«En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento».
Albert Einstein
«Imagine there’s no countries
It isn’t hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace».
John Lennon, Imagine
Durante la pandemia, a finales de 2020, se cumplieron los veinticinco años del Proceso de Barcelona. Un proceso que, desde sus inicios, ha implicado a los países de Europa y el Mediterráneo a cooperar conjuntamente y dar voz a la sociedad civil. Los discursos online pronunciados en este deslucido aniversario, motivado por el impacto del Covid-19, reconocen que no se ha hecho lo suficiente para conseguir el plan trazado. Aspectos como las guerras, la crisis económica, la falta de entendimiento y los intereses creados lo han hecho muy difícil, y la situación se ha agravado con la pandemia. Por ello, es de gran urgencia encontrar narrativas prometedoras y actuar según la Agenda 2030, en un compromiso que nos implica a todos, ya seamos del hemisferio norte o sur, y mayormente, si pertenecemos a la zona euromediterránea.
No obstante, en la conmemoración del Proceso de Barcelona, la Unión por el Mediterráneo (UpM) ha declarado el 28 de noviembre Día del Mediterráneo, una idea excelente que nos invita a reflexionar sobre este «mar de en medio», entre las dos riberas. En la lengua árabe, también denominan al Mediterráneo al-bahr al-mutawasit (البحر المتوسط ), el mar de en medio, que cuenta con los más importantes relatos de civilizaciones compartidas a través de la historia. Un gran puente de conexión, pero también una fosa nefasta para aquellos que han perdido la vida en su intento de atravesarlo.
En este número dedicado a «Arte y creatividad: puentes de diálogo intercultural» vamos a recorrer, gracias a las aportaciones de creadores artísticos y especialistas en eventos culturales y académicos, los puentes y puertos de salud, así como los arrecifes y bloqueos con los que nos encontramos para conseguir el deseado reconocimiento que nos una dentro de la diversidad. Aunque las tecnologías de la información y la comunicación colocan a los artistas en una transnacionalización ideal, esta no siempre se puede llevar a cabo, dadas las dificultades para obtener visados que favorezcan la movilidad. El arte y la cultura mantienen muy bien su propio valor creativo, partiendo de la premisa de que las culturas son dinámicas y, por lo tanto, integran los mestizajes, especialmente los artísticos. Sin embargo, existe un valor de dominación económico o político que puede marginar o crear espacios considerados periféricos, hasta que estos son observados y relacionados. El cine, el teatro, los audiovisuales, los diferentes formatos plásticos, fluyen ante nuestra mirada cuando conseguimos establecer un canal de comunicación e interlocución. Ante la intolerancia y los estereotipos culturales fruto del desconocimiento, el arte es más efectivo que la política a la hora de crear mensajes y generar empatía entre emisores y receptores.
El texto de Mercedes Giovinazzo abre esta publicación con la siguiente pregunta, que todos nos hacemos: «Cómo será el mundo que nos aguarde después de la pandemia, y más concretamente, si seremos capaces, en cuanto que ciudadanos, de preservar nuestros derechos y recordar que el fin último de los sistemas de gobernanza es crear un mundo mejor y más igualitario». Prosigue la directora de Interarts: «En este escenario tan incierto, cabe preguntarse también cuál será el papel del arte, en tanto en cuanto siempre ha sido un instrumento más o menos politizado por las estructuras de poder y solo a partir de la modernidad empezó a considerarse como la expresión individual de un artista». Sin duda, un gran esfuerzo de imaginación y un trabajo tenaz de la sociedad civil.
¿Qué papel tiene el arte en la creación de puentes de diálogo? Son los artistas y los científicos quienes construyen los puentes de diálogo en el proceso comunicativo que emprende la humanidad al intentar ir más allá de las palabras. El poder de la imagen y de la palabra tiene un valor que nos ayuda a comunicarnos. «En principio era el verbo»: así se inicia la Biblia, la palabra recogida en los evangelios y en el Corán, llena de metáforas que son la expresión de significados de difícil comprensión.
