Actualmente estamos viviendo un doble proceso globalizador e individualista, que está provocando una disminución del sentimiento de universalidad y favorece una visión más localista y, de igual modo, nacionalista. Estos procesos, lejos de ser antagónicos, se complementan dando paso a la «glocalización», que combina la diversidad cultural con la mundialización. En este artículo, además, se comparan los casos de Cataluña y de Euskal Herria, analizando su sentimiento de identidad, bien a su propio territorio, bien a España.
Es ya un tópico decir que vivimos en la tierra como patria común de todos los humanos (Morin y Kern, por ejemplo), pero no por tópico es menos cierto. Esta interdependencia de unos países con otros, y lo que es más importante, de las vidas de unos ciudadanos con las vidas de otros, incluso alejados geográficamente, es una realidad que, día a día, está adquiriendo mayor fuerza. La desaparición de la alternativa socialista como modo de organización de la sociedad y como alternativa al modelo capitalista que se simboliza y materializa finalmente en la caída del muro de Berlín el año 1989, ha añadido al fenómeno de la globalización la percepción de que no hay recambio. Es el triunfo del denominado pensamiento único, porque se pretende que no hay más que un modo de organización de la sociedad.Todavía no hemos salido de este planteamiento. Pero esta globalización y esta interdependencia no han logrado una disminución de las diferencias entre las personas, bien al contrario cabe poder decir que las diferencias entre países se están haciendo mayores. Asimismo, en muchos de los países pobres las diferencias internas entre ricos y pobres son aún mayores que las que se dan entre los países ricos y los países pobres considerados en su conjunto.
Es evidente el retroceso en la distribución social los últimos 25 años. Esta realidad está propiciando que la ciudadanía se esté replegando en su sociedad del bienestar, cual fortaleza sitiada, mientras a sus aledaños cada vez más personas procuran introducirse en ella, por los procedimientos que sean. En España se sabe mucho de eso. No hay día sin que los medios de comunicación social nos informen de ciudadanos africanos que, en misérrimas pateras (aunque ya son menos noticia), intentan introducirse en el «El Dorado» europeo. Europa corre el riesgo de convertirse en una sociedad sitiada y sus habitantes a caballo entre el humanitarismo a bajo precio y el enclaustramiento vergonzante. Esta globalización trae como consecuencia,por un lado, una concentración de poder en cada vez menos manos, al par que una atomización en niveles diversos. Hablando del primer aspecto, quizás el fenómeno más importante es el de mundialización de la economía con la gran masa de capitales flotantes de un sitio a otro según las conveniencias de los mercados.
La consecuencia es evidente: una concentración de decisiones en muy pocas personas y un desistimiento de la mayoría a la hora de responsabilizarse de sus actos. Nunca tan pocos han tenido tanta capacidad de decisión sobre tantos y en tantas cosas.En tanto que sociólogo no entro en la lógica economicista y financiera de las fusiones y concentraciones bancarias y de todo orden (alimentaria, sanitarista, mass media, etc.), así como en el mercado de capitales ambulante, pero sí puedo interrogarme sobre las consecuencias a la hora de hablar de responsabilidad,al común de los mortales, en la toma de decisiones. En efecto, la globalización, cual espejo invertido, tiene otra cara bien distinta. Me refiero a la atomización de la sociedad, a lo que los sociólogos venimos llamando la individualización de la sociedad. Los miembros de esta sociedad se sienten tanto más atomizados cuanto más perciben el carácter general, lejano, inalcanzable, inasible e incomprensible de las decisiones que se adoptan y que, sin embargo, tiene una gran incidencia en su vida cotidiana. En parte porque lo hacen con sus ahorros, que no controlan en absoluto. Nunca tanta gente ha tenido tanto y, al mismo tiempo, se ha sentido tan insegura y se ha percibido tan frágil en lo material y en lo nómico.
