Las teorías de la modernización, de Karl Marx a Daniel Bell, han argumentado que el desarrollo económico comporta cambios culturales implícitos. Pero otros, de Max Weber a Samuel Huntington, afirman que los valores culturales influyen de modo duradero y autónomo sobre la sociedad.Aquí presentamos la tesis de que el desarrollo económico va unido a cambios sistemáticos en los valores, utilizando datos de la Encuesta Mundial de Valores.
La presente aportación trata de la evolución de los valores desde una perspectiva mundial, con la intención de ofrecer un marco amplio que contribuya a la comprensión del tipo de cambio de valores que tiene lugar en Cataluña, en España, en Europa y en el ámbito mediterráneo. Una de las cosas por las que más agradecido me siento es por haber tenido la oportunidad de comprometerme en este maravilloso proyecto sobre los valores emprendido hace más de veinte años, en 1981, por mi colega y amigo Jan Kerkhofs, a través del European Values Surveys (Encuesta Europea de Valores).
Desde entonces se han llevado a cabo cuatro rondas de encuestas, y en la actualidad estamos realizando un gran esfuerzo por reunir fondos para una quinta ronda, que pretendemos llevar a cabo en el año 2005. Lo que de verdad considero fascinante de este proyecto es que, por primera vez en la historia de la humanidad, ha permitido apreciar los cambios de valores que están produciéndose en nuestra época. Porque estamos viviendo un momento histórico de cambio de valores. No se trata de ningún tipo de intuición, como la que pudiera tener Tocqueville, por brillante que fuera, acerca del apogeo de Estados Unidos, ni tampoco de las aún más brillantes aunque confusas impresiones de Max Weber acerca del gran cambio cultural. Hoy nosotros llevamos ventaja, pues tal vez no nos haga falta ser tan inteligentes como Tocqueville o Weber, ya que a cambio contamos con datos empíricos mucho más sólidos.
Disponemos ya de datos representativos de ochenta países, procedentes de las encuestas nacionales realizadas en ellos. La primera ronda de encuestas del European Values Surveys abarcó un total de veinticuatro países, número que fuimos ampliando en cada una de las rondas de sondeos siguientes, hasta que en la última de ellas la cifra alcanzó los ochenta países mencionados. Podemos así hacer cosas hasta ahora imposibles, ya que por primera vez en la historia del hombre, y gracias al World Values Surveys (Encuesta Mundial de Valores) y al European Values Surveys, ha sido posible medir los valores de personas distribuidas por todo el mundo, y no sólo de los países ricos y desarrollados de Occidente, sino de los ochenta países que cuentan con el 85% de la población mundial.
Es como si tuviéramos una fotografía de lo que está pasando por las mentes y los corazones de la mayoría de las personas del mundo.Y contamos con rondas de encuestas sucesivas, de modo que podemos ver cómo está produciéndose ese cambio. Y lo fascinante es comprobar que los cambios se producen en las motivaciones de las personas, en sus valores fundamentales, en sus creencias. Hay diversos síntomas por los que puede percibirse que todos estamos cambiando, como el papel desempeñado por las mujeres, por ejemplo. Sería difícil ser tan obtuso como para no advertir el cambio experimentado por el papel de las mujeres durante las últimas décadas.
Se trata de un cambio histórico verdaderamente gigantesco. También es evidente el cambio producido en las creencias religiosas en todo el mundo: hay multitud de síntomas que así lo indican. Hemos llevado a cabo la tarea continuada de ampliar las encuestas sobre valores a países nuevos, aunque algunos de mis estudiantes suelen recordarme: «Está muy bien, ¡pero no habéis cubierto toda África!» Y pienso que tienen razón, ya que es muy difícil cubrir África por entero. Hay países en los que no es posible actuar, por cuanto no existe en ellos ningún tipo de organización para la realización de encuestas. En Vietnam realizamos la primera encuesta representativa de ámbito nacional que jamás se hubiera llevado a cabo en todo el país. Destinamos allí personal procedente de Estados Unidos y de entre nuestros colaboradores de Filipinas para que les ayudaran a diseñar una encuesta nacional en dicho país.
En Vietnam encontraron colegas entusiastas, y gracias a este trabajo en colaboración contamos hoy con una visión de lo que está sucediendo allí. Hemos cubierto muchos países en los que, cuando comenzó este proyecto, habría sido imposible llevar a cabo nuestra tarea. Irán, por ejemplo, ha sido incluido en la ronda de encuestas más reciente, así como también Egipto, Marruecos, Argelia… En esta cuarta ronda se han estrenado doce países islámicos, y éste es un dato muy importante para nosotros, es algo que nos resulta fascinante, por cuanto, tal y como seguramente cabría esperar, ha resultado que el mundo islámico es diferente en multitud de sentidos.
