Este año se cumplen cuarenta años de la publicación del libro Orientalismo (1978), de Edward S. Said, uno de los críticos literarios y culturales más destacados de Estados Unidos. Después del intenso debate alrededor de la obra acaecido durante las últimas décadas, la recepción de Orientalismo se inserta hoy dentro del debate sobre el mundo postcolonial o cómo la condición de colonialismo debe liberarse de la modernidad. A los cuarenta años de su publicación, representa un clásico dentro de los medios académicos que avanza y prospera gracias a sus propios errores e interpretaciones. Sin embargo, a nivel mediático, sus tesis aún resultan muy desconocidas y es necesario recordarlo para cuestionar las imágenes estereotipadas y negativas que perduran aún del orientalismo en la actualidad.
Este año se cumplen cuarenta años de la publicación del libro Orientalismo (1978), del catedrático de Literatura inglesa y comparada de la Universidad de Columbia, Nueva York, Edward S. Said, uno de los críticos literarios y culturales más destacados de Estados Unidos. El libro alteró la disciplina de la erudición del orientalismo y cuestionó el pensamiento crítico. Pero, sobre todo y a la luz de la recepción de los últimos diez años, inauguró un modo de pensar diferente sobre el pensamiento poscolonial. Como ya sabemos, Orientalismo analizaba la forma en que se había construido el mundo árabe e islámico (Oriente) en las representaciones literarias y filosóficas inglesas y francesas, especialmente entre los siglos xviii a comienzos del xx, y se interrogaba sobre dicha recepción. Oriente no era un objeto inerte y pasivo, sino una construcción humana hecha a lo largo de los siglos, cuyos textos y representaciones crearon la realidad de Oriente pero no permitieron expresarse a sus habitantes. Said lo llamaba orientalismo, y lo definía, básicamente, a partir de dos presupuestos: la disciplina académica que había estudiado a Oriente y una forma de pensamiento que distinguía ontológica y epistemológicamente a Occidente de Oriente.
Orientalismo se insertaba en una tradición cultural que Said nunca ocultó, representada por Giambattista Vico, Frantz Fanon, Antonio Gramsci, Friedrich Nietzsche y, sobre todo, Michel Foucault. En las representaciones de Oriente, Occidente había proyectado su poder (tesis que desarrollará y aplicará en Cultura e imperialismo, 1996). Así, cuando se reproducían las imágenes de los otros, no había una relación horizontal de igualdad (como nos enseñó también François Hartog en Le miroir d’Hérodote. Essai sur la représentation de l’autre), sino una relación vertical, en la que Occidente se situaba por encima. De ahí que, durante siglos, Oriente se representara con imágenes negativas que se sucedían iguales a sí mismas y se heredaban sin ningún tipo de cuestionamiento. Los árabes, musulmanes y orientales eran desde tiempos inmemoriales y hasta hoy fanáticos, despóticos, bárbaros, perezosos, ignorantes, crueles, violentos, tiránicos, incapaces de sostener un gobierno democrático, etc.
La recepción y las críticas de Orientalismo desde 1978 hasta la actualidad han sido numerosísimas. Las más interesantes siguen siendo las del antropólogo James Clifford, las del historiador y sociólogo Maxime Rodinson y las del historiador de arte, J. M. Mackenzie. Achacan varias cosas a la obra, entre las más destacadas, el hecho de que Said solo se centrara en la recepción orientalista francesa e inglesa, que él mismo aplicara en sus lecturas el esencialismo que estaba denunciando y que las críticas vinieran desde el ámbito de la literatura. Curiosa esta última crítica, pues va a ser desde el ámbito de los estudios literarios comparados que, en Estados Unidos se ampliarán a los Cultural Studies, de donde provengan las últimas y más pertinentes revisiones de Orientalismo. En 1985, Said contestaba a algunas críticas en el artículo «Orientalism reconsidered» y, en 1995, en el epílogo a la reedición.
En 2003, Hamid Dabashi, profesor de Estudios Iraníes y de literatura comparada de la Universidad de Columbia y autor de Post–Orientalism: Knowledge and Power in a Time of Terror (2009) organizaba, con la profesora de crítica y teoría literaria Gayatri Spivak, el simposio «Subaltern Studies at Large». Said impartió la conferencia inaugural y allí se fijaron dos tesis a partir de las cuales debía interpretarse Orientalism. El mundo de la modernidad colonial se había basado en la erudición europea y los académicos debían pensar en términos prácticamente contrarios al punto de vista eurocéntrico que se aplicaba en las ciencias sociales y humanidades. Es decir, el orientalismo debía hacer suyas las tesis expuestas por Said y cuestionarse su propio método de aproximación, como afirmaban los estudios subalternos y poscoloniales herederos de Said. Un cuestionamiento que llega hasta hoy y que se podría resumir en esta pregunta: ¿Constituyen los estudios culturales y poscoloniales una nueva forma de poder?
