La desigualdad lingüística es desigualdad social: el ejemplo bereber en el sur del Mediterráneo

Tassadit Yacine

Antropóloga y directora de Estudios, École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), París

Los grupos dominantes tienden a valorar su propia lengua y a querer imponerla a los grupos dominados. Actualmente, en el norte de África, el bereber, una lengua usada en toda la cuenca mediterránea, sigue resistiendo tras haber sobrevivido a las grandes lenguas que constituyen grandes símbolos del saber, como el griego y el latín, pese a haber sufrido desde sus inicios y hasta hoy la dominación de varios pueblos conquistadores. Aunque de la escritura bereber, llamada tifinagh, no quedan más que algunas trazas testimoniales, la lengua oral sigue muy viva y se caracteriza por una creación artística y literaria muy importantes. Aun así, los hablantes de la lengua bereber se encuentran discriminados en toda la cuenca sur del Mediterráneo, así como en el seno de las diásporas europea y americana, a causa de su lengua.          


Según Pierre Bourdieu[1], los problemas sociales son problemas políticos, por lo cual es lícito afirmar sin rodeos que lo mismo ocurre con las cuestiones lingüísticas[2]. En efecto, la lengua es un medio de comunicación entre los seres humanos, pero dista mucho de quedar reducida a ese único aspecto. Comprometida tanto social como simbólicamente, está dotada de un capital específico en el mercado de los bienes simbólicos.

Los grupos dominantes tienden a valorar su lengua y a querer imponerla a los grupos dominados. Así ha ocurrido desde la Antigüedad en la historia de la humanidad y, más concretamente, en la historia del Mediterráneo. Aunque es imposible rastrear aquí la historia de las lenguas y las relaciones de fuerzas que las han caracterizado en dicha zona, me gustaría, eso sí, abordar a continuación el fenómeno de una dominación lingüística que se prolonga en el tiempo dentro del marco de los problemas lingüísticos del norte de África, de modo que una de las lenguas más antiguas del Mediterráneo se encuentra desacreditada a causa de su longevidad, lo cual afecta a la situación de aquellos que hacen uso de ella.

La mencionada lengua es el bereber, que junto al euskera ha sobrevivido a las grandes lenguas orales y escritas, como el latín y el griego, desaparecidas a lo largo de la historia de la cuenca mediterránea. El bereber se habla en Libia (Zuara, Nafusa), Argelia, Marruecos, Níger, Mali, Burkina Faso, Túnez (Yerba) y Egipto (oasis de Siwa). El mayor número de hablantes se concentra en Argelia (Cabilia, Aurès, M’Zab, Ahaggar y Gourara, así como en las montañas de Blida y del Ouarsenis) y en Marruecos (Rif, Medio y Alto Atlas y Anti-Atlas). A lo largo de la historia, una parte importante de estas poblaciones se instaló en la cuenca del sur, sobre todo durante las épocas cartaginesa, romana y bizantina, en las que desempeñó una función esencial. Además de su propia lengua, los bereberes hablaban latín y griego[3] y brindaron a la historia sabios y hombres de la Iglesia reconocidos con altos honores (Apuleyo, San Agustín, San Cipriano, Tertuliano, etc.), así como hombres y mujeres políticos decisivos en la historia como Yugurta, Masinisa, Sifax, Juba ii, la reina Kahina del Aurès o Táriq ibn Ziyad.

Manifestation à Alger.

 Aunque la lengua bereber posee un fondo común a nivel sintáctico, el léxico puede presentar diferencias según los diversos grupos de hablantes. Estas variantes son tanto más evidentes cuanto más nos desplacemos hacia el este o el oeste de la cuenca (Libia o Marruecos), o bien hacia el norte o el sur (Cabilia o el Ahaggar).

Las lenguas bereberes (conocidas con el nombre de amazigh), actualmente dispersas a lo largo de una vasta superficie y con una larga historia a sus espaldas, se vieron sometidas a una dominación, y posterior fragmentación, por parte de diversos pueblos conquistadores desde la Antigüedad hasta hoy en día. A pesar de que las poblaciones bereberes llevaban tres mil años utilizando la escritura, cuyo alfabeto es el tifinagh[4] —el rastro más antiguo conservado data de la construcción de la estela de Dougga[5], una necrópolis dolmética—, esta desapareció muy pronto como lengua escrita de la administración y los estratos del poder con los primeros contactos con estos pueblos. Así, la escritura de los bereberes cayó en el olvido en beneficio del griego, el latín y, más tarde, del árabe, el turco y el francés. Ya desaparecida de los usos de la vida cotidiana[6], nos ha llegado como un rastro testimonial en forma de inscripciones presentes en todo el norte de África: Argelia, Marruecos, Túnez, Libia y las islas Canarias; y esas huellas contribuyen a la riqueza del patrimonio de la humanidad.  

