Un enfoque de la cultura basado en los derechos: los museos como actores del cambio social

Katarina Runesson

Museo de Cultura Mundial, Suecia

Los gobiernos están obligados por la legislación internacional sobre derechos humanos a proteger y conservar las actividades, lugares y objetos culturales. El compromiso de asegurar la preservación y el desarrollo de la cultura, a menudo ilustrado a través de los lugares declarados patrimonio de la humanidad, hace que los museos y las instituciones de patrimonio cultural no sólo sean importantes, sino que constituyan una necesidad legal.[1] Asimismo, se recomienda a los gobiernos que hagan hincapié en la trascendencia de la cultura en los programas educativos, a fin de potenciar el conocimiento cultural y combatir los prejuicios.[2]

La cultura se define, pues, como una variable crucial, un medio e incluso un requisito previo para el desarrollo. Pero ¿cuáles son las razones por las que las instituciones de patrimonio cultural están siendo objeto de una creciente atención en el contexto político y jurídico internacional?

Un giro hacia el desarrollo humano

Tradicionalmente se ha medido el crecimiento económico en función de la renta per cápita. Ello atribuía a la cultura un papel meramente instrumental en el desarrollo social: una expresión de tradiciones y patrimonio reservada a la sociedad ya desarrollada. Durante las últimas décadas, sin embargo, se ha producido un cambio perceptible hacia un enfoque del desarrollo basado en los derechos humanos, donde el progreso no es monetario, sino que se refleja en la libertad de elección de las personas. Esta visión, a la que se alude como «desarrollo humano», se mide por una serie de indicadores de la calidad de vida tales como la sanidad, la educación y la igualdad de género.[3] En el enfoque del desarrollo humano, la cultura es una visión global presente en las actitudes y relaciones, en las conexiones entre sociedades, y en las definiciones de cómo las personas se relacionan entre sí y con su entorno. En este sentido, toda forma de desarrollo viene determinada en última instancia por factores culturales. En consecuencia, el papel de las instituciones de patrimonio cultural ha adquirido una importancia fundamental en varios niveles.

Reflexionar sobre la dinámica y la diversidad

A pesar de lo que el término «sostenible» pueda sugerir, la cultura como actor del desarrollo sostenible no constituye en absoluto un fenómeno estático. Las culturas cambian constantemente, influyen y se dejan influir por otras culturas, tanto a través del intercambio voluntario como del conflicto, la fuerza y la opresión. La cultura de un país no es, pues, un reflejo fijo de su historia, sino un resultado de ésta en continua evolución. Los museos y las instituciones de patrimonio cultural tienen una gran responsabilidad en la mediación de esa ilustración dinámica del pasado, evitando los estereotipos y las expresiones estáticas. En este sentido, el museo es uno de los principales mediadores de la historia y, en consecuencia, de nuestra imagen de nosotros mismos y de los demás. Del mismo modo, el museo está obligado a reflejar la diversidad de la sociedad multinacional, con su multiplicidad de lenguas, religiones y modos de vida. Abordar la diversidad como una fuerza positiva resulta esencial para el desarrollo humano, dado que incrementa las opciones y proporciona oportunidades de elección a los ciudadanos. Por lo tanto, si una sociedad pretende obtener beneficios de su pluralismo, son necesarias las instituciones de patrimonio cultural a fin de proporcionar un terreno neutral donde se aúnen todas esas expresiones diversas.

Proporcionar un contexto

Las políticas destinadas a potenciar los valores de los derechos humanos son fundamentales, pero la institución de patrimonio cultural toma el mando allí donde los gobiernos no pueden llegar; el museo fomenta no sólo el conocimiento, sino también el respeto. Al actuar como educador y moderador, el museo va más allá de la legislación. Sin embargo, dado que la cultura se halla íntimamente ligada al sentimiento de identidad individual, hay algo más en juego que las meras actitudes, y el papel del museo resulta más complejo que el mero hecho de proporcionar información al público en general. La cultura es una cuestión de poder. La dominación cultural a menudo se basa en una exclusión de grupos subordinados que alimenta la distinción entre «nosotros» y «ellos». El museo es responsable de responder ante tales expresiones hegemónicas identificando y reconociendo a los grupos infrarrepresentados, e incluyendo a dichos grupos tanto en las reflexiones históricas como en las ilustraciones de los movimientos contemporáneos. Proporcionar un contexto a los grupos ocultos les permite acceder a su propia identidad social y reclamar su voz política.