Se da una especie de continuidad cultural islámica, desde Marruecos hasta Indonesia, con valores bastante similares comparativamente hablando, aunque por supuesto no exista una similitud completa en todos los aspectos, tal vez sólo en los que uno podría ya esperar.Tampoco es que los estereotipos por todos conocidos resulten ciertos al cien por cien, las cosas no son tan simples. Por ejemplo, una de las cosas que hemos descubierto es que en los doce países islámicos sondeados son una amplia mayoría las personas que consideran la democracia como la mejor forma de gobierno. Los pueblos islámicos, desde Marruecos a Indonesia, aceptan el mundo democrático de forma incontestable. Hay muchas cosas del mundo occidental que no las quieren, rechazan muchos aspectos de Occidente, pero desde luego entre éstos no se cuenta la democracia. Les gusta mucho la democracia.
Disponemos de datos de casi ochenta países, y podemos hacer cosas que, como sociólogo, encuentro muy sugestivas. Podemos analizar por ejemplo los vínculos existentes entre los sistemas de creencias que la gente tiene en la cabeza y las características mensurables de su sociedad, como los índices de natalidad. Hemos descubierto que ciertos valores, asumidos con coherencia, van estrechamente asociados con los índices de natalidad, a los que incluso ayudan a explicar. Se han revelado una clave explicativa tan valiosa como otras variables económicas estandarizadas como el PNB per cápita, el porcentaje de mujeres escolarizadas, etc.
Son todos ellos elementos explicativos. Se trata en realidad de un cambio cultural que ha resultado ejercer su influjo.Al parecer, si el desarrollo económico hace descender el índice de natalidad, es en tanto que aporta ciertos cambios culturales, cambios en las expectativas de las personas con respecto a sus vidas, en su forma de ver el mundo. De modo que podemos concluir de este tipo de cuestiones que las sociedades islámicas tienen sus sistemas de valores distintivos, y si esto es así, en qué difieren de los de otras culturas.
Otra pregunta que, como analista político, me interesa mucho es la siguiente: ¿hay valores que estén vinculados con el triunfo y la estabilización de la democracia? La respuesta a esta pregunta es muy clara e inequívoca. Se trata de una cuestión que ha sido investigada durante décadas, con la suposición de que, en efecto, existen probablemente ciertos valores vinculados con la democracia, como por ejemplo la confianza. Hay una literatura copiosa, sobreabundante, acerca del papel esencial de la confianza para la democracia.Y sí que ha resultado cierto que la confianza está vinculada con la democracia, pero hay cosas que se han revelado más importantes todavía. Una lectura de las pruebas permite observar que la tolerancia es muy importante para la democracia: tolerancia con respecto a los extranjeros, a los grupos diferenciales (de gays y lesbianas, por ejemplo, que incide en la aceptación de la igualdad de género), etc.
La sensibilidad para la tolerancia es un elemento crucial, aunque pienso que la literatura no lo ha valorado suficientemente. Creo que hemos dado un paso adelante al descubrir ciertos valores relacionados con la estima hacia la democracia. Pero podíamos aún dar otro paso más, gracias a los datos procedentes de ochenta sociedades, y Quaderns de la Mediterrània 23 medir con exactitud la fortaleza de los vínculos entre los sistemas de creencias de las personas y el grado de democracia de sus instituciones. Al hacerlo hemos descubierto correlaciones sorprendentemente fuertes. La correlación 0,83, por ejemplo, que es extremadamente fuerte, es la que se da entre una creencia particular y los índicesmodelo acerca del nivel real de democracia de las sociedades. Hay varios sistemas de índices-modelo, la totalidad de los cuales concurren a la hora de indicar que ciertos países son democráticos y otros no lo son, aparte de estar diseñados con una escala para medir su grado de democracia.
Y hemos descubierto que estos índices-modelo acerca del nivel de democracia de las instituciones se corresponden de forma muy estricta con las creencias de las personas. Dicho de otro modo: ésta fue una de las muchas pruebas de convicción que me llevaron a la conclusión de que el profesor Kerkhofs estaba en el buen camino al pretender medir los valores de forma empírica, pues éstos no sólo están en la cabeza de la gente, sino que ejercen un impacto muy poderoso en aspectos muy importantes, tales como los índices de natalidad, de crecimiento económico,de democracia.El vínculo entre creencias y valores y el mundo real es muy fuerte. Así que hicimos la pregunta (cuya respuesta sospechamos desde el principio que iba a ser: «Sí, las motivaciones están cambiando»), y ahora contamos con veintitantos años de datos recopilados sobre esta materia. Después de veinticinco años estamos en disposición de ver el modo en que las cosas han ido evolucionando con el tiempo.