Por lo que respecta a la lengua bereber oral, actualmente sigue muy viva y se caracteriza por una creación artística y literaria muy dinámicas (poesía, música, arquitectura). Cuenta con numerosos hablantes tanto en el sur del Mediterráneo como en la diáspora europea (Francia, España, Bélgica, Holanda o Alemania) y americana (Canadá, Estados Unidos), los cuales, ya reivindiquen abiertamente su lengua o no, se encuentran discriminados a causa de ella, que se extiende así por el territorio mundial. Vamos a hacer aquí hincapié en la situación de Cabilia debido a una serie de razones históricas, pues en esta región surgió por primera vez la cuestión discriminatoria de una forma contundente y opuesta a la ideología arabo islámica. En efecto, podemos situar el nacimiento de esta reivindicación en 1948, que en 1949 dio lugar a un conflicto frontal entre los nacionalistas y los bereber-nacionalistas, también llamados bereber-materialistas. La cuestión de la lengua será determinante en la independencia de Argelia, en 1962[7]. La mencionada crisis de 1949 constituyó, por así decirlo, un momento fundacional de la historia del movimiento nacional que encarriló al país entero y de forma exclusiva por la vía del arabo islamismo, definiendo una identidad y una lengua árabes y reconociendo una religión, el islam, acordes con la doctrina del líder ulema Ben Badis (Tilmatine, 1948).

El movimiento de los ulemas argelinos, aunque favorable a la asimilación de los argelinos a la lengua y la cultura francesas, se atribuyó la paternidad del nacionalismo y la defensa del arabo islamismo como único fundamento de la nación argelina[8]. Las voces favorables a una Argelia argelina, es decir, no árabe y no musulmana, sino laica, se vieron expulsadas del movimiento y acusadas de bereber-materialismo, lo cual supuso la exclusión de su propio país. Ninguna región del norte de África ha conocido una situación similar en la historia: en este caso, el arraigo en la cultura ancestral bereber acompañado de una proyección en la «modernidad» (laicismo, pluralismo, democracia) como elemento esencial de la resistencia a la colonización y principio según el cual se construirían los cimientos de la futura nación.

Por este motivo, los cabilios, pese a haber participado en la liberación de Argelia, sufrieron ataques en razón de su rechazo a la asimilación pura y dura del arabo islamismo. Desde 1963, momento en que se produce la «disidencia» del líder histórico del Frente de Liberación Nacional (FLN) Ait Ahmed[9], la región de Cabilia no ha cesado de combatir los poderes fácticos con el fin de reapropiarse de su historia[10].

Llegados a este punto, cabe detenerse en los inicios de la islamización para comprender en profundidad esta articulación entre historia y política que tan arraigada se encuentra en los países del norte de África, y que no ha cesado de alimentar una confusión entre lengua e identidad largamente promovida por los defensores del arabo islamismo[11]. Esta situación ha permitido que los cabilios, así como otras poblaciones de los países vecinos, tomen conciencia de la situación en que se encuentran[12]. De este modo, en Marruecos podemos encontrar luchas reivindicativas muy similares a las producidas en Argelia, que evolucionan en función de las épocas y los espacios concretos. En este sentido, cabe señalar que las desigualdades lingüísticas están construidas social e históricamente, y se transmiten desde épocas muy antiguas. Los últimos colonizadores del norte de África (franceses, españoles e italianos), reactivaron los enfrentamientos y acentuaron las brechas entre los hablantes árabes y bereberes, ya que consideraban la lengua árabe (aunque dominada también por el propio sistema de los conquistadores) como superior, pues contaba con una escritura y estaba legitimada por el Corán. Esta percepción, de hecho, es la que prevaleció desde la conquista de los árabes del norte de África, que impusieron su religión y su lengua en los territorios ocupados.

Este debate hizo correr ríos de tinta durante la colonización de Argelia y bajo el protectorado de Marruecos, pero no consiguió otorgar un estatuto a la lengua bereber, recluida al ámbito de la investigación etnológica y lingüística universitaria. Cabe recordar que la enseñanza del bereber en Francia se instauró oficialmente en 1913 y comenzó de forma efectiva en 1915, en la Escuela de Lenguas Orientales de París.