De ahí la búsqueda de entornos más próximos (algunos denominan a esto la demanda de proxemia), que puede presentar modalidades diversas, de las que, en su dimensión negativa, enumero tres sin más comentario: la tribalización de la sociedad en colectivos de afinidades emocionales, ideológicas, recreativas, con solidaridades teóricamente parciales pero que pueden ser las determinantes en los procesos de socialización e identidad; también el renacer de los nacionalismos con pretensiones monoétnicas excluyentes del diferente, del perteneciente a otras coordenadas, incluso meramente en el orden de los deseos y de las querencias o proyectos de sociedad; y, por último, el auge de los fundamentalismos, particularmente los de signo religioso: algunas manifestaciones del islam ciertamente, aunque no pocos nos preguntamos si el islam, para muchos de sus adeptos, no es sino el refugio y la seña de identidad ante lo que han sentido y percibido como el etnocentrismo cultural de Occidente.
Piénsese también en la gran dificultad que tienen las iglesias universales (el catolicismo, las iglesias evangélicas y ortodoxas transnacionales…) a la hora de posicionarse como agentes de socialización religiosa, al par que constatamos la eclosión de nuevos movimientos religiosos y entre ellos los de ciertas sectas, término que, adoptado rigurosamente en su aspecto técnico y no despectivo, menos aún criminológico, no hay que olvidar que se refiere a una situación de «separación», de «proxemia en un mundo de distintos» y en muchos casos de «puros» cuando no de los «únicos que vayan a salvarse». De ahí el riesgo de la religión-gueto, que con el auge de las comunicaciones informáticas, corre el riesgo de convertirse en religión-red, pero red de guetos.
Esto explica, al menos parcialmente, que los ciudadanos europeos (y de modo particular españoles, y dentro de España vascos y catalanes, por un conjunto de factores en los que ahora no podemos entrar, pero que tienen que ver con la historia en general, y la secularización más en particular) cada vez se sienten más localistas (de la ciudad y región donde viven) y menos universales (estatales o europeos sobre todo), como nos muestran paladinamente las encuestas europeas de valores. Es lo que el último trabajo llevado a cabo en España en el marco del EVS de 1999- 2000, y que lleva el mismo título que este texto, revela claramente. Quizás valga la pena traer aquí la formulación exacta de la pregunta en la Encuesta Europea de Valores. Dice así: ¿A cuál de estas agrupaciones geográficas diría usted que pertenece, ante todo?
Y una vez recogida su respuesta según la lista que se les presenta y que está recogida en la tabla 1, se le vuelve a preguntar, ¿Y luego? Pues bien, en los últimos 20 años la sociedad española se ha hecho más localista, en mayor grado perteneciente a la localidad, pueblo o ciudad donde vive, así como cada vez más autonomista, en mayor grado se dice perteneciente a la región, o país, donde vive, en detrimento del sentimiento de pertenencia al «país en su conjunto, España». Diez puntos porcentuales en cada uno de los sentimientos de pertenencia a la localidad y a la autonomía y 17 menos a España no admiten duda alguna. La población española es hoy más autonomista –¿nacionalista?– que hace 20 años y menos española. Naciones y regiones en Europa De hecho, la diversidad regional española es resaltada con claridad por Louis Chauvel en su trabajo Valeurs régionales et nationales en Europe en base a un gigantesco tratamiento informático de los resultados de la Encuesta Europea de Valores en su segunda oleada alrededor del año 1990.

Presenta un «Indicador de diversidad interregional» (p. 181), construido en base a 77 indicadores de los 280 que se pueden encontrar en la encuesta del EVS del 90, 77 indicadores seleccionados por ser aquellos en los que la variable región resulta ser más importante, más discriminante de comportamientos, actitudes y valores. Estos indicadores se refieren, «en más de la mitad de los casos, a cuestiones referidas a la religión y a las prohibiciones morales estrechamente ligadas a las normas propugnadas por las iglesias (aborto, suicidio, eutanasia…). Las otras cuestiones discriminantes se refieren a la familia, a las cualidades que transmitir a los hijos, a las relaciones entre feminidad y trabajo, a la confianza hacia las instituciones» (p. 180). No hay duda posible, España está a la cabeza de la diversidad interregional europea. El mismo autor, en el mismo trabajo publicado en Futuribles, avanza aún más en la definición de la importancia de las regiones (países, autonomías, nacionalidades, naciones…).