En algunas sociedades tenemos un valioso elenco de datos reunidos durante más de veinte años, y una de las cosas más inadvertidas y a la vez gratificantes es constatar la sorprendente coherencia de los valores humanos. No parece que los valores políticos de una persona sean independientes de sus valores religiosos, o de su forma de entender la sexualidad, o la educación, o de sus expectativas para el tiempo libre, o de la importancia que confiere a la amistad… La visión del mundo de las personas es muy coherente, hhasta niveles sorprendentes, y si conocemos sus puntos de vista sobre religión, por ejemplo, o lo felices que se consideran a sí mismos, sabremos mucho acerca de multitud de otros aspectos de su vida. En otras palabras, podríamos ubicar las sociedades del mundo en un mapa bidimensional que tomara en consideración estas dos dimensiones, que recogiera un gran número de aspectos tales como la religión, la política, la inversión dedicada al ocio y las normas sexuales, familiares y sociales en general. Y estas dos dimensiones, dispuestas de forma estratégica, explican el 75% de la variancia, incluso un poco más, de entre la multitud de variables medidas en un mundo que utiliza las encuestas.
El mundo es más ordenado de lo que yo habría esperado dentro de sus diferencias transnacionales. Desearía ofrecer aquí una pequeña visión de conjunto de estas dos dimensiones, con el fin de mostrar cómo actúan en los países, en las sociedades de todo el mundo. La literatura acerca de la modernidad es muy extensa, y en su momento Max Weber y Karl Marx ofrecieron versiones diferentes para explicar lo que estaba sucediendo, pero ambos coincidieron al considerar que el desarrollo económico aportaría cambios predecibles en la cultura, la política y la sociedad. Muchas son las personas que convendrían en que estaban en lo cierto. Para plantear la cuestión de forma breve: encontramos diferencias enormes entre la visión del mundo de las personas que viven en sociedades ricas de las que viven en sociedades pobres. Quizá esta afirmación no les haya resultado ninguna revelación. Digamos que Karl Marx lo sostuvo hace ya mucho tiempo, pero tendremos que reconocer que a él se le ha discutido mucho y que se equivocó en multitud de cuestiones.
No podemos dar por supuesto que Marx tuviera razón en todo. Tenía razón por lo que respecta a la noción según la cual el desarrollo económico parece acarrear transformaciones en consonancia relacionadas con las motivaciones y los puntos de vista. Una gran dimensión de este tipo de cambio, que es sólo una parte del material recopilado, está vinculada con la industrialización, ese clásico de la literatura en torno a la modernidad del que todo el mundo ha oído hablar en mayor o menor medida. La industrialización parece estar relacionada con el paso de unos valores tradicionales a otro tipo de valores que llamaríamos secular-racionales, idea expresada ya por muchos autores.Aunque teniendo en cuenta la multiplicidad de factores que intervienen, las cosas son algo más complejas.
Es cierto que se ha dado un proceso de secularización, pero sólo en parte, pues también es verdad, aunque pueda parecer paradójico, que hoy en día hay en el mundo más personas que nunca con creencias religiosas tradicionales. Se trata de uno de esos elementos ambivalentes, por cuanto si bien es verdad que en las encuestas encontramos datos que sustentan por doquier una teoría general de la modernización, un elemento de la cual sería la secularización, la complicación surge cuando se tiene en cuenta que esta misma secularización es precisamente uno de los factores relacionados con el enorme descenso de los índices de natalidad, de manera que los países en que se produce este fenómeno de la secularización están por debajo del nivel del índice de natalidad que se considera el límite para el relevo generacional, por lo que cada vez representan una porción más pequeña de la población mundial.
Así, aunque hay países en los que el proceso de secularización es claro, como en España, por ejemplo, o en Francia, Italia, Estados Unidos, Japón y Canadá, también encontramos una evolución muy interesante que apunta a que la idea de que la religión va a ser borrada del mapa no es cierta en absoluto. La religión no ha desaparecido. De hecho, hoy en día hay más personas creyentes en el mundo que nunca hasta ahora, al menos nuestros datos así lo muestran. La sociedad postindustrial ofrece otra transformación que supone una razón añadida de por qué la versión clásica de la teoría de la modernización es demasiado simple. Los cambios de los que hablaron Karl Marx y Max Weber son sólo una parte de la cuestión.A partir de cierto punto,la historia cambia de rumbo y el tipo de cambios que se dan en ella son muy distintos.