Una vez recobrada la independencia, las poblaciones bereberes siguieron usando su lengua en sus regiones de origen, pero también en las ciudades, donde se veían discriminadas por este motivo. Obligadas a menudo a vivir en condiciones muy modestas, la mayoría de estas poblaciones no posee el capital cultural necesario para poder integrarse en el ambiente urbano sin pagar por ello el precio de la renuncia a sí mismas y a sus valores específicos. De este modo, muchos argelinos son cabilios «des-cabilizados», de la misma forma que muchos casablanquinos se han «des-berberizado». El poder de las ciudades es muy importante, prueba de ello fue la emergencia de los movimientos fundamentalistas de los años treinta en los ambientes urbanos. El movimiento ulemita, en Argelia, y del Partido Istiqlal, en Marruecos, lucharon por difundir la idea del regreso a los fundamentos islámicos hasta erigirse en líderes de los movimientos nacionalistas e imponer así su ideología. En el seno de ambos surgió así la cuestión de las lenguas e identidades a distintos niveles.[13]

Desde hace más de setenta años, es decir, desde el momento en que los países del norte de África empezaron a recobrar su independencia[14], la región ha experimentado un proceso de arabización acelerada que, en realidad, supone un proceso de «des-berberización» que ha llevado al pueblo bereber a desprenderse de su lengua, su historia anterior a la islámica y su identidad cultural[15], pues las miras hegemonistas magrebíes pasaban por fundar estados según el modelo jacobino francés, con una sola lengua y una sola religión. Dicho proceso consiste en transformar culturalmente a grupos enteros de población formados en una civilización mediterránea tejida por una gran diversidad cultural (pagana, judía y cristiana). Por muy paradójico que resulte, los países europeos adoptaron con sus inmigrantes la misma política que los estados nación del norte de África con respecto a las poblaciones bereberes.  

En Europa, la ley de la mayoría hace la ley, lo cual incita a los inmigrantes a desprenderse de su lengua materna, percibida como una lengua sin valor en el ámbito social por razones sociales (integración obliga) a la vez que políticas. Con excepción de Holanda, ningún país europeo ha tenido en cuenta la realidad lingüística de sus inmigrantes, puesto que el respeto a las políticas de los países de origen prevalecía sobre el interés de los niños y de sus familias. En el caso concreto de Francia, el árabe empezó a enseñarse en las escuelas hace más de treinta años a pesar de que la mayoría de los niños hablaban lenguas bereberes.

Ahora bien, el hecho de que las primeras oleadas de inmigración procedían, sobre todo, de las regiones de Cabilia y Shauía, en Argelia, y de las poblaciones chleuhs, amazighs y rifeñas de Marruecos, era de sobra conocido. Según varios estudios, los hablantes de lenguas bereberes componen la mitad de los franceses de origen norteafricano. Los arabófonos, por su parte, hablan dariya, lengua árabe vernácula de la región e incomprensible para los naturales de Oriente Medio y distinta del árabe clásico, que se convirtió en lengua oficial marroquí con motivo de la independencia. La lengua que el Estado francés pretende enseñar no es, en ningún caso, una lengua materna, tal y como defiende con gran aplomo el periodista de Le Monde Nabil Wakim[16], que parte del término genérico árabe empleado desde la época de las colonizaciones para designar a todas las poblaciones del norte de África.

Así pues, la desigualdad resulta escandalosa, en tanto en cuanto la lengua materna de esos niños se encuentra en una situación terriblemente dolorosa con ocasión de la lucha de los bereberes, iniciada en los años cincuenta, para recuperar su lengua[17]. Esta lucha ha ido radicalizándose a partir de los años sesenta en Argelia y Marruecos, hasta su reconocimiento como lengua oficial en 2011, en Marruecos, y 2016, en Argelia. Resulta sorprendente ver cómo se producen tales confusiones en países avanzados que, por razones políticas, participan de forma consciente o inconsciente en la interferencia de identidades y la confusión de lenguas. Es importante insistir en este punto, ya que demuestra la desigualdad social existente, basada en una mentira y una dominación cultural que amenaza con dejar huellas imborrables y definitivas.