Mediante un dendograma,análisis tipológico de las regiones,pretende diferenciar y agrupar las regiones en razón de sus similitudes y de sus diferencias, de nuevo a partir de las 77 cuestiones arriba referenciadas. Tal reagrupamiento por proximidad de valores, se pregunta Chauvel, ¿permite recomponer los conjuntos nacionales respectivos o bien nos conduce a otras configuraciones? Responder a esta cuestión, continúa Chauvel, permite saber si los catalanes y los vascos son ante todo españoles u otra cosa. «Permite saber si Ródano-Alpes, Baden-Wurtemberg y Cataluña (como se sugiere a veces) forman un todo coherente, más coherente de lo que supondría Alemania, Francia o España.» (p. 191).
No puedo entrar aquí en detalle en el trabajo de Chauvel, pero retengamos que, según él, el hecho de que «la mayor parte de las regiones se integran en su nación» respectiva no siempre es así y se refiere explícitamente a los países mediterráneos. Previamente, en otro análisis de correspondencias múltiples con dos grandes explicativos,en el que la secularización tiene un papel central, ya había señalado que «las penínsulas latinas muestran una diferenciación (étalement) extraordinaria: en España, por ejemplo, del País Vasco y de Cataluña hasta Extremadura la distancia cultural es la misma que separa Gran Bretaña e Irlanda: son dos mundos distintos de valores» (p. 188). Obsérvese, y en ello no hacemos sino seguir al propio Chauvel, la proximidad de características en el grupo formado por Flandes en Bélgica, EmiliaRomaña en Italia, Cataluña y País Vasco en España. Excepto en Emilia-Romaña las tres son «regiones problemáticas», según Chauvel, por sus notorias «demandas de autonomía e incluso de secesión».
Pero además se distinguen,lo digo ahora con mis categorías de análisis,por ser más tolerantes en la moral privada (divorcio, aborto, etc.), consecuencia de la fuerte secularización religiosa y más exigentes en la moral pública, por ejemplo hacia toda forma de incivilidad en la vía pública, fraude en los impuestos, quedarse con dinero que pertenece a otro sabiendo de quién es, etc. La similitud de las regiones produce, en este caso, configuraciones nómicas, que van más allá de los estados actuales. Pero volvamos de nuevo a la Encuesta Europea de Valores, en su aplicación a España, Cataluña y País Vasco,en lo referido a los sentimientos de identidad que hemos apuntado más arriba.
Presentamos los datos en la tabla 2. En todos los casos, la identidad territorial –en el sentido de agrupación geográfica a la que se dice pertenecer– se asocia mayoritariamente con una pertenencia local: la de la localidad, pueblo o ciudad en que se vive. La excepción es Cataluña, donde el sentimiento de pertenencia regional (por seguir la terminología de Chauvel) se sitúa en primer y destacado lugar. Cabría añadir que en Hegoalde «localización» y «regionalización», van a la par. A continuación se da una clara diferencia entre los sentimientos de pertenencia de Europa y Francia y de España y sus autonomías. Si en Europa se suscribe en segundo lugar la pertenencia al Estado,y en tercer lugar la pertenencia a la «región» (país,autonomía o nacionalidad),en España (y sus autonomías),el ranking se invierte: en primer lugar pertenencia a la autonomía y después al Estado. En el País Vasco y Navarra el 73% de los ciudadanos se dicen pertenecientes a la localidad donde viven y a la autonomía.

Solamente el 28% sitúan a España como agrupación a la que dicen pertenecer (pudiendo seleccionar dos veces, recuérdese). Los últimos lugares los ocupan las áreas transnacionales:Europa y el Mundo entero. Ahí se ubican las identidades cosmopolitas o supranacionales:la del Mundo entero,con alguna entidad, y la de Europa,muy minoritaria. Estos alineamientos,ya lo decimos en la presentación del estudio español de la EVS, pueden parecer paradójicos en la presente era de la globalización, pero quizá sean las amenazas de uniformidad y de homogeneización que se divisan las que promueven estos descartes. Porque la globalización –en lo que se refiere a las comunicaciones instantáneas por satélite e Internet– está ya en casa.Aunque también se ha podido decir que –gracias a Internet y a todo lo que hace posible universalmente la instantaneidad de la comunicación– el mundo se ha convertido en un espacio inmediato de relaciones entre personas.De manera que las coordenadas geográficas pierden su significado para confundirse con un espacio único.