Hace una década, el antropólogo Néstor García Canclini, en su obra La sociedad sin relato, manifestaba que la tarea del arte no es otorgar un relato a la sociedad para organizar su diversidad, sino valorizar lo inminente, donde el disenso es posible. Además de ofrecer iconografías para la convivencia o manifiestos para las rupturas, los artistas pueden participar simbolizando, reimaginando los desacuerdos. Hoy en día, las maneras más interesantes de hacer prevalecer la forma sobre la función no son el diseño conformista del marketing y la publicidad política, sino las experiencias para sublimar la memoria sin cancelar el drama y el disfrute de los nuevos modos de acceso.
La barca que aparece en la cubierta de Quaderns de la Mediterrània quiere contarnos una historia. Se trata de una obra del artista egipcio Yassin Harraz en la playa de Burullos, una barca brillante y primorosamente caligrafiada, que podemos imaginar lista para emprender un viaje en busca de un encuentro, tal y como hacen los artistas que se reúnen y crean en Burullus desde hace varios años. Así, gracias a la voluntad del reconocido pintor y grabador egipcio Abd ElWahab Abd ElMohsen y a la fundación que preside, una pequeña localidad costera de pescadores se convierte en uno de esos puntos felices de convergencia, gracias a una propuesta del todo original, donde la creatividad alcanza, año tras año, cotas sorprendentemente bellas. El Cairo, Luxor, Alejandría, Minia o Asuán, entre otros enclaves, desde la costa mediterránea a la frontera con Sudán, se transforman cada año en un ágora de trabajo e intercambio entre creadores de todos los rincones del mundo, con el fin de promocionar el desarrollo local sostenible a través del arte y la cultura.
La metáfora, la imagen del puente, es potente en todas las culturas y, por ello, se utiliza con la intención de que el diálogo entrecruce posturas separadas. Es un camino de acceso. En el Diccionario etimológico de la lengua catalana —que es una lengua románica—, el filólogo Joan Corominas manifiesta que la palabra camino, que en la mayor parte de las lenguas indoeuropeas es ponti/pontho, en latín pasó a convertirse en puente: «Para los helenos, el gran camino era el mar que unía a jonios, eolios, dorios, áticos y aqueos, separados unos y otros por la mar Egea o Jónica. De aquí que Πόντος fuera el nombre del mar que se navegaba, y Θάλασσα, el mar visto desde la tierra». Ulises, Simbad, Ibn Batuta, Marco Polo protagonizan historias de viajes por tierras y mares donde conocen a otras gentes y otras culturas, historias que siempre despiertan la curiosidad humana hacia el conocimiento, los desafíos, la alteridad y la introspección del que viaja. En El infinito viajar, Claudio Magris escribe en una de sus páginas: «A las gentes de una orilla, las de la orilla opuesta a menudo les parecen bárbaras y peligrosas, llenas de peligros hacia ellas. Pero si nos ponemos a ir de acá para allá en un puente, mezclándonos con las personas que transitan por él y pasando de una orilla a otra, hasta no saber bien de qué parte o en qué país estamos, reencontramos la benevolencia hacia nosotros mismos y el placer del mundo».
El artista visual Selim Birsel narra, en esta publicación, su periplo de varios años por diversos lugares mediterráneos marcados por la guerra y la violencia (la frontera turco siria, el norte de Chipre, el interior del Líbano), en un afán por descubrir el entorno y, a través de la interacción con este, hacer surgir de ese encuentro una obra de arte. El proceso creativo se desencadena, así, gracias a la mirada curiosa del artista, los paseos, las charlas con los lugareños y con otros artistas o el trabajo con los alumnos. A partir de todo ello, Birsel construye una obra siempre en diálogo con el entorno que la inspira, como una respuesta a las emociones y los pensamientos surgidos en la interacción. El artista cultiva de este modo su propio jardín, que no es sino un reflejo de todo aquello que lo rodea, conmueve y provoca. Son andares donde el artista, en una geografía y presencia de los otros, estimula su propia creación.