En efecto, en su discurso contra el separatismo de octubre de 2020, Emmanuel Macron propuso reforzar la enseñanza del árabe en la escuela. Nadie parece haberse preguntado acerca de la pertinencia, e incluso del peligro de asociar una lengua (el árabe) a una religión (el islam). El árabe no es la lengua materna de los inmigrantes. El bereber ha sido (y sigue siendo, sin duda) la primera lengua en Francia, brindada por los miles de bereberes que han ido llegando para trabajar en los diversos departamentos del país. El bereber, por tanto, y a semejanza de otras lenguas, debe poder encontrar su lugar en la escuela. En este sentido, el debate sobre el estatus de las lenguas debe permanecer totalmente abierto.   

 En un ambiente político marcado por la terrible decapitación de un profesor (que nada puede justificar y que condenamos con todas nuestras fuerzas) y por la lucha contra el «separatismo», el 6 de octubre de 2020 el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, expresó ante Najat Vallaud-Belkacem[18] su voluntad de reforzar y normalizar la enseñanza de la lengua árabe en el marco de la escuela de la República para evitar, según él, que las estructuras extraescolares paralelas se apoderaran de esta enseñanza y propagaran un mensaje más religioso que lingüístico.  

En un informe remitido recientemente al Gobierno francés, Hakim el Karoui[19] señala que el número de alumnos que aprenden árabe en la escuela primaria y secundaria se ha reducido a la mitad, al tiempo que se ha multiplicado por diez en las mezquitas. Pese a la realidad de esta deriva de la enseñanza del árabe, Jean-Michel Blanquer sabía muy bien que sus palabras levantarían tantas pasiones como interrogantes, puesto que la enseñanza de la lengua árabe plantea un problema muy real a la sociedad francesa. En efecto, esta lengua está muy instrumentalizada por una serie de fines políticos en lugar de considerarse una lengua de cultura y saber, como el resto de las lenguas, dignas de ser transmitidas sin segundas intenciones.

Ahora bien, el hecho de asociar una lengua (en este caso, el árabe) con una religión (el islam), y dar a entender así que la inmigración es completamente árabe y musulmana, lo cual dista mucho de la realidad histórica y social, parece algo peligroso. ¿Qué pasa entonces con los subsaharianos? Los bámbaras, los peuls o los suahilis, aunque practican el islam, ignoran por completo la lengua árabe. Si el ministro de Educación se refería a la inmigración procedente únicamente del norte de África, es verdad que esta es mayoritariamente musulmana, pero dista mucho de ser árabe y/o arabófona.

La lengua árabe «asusta» a algunos como Luc Ferry, ex ministro francés de Educación, mientras que otros consideran su enseñanza como algo útil para los niños procedentes de la inmigración magrebí. El debate sobre la enseñanza del árabe en la escuela se ha planteado desde una perspectiva dualista, y da la impresión de que el árabe es el único objeto del debate, cuando la realidad es que los franceses de origen magrebí no forman un grupo homogéneo ni lingüística ni culturalmente. Los hablantes de lenguas bereberes constituyen una comunidad mayoritaria en Francia y quieren advertir sobre la confusión que se crearía en el país con la adopción de las medidas propuestas, ya que la comunidad bereber sería la gran perdedora del debate.

 Por otra parte, en los años cincuenta del siglo pasado surgió una lucha a gran escala comprometida con la recuperación de la lengua y la cultura bereberes. Hoy en día no se trata de oponerse a la enseñanza del árabe en Francia, como lengua de cultura para todos los franceses deseosos de conocer la civilización árabe, pero sí que es preciso dejar claro que no es la única lengua de la inmigración.

Cabe destacar, en este sentido, la existencia de una lengua bereber académica y oficial en Argelia y Marruecos que se adaptaría muy bien a las aspiraciones de los niños procedentes de familias bereberes. Si lo importante, como ha señalado Jean-Michel Blanquer, es establecer un vínculo entre las lenguas y las civilizaciones, los bereberes no aceptarían la premisa de considerar que todos los niños inmigrantes son arabófonos. Y entonces, ¿de qué serviría proponerles aprender el árabe si no es con fines religiosos?

Los bereberes han asumido la enseñanza del árabe en sus respectivos países de origen como una despersonalización, a través de manuales escolares que niegan su propia historia y su lengua. Saben, asimismo, que la historia medieval y colonial supuso para ellos una tragedia culturicida. Sería lamentable que la misma situación se reprodujera en Francia a su costa. Los bereberes rechazan la ideología del reino árabe predicada por Napoléon iii, que borra toda huella de especificidad bereber para ofrecer una feliz amalgama entre lengua y religión.