Además,y a manera de compensación, se vuelve a las raíces y se recuperan las raíces de la tierra (o las religiosas y del espíritu); se recupera lo local, el pueblo, la ciudad en que se vive, la tierra sobre la que uno tiene los pies. «Ahí me suceden las cosas importantes.Y desde mi pueblo, desde mi casa, puedo acceder y llegar a todo el mundo», es lo que se piensa. De manera que en este nuevo escenario político de nuestro sistema democrático, en donde se está produciendo una redistribución del poder territorial (traspaso de competencias del Estado a las autonomías), la confrontación entre lo universal y lo particular pierde el sentido que tenía en el funcionalismo y en la modernidad. «No se rechaza el universalismo, se lo particulariza; lo que hace falta es un nuevo tipo de articulación entre lo universal y lo particular.»
Pero se aspira a que sean dos polos que no se contrapongan. Dicho de otro modo, ello ya se está produciendo así: globalización y homogeneización coexisten con heterogeneidad y diversidad cultural, no se están conduciendo como procesos antagónicos sino complementarios, produciéndose una mezcla a la que se ha llamado «glocalización», o también, «globalización de la diversidad» o «universalización del particularismo». La singularidad vasca y catalana a través de la confianza en las instituciones Demos un paso más, interrogándonos sobre la confianza en una larga serie de instituciones que se controla a través de la encuesta de valores europeos.
Prolongamos, no sea más que un pasito, una reflexión que ya hemos producido y publicado en los últimos años.5 Incluimos también, sucintamente, la realidad catalana, en este ámbito. En estos trabajos hemos planteado tres cuestiones: 1º, si somos los vascos diferentes a los ciudadanos de otros países o enclaves geográficos, si hay alguna singularidad en los vascos que nos haga nómicamente diferentes a los españoles, franceses, italianos, europeos en general; 2º, si las diferencias que se dan entre nosotros, pues los estudios muestran que conformamos una sociedad plural, son mayores, menores o similares a las que se dan en otros países similares (y hemos trabajado la comparación con Flandes básicamente); y 3º, nos preguntamos si en nuestra pluralidad el factor frontera (estar enclavados en dos Estados diferentes, España y Francia) es más importante o más discriminante que el factor nacional, esto es, el sentimiento de pertenencia al País Vasco, a España, o a Francia: sentirse vascos o españoles, vascos o franceses. No tenemos respuestas definitivas a todas esas cuestiones, solo avances de respuestas.
En estas páginas presentamos algunas referidas a las cuestiones 1ª y 3ª. Una primera lectura nos señala que los valores de los vasco-españoles están más próximos en general a los de España que a los de los vascofranceses, así como los de estos últimos están más próximos a los de Francia que a los de los vascoespañoles. Lo que significa que el factor frontera (y toda la historia que hay detrás) es lo más importante. Esto es particularmente cierto cuando nos preguntamos por el nivel de confianza en las grandes empresas, la Unión Europea y la ONU. Así como, aunque con menor grado, cuando nos referimos a la policía (estatal) y a la Iglesia. Pero el factor frontera desaparece cuando nos referimos a las Fuerzas Armadas, donde el País Vasco español destaca nítidamente a la baja de todos.
De nuevo la historia. Asimismo, las cosas no están tan claras cuando hablamos de instituciones parciales y de adscripción o adopción voluntaria, (prensa y sindicatos por ejemplo), como con la Justicia, donde las diferencias admiten difícil explicación, máxime sabiendo lo que ha variado los últimos años la percepción de la justicia en España y Francia como muestran las sucesivas encuestas de valores. Quizás cabe señalar que, en estas instituciones parciales, muy probablemente cada persona escoge a los de obediencia y proyecto político personal siendo menos importante, en su valoración, su función colectiva y global. La singularidad catalana estaría conformada en una sociedad algo más asentada y con mayor confianza en las instituciones, incluso en su comparación con España. Así en la justicia (donde se separan nítidamente de los vascos), en los sindicatos y en las grandes empresas (donde ofrecen, por el contrario valores similares a los de los vascos).