Por ello, es de gran necesidad que existan iniciativas como la Biennale des Jeunes Créateurs de l’Europe et de la Méditerranée, una red internacional que ofrece a los jóvenes artistas una oportunidad para desarrollar sus creaciones, viajar e intercambiar conocimientos con otros artistas en la región euromediterránea. El viaje permite la movilidad para crear puentes comunicativos de comprensión y entendimiento. Al valorar de manera efectiva las experiencias artísticas surgidas del encuentro, la fluidez y la multiplicidad logradas en el marco euromediterráneo, el profesor Herman Bachiron Mendolicchio señala en su artículo académico la importancia de crear espacios donde establecer lazos con las diferentes dimensiones de la sociedad, interrogar el espacio público, practicar la cooperación, el intercambio y la co-creación. En este sentido, partiendo de las experiencias llevadas a cabo en Barcelona por la asociación Jiwar, que en árabe significa vecindad, a lo largo de sus ocho años de andadura, acompañando los procesos creativos y abriendo espacios de intercambio e interlocución,Mireia Estrada nos da ejemplos concretos de cómo, a la noción de vecindad geográfica y cultural de los pueblos mediterráneos, se suma la vecindad entre disciplinas artísticas y el trabajo en común en el seno de la residencia entre artistas con lenguajes diversos.
Quizás la creatividad nace de la necesidad de contar y resolver lo que nos puede parecer un enigma, y, en este sentido, el Mediterráneo es un laboratorio de larga duración donde los relatos inciden en el imaginario de sus gentes. «La exploración empieza a partir de la semilla de la imaginación y se desarrolla gracias a las destrezas del creador, ya sean estas artísticas o científicas», manifiesta el autor teatral libanés y gran hacedor de eventos culturales Abdo Nawar. Pero la semilla debe cultivarse y no ser ahogada, como vemos en el arte libanés, sometido a grandes carencias de creatividad en casi todos los ámbitos artísticos, según Nawar. El desarrollo de estos en las últimas décadas se encuentra estrechamente relacionado con las distintas fases de la guerra que han sufrido los libaneses, y que ha tenido graves consecuencias en dichos ámbitos artísticos. Desde una geografía cercana a la de Nawar, Tina Sherwell,coordinadora del Programa de Arte Visual de la Universidad de Birzeit, escribe: «El arte palestino de los últimos cuarenta años aparece inevitablemente condicionado por la historia de la ocupación de la región, por lo cual se ha erigido como una forma de expresión y creación para la defensa y protección de la identidad nacional, aun cuando los artistas palestinos trabajen en muchos y muy variados escenarios, a menudo desde la diáspora. Pese a que, en los últimos años, gracias a la apertura de nuevos centros de enseñanza artística y exposición, los programas de intercambio con otros artistas y las herramientas tecnológicas, la situación de los artistas palestinos ha mejorado mucho, aún existen numerosos obstáculos que frenan y condicionan su trabajo, como las dificultades de movilidad y difusión de su obra».
Las mujeres y los jóvenes toman la palabra
Jiwar y otras residencias de artistas en el norte rompen estereotipos sociales a través de las obras y la presencia de mujeres creadoras de los países del Sur y Este mediterráneos. Esther Fouchier, desde Forum Femmes Méditerranée, lleva muchos años creando espacios de diálogo entre las mujeres, más allá de sus divergencias políticas y religiosas. Estas mujeres, mayoritariamente inmigrantes, establecen diálogos escritos y orales que les proporcionan la posibilidad de mostrarse tal y como son, encontrar puntos en común y reconocerse en la Otra.
Con motivo de los cambios y las revueltas acaecidos en los países árabes en estos últimos años, las disciplinas artísticas han experimentado una evolución acorde con los nuevos tiempos. Cabe destacar el trabajo de toda una generación de directoras de cine árabes que ofrecen una mirada única e innovadora de las sociedades retratadas en sus películas. Henda Haouala, profesora tunecina en técnicas audiovisuales, nos advierte: «Para estas mujeres cineastas, crear una película consiste en poder atravesar esos momentos difíciles, inciertos, en los que una se siente incomprendida, tiene miedo de hablar del Otro, o de su propio país; a la vez que denuncia y critica, paradójicamente, reivindica su propia libertad de palabra».
Siguiendo con la visión de las mujeres o sobre las mujeres, la investigadora Nesrin Karavar nos habla del interés que tienen en Europa las telenovelas turcas, ofrecidas en plataformas como Netflix u otras. Algunas de las series más conocidas están escritas por guionistas turcas como Hande Altayli o Aisçe Kutlu, que se toman muy en serio los problemas de los grupos subalternos y presentan temas de interés público, como la existencia de mujeres solas y fuertes, a la vez que constituyen un espejo social que refleja y alimenta conversaciones y debates públicos de gran importancia para buena parte de la población. Por su parte, las investigadoras de estudios culturalesMeritxell Joan e Itzea Goikolea-Amiano analizanel modo en que las escrituras transmediterráneas revelan lenguas y tradiciones y visibilizan las borraduras, las roturas y los silencios a los que la historia las ha sometido. La creación que circula por el Mediterráneo está muy ligada a los movimientos poblacionales y la diversidad que la conforma. En los ejemplos que ofrecen estas investigadoras se encuentran desde autoras contemporáneas como Najat El Hachmi o Alice Zeniter, hasta poetas y literatos que, a mediados del siglo pasado, impulsaron revistas como Al-Motamid o Ketama durante la época colonial.
Dar voz a los jóvenes supone obtener una energía impulsora para cambiar narrativas y contribuir a una cultura de paz y seguridad en la región euromediterránea. Este es, precisamente, el objetivo del proyecto «Un mar de palabras/ A Sea of Words», nacido en 2008 para contribuir al fomento del diálogo cultural y el intercambio de conocimiento y experiencias de los jóvenes a partir de la escritura de relatos cortos. Organizado por el IEMed en colaboración con la Fundación Anna Lindh y sus redes nacionales, en las trece ediciones mantenidas desde el inicio han participado 2.839 jóvenes de ambas orillas del Mediterráneo. En esta publicación ofrecemos las tres narraciones ganadoras de la edición de 2020, dedicada a «Los jóvenes ante el cambio climático en el Mediterráneo y la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible». Ante tal desafío, los jóvenes se han mostrado significativamente comprometidos, ya que su futuro inmediato está en juego.
La necesidad de encontrarse y reconocerse
Uno de los patrimonios intangibles de gran valor comunicativo es la música, que gracias a las sucesivas mareas culturales, convierte el Mediterráneo en uno de los ecosistemas musicales más heterodoxos y complejos conocidos. Susana Asensio, antropóloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), manifiesta que una de las curiosidades de la música sefardí es que su persistencia en el tiempo y en todo tipo de espacios la ha hecho accesible a muchos públicos no tradicionales: «El nuevo espacio-tiempo de la tradición sefardí es ahora un tercer lugar entre la tradición y la modernidad, entre la tierra patria y la de acogida, entre la cultura heredada y las culturas aprendidas, pero mantiene suficientes elementos identitarios como para ser reconocida internacionalmente como referencia, influencia e inspiración».
Hemos señalado más arriba la necesidad de realizar encuentros de jóvenes creadores y de avezados artistas co-creando en diferentes espacios. En la última encuesta de Tendencias Interculturales (2020) de la Fundación Anna Lindh para el Diálogo de Culturas, dirigida a cinco países europeos y cinco del sur y este Mediterráneo, ante la pregunta: «¿Cuáles son los métodos más eficaces para prevenir y tratar el discurso de odio y polarización?», las respuestas han sido contundentes: la educación, que aparece en primer lugar, viene seguida de las iniciativas artísticas y culturales. Ello supone más de un 80% por ciento de los europeos y casi un 90% de las respuestas de los países del sur mediterráneos. De hecho, esa demanda de iniciativas, reconocida por su valor empático a la hora de promover la organización de eventos multiculturales, lleva años realizándose frecuentemente gracias a una serie de encuentros ideados por la sociedad civil y, más tarde, apoyados por las administraciones. Driss Khrouz, que tiene una larga experiencia en el campo asociativo y cultural, y actualmente es director general de la Fundación Esprit de Fès, describe en su artículo el modo en que el Festival de Músicas Sagradas y su foro son espacios y oportunidades de relacionarse entre las personas, las sociedades, las religiones y los sentidos que unos y otros otorgan a sus vidas, un proyecto «arraigado en el diálogo entre culturas a través de los conocimientos, la escucha, la profundidad y los intercambios tradicionales de saberes, creencias y modos de vida. De esta forma, los temas y las interrogaciones comunes se vinculan a través de los cantos, las músicas, los cuentos, las escenografías y las danzas que las conferencias del foro retoman en forma de debates que ofrecen ideas contundentes, argumentos y contradicciones. En ellas reina la escucha, el respeto y la necesidad de conocer a los otros y reconocerse en ellos sin tratar de dominarlos o convertirlos a las propias creencias».
Durante la pandemia, hemos visto cómo la creatividad artística no ha cesado y, ante la imposibilidad de juntarse, los artistas utilizan las redes sociales para mostrar sus primicias más interesantes. Millares de artistas lo hacen en todo el mundo, como en el caso del gran encuentro virtual promovido por la pintora jordana Hilda Hiary, que abrió la página de Facebook «Black & White Sketches In Quarantine», que contó con la participación de unoscuatro mil artistas de gran cantidad de países. Es una página pública y accesible donde se pueden apreciar interesantes obras, y actualmente se prepara un catálogo al respecto.
El compromiso con la realidad
Las dos entrevistas de este número se centran en sendos personajes comprometidos, que a veces actúan a contracorriente con las sociedades en las que viven, precisamente intentando mejorarlas para que sean más abiertas y justas. La periodista y crítica de arte Maria Elena Morató entrevista a Mohammed Guiga, pintor y diseñador tunecino. Guiga es un artista que trabaja apartado de los focos mediáticos, concentrado en descubrir y hacer descubrir a través de sus creaciones y su labor como profesor universitario las contradicciones e injusticias de nuestras sociedades, consciente de que el arte no puede rehuir el compromiso social. Con esta entrevista, nos acercamos no solo a su trabajo personal, sino también a los desafíos que han incidido en el arte tunecino de los últimos decenios. La segunda entrevista que presentamos está realizada por Sergi Doladé, director de la Asociación Internacional de Productores Audiovisuales del Mediterráneo (APIMED), a la documentalista y cineasta israelí Nurit Kedat, una mujer decidida y empeñada en comprender el alma humana, tal y como ha demostrado a lo largo de su andadura, superando las convenciones y los profundos desacuerdos entre las partes enemigas de un conflicto y en su propia comunidad. Es, por tanto, una verdadera luchadora, con su cámara y su infatigable voluntad de revelar la verdad como únicas armas en esa lucha.
Finalmente, en Panorama cultural hemos querido tocar dos temas principales como son el patrimonio material urbano y el patrimonio inmaterial, y más concretamente, las lenguas minorizadas, temas presentados por dos especialistas reputados en sendas materias patrimoniales. Karim Hendili,responsable del programa Cultura Magreb, nos incita a tener en cuenta el trabajo que realiza la UNESCO al valorar el patrimonio y la diversidad de las expresiones culturales, el cual permite la posibilidad de abrir un terreno de experimentación para inventar una nueva cultura del desarrollo y para crear empleo. Hoy en día, las actividades y los proyectos puestos en marcha para promover y desarrollar la aplicación de la recomendación en las distintas regiones del mundo han permitido demostrar la pertinencia de la aplicación del enfoque centrado en el paisaje urbano histórico. Este, integrado en las políticas de desarrollo territorial, permite aportar respuestas a las problemáticas de gestión y conservación del patrimonio urbano en la actualidad. Tassadit Yacine, antropóloga de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, nos ofrece un análisis político cultural sobre la lengua bereber, hablada en el norte de África, que sigue resistiendo, pese a haber sufrido desde sus inicios y hasta hoy la dominación de varios pueblos conquistadores, y sobrevivido a las lenguas que constituyen grandes símbolos del saber, como el griego, el latín y el árabe. Por lo que respecta a la lengua bereber oral, actualmente sigue muy viva y se caracteriza por una creación artística y literaria muy dinámicas (poesía, música, arquitectura). Cuenta con millones de hablantes, tanto en el sur del Mediterráneo como en la diáspora europea (Francia, España, Bélgica, Holanda o Alemania) y americana (Canadá, Estados Unidos), los cuales, ya reivindiquen abiertamente su lengua o no, se encuentran discriminados a causa de ella, a pesar de que todos estos países reivindican la diversidad.
Cerramos este número con «Seis reflexiones sobre la pandemia», llevadas a cabo por el sociólogo francés Michel Wieviorka, en las que trata las temporalidades, la hipótesis de la mutación, la modernidad digital y los gérmenes de futuro político que conlleva la pandemia. En su reflexión en materia cultural, manifiesta que «no es suficiente con constatar las dificultades de la pandemia, muy reales, y las injusticias en todo lo referente a las artes escénicas, el deporte, la vida artística, el turismo, el ocio o el acceso a la cultura y la educación. También hace falta tener en cuenta a los actores que, colectivamente, han sabido moverse e incluso reforzarse durante la pandemia, generalmente combinando afirmación cultural y llamamiento a la democracia, la justicia, el respeto y la verdad. Es el caso, entre otras, de las movilizaciones feministas, o antirracistas, que no han disminuido en absoluto. Por otra parte, la pandemia ha suscitado una investigación de sentido, y de puntos de referencia, que ha encontrado importantes respuestas en la preocupación por la naturaleza y la movilización contra el cambio climático. Por eso, podemos constatar la vitalidad, en varios países, de las fuerzas políticas que invocan el medio ambiente y la ecología».
La cultura es un concepto muy amplio que exige, en nuestro tiempo, un buen sistema educativo que forme ciudadanos críticos, democráticos, libres, con pluralidad de visiones. Necesitamos creatividad artística, que está asociada a la imaginación y a la capacidad de generar ideas y nuevas formas de ver el mundo; creatividad científica, que experimenta crear oportunidades o resolver problemas; creatividad tecnológica, que mejora las herramientas y los procesos productivos; innovación empresarial, que impulsa las industrias culturales. No se trata de contemplar los saberes tradicionales en el sentido más corriente del término, es decir, en su acepción de legados, patrimonio y conocimientos: se trata de explorar las culturas, las prácticas, las artes y los oficios que conforman una serie de comportamientos cotidianos y formas de vida, así como las relaciones que se transmiten de generación en generación, y también las mutaciones que renuevan dichas culturas. En un mundo globalizado en plena transformación, la creatividad, la innovación y el desarrollo cultural son factores clave para facilitar un cambio social, el desarrollo económico y tecnológico, la creación de empleo y la cohesión social. Por ello, es necesario reivindicar que la cultura es un servicio esencial para el bienestar de los ciudadanos.