En 1995, Salem Chaker[20], principal artífice de una convención sobre la enseñanza de la lengua bereber organizada por el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO) y la dirección general de enseñanzas escolares del Ministerio de Educación francés, recordaba[21] que, en los últimos nueve años, el número de candidatos al bachillerato que había escogido el bereber para la asignatura de lengua viva iii había pasado de 1.350 a 2.250 en todo el país, y no dejaba de aumentar cada año. Cabe recordar, por otra parte, y de forma paradójica, que en los países del norte de África los padres pasan auténticas estrecheces económicas para que sus hijos estudien en escuelas privadas francófonas.  

En este clima marcado por la complejidad, no es lícito añadir más confusión a la ya existente. Si el Estado francés quiere tender la mano a los jóvenes de los suburbios, debe empezar por abolir las discriminaciones que sufren muchos de ellos, y el aprendizaje del árabe debe ser una opción libre con vistas a su propia realización, no a una asignación etnorreligiosa impuesta desde fuera. Estos jóvenes, en efecto, son aquello que se les supone ser, o aquello que los islamistas querrían que fueran, lo cual, ciertamente, va en contra de la estrategia prevista.

Notas

[1] P. Bourdieu, Ce que parler veut dire, y Langage et pouvoir symbolique (ver bibliografía).

[2] La segunda parte de este artículo, publicada con el título «La langue maternelle des immigrés n’est pas l’arabe», ha contado con la colaboración de Pierre Vermeren y Omar Hamourit (en Analyse Opinion Critique, 13 de noviembre de 2020).

[3] En la corte del monarca bereber Masinisa, aliado de Roma contra Cartago, se hablaba griego, y las clases altas enviaban a sus hijos a Atenas para estudiar arte y literatura.  

[4] Las mujeres tuaregs son las que han hecho posible la transmisión de este alfabeto, que enseñan a sus hijos.

[5] Estela bilingüe escrita en neopúnico y bereber en homenaje al rey bereber Masinisa, cuyo mausoleo fue erigido en el reino numida en ii a.C en el territorio del actual Túnez.

[6] Salvo los tuaregs (pueblo del Sahara presente también en Níger, Mali y Burkina Faso), que actualmente siguen usando este alfabeto bereber. Conocido con el nombre de tifinagh, es la escritura oficial del bereber en Marruecos. Argelia, en cambio, la escribe usando el alfabeto latino.

[7] Agradezco a Mohand Tilmatine y Thierry Desrues el haber contado con algunos fragmentos de mi artículo publicado en Revendications amazighes durante la tormenta de las Primaveras árabes (centro Jacques-Berque, 2017).

[8] Este movimiento está relacionado con las figuras de Djamal Eddine El afghani y Rachid Abdou. La idea consistía en difundir ampliamente la lengua árabe y reformar el islam, anulando así las prácticas locales y, sobre todo, el sufismo.

[9] Ait Ahmed, militante anticolonialista y figura muy importante del movimiento nacionalista argelino. Fue, asimismo, un miembro clave de la oposición desde 1962 hasta su muerte.

[10] Desde los años ochenta hasta hoy, las poblaciones cabilias siguen luchando por un régimen democrático y abierto a las diversas lenguas y culturas del país.  

[11] Llamados araborama.

[12] Esos últimos años provocaron la amplia superación de una única reivindicación cultural en beneficio de una redefinición de la política en los ámbitos estatutario, territorial y geopolítico (lo cual, en algunos casos, obliga a recorrer el camino que va de la autonomía a la independencia).

[13] Un grupo de la oposición, el Movimiento para la Autodeterminación de Cabilia (MAK), formó un gobierno provisional en el exilio.

[14] Marruecos recobró su independencia en 1956; Argelia, en 1962.

[16] N. Wakim, «Le bon arabe, c’est celui qui choisit d’être meilleur en français plutôt qu’en arabe», Le Monde, 30 de septiembre de 2020.

[17] La primavera bereber ha quedado grabado en el recuerdo de los bereberes del mundo entero. En 1980, un grupo de estudiantes se enfrentaron al partido único en Tizi-Ouzou para reivindicar el reconocimiento de su lengua en un marco democrático. Esa época quedó marcada por una inédita oleada de reivindicaciones en Argelia.

[18] Política francesa de origen bereber que, en este caso, apostó por la estrategia del sistema dominante.

[19] Ensayista y autor del informe La fabrique de l’islamisme (2018) para el Instituto Montaigne.

[20] Académico especialista en lingüística bereber y profesor de lengua bereber.

[21] Véase Catherine Simon, «L’enseignement du berbère en France est aussi une affaire politique», Le Monde, 14 de febrero de 2005.