Es llamativo que tengan más confianza en el Parlamento y policía españoles que los propios españoles, en lo que se diferencian de los vascos, pero al igual que los vascos confían bastante más en sus propias policías (Mossos d’Esquadra y Ertzaintza) que en la Policía Nacional y en la Guardia Civil. También al igual que los vascos con el Parlamento vasco, su nivel de confianza en el Parlamento catalán supera al que tienen en el Parlamento español. También como los vascos, los catalanes confían menos en la Iglesia que los españoles. Sucede lo propio con las FFAA pero, en este punto, ya lo hemos indicado arriba, los vascos destacan sobreabundantemente por su escasa confianza hacia ellas.
De modo particular, el factor frontera precisa ser matizado cuando introducimos un factor suplementario y básico en el tema que nos ocupa, el sentimiento nacional (o nacionalista) de la gente. Es lo que ofrecemos en la tabla 4, donde comparamos la confianza hacia una serie de instituciones en Euskal Herria, Hegoalde (País Vasco español) e Iparralde (País Vasco francés), según acentúen su sentimiento de pertenencia, sea al País Vasco, sea a España o Francia, según donde residan, sea al País Vasco y a España o Francia, de forma similar. De forma rápida, demasiado rápida quizá, tres grandes apuntes cabe extraer de la detenida lectura de estas tablas. En primer lugar, que los vascos del sur (es lo que significa Hegoalde en castellano) se dividen entre sí mucho más que los vascos del norte (traducción castellana de Iparralde). Los vasco-españoles son notoriamente más plurales que los vasco-franceses, si se prefiere utilizar esta terminología no nacionalista.Además, y será el segundo apunte, los vascos del sur, los de Hegoalde, cuando se dicen prioritariamente vascos, no aceptan el Estado español de forma mucho más acentuada que sus homólogos de Iparralde, los vasco-franceses respecto del Estado francés, haciendo la comparación con los que básicamente se dicen vascos.
Esto es, y limitándonos solamente a aquellos ciudadanos vascos que se dicen por encima de todo vascos y mucho menos españoles o franceses, se puede decir, con propiedad, que los vasco-franceses están mucho más integrados en la República Francesa que los vasco-españoles en la monarquía española. El sentimiento de identidad vasco lleva, en muchos vascos-españoles aparejada la demanda de independencia (así y todo son minoritarios, del orden del 30 o 35% del conjunto de vascos, lo sabemos por otras encuestas), lo que no es el caso, más que en un número muy reducido, entre los vascofranceses. Como decíamos en la conclusión de nuestro trabajo sobre este tema en Les Temps Modernes, «el factor frontera es clave.

Pero, ya añadíamos que, entre los vascos, tanto franceses como españoles, y que se dicen vascos por encima de todo, hay afinidades entre ellos, (subrayo ahora) especialmente en que se sienten menos representados en el Estado francés o español. Ahora bien, esta desimplicación, la menor integración en España o Francia de estos vascos, es notoriamente superior entre los vasco-españoles que entre los vasco-franceses. Los nacionalistas vasco-franceses, (dicho sea con licencia en el lenguaje) en definitiva, aceptan en mayor grado el Estado francés y Francia que los nacionalistas vasco-españoles el Estado español y España». Aquí queremos resaltar el tercer apunte, arriba subrayado y que sólo mencioné en el trabajo referenciado, y que cabe extraer de la lectura de la tabla 4 que prolonga la que presenté en el trabajo de Les Temps Modernes.
Si consideramos por separado por un lado los vascos de Hegoalde y por el otro los de Iparralde, y analizamos en cada caso los niveles de confianza en las diferentes instituciones, constatamos que, en la mayoría de los casos, el sentimiento de confianza en las instituciones aumenta a medida que los vascos se dicen menos vascos y más españoles o franceses. En efecto, esta correlación es válida para Hegoalde y para Iparralde. No lo es en todas las instituciones pero, cuando lo es, resulta muy significativa. En concreto, es el caso de la confianza en el Gobierno francés o español, en las FFAA, en la justicia, en el Parlamento español o francés y en la policía cuando es estatal.
