La creación plástica en el Egipto contemporáneo, que sigue de algún modo acusando la huella omnipresente de su historia milenaria, cuenta con un activo colectivo de artistas plásticos que hacen de la suya una vida militante en favor del arte y la expresión, donde el arte es no solo una vocación personal, sino también una ventana a la esperanza que ofrecen a todo aquel que desea mirar y compartir. Artistas de todo el mundo se reúnen anualmente en los encuentros que se organizan por todo el territorio egipcio bajo los auspicios de las universidades y el Ministerio de Cultura y Deportes y con la colaboración de UNICEF, la Organización Internacional para las Migraciones y diversas entidades públicas y privadas. El Cairo, Luxor, Alejandría, Minia o Asuán, entre otros enclaves, desde la costa mediterránea a la frontera con Sudán, se transforman cada año en un ágora de trabajo e intercambio entre creadores de los cuatro rincones del mundo con el fin de promocionar el desarrollo local sostenible a través del arte y la cultura. Desde hace varios años, Burullus, una pequeña localidad costera de pescadores, es, gracias a la voluntad del reconocido pintor y grabador egipcio Abd ElWahab Abd ElMohsen (Belkas-Dakahliya, 1951) y a la Fundación que preside, uno de esos puntos felices de convergencia, gracias a una propuesta del todo original y donde la creatividad alcanza año tras año cotas sorprendentemente bellas. Su hijo Islam AbdelWahab, director de arte y encargado de la comunicación pública de la Fundación, nos relata qué es y qué significa, para los artistas y para la población, el International Burullus Symposium for Painting on Walls and Boats.
En la memoria, el valle del Nilo
A lo largo de la historia del hombre, allí donde se asentaron las civilizaciones, estas dejaron trazos de la capacidad humana para establecer una profunda interacción entre hombre y naturaleza. Esa relación basada en la necesidad de protección y supervivencia trajo consigo el impulso para que la vida pudiera continuar más allá de las necesidades primigenias.
La del valle del Nilo fue una de esas civilizaciones que establecieron una gran simbiosis y supusieron el máximo grado de interacción entre el hombre y el entorno. El desarrollo de la agricultura, eje fundamental para la estabilidad, contribuyó en gran medida al apego humano al lugar, situación propicia para la formación de la sociedad, el desarrollo de las creencias y la filosofía y, en definitiva, para la formación del alma y la personalidad humanas, únicas en este valle: una humanidad generosa y cordial que se define a sí misma en la medida que acepta al Otro y sus diferencias.
Todas estas cuestiones nos invitan hoy a repensar nuestra relación con el lugar y, por lo tanto, nuestra percepción del Otro como compañero eventual en un espacio y un momento en el que se conforma nuestra mutua relación para formar unidades transitorias en las que ambos sentimos el tiempo del Otro.
Por otra parte, dicha percepción también nos permite tomar conciencia de los que vienen de lejos, de otra cultura, y este momento de contacto produce no solo simpatía, sino también el descubrimiento de las necesidades de quien vive en ese lugar distinto al nuestro. Así, podemos extrapolar sus ambiciones y sueños, al igual que sus sufrimientos, pensamiento, sentimientos, ideas e inteligencia.
La Fundación Abdel Wahab Abdel Mohsen y la población de Burullus
La Fundación Abdel Wahab Abdel Mohsen asociada al Ministerio de Solidaridad Social, inició su actividad general en 2014 a partir de un interés en nutrir el talento local, celebrar festivales artísticos y talleres para fomentar las habilidades de los niños y las mujeres y favorecer el intercambio intercultural entre artistas de diferentes países, desarrollando al mismo tiempo y de forma indirecta a través del arte el concepto de conciencia y pertenencia a la patria, en cuanto que comunidad.
Así es como nació el encuentro de Burullus.
Tras cinco horas de viaje al norte de El Cairo llegamos a la ciudad de Burullus, a orillas de un enorme lago con el mismo nombre, conectado con el mar Mediterráneo. Este lugar mágico tiene todos los encantos, está lleno de energía positiva e inspiró a la Fundación Abd ElWahab Abd ElMohsen para invitar a artistas de diferentes países del mundo a descubrir este lugar maravilloso y participar en el desarrollo de las técnicas de los propios habitantes. También la experiencia creativa personal de Abd ElWahab se ha inspirado en este lugar desde el año 2000.
Las tierras eran huertos verdes, mezclados con un mar de palmeras bajo la mágica alfombra azul y blanca en la estación de otoño. A esa pequeña y sencilla ciudad llegan artistas de muchas partes del mundo para pintar en las paredes de casas sencillas, a veces deterioradas, cuyos muros se convierten en lugares de ceremonia que celebra la presencia de ese extranjero diferente, ese artista que también es un modelo de otro tipo de vida.
