienante que estaba transformando el paisaje palestino y las diversas estructuras sociales, a medida que la necesidad de un sustento llevó a los campesinos a convertirse en mano de obra asequible en Israel.    

Graffiti in Bethlehem (Soléa Bulfone).

Las estrictas leyes de la ocupación influyeron de forma muy contundente en la producción artística, ya que las políticas subyacentes de ocupación intentaban negar y eliminar la identidad cultural palestina. En esa época, enarbolar la bandera palestina podía conducir fácilmente a prisión, las obras de arte estaban bajo la misma jurisdicción que los panfletos políticos y las autoridades militares clausuraban continuamente toda clase de exposiciones. Por ejemplo, hasta hace muy poco no existía ninguna escuela de arte en Palestina, y tampoco academia nacional de arte ni museo artístico de ninguna clase. Bajo la ocupación, los programas de arte y agricultura no obtenían ninguna clase de reconocimiento por parte de las instituciones de educación superior, según los informes de la Liga de Artistas Palestinos. Muchos artistas palestinos residentes en Israel han estudiado en instituciones israelíes, mientras que aquellos pertenecientes a la diáspora han estudiado en sus respectivos países. El resultado de todo ello es una multitud de aprendizajes y caracteres artísticos a lo largo de varias generaciones, y el hecho de que el trabajo de los artistas palestinos ha crecido y se ha desarrollado en muchísimos enclaves distintos. Sin embargo, la falta de reconocimiento de la identidad palestina se ha convertido en una cuestión central en la práctica de muchos artistas, así como una manera muy importante de construir esa misma identidad. Así pues, durante los años de la ocupación, las manifestaciones de las distintas expresiones culturales se produjeron bajo severas represalias. Montar cualquier exposición requería el permiso de las autoridades militares, que no dudaban en confiscar todas las obras artísticas que les parecía oportuno y prohibir toda clase de libros. De ahí que la afirmación de la identidad cultural de estos artistas constituyera un aspecto central de su trabajo en un contexto en el que no existían galerías, museos, escuelas de arte o cualquier otra clase de vehículo para la circulación y difusión del arte. Asimismo, los artistas se enfrentaban a la posibilidad de ser completamente apartados del mundo artístico y tener que renunciar a toda clase de vínculo con artistas de otros países.     

En este contexto, las exposiciones de arte eran, en su gran mayoría, temporales e improvisadas, y solían instalarse en los vestíbulos de las escuelas y los centros comunitarios. La participación por parte del público se interpretaba como una señal de patriotismo nacional y una afirmación de identidad, y a juzgar por el testimonio de los artistas, dicha participación era muy numerosa. También el público contaba con sus propias expectativas: el arte debía brindarles una posibilidad de celebración de su identidad cultural, y mostrar el calvario y las vicisitudes del pueblo palestino. Puesto que muy pocos podían permitirse comprar y coleccionar obras de arte, estas circulaban en forma de posters, lo cual facilitaba su difusión por toda la comunidad. Los artistas de las generaciones más antiguas aún hablan de la santidad con que esas comunidades recibían los posters, los cuales funcionaban tal y como relataba Benedict Anderson, el cual destacaba la importancia de la cultura impresa en el fomento de la formación de la «comunidad imaginada» de una nación dispersa de palestinos, bien bajo la ocupación o bien en la diáspora. El público palestino constituía el elemento de mayor importancia, así como la posibilidad de mostrar a un público internacional la otra cara de la lucha política.

La mayor organización artística de los Territorios Ocupados era la Liga de Artistas Palestinos, que a veces recibía apoyos indirectos de la Organización para la Liberación de Palestina. Su trabajo consistía en montar exposiciones grupales haciendo hincapié no tanto en los artistas individuales expuestos como en la importancia de alentar la producción cultural, lo cual incluía a muchos «artistas sin formación». Al no existir escuelas de arte en los Territorios Ocupados, los artistas estudiaban en países vecinos como Egipto, Irak o Siria, cuando surgía una oportunidad y les permitían desplazarse. No fue hasta finales de los años ochenta y principios de los noventa cuando la Universidad Al Najeh y la Universidad Al Quds establecieron los primeros programas de Arte, y solo en 2006 se inauguró la primera academia artística. Por ello, muchos artistas eran autodidactas o se formaban en talleres conducidos por otros artistas. Tanto estos como la Liga de Artistas Palestinos intentaron tender puentes con el exterior, y las exposiciones que se organizaban fuera del territorio estaban dominadas por la solidaridad política con los artistas palestinos y las exposiciones grupales de arte palestino. Asimismo, los palestinos intentaban crear vínculos con los países de Oriente Medio, ya que se encontraban aislados de las evoluciones y los debates artísticos en el contexto regional. La mayoría de los artistas bajo la ocupación no consentían en exponer sus obras en galerías israelíes o participar en exposiciones de los museos de allí, a pesar de que en muchos casos eso habría supuesto un gran éxito. En este sentido, cabe destacar la serie de exposiciones anuales organizadas en común por artistas palestinos e israelíes, las cuales incluían un manifiesto en favor del final de la ocupación. Aunque tanto unos como otros aunaron fuerzas para hacer un llamamiento público y conjunto contra la ocupación, esta clase de iniciativas fueron decreciendo poco a poco, a medida que se fueron adueñando de ellas diversas corrientes políticas superficiales que solo pretendían sacar beneficios propios de los eventos, y la obra de los artistas quedaba así relegada a un plano secundario.     

Cabe detenerse, asimismo, en los cambios producidos en el seno del paisaje cultural palestino a principios de los años noventa, con el establecimiento de varias ONGs cuyo objetivo específico consistía en trabajar en el campo de la cultura y las artes visuales, y en muchos casos habían sido fundadas por artistas. Además, las universidades también empezaron a instaurar programas de estudios artísticos y recintos destinados a exposiciones. Desde nuestra perspectiva actual, esas organizaciones, cuyo número creció de forma significativa durante la pasada década, posibilitaron un cambio muy evidente en el paisaje cultural de la región. Asumieron tareas de cariz muy diverso como albergar exposiciones de artistas individuales, documentar el arte palestino, crear páginas web sobre arte, producir publicaciones, promover prácticas contemporáneas y vanguardistas, tender puentes entre artistas palestinos residentes en la Línea Verde y en la diáspora, crear vínculos entre artistas internacionales y palestinos, organizar exposiciones internacionales, invitar a artistas internacionales, crear programas de residencia y facilitar el trabajo de los comisarios internacionales. Al mismo tiempo, estas instituciones se convirtieron en mediadoras culturales y establecieron una agenda de actividades culturales a través de sus programas y estrategias.   

En esa época, gracias a la instauración de la Autoridad Palestina, muchos artistas comprendieron que su papel como estandartes a la vanguardia de la identidad nacional y cultural había cambiado, de ahí el aumento de las exposiciones individuales y el número de artistas que empezó a decantarse por la exploración de temas e intereses personales en su obra, lo cual para muchos profesionales influyó en el contexto político pero no produjo cambio alguno en el uso de la iconografía visual y el simbolismo popular de las representaciones identitarias de las décadas precedentes. 

Los artistas empezaron a alejarse de lo que hasta entonces habían constituido los principales métodos de trabajo, formas y preocupaciones, con las ya conocidas representaciones simbólicas de la patria o los contenidos nacionalistas, en busca de una representación distinta de los lugares. Hasta entonces, la pintura y la escultura habían sido las formas de expresión predominantes, lo cual dio un giro cuando las jóvenes generaciones de artistas empezaron a usar la fotografía, el vídeo o la instalación, así como a explorar las posibilidades de la performance. La reducción de la agenda política más directa en las prácticas artísticas hacia mediados de los noventa, así como la necesidad de crear representaciones nacionales, hizo que los artistas más jóvenes se comprometieran a iniciar investigaciones más complejas acerca de las cuestiones de identidad y localización. Eso les permitió acercarse a las tendencias y los motivos más internacionales, y más tarde el trabajo de esos artistas pasó a situarse en un primer plano y atraer el interés internacional. Hoy en día, podemos afirmar que los artistas palestinos exploran un amplio abanico de temas en su obra, como la identidad sexual y personal, la memoria colectiva, las cuestiones relativas a lugares y localizaciones, el anhelo, la nostalgia, las limitaciones del nacionalismo, el simbolismo visual, la diáspora en el exilio o el significado de la noción de hogar, ideas, todas ellas, exploradas a partir de una amplia gama formal que incluye la fotografía, el videoarte, la instalación o la filmación.   

Uno de los principales motores de cambio en el contexto del arte palestino es el papel de los curadores interesados en el arte de Oriente Medio, que han aumentado mucho desde el año 2000, y Palestina se ha convertido en una parada obligatoria del recorrido de estos curadores internacionales por la región. Muchos de ellos acuden a Jerusalén o Ramala para descubrir por sí mismos el escenario de arte contemporáneo de la región. El arte palestino pudo así pasar a formar parte de la geopolítica del arte mundial, a medida que surgían oportunidades internacionales y los artistas podían participar en exposiciones, proyectos, residencias y bienales, pero ese interés en la región siguió las tendencias propias del ecosistema artístico y, en retrospectiva, duró poco tiempo. Además, los coleccionistas regionales y las casas de subastas que estaban especialmente interesados en el arte palestino y han proporcionado diversos apoyos a los artistas palestinos durante la última década se han visto sorprendidos por la pandemia del Covid-19, una crisis que ha mermado gravemente los recursos de dichos artistas.   