Con la sociedad postindustrial aparece una dimensión diferente, en la que el ascenso de la sociedad del conocimiento trae consigo el paso de unos valores de supervivencia a otros valores más propios de la expresión de la personalidad individual. Queda así superado el tradicional continuum secular-racional, una idea bien conocida. Esta otra dimensión necesita un nombre nuevo porque se trata de algo que no había hecho aparición hasta estas últimas décadas. Es un cambio hacia el que sólo las sociedades ricas se dirigen, pero es muy importante. Estamos hablando de un giro hacia una dirección diferente, de modo que la noción, al estilo de la mentalidad marxista, de una versión simplista y lineal de la historia según la cual uno se sube al tren en una sociedad agraria y se baja en esta sociedad industrial predeterminada, al final de la línea (que es el final de la historia), es demasiado simple. La historia ha llegado a un punto decisivo con el advenimiento de la sociedad postindustrial, en la cual las condiciones de vida son muy diferentes de las de la sociedad industrial.
En lugar de trabajar en fábricas de producción en cadena, la gente trabaja con la mente, y con la imaginación… Y la estandarización, la centralización, la burocratización, la jerarquización, y todo aquello de lo que tan brillantemente habló Max Weber como característico de la sociedad industrial, resulta cada vez menos válido para la sociedad postindustrial.Y hay otro elemento con el que Marx ni siquiera soñó, ni tampoco Weber, ya que no se ha dado hasta mucho tiempo después de la muerte de ambos, y es que la seguridad existencial se ha convertido en algo que la gente da por garantizado. Esto es algo que hasta ahora muy poca gente a lo largo de la historia había tenido asegurado, y que cambia por completo la forma de afrontar la vida. Es un cambio que supone dejar atrás un mundo en que la supervivencia es incierta, y la idea de la supervivencia es tan básica que si es incierta transforma por completo la manera de enfrentarse a la vida, los valores, la forma de vivir la vida en general. Es en las sociedades ricas postindustriales en las que la supervivencia se da por supuesta y está garantizada, como consecuencia de los grandes progresos económicos que han llevado a la sociedad del bienestar.
La mayoría de las personas que viven en estas sociedades dan por garantizada su supervivencia, pero lo hacen además de un modo inconsciente, pues han nacido y se han criado en ellas, y la forma de enfrentarse a la vida cambia notablemente. Lo que presenciamos es la aparición de una visión del mundo fundamentalmente diferente, algo que tanto las encuestas de valores mundiales como las europeas han comenzado a explorar y nos proporcionan ya una imagen concreta de lo que está sucediendo. De modo que la situación es que tenemos estas dos dimensiones del cambio, que podríamos resumir de forma esquematizada: tenemos un giro hacia la modernización en la cultura a partir de una autoridad tradicional hacia una autoridad legal racional, y desde una economía basada en la estabilidad hacia una sociedad en que lo predominante es el crecimiento económico. Se trata de un cambio de dirección y de un cambio cultural, algo que podría llamarse postmodernismo, sociedad postindustrial, sociedad del conocimiento. Las etiquetas son intercambiables con tal que se comprenda el contenido.
Es un cambio que implica un giro en una dirección diferente, en que cada vez va contando menos la optimización económica a cualquier precio, a expensas del impacto en el medio ambiente, en la felicidad humana, en la expresión de la personalidad propia, en la autonomía, y en tantos otros factores. Esta situación nueva, en que se da mayor importancia a la calidad de vida y se le resta a la autoridad tanto secular como tradicional, está dando paso a una visión del mundo también diferente. De modo que la industrialización supuso un cambio de mentalidad, de lo tradicional a lo secular-racional. Pero luego ha venido una reivindicación de los valores. Veamos a continuación qué valores son estos.
Si partimos de los valores de la sociedad tradicional, los factores que medimos en nuestras encuestas indican que existe todo una conjunto de cosas que van asociadas unas a otras con una coherencia sorprendente. La primera de ellas es la religión: la religión es importante. Tengo que reconocer haber subestimado la importancia de la religión cuando yo no era más que un joven sociólogo y ninguno de mis compañeros era muy religioso. Por aquel entonces todos creíamos que la religión acabaría desapareciendo, así que para qué preocuparse. Era una conclusión demasiado prematura. La religión sigue constituyendo un factor vertebrador de vital importancia para la gran mayoría de la población mundial.
Es cierto que su influencia decrece en Europa, como también lo ha hecho en España, pero continúa siendo muy importante en la mayor parte del mundo, e incluso si nos circunscribimos solamente a Europa, el hecho de saber si una persona es practicante o no de alguna religión nos dice muchas cosas acerca de todo lo demás: su forma de ver el mundo, sus expectativas con respecto a la vida, su mentalidad y sus motivaciones. Tenemos muchos indicadores referidos a la religión y todos ellos apuntan en la misma dirección. Se trata de una dimensión muy importante y no sólo por ella misma, pues está relacionada con muchos otros elementos que no serían sin ella evidentes por sí mismos, como por ejemplo las normas que una persona enseña a un hijo. Las sociedades tradicionales ponen mucho énfasis en la enseñanza a los niños de la obediencia, para que sigan las normas tradicionales. Las sociedades laicas racionales, por su parte, ponen mayor énfasis en la independencia, en que piensen por ellos mismos, en la determinación… Todo un conjunto de cosas muy diferentes.