Todas instituciones del Estado. Pues bien, hacia todas estas instituciones, los vascos, tanto los del norte como los del sur, manifiestan tener menor confianza cuanto más vascos se digan, cuanto más valoren su condición de vasco en su propia identidad. Sin embargo, cuando preguntamos por la confianza en la prensa tal relación desaparece completamente.Además, si la pregunta se formula (en otro contexto y el dato es del estudio del World Values Study del año 1995) sobre la confianza «en la gente en general», la tendencia prácticamente se invierte: los que en mayor grado se dicen vascos más confianza manifiestan tener hacia la gente en general. El análisis de las respuestas dadas a la confianza hacia la Iglesia requieren más tiempo del que aquí disponemos, pero nos hemos ocupado de ello en otros lugares.

En fin, en la confianza hacia el Parlamento vasco y hacia la policía vasca hay dos cosas que decir. En primer lugar que siempre, independientemente del sentimiento de pertenencia al País Vasco o a España, la confianza hacia las instituciones vascas es mayor. En el caso de los que se dicen vascos las diferencias, (junto a los niveles de confianza en los gobiernos español y francés en esos mismos colectivos) son las mayores que encontramos en toda la tabla. En segundo lugar, los vascos de Hegoalde que se dicen españoles tienen más confianza en la Ertzaintza que los vascos de Hegoalde que se dicen vascos. Hay más confianza hacia la Ertzaintza que hacia la Policía Nacional y la Guardia Civil (se precisó así en el cuestionario) por todos los vascos, ciertamente, pero la Ertzaintza es cada día más vista como policía aun sin dejar de ser percibida como institución pertinentemente vasca.Algunos, incluso, mucho más como policía que como institución vasca.
En conclusión
1. El peso de la frontera y la historia consiguiente hace que los valores de los vascos tiendan a estar más próximos a los del Estado al que pertenecen y que resulte difícil hablar de unos valores de los vascos del norte en mayor grado similares a los de los vascos del sur o viceversa. No habría, en consecuencia, valores propios a los vascos, los del norte y los del sur confundidos, diferentes a los de los españoles y franceses.
2. Esto es particularmente cierto cuando se trata de instituciones de carácter internacional, menos en las de carácter estatal y aún menos en las de signo volitivo.
3.Las cosas se complican, y precisan matizaciones importantes, cuando distinguimos los sentimientos de pertenencia, si vascos, si españoles o franceses, o si vascos y españoles o franceses, ambos con semejante peso, tanto en Hegoalde y en Iparralde. Aquí cabe decir que:
3.1. Siendo el sentimiento de independencia minoritario en ambas partes de Euskal Herria, hay que precisar que los vascos de Hegoalde, incluso los que se dicen básicamente vascos, se sienten menos españoles que franceses sus homónimos de Iparralde. El efecto frontera sigue siendo importante, pero vemos que:
3.2. Los vascos que se dicen básicamente vascos, tanto los de Hegoalde como los de Iparralde, hacia las instituciones del Estado manifiestan tener un menor grado de confianza que los vascos que se dicen básicamente españoles o franceses, así como los que se dicen «tan vascos como españoles y franceses», según los casos. Aquí el sentimiento nacional vasco o, si prefiere un término más light, el sentimiento de pertenencia a Euskal Herria, es prioritario sobre el efecto frontera.Es más discriminante la dimensión nacional vasca que la ubicación geográfica en los Estados español y francés, en España o en Francia.Esto resulta aún más claro cuando comparamos,solamente en Hegoalde,claro está, instituciones similares (Parlamento y policía) españolas y vascas. En Iparralde no podemos hacer semejante comparación pues,por no haber,no hay ni Departamento Vasco pese a haberlo solicitado cerca de dos tercios de la población. Queda un último, pero no menos importante, punto del que queremos señalar dos cