El adab, o aliarse con el extranjero como estrategia para vencer en un planeta globalizado

Fatema Mernissi

Escritora y socióloga

El adab es una estrategia de información y comunicación utilizada por los califas abasíes del siglo IX para ampliar el diálogo y ayudar a crear y sostener una comunidad musulmana internacional. El adab implica un comportamiento ético y una disciplina de autoaprendizaje que tiene como objetivo que cada ser humano se supere a sí mismo añadiendo la inteligencia del extranjero a la suya propia. Para ello, viajar se hace imprescindible y tratar al extranjero como un igual supone el primer paso para comunicarse con él. Así pues, esta estrategia viene a afirmar que el movimiento crea prosperidad siempre que vaya acompañado de un aprendizaje. En el contexto actual, éste es el mejor modo de crear una seguridad planetaria y erradicar el terrorismo, que se basa en el aislamiento y la parálisis para sembrar el miedo.

Adab: El poder es comunicación

¿Matar o dialogar? ¿La espada o la pluma? He aquí la eterna cuestión que los gobernantes de los imperios han planteado a sus expertos en estrategia. No resulta sorprendente que los expertos del Pentágono también la exploren actualmente. Con el advenimiento de la nueva tecnología de la información, los futuros conflictos serán necesariamente «ciberguerras» donde la victoria será de quien controle el flujo de la información. Aquellos que dependan sólo de la fuerza militar perderán. El término ciberguerra –derivado de la raíz griega kyber, que significa “control”– fue inventado por John Arquilla, profesor especializado en la guerra de información y durante mucho tiempo asesor de Research and Development Corporation (RAND), un grupo de expertos vinculado al Pentágono estadounidense y con sede en California.[1] No se había previsto, en cambio, la revolución en la televisión por satélite y en Internet que ha restablecido la lengua árabe como medio de comunicación global, resucitando el adab, la estrategia de información de los califas abasíes del siglo ix que amplió los viajes, el comercio y el diálogo, y ayudó a crear y sostener una comunidad musulmana internacional. Su «Imperio del islam» se extendía desde la costa atlántica de Marruecos hasta Kashgar, en China. Uno de los eruditos que aconsejaron a los abasíes que adoptaran el adab como estrategia fue Al-Yahiz (776-868 d.C./160-255 de la hégira), cuya obra maestra El arte de la comunicación y la demostración (Kitab al-Bayan wa al-Tabyin) sugería que se tradujeran libros de culturas extranjeras para entender cómo pensaban éstas, al tiempo que fomentaba los viajes y el comercio. El adab significa tanto la norma de comportamiento ético como la disciplina de autoaprendizaje que ésta requiere. El califa al-Mansur, segundo califa abasí y fundador de Bagdad en 762 d.C. (145 de la hégira), inició un enorme movimiento de traducción de libros clave del persa y el sánscrito. Uno de ellos fue La historia de Simbad el marino. Tratar al extranjero como un igual es el primer paso para comunicarse fructíferamente con él. La igualdad fue precisamente el tema en el que insistió el profeta Mahoma durante su último discurso de peregrinación a la Meca (hajjat al waada) en 632 d.C. (11 de la hégira): «Presagio… El árabe no tiene ventaja sobre el no árabe… ¿Me explico con claridad?»

El safar (viaje) como autodescubrimiento

Para Al-Yahiz, la estrategia adab, que implica superarse a sí mismo «añadiendo la inteligencia del extranjero a la propia», supone que uno evite quedarse atrapado en su ciudad natal y se obligue a sí mismo a viajar: «Quedarse demasiado tiempo en casa es una de las causas de pobreza. El movimiento crea prosperidad», recomienda en su Libro de las metrópolis y las maravillas del mundo (Kitab al-Amsar wa ajaib al buldan).[2] Es esta idea clave de la estrategia adab de Al-Yahiz, viajar lejos para comunicarse con el extranjero y ser de utilidad para él mediante el intercambio de bienes, la que celebraron poetas de la corte abasí como el sirio Abu Tamman (804-846 d.C./188-231 de la hégira). «¡Viaja! ¡Es la única forma de renovarte!», pregonaba por las calles de Bagdad.[3]

Esta idea de viajar como una necesidad cuasibiológica de regenerarse fue ampliada en los siglos posteriores a una dimensión cósmica por los sufíes (místicos del islam), que identificaban el movimiento (haraka) con la vida (hayat), y la inercia (sukun) con la muerte. En el siglo xi, el poeta egipcio At-Tinnisi (muerto en 1003 d.C./393 de la hégira) cautivaba a sus oyentes recordándoles todo lo que ganaban viajando a tierras extrañas: «¡Viajad! Los viajes os proporcionan ventajas: entretenimiento, posibilidad de ganarse el sustento, autodisciplina y la oportunidad de estar en compañía de criaturas espléndidas.»[4] Fueron las aventuras descritas por los viajeros árabes a su regreso a Bagdad, recordando sus viajes a la India y China, las que inspiraron a los narradores de cuentos que inventaron el personaje de Simbad, uno de los héroes de ficción de Las mil y una noches.

El adab es ‘iqd (contrato): responsabilidad individual

El adab, como estrategia de comunicación, implica necesariamente la responsabilidad global individual, dado que los viajes constantes empequeñecen la importancia de la geografía: «¡Oh, hombre! ¡No hay ningún vínculo especial entre el país en el que casualmente has nacido y tú! El mejor de los países es aquel que te beneficia.»[5] Este empequeñecimiento de la geografía erige, pues, al individuo (y no al Estado) como la única entidad capaz de ordenar el mundo: «Todo hombre es rehén de sus propias obras» (Corán, sura 52, versículo 21). La seguridad del planeta no es tarea únicamente del Estado, sino de todos y cada uno de los individuos: «¡Creyentes! ¡Respetad vuestros contratos!» (Corán, sura 5, versículo 1). En consecuencia, el contrato (‘iqd), la capacidad del individuo para comprometer su responsabilidad sin la intervención del Estado, es el fundamento de un orden planetario basado en la haraka (movilidad). Para implementar el adab como estrategia de comunicación planetaria, los califas abasíes no tenían que invertir en el ejército, sino en libros que dotaran a los musulmanes de la información que necesitaban para convertirse en comerciantes viajeros responsables.

Ibn Jurdadbih (820-893 d.C.), uno de los funcionarios persas más poderosos de la corte abasí de Bagdad, que estaba a cargo tanto del servicio de inteligencia como de los servicios postales (sahib al ajbar wa I-barid), escribió el primer manual geográfico de viajes oficial autorizado: Guía general de carreteras y reinos (Al-Masalik wa I-Mamalik). Esos manuales de massalik (carreteras), que seguirían siendo éxitos de ventas incluso después de que los mongoles saquearan Bagdad en 1258 y terminaran con los abasíes matando al último califa, Al-Mustasim, proporcionaron a los viajeros musulmanes la geografía, la astronomía y la información cultural básicas que necesitaban para proceder correctamente.

Si actualmente hay 35.000 musulmanes en Corea, no es porque los abasíes enviaran ejércitos allí, sino gracias al párrafo que Ibn Jurdadbih dedicó en su libro a dicho país, que denominaba «Shilla»: «Más allá de China, al otro lado de Qansu, existe un país con muchas montañas llamado Shilla. Abunda en oro. Los musulmanes que han pasado por allí han quedado fascinados por el encanto del entorno y muchos se han quedado allí definitivamente. No hay manera de saber qué hay más allá.» En su libro The Advent of Islam in Korea[6] [«El advenimiento del islam en Corea»], Hee-Soo Lee proporciona amplias evidencias de que el adab, la estrategia abasí que fomentaba la responsabilidad global de los mercaderes, tuvo un impacto más duradero que el de un ejército estatal.

Los narradores de cuentos de Bagdad, que reflejaron en sus relatos sobre Simbad los éxitos de los viajeros árabes reales, fomentaron, como creadores de ficción, la estrategia adab; exactamente tal y como el moderno Hollywood contribuyó a la prosperidad de la industria militar de Howard Hughes idealizando la figura del cowboy.[7]

El futuro conflicto: lo geocéntrico frente a lo cosmocívico

El próximo conflicto que probablemente dividirá nuestro planeta no será entre un bando militar que aliente al Estado a basarse en la fuerza (el sayf, o espada) y un bando pacífico que aconseje basarse en la información (el qalam, o pluma). El bando militar ya ha comportado importantes pérdidas económicas a Estados Unidos, inducidas por la guerra del presidente Bush en Irak, además de la muerte de más de 1.000 soldados estadounidenses y 20.000 iraquíes.[8] La primera pérdida es que los responsables de las decisiones petrolíferas saudíes han vuelto sus miradas hacia China.[9] La segunda es que los inversores árabes están redirigiendo sus activos financieros hacia una economía de Oriente Próximo hoy día muy próspera en el campo digital.[10] La decisión financieramente desastrosa de Georges W. Bush de utilizar al ejército para librar su «guerra contra el terrorismo» está condenada a reforzar el influyente bando pacífico que existe en el seno del propio Pentágono y que en 1997 predijo que la fuerza favorecería a la causa terrorista.[11] Por extraño que pueda parecer, uno de los bandos pacíficos más influyentes hoy en día reside en los centros de investigación y los grupos de expertos vinculados al Pentágono estadounidense, dirigidos por partidarios de la «ciberguerra» que hallan su inspiración en Sun Tzu, el guerrero filósofo chino que afirmaba en su libro El arte de la guerra, de 2.400 años de antigüedad: «Lo mejor es vencer sin luchar.»

Una búsqueda en Google revela al cabo de 0,17 segundos que, entre las 227.000 referencias digitales a Sun Tzu, los investigadores de la guerra del Pentágono y sus alumnos ocupan una posición preeminente. Pero el problema del chino Sun Tzu es que su estrategia de paz es geocéntrica, basada en la defensa de un territorio que se percibe como fuente primaria de riqueza, al tiempo que se percibe al extranjero como un intruso negativo. La estrategia de Sun Tzu parece hallarse arraigada en las primeras teorías pretolemaicas, que suponían que la tierra era el centro del universo «con el sol y las estrellas girando a su alrededor».[12] El peligro de las estrategias de paz geocéntricas inspiradas en El arte de la guerra del chino Sun Tzu es que su consejo de no matar el enemigo viene motivado por un cálculo de costes; machacar el cerebro del enemigo cuesta demasiado: «El que desea luchar primero tiene que calcular el coste. Por lo tanto, el que es bueno en las artes marciales supera las fuerzas de otros sin batalla, conquista las ciudades de otros sin asedio, destruye las naciones de otros sin emplear demasiado tiempo.»

 Los pacifistas que, como yo misma, obtienen su inspiración de la estrategia adab del árabe Al-Yahiz, comparten su visión einsteiniana de una gravitación universal donde «toda la materia del universo experimenta una fuerza gravitatoria, desde las mayores galaxias hasta las partículas más pequeñas».[13]

 En la teoría del adab árabe, extendida por los sufíes, místicos islámicos que a menudo eran también astrónomos y matemáticos, la geografía carece de importancia, ya que el destino de los seres humanos es sintonizar con el movimiento universal y estar en constante movimiento. Para Ibn Arabi, «jamás dejamos de viajar desde el día en que nacemos». De modo que invertir sólo en policías y perros para proteger las fronteras territoriales, en lugar de unirse a las fuerzas estatales y ciudadanas del planeta para inventar una seguridad global planetaria, no sólo constituye un despilfarro del dinero de los contribuyentes, sino que equivale además a una rendición total ante los terroristas, que pretenden abocarnos a un aislamiento y una parálisis paranoides inducidos por nosotros mismos.

Notas

[1]. «Cyberwar Is Coming», Comparative Strategy, vol. 12, n.º 2, primavera 1993. 

[2]. Majallat Al-Mashrik, agosto 1966, pp. 169-205.  

[3]. Citado por Hussein Nasr, El arte de viajar (Adab ar-Rihla),El Cairo, Achariqa al Misriya linachr, 1991, p. 16. 

[4]. Ibid. 

[5]. Al-Yahiz, El libro de la estrategia prospectiva del comercio (Kitab At-Tabassur fi-Tijara), Maktabat al-Khanji, El Cairo, 1994, p. 10

[6]. Estambul, Research Center for Islamic History, 1997, p. 49.

[7]. http//:www.hughes.com/about-us/business.xml.   

[8]. Asharq al-Awsat, 11 de septiembre de 2004.

[9]. Y. Ibrahim, «The Kings of the Oil Jungle», Wighaat Nazar, n.º 66, julio 2004.

[10]. J. Kifner, «Beirut, Terror’s Former Address, Reprises an Old Role», International Herald Tribune, 10 de septiembre de 2004.

[11]. In Athena’s Camp: Preparing for Conflict in the Information Age, Rand, 1997, www.rand.org/publications/MR.MR880. 

[12]. Cosmología: www.bartelby.com/cosmolog.html.

[13]. Gravitación: www.bartelby.com/65/gr/gravitat.html.LNER, Ernest, «Flux and reflux in the faith of men», en Muslim society, Cambridge, Cambridge University Press, 1981.