Otro elemento relacionado empíricamente con todo esto es el patriotismo, el sentimiento de orgullo por la propia nación. Esta relación no resulta evidente por sí misma, pero existe de hecho una correlación empírica muy fuerte en las sociedades que valoran mucho la religión y los valores educativos tradicionales, en el sentido de que llevan aparejado un fuerte sentimiento de orgullo nacional. Si yo tuviera que elegir una sociedad realmente buena escogería con seguridad Suecia. Creo que España estaría en la misma línea, pero si tuviera que optar por una, me decantaría por Suecia, pues en mi opinión es la más aventajada dentro de esta misma línea progresista. Para mí es una buena sociedad.Tal vez podría pensarse que, en consonancia, debería ser el país con un más alto sentimiento de orgullo nacional, y en cambio no es así. Es más bien todo lo contrario. Las sociedades pobres, las sociedades tradicionales, muestran un orgullo nacional mucho más fuerte que las sociedades ricas. Un elemento más que constituye otra de estas importantes dimensiones sería el constatar las diferencias en el modo de ver el mundo de las personas entre las sociedades ricas y las pobres,entre las sociedades secular-racionales y las tradicionales.
Y hay otras muchas cosas, por ejemplo, en las sociedades tradicionales es frecuente oír a la gente decir cosas tales como: «Una de las metas más importantes en mi vida es hacer que mis padres se sientan orgullosos.» Esta idea está muy presente en las personas que viven en sociedades tradicionales, a las que guía el sentimiento de vergüenza, es decir, de no acarrear vergüenza sobre la familia.Para estas personas sus padres cuentan de verdad en sus vidas. Por desgracia, en las sociedades más modernas la influencia de los padres no es tan relevante como parece serlo en las sociedades tradicionales. Hay otros elementos nada sorprendentes: el divorcio, por ejemplo, el aborto, son cosas que en las sociedades tradicionales se rechazan, o no se aceptan. En las sociedades secular-racionales se aceptan mucho más. En las sociedades tradicionales suele también haber más límites para vender bienes procedentes del exterior.Y otro elemento es el respeto hacia la autoridad. Las personas tienden en ellas a reconocer que sería deseable un mayor respeto a la autoridad. En las sociedades secular-racionales la autoridad es un bien depreciado.
Creo que se ha esbozado hasta aquí un paisaje panorámico de la cuestión. Hay por supuesto muchísimas preguntas en el World Values Surveys que miden estas cuestiones, por lo que esto no es más que una minúscula muestra de los muchos factores vinculados con la cuestión, esto es, con la dimensión de la modernización, de la industrialización, pero se trataba de dar una imagen de conjunto. Son elementos que configuran una misma dimensión: la religión, Dios, la familia, la patria… Se trata de una visión del mundo clásica y fundamentada en la autoridad, y hemos constatado que sus aspectos psicológico y empírico van juntos. Es una dimensión con respecto a la cual se aprecia un cambio generacional en las sociedades postindustriales a favor de posturas más alejadas de los valores religiosos. Es interesante comparar los diferentes tipos de sociedades, constatar las diferencias generacionales entre las personas jóvenes y mayores.
Para ello comenzamos por los grupos o cohortes de mayor edad, para descender a continuación al siguiente grupo de personas no tan mayores; luego pasamos a los grupos de mediana edad y finalmente a los más jóvenes. Por tanto seguimos una línea descendente en cuanto a la edad de los grupos, y encontramos así que en las sociedades postindustriales las personas mayores otorgan a la religión una importancia mayor que los jóvenes. Pero en las sociedades agrarias no encontramos diferencias. No se trata pues de algo que pudiera formar parte del ciclo vital humano: cuanto mayor se haría la persona, más creyente se volvería. De hecho, en las sociedades agrarias los jóvenes son tan creyentes como los mayores, o quizá incluso ligeramente más. De modo que pienso que en algunas sociedades está produciéndose un cambio generacional involutivo. Pero esto es sólo una parte del cuadro de conjunto: el advenimiento de la sociedad postindustrial trae consigo otra dimensión de cambio, que es la que va de los valores de supervivencia a los de expresión de la personalidad individual.Y esto es algo que no resulta ya tan familiar.
No se trata ya de la clásica dimensión de la modernización, sino de un cambio de un tipo diferente. La novedad estriba en primer lugar en pasar de dar una importancia absoluta a la seguridad económica y física, a dar mayor énfasis a la expresión de la subjetividad. Es una transformación que viene estudiándose de un tiempo a esta parte. Otra forma de describirla sería diciendo que es una transformación que va de unos valores materialistas a otros postmaterialistas.Y está realizándose con rapidez y firmeza. Es uno de los mejores indicadores de esta dimensión,pero por mucho que sea una de las cosas por las que llevo interesado desde hace mucho tiempo, resulta que tan sólo es un indicador más de un proceso de cambio cultural mucho más amplio y generalizado. Otra cuestión estrechamente ligada con ésta es la de la igualdad entre los sexos. Las encuestas sobre valores tienen cinco ítems diferentes para medir el grado de conformidad con la igualdad sexual. El mejor indicador para comprobar si una persona está a favor o en contra de la misma ha resultado ser el siguiente: «¿Considera a los hombres más capacitados que a las mujeres para erigirse como líderes políticos?» La respuesta a esta pregunta ofrece una variedad enorme en todo el mundo.
En España han tenido lugar grandes cambios en las últimas décadas con respecto a estas cuestiones. Los padres de las generaciones de universitarios actuales tuvieron visiones muy diferentes de éstos, pero este cambio no se ha dado por igual en todos los países. Y es una transformación que ha tenido lugar con el paso del tiempo en todo el mundo, tal y como queda reflejado en las distintas rondas de encuestas sobre valores. Apenas tras cinco o diez años ya encontramos cambios significativos, sobre todo en un extremo de la franja de población, entre los elementos jóvenes con mejor nivel de estudios de los países ricos.También me gustaría hacer esta pregunta, aunque es tan obvia que quizá esté mal planteada. En algunos países, como Egipto, el 99% de la población conviene en que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres.
Es evidente por sí mismo que la respuesta es la otra respuesta. Es algo que varía mucho, en otras palabras, es un buen indicador para esta dimensión. Las motivaciones de los niños cambian también mucho, en cuanto a la hora de darles mayor o menor importancia, en las sociedades orientadas hacia la supervivencia. Los niños dan mucha importancia a tener buenos ingresos y a un trabajo seguro, por encima de la realización personal o de trabajar con personas afines. La actitud hacia los gays y las lesbianas, hacia la homosexualidad, es también otra cuestión que está experimentando un cambio verdaderamente histórico. Nosotros así lo hemos constatado de una ronda a otra de encuestas.Vemos grandes diferencias entre países pobres y ricos, que están sin duda relacionadas sobre todo con el advenimiento de la sociedad del conocimiento.Y aunque los cambios son muy grandes entre países pobres y ricos, lo son en especial entre sociedades industriales y postindustriales. Encontramos también grandes diferencias generacionales, y es que en estas cuestiones los jóvenes muestran actitudes muy diferentes con respecto a los mayores.
Es un indicativo más de la tolerancia a la diversidad, algo que en este punto de la historia constituye un buen indicador para esta dimensión, porque hay una enorme variación en cuanto a su aceptabilidad. El rechazo a los extranjeros está relacionado con este mundo subjetivo; la participación en la política, la protección medioambiental, forman parte asimismo de esta amplia dimensión referente a valores de supervivencia frente a valores de expresión de la personalidad.Y también aquí encontramos una transformación intergeneracional, que parece haberse dado con mayor rapidez, una vez más, en las sociedades postindustriales. Encontramos grandes cambios, al estudiar nuestros muestreos, si comparamos los sectores de más edad con los más jóvenes, pues hacia éstos es hacia donde se desplaza el peso de los cambios a favor de los valores de expresión personal. En las sociedades agrarias encontramos muy pocos cambios, a excepción del grupo de personas muy mayores. La curva representativa de los cambios generacionales es en verdad muy plana en las sociedades agrarias.
En la ronda europea de encuestas de 1970 ya medimos uno de estos ítems referentes a los valores materialistas y postmaterialistas, y encontramos de hecho notables diferencias con respecto a la edad. Por aquel entonces se publicó la predicción de que las encuestas reflejaban un cambio generacional y que no se trataba por tanto de un fenómeno circunscrito al ciclo vital. Se trataba como digo de una predicción porque en aquel punto, contando con datos procedentes de tan sólo una serie de encuestas, no podía afirmarse con seguridad que se tratase de un ciclo vital o de un cambio generacional. Pero ahora que hemos podido seguir los estudios sobre estos mismos valores a lo largo de más de treinta años, los resultados son claros. Si se hubiese tratado de un fenómeno relacionado con el ciclo natural de la vida humana, entonces, al envejecer, habríamos encontrado una enorme preponderancia de los valores materialistas sobre los valores postmaterialistas, y obviamente una preocupación fundamental por la seguridad física y económica, frente a la expresión de la individualidad, la libertad de expresión, la calidad de vida.
En los grupos de personas mayores de aquella época sí había una enorme predominancia de lo materialista sobre lo postmaterialista. Entre la generación de postguerra de 1970 encontramos una ligera preponderancia de lo postmaterialista sobre lo materialista. En aquel punto, en 1970, podía haberse defendido que se trataba de un fenómeno propio del ciclo vital, y que cuando los grupos envejecieran se volverían tan materialistas como los grupos de personas más mayores. Podía haberse pensado que eran jóvenes con pájaros en la cabeza, que eran unos tontos idealistas que se volverían realistas con la edad. Pero no lo hicieron. Treinta años más tarde no han cambiado. Siguen donde estaban hace treinta años. Sus valores han permanecido estables, lo cual significa que sus respectivas sociedades han cambiado. Estas diferencias generacionales predicen los cambios que se han observado efectivamente a partir de 1970 (y no digamos de 1981), en este caso en las rondas europeas de encuestas.
De 1970 a 1999 todos estos países se han transformado, 1970 era negro y 1999 es verde, y sus sociedades se han transformado también de forma señalada, a partir de valores predominantemente materialistas hacia valores postmaterialistas. En una escala, el cero representaría que en una sociedad hay tantos materialistas como postmaterialistas. En todas estas sociedades hay más personas materialistas que postmaterialistas. Ahora bien, la mayoría de ellos están en el cero o por encima de cero, han evolucionado hacia posiciones más postmaterialistas durante todo este período de tiempo. Contamos con algunos elementos de predecibilidad. El mundo es complejo, no se trata tan sólo de una cuestión de cambio generacional, hay que tener también en cuenta las cosas que pasan en el mundo en un momento determinado. Pero existe un elemento de predecibilidad en los cambios de valores que están produciéndose.Y es que tales cambios están lejos de ser aleatorios.
Como ya he mencionado, las sociedades agrarias ponen el énfasis en los valores tradicionales y de supervivencia. En consonancia con esta tesis general de la modernidad, las sociedades ricas tienden a poner el énfasis en los valores seculares racionales y de expresividad de la personalidad, que confiere otro elemento más de predecibilidad a estos cambios. El desarrollo económico tiende a favorecer el cambio de unos valores a otros. Estados Unidos es un caso extremo interesante, pues se trata de una sociedad que concede una gran importancia a los valores de la expresividad de la personalidad, está muy por encima en esta dimensión que otros países, pero en cambio es mucho más tradicional, mucho más religiosa y mucho más patriótica y nacionalista que otras sociedades ricas.
Se trata de un fenómeno curioso, podría abrirse un amplio debate sobre la cuestión, analizar las causas. Me limitaré aquí a constatar que se trata de una constante fiable en todas nuestras encuestas. El hecho de que Estados Unidos constituya un país mucho más tradicional, religioso, nacionalista y patriótico que otros países ricos tiene consecuencias significativas. Esto forma parte de una verdadera diferencia de valores entre Estados Unidos y la mayor parte de los países europeos. Por otra parte, en la otra importantísima dimensión referente a los valores de expresividad de la personalidad, Estados Unidos ocupa el primer lugar junto con Gran Bretaña, Francia, Alemania, Suecia, etc. En otras palabras, está muy adelantado en esta dimensión.Trataré de ofrecer una razón de por qué esta dimensión es tan importante. Es la dimensión vinculada con la democracia. La democracia aparece en muchas preguntas. Aunque se trate de valores que están en el interior de la mente de las personas, están muy vinculados con la democracia. Esta dimensión tiene una correlación de 0,83 con la democracia. Los países que alcanzan una puntuación alta en esta dimensión son, presumiblemente, más democráticos; se trata de culturas fortalecedoras de la democracia. En esta dimensión, Estados Unidos y Europa ocupan los lugares preferenciales; en esto están en consenso.
En otras cuestiones se aprecian diferencias significativas. Otro punto importante que se suscita es el de por qué no podemos aceptar sin más la versión clásica de la teoría de la modernización, y por qué hay que añadirle el corolario del cambio cultural, vinculado a ella hasta un grado en verdad sorprendente. Lo que sorprende es hasta qué punto la herencia cultural de una sociedad influye en los valores contemporáneos de ésta. En otras palabras, el hecho de que una sociedad fuera históricamente protestante, católica romana, islámica, ortodoxa o hindú modifica su punto de partida, el cual se refleja hoy en día en su sistema de valores. Así, la Europa protestante es diferente de la Europa católica. La primera vez que reparé en ello pensé: «Qué coincidencia: en todos los países protestantes su nivel de confianza es alto, y en los países católicos, bajo.»
Y luego fui viendo que en un país tras otro existen diferencias culturales persistentes que encierran una coherencia propia, pero que todos ellos además son hoy día, más o menos, países postcristianos. En el norte de Europa, en países como Suecia o Países Bajos, los índices de asistencia a la iglesia son muy bajos. En Alemania oriental y en Suecia, por ejemplo, el porcentaje de personas que van a misa todas las semanas es de un 5 o un 6%, y en Países Bajos algo menos incluso. Podría decirse que son en cierto modo países ex protestantes. Las iglesias se usan como museos y hoteles. Pero siguen siendo muy protestantes: en cuanto a su sistema básico de valores, los suecos de hoy son muy protestantes, aunque no vayan a la iglesia.Y si tienen esta mentalidad, no es por lo que puedan aprender en las iglesias, sino por el impacto que sigue ejerciendo sobre ellos la influencia histórica de haber sido modelados por el protestantismo (o en otros casos, por el catolicismo, o por el imperio colonial anglófono). Los países poblados por inmigrantes procedentes de las islas Británicas conforman una zona cultural propia.
La Europa católica constituye también una zona cultural por sí misma, así como América Latina, que configura una zona cultural muy vigorosa. En las sucesivas rondas de encuestas, hemos ido viendo cómo los países iban orientándose hacia las direcciones predichas. En nuestras encuestas de 1990 no obtuvimos datos de Australia ni de Nueva Zelanda. Habíamos definido una zona cultural anglófona y habría resultado un problema embarazoso que Nueva Zelanda hubiera quedado en una zona y Australia en otra. Lo mismo sucede con América Latina: al principio sólo teníamos cuatro países, en tanto que en encuestas más recientes hemos alcanzado la cifra de once, y siguen entrando en una misma zona cultural común.Tan predecible como una zona sudasiática en que entran la mayor parte de los países islámicos, existe también una zona ortodoxa donde entran las sociedades de tradición ortodoxa, salvo Grecia.Y es que también cuenta el factor ex comunista.
En otras palabras, la historia ha dejado su huella en estos sistemas de valores.Alemania oriental, tras haber sido modelada por décadas de comunismo, es tan diferente de Alemania occidental desde un punto de vista cultural como pueda serlo la propia Alemania occidental de Noruega. Son sociedades diferentes que han sido modeladas por una influencia histórica diferente, en parte por la religión y en parte, pienso yo, por la experiencia comunista. Aunque ya lo he repetido anteriormente, me gustaría insistir en la idea de que estos valores tienen consecuencias sociales importantes. Influyen por ejemplo en los índices de natalidad; después de complejos análisis, parece poder afirmarse con verosimilitud que el desarrollo económico está haciendo descender los índices de natalidad, y que estos están relacionados con los cambios culturales que el proceso lleva aparejados. La línea de los índices de fertilidad es inversamente proporcional por tanto a los valores secular-racionales.
Otro punto que hemos destacado es que el hecho de que una sociedad conceda una mayor importancia a los valores de supervivencia o a los valores de expresión del individuo está estrechamente relacionado con el grado de democracia que exista en la misma. Esto es de una gran importancia para todo el escenario político mundial. La dimensión que va de los valores de supervivencia a los valores de expresión de la personalidad es un indicativo importante de otros factores, en tanto que éstos están muy relacionados con aquéllos. Son indicadores de los índices de libertad de una sociedad, del nivel de democracia de sus instituciones, del grado de libertades políticas y civiles que existe en ella. Y tal y como puede comprobarse estudiando los datos, éstos están estrechamente relacionados con estos índices. Las sociedades que confieren una mayor importancia a los valores de supervivencia frente a los valores de expresión personal tienen, casi sin excepción, un grado de democracia bajo. Encontramos entre éstos países como Bielorrusia, Armenia, Georgia, Rusia, Ucrania, Rumanía, China, etc.
Entre los países que, en cambio, otorgan mayor importancia a los valores de expresión personal y tienen un grado de democracia alto encontramos España, Suecia, Italia, Países Bajos, Australia, Nueva Zelanda. Una de las tareas más complicadas que se nos presentan en la actualidad es la de ofrecer una explicación a esta relación. ¿Lo que sucede es que la democracia transforma por entero la cultura de un país y hace de sus ciudadanos defensores de la igualdad entre sexos, de la confianza, de la tolerancia, del bienestar subjetivo? ¿O es más bien que una cultura basada en la confianza, la tolerancia, la igualdad y el bienestar subjetivo lleva a la democracia? Los análisis que he venido efectuando en colaboración con otros colegas indican que ambas cosas son en parte verdad.
En mi opinión la democracia realmente sí que hace que una persona tenga mayor confianza, pero creo también que se trata mucho más de una cuestión de desarrollo económico, pues éste aporta ciertos cambios culturales a partir de los cuales se instauran instituciones democráticas que los retroalimentan. Son cosas diferentes, sí, pero todo parece indicar que son los mismos cambios culturales los que configuran las condiciones de posibilidad para la instauración y la supervivencia de la democracia.