Tras los últimos acontecimientos políticos y sociales, el orientalismo debe ser revisado. Las llamadas revueltas árabes han agitado la geografía imaginaria de Oriente. Por ejemplo, se han desmontado varios clichés orientalistas, como la incapacidad de árabes y musulmanes para defender un sistema democrático. Occidente ha descentralizado su poder y han surgido nuevos interlocutores. Como afirmarían los investigadores en estudios subalternos y postcoloniales, en la actualidad asistimos a una hibridación cultural que muestra el encuentro del centro con las periferias. Sin embargo, los árabes y el islam siguen siendo fruto de la ignorancia y el miedo, y ha surgido una nueva islamofobia, de corte intelectual, secular y mediático. De ahí que Orientalismo siga siendo una lectura más que necesaria y se deban celebrar sus herencias y continuaciones con epígrafes, como postorientalismos y neorientalismos.
En España, Orientalismo se tradujo en 1991 en la colección ejemplar dirigida por Juan Goytisolo, Libertarias, con una breve presentación del escritor. Sorprende que, pesar de la larga historia del orientalismo español, no parece que haya habido un interés continuado en el país sobre la disciplina, pues falta una historia del mismo o un proyecto de investigación. El orientalismo (llamado también africanismo, marroquismo e incluso oriente doméstico español) no dispone aún de una publicación reciente y canónica.
En 2011 se celebró un gran coloquio sobre orientalismo en la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) y el Institute du Monde Arabe (IMA) de París. Bajo la dirección de François Pouillon y Jean-Claude Vatin, se publicó el volumen Après l’orientalisme. L’Orient créé par l’Orient (2012), que recogía las contribuciones al mismo. En términos generales, el coloquio intentaba analizar el après-saidisme a la luz de las ciencias sociales, con los sociólogos y politólogos a la cabeza y, sobre todo, instaurar las condiciones para fijar un cambio y una inversión de perspectiva. Esta debía basarse en la diversidad de historias, las sociedades locales y la separación de las prácticas y expresiones del orientalismo con objeto de descubrir y analizar sus interactuaciones. El año pasado, el antropólogo François Pouillon, publicó una compilación de sus artículos sobre orientalismo desde 1990, Exotisme et intelligibilite. Itinéraires d’Orient. En su artículo «Le retour de l’Orientalisme en Orient» recordaba que las cosas eran mucho más complicadas a cómo las había planteado Said, con cuya aproximación política estaba de acuerdo. Las actividades científicas y culturales de la disciplina orientalista eran mucho más heteróclitas que las expuestas en Orientalismo y debían insertarse en un proceso de reconstrucción, en el que había que desplazar las cuestiones políticas en favor de las mutaciones de carácter antropológico.
El último estudio sobre orientalismo es Restating Orientalism. A Critique of Modern Knowledge de Wael B. Hallaq, profesor de Humanidades de la Universidad de Columbia y especialista en historia intelectual. Un ensayo que promete erigirse como uno de los básicos tras el postorientalismo y que podría ser lectura esencial y objeto de discusión en los próximos años. Hallaq introduce el estudio del orientalismo en el debate de la modernidad.Analiza con detalle y brillantez los presupuestos de Said y expande el alcance de la discusión crítica del orientalismo para reexaminar los fundamentos epistemológicos de las modernas ciencias sociales e históricas. Orientalismo debe estudiarse en un contexto en el que las bases epistemológicas puedan liberarse de la conciencia de dominación y soberanía. Desde el trabajo fundacional de Said, el orientalismo ha constituido para la crítica el ejemplo por excelencia de la colaboración de los intelectuales occidentales a la opresión. Sin embargo, ¿debe defender el orientalismo los errores de la modernidad europea a cambio de descuidar la complicidad con el resto de las disciplinas académicas? Hallaq extiende la crítica a otros campos, desde la ley, la filosofía y la investigación científica hasta las ideas centrales del pensamiento académico, como la soberanía y el yo. Asimismo, rastrea el colonialismo, la aniquilación masiva y la destrucción sistemática del mundo natural, interrogando e historiando el conjunto de causas que permitieron a la modernidad unir el conocimiento al poder para, finalmente, teorizar una salida a los problemas de la modernidad. De esta forma, estudiar el orientalismo significa confrontar las formas de violencia que han marcado la modernidad y han sido justificadas y reproducidas a través de las disciplinas académicas. Restating Orientalism expone la profundidad de la complicidad de la academia en las formas modernas del capitalismo, el colonialismo y el poder hegemónico, pues la obra de Said sigue siendo una crítica convincente a los modos de producción de conocimiento condicionados por la colonización.
En definitiva, la recepción de Orientalismo se inserta hoy dentro del debate sobre el mundo postcolonial o cómo la condición de colonialismo debe liberarse de la modernidad. A los cuarenta años de su publicación, representa un clásico dentro de los medios académicos que avanza y prospera gracias a sus propios errores e interpretaciones. Sin embargo, a nivel mediático, sus tesis aún resultan muy desconocidas y es necesario recordarlo para cuestionar las imágenes estereotipadas y negativas que perduran aún del orientalismo en la actualidad.