Las asociaciones artísticas fundadas durante la década de los noventa siguen dependiendo, en gran medida, de los patrocinadores financieros, y su trabajo está determinado y definido por esos fondos. La actual crisis provocada por la pandemia hace que estas instituciones se enfrenten a retos muy difíciles que ponen en peligro su supervivencia en todas las áreas del sector cultural: el arte visual y las artes escénicas, el teatro, la danza y el cine.

La obtención de fondos es una parte muy importante de la producción artística, pues tanto las exposiciones locales como internacionales tienen costes de producción que pueden variar mucho según el caso. Esos fondos proporcionan a los artistas locales e internacionales la oportunidad de crear obras que de otro modo no serían posibles, así como de participar en proyectos curatoriales y exposiciones para mostrar dichas obras. En el lado opuesto se encuentran, claro está, aquellos artistas que no resultan elegidos para participar en esos eventos, por lo que las prácticas curatoriales influyen en gran medida en la producción y visibilidad del arte. De todas maneras, el arte no siempre depende de dichas prácticas, puesto que muchos artistas siguen trabajando sin costes de producción y sin visibilidad alguna en exposiciones. Aun así, cabe señalar que esas oportunidades promovidas por los fondos financieros, ya sean a través de exposiciones organizadas por curadores o bien de becas y subvenciones varias a las que pueden acceder actualmente los artistas de Oriente Medio, ha aumentado de forma significativa la producción y la visibilidad de los artistas palestinos.

Sin embargo, pese al crecimiento de las organizaciones de apoyo al arte contemporáneo que permiten diversas prácticas artísticas, las artes visuales permanecen aún constreñidas en muchos aspectos por el contexto local, sobre todo con respecto a la ocupación. Los artistas permanecen aislados entre sí debido al laberinto existente de controles y muros de separación. Por ejemplo, un artista de Belén no puede viajar a Jerusalén, los artistas de Gaza no pueden abandonar la franja o interactuar con sus compañeros de otras poblaciones, y todos ellos están asimismo separados de los artistas que residen en Israel. Los palestinos necesitan visados para viajar a casi todos los países del mundo, mientras que los residentes en Cisjordania no pueden acceder a los aeropuertos israelíes y deben desplazarse hasta el de Amán, en la vecina Jordania. Las posibilidades de que las exposiciones internacionales lleguen a Palestina son increíblemente complejas y siempre restringidas por la ocupación. Los artistas palestinos están aislados de los países árabes vecinos, así como de los escenarios y diálogos artísticos que se producen en dichos lugares. Aunque durante la última década han aumentado las oportunidades de viajar, e internet, las redes sociales y las plataformas virtuales han permitido que muchos artistas entren en contacto, el aislamiento de los artistas palestinos sigue siendo una lacra. 

El sector artístico se enfrenta, pues, a una serie de retos que van desde la ausencia de infraestructura y personal de apoyo al desarrollo del potencial de las artes visuales en cuanto que sector profesional, hasta la ausencia de patronazgo financiero para los artistas e investigadores, pasando por la falta de oportunidades laborales que permitan a estas personas vivir de su trabajo.

Existe una notable ausencia de crítica artística y de un discurso general sobre el arte, así como una continua e inherente inseguridad en las instituciones que dependen completamente de los fondos financieros para su supervivencia, lo cual lleva a muchas de ellas a trabajar de forma temporal y precaria, y suspender numerosas actividades o reducir el alcance de las mismas. Por otra parte, el mercado artístico es extremadamente reducido y solo existen unas pocas galerías en activo. A pesar de todo, hoy en día el arte palestino ha logrado un reconocimiento importante en todo el mundo y los artistas palestinos participan en bienales, exposiciones internacionales, programas de residencia y ferias de arte. Son especialmente visibles en el ámbito de los artistas del mundo árabe, respetados por su excelencia y, en muchos casos, han sido reconocidos con prestigiosos premios y becas artísticas. Ahora los más jóvenes disponen ante sí de un panorama mucho más amplio que el de finales de los ochenta y principios de los noventa, pero aquellos que intentan vivir de su trabajo artístico siguen enfrentándose a una serie de retos considerables, especialmente en estos tiempos tan inciertos.    

Capharnaüm, de Nadine Labarki.