Enfrente, los niños, las mujeres y los hombres, esa vida entre la pobreza, la satisfacción y los corazones puros… Los niños lo celebran cada año convirtiendo las paredes de colores en un diálogo entre esa energía sublime y especial que irradian y aquellos artistas que se encuentran en medio de un diálogo impuesto por el lugar, la inteligencia de los más pequeños y el amor de las buenas madres. En Burullus todos se celebran entre sí con un espíritu que, sin duda, emana del lugar, un lugar que se convierte en esa relación vital entre la atracción y la extensión del espacio estético, que en realidad no se limita a unas paredes de colores, sino a los corazones de las personas, que se extienden como un amplio hilo de unión entre los propietarios del lugar y estos otros. En pocos instantes entras en esa dinámica, en ese choque emocional de interacción con los niños, y ves la chispa de la inteligencia en sus ojos, en su deseo de diálogo… ¿Cuál es la pregunta?
A partir de lo dicho en el párrafo anterior, admitiremos que lo principal es el valor del conocimiento. La constatación de la diferencia que supone la existencia de los demás, es ese momento importante que puede transformarse en una base cognitiva. En Burullus el foco es el arte, donde podemos definir el término «conocimiento» a partir de la relación entre el que viene de otra cultura y la gente del lugar, especialmente los niños, los más interesados y los más perspicaces, que tratan de entrar en ese mundo que es como un sueño que terminará en poco tiempo, por lo que tratan de alimentarse de él intensamente.

Historias compartidas en los muros de la ciudad
El intercambio de esa vitalidad entre el que llega, formado en una realidad diferente, y estos niños es, de hecho, una entrada a una dialéctica epistémica, no a través de un lenguaje que la mayoría de ellos no domina, basado en la comunicación verbal, sino a través de otras vías, que son las estéticas visuales… Esa alegría de color y formas es lo que impone un momento de inesperado intercambio. Los niños lo viven a través de sus finos sentidos, experimentando un cambio que no es corporal, sino que deposita en sus almas ese sutil conocimiento a través del efecto emocional que el visitante deja en la pared de una casa vieja, así como de la tradicional bienvenida que la mayoría de ellos les ofrecen con simpatía.
Año tras año, la gente y los niños de Burullus comienzan a interactuar con los artistas, a dibujar con ellos, ayudarles y acoger a los artistas en sus casas. Con el paso de los días, las distancias entre los artistas y la gente de Burullus desaparecen, como también la sensación del artista de ser un extraño.
A pesar del poco tiempo disponible, todo el mundo llega a una fórmula de entendimiento implícito que tiene muchos matices, en esa confluencia entre el niño con sed de conocimiento y el visitante que desea conocer las diferentes formas de realidad que intuye. El artista también aprende otras cosas en ese espacio mientras sale de su estudio privado para pintar para los demás, y en su presencia se ve rodeado por un anillo de ojos sedientos. En ese momento, el artista renuncia parcialmente a las condiciones habituales de su creatividad, mientras el lugar impone sus propias reglas.
Infinidad de divertidas historias tienen lugar en esas entrevistas y conversaciones reales, no virtuales, con esos niños que son conscientes y tratan con los medios de comunicación todo el tiempo, por lo que la presencia física de los demás es un paso cognitivo para la proximidad real y la observación. Todas estas intersecciones de comunicación trascienden la barrera del idioma, como mencionamos anteriormente, y crean otro espacio propio. Un espacio amplio de intercambio repleto de lenguajes, signos e historias, en el que todos se enriquecerán con vivencias y conocimientos singulares que se perciben con el cuerpo y el corazón.
Como dijo uno de los artistas llegado de un país lejano: «Pintamos para ellos y no para nosotros mismos». El artista se enfrenta a esa concesión de su condición creativa en un pacto a favor, también, de esa alegría que dejará a los demás por medio de su trabajo.
Y la magia llega a las barcas
Cabe mencionar aquí la experiencia increíble de pintar sobre unas barcas que son similares a las barcas de pesca de la zona, donde los artistas se enfrentan a un soporte nuevo: un cuerpo tridimensional con los detalles que forman su particularidad como elemento especial e independiente.
El artista, en ese momento, se enfrenta al reto de convertir ese cuerpo de madera en una composición plástica y estética completamente integrada, que contiene un relato coherente. Tanto la forma del soporte como la intervención estética del artista devienen unos socios que no se imponen el uno al otro. Esa asociación es, en realidad, un diálogo en el que la obra creativa se asienta sobre una estructura que contiene en sí misma la tradición y la historia del lugar.
No obstante, el recorrido de esas maravillosas barcas no termina en la exposición que se realiza una vez terminado el simposio. Algunas de ellas se venden y los beneficios se utilizan para la realización de talleres o se destinan a caridad en hospitales y escuelas. Algunas también se ofrecen como regalo a las instituciones que nos apoyan.
En definitiva, en Burullus hay una luz común que conecta a los artistas con todos sus habitantes y cambia la vida de los niños, los pescadores y los lugareños para siempre.
Sin embargo, 2020 fue diferente. Bajo el lema «distancia de seguridad», el evento se llevó a cabo de forma virtual. La fundación envió invitaciones a artistas de todo el mundo a través de las redes sociales para que se unieran a nosotros mediante la implementación del diseño del barco en su propio país y fuera pintado en su estudio, y luego nos enviaran un video del proceso. Los participantes procedían de India, China, Bangladesh, Rusia, Arabia Saudita, Italia, Túnez, Serbia y, por supuesto, Egipto. La gente de Burullus extraña a los artistas y los artistas los extrañan a ellos, pero esperamos que 2021 sea un poco mejor. Lo esperamos.