Fomentar la libertad individual

En el proceso de identificación de los grupos sociales ocultos, la institución de patrimonio cultural afronta toda una serie de retos. Varios de ellos están relacionados con el hecho de que el derecho a la cultura es un derecho colectivo, y no individual como otros derechos humanos. La libertad cultural es el «derecho de un grupo de personas a seguir o adoptar la forma de vida que elijan».[4] Esta constelación, no obstante, implica que los valores o tradiciones del grupo puedan ejercerse a expensas de la libertad individual, y que la aceptación de los derechos del grupo pueda derivar en la negación de los derechos de los individuos estigmatizados. Estos argumentos suelen emplearse para justificar que se repriman determinados comportamientos y se descarten determinadas igualdades tildándolas de «culturales». Independientemente de su origen, sin embargo, ésta es una práctica corrupta no justificada por la legislación internacional sobre derechos humanos. Adecuadamente interpretada, la libertad cultural es una garantía de la libertad en su conjunto, que protege y potencia los derechos de todo individuo. Los museos y las instituciones de patrimonio cultural pueden trabajar para difundir un mensaje que refleje las diversas libertades del grupo como fuente de potenciación del individuo. Asimismo, y dado que el pluralismo no es sólo un fenómeno global, sino también local, los derechos culturales de las minorías deben tenerse en cuenta en toda labor museística.

Promover la igualdad de acceso al conocimiento

La globalización crea oportunidades en todas partes, pero no para todo el mundo. A medida que la rápida fusión de mercados, tecnología e información disuelve las fronteras nacionales y nos une cada vez más, vamos siendo dolorosamente conscientes de la profunda fragmentación no sólo de oportunidades, sino también de valores. La propiedad está concentrada y su acceso queda limitado a un pequeño grupo homogéneo. A través de Internet y el software de código abierto teóricamente es posible para todos los ciudadanos del mundo acceder a la información en igualdad de condiciones. Sin embargo, la falta de recursos humanos y financieros limita el acceso a las nuevas tecnologías y, en consecuencia, también al acervo recopilado del conocimiento global. Ello constituye una violación de la legislación internacional sobre derechos humanos.[5] Las instituciones de patrimonio cultural cuentan con una capacidad y una credibilidad únicas para difundir valores tales como la tecnología, la ciencia y el conocimiento a una audiencia amplia y generalizada. A diferencia de las instituciones culturales, los museos pueden garantizar no sólo un acceso, sino también una participación igualitarios. En este sentido, la institución de patrimonio cultural es, más que un reflejo del pasado, un canal hacia el futuro que permite un foro abierto de comunicación e interacción.

Conclusión

Un desarrollo social sostenible sólo es concebible cuando la sociedad proporciona una igualdad de oportunidades de potenciación y participación, a través de unas instituciones sólidas y creíbles. Por esta razón, el enfoque basado en los derechos humanos reconoce ampliamente que las instituciones de preservación histórica y patrimonio cultural contribuyen al progreso social. Es momento, sin embargo, de redefinir el concepto de patrimonio cultural, alejándolo de los lugares y objetos monumentales. Facilitar la protección y el acceso a un lugar declarado patrimonio de la humanidad preserva la historia para las generaciones futuras, pero sin proporcionar un contexto.

El museo es el único actor social capaz de reflejar la diversidad y el dinamismo de su propia sociedad y garantizar que se conserve no sólo su memoria cultural material, sino también la intangible, ya que refleja el conocimiento, la experiencia y las prácticas de la dimensión humana de una sociedad.

Notas

[1] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Convención sobre la protección del patrimonio cultural y natural, UNESCO, 1972.

[2] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Recomendación sobre la educación para la comprensión, la cooperación y la paz internacionales y la educación relativa a los derechos humanos y las libertades fundamentales, UNESCO, 1974.

[3] Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Informe sobre desarrollo humano 1990. Definición y medición del desarrollo humano: «situar de nuevo a la gente en el centro del proceso de desarrollo y subrayar que los objetivos del desarrollo son las opciones y libertades».

[4] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Nuestra diversidad creativa. Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, UNESCO, 1996.

[5] Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Artículo 27.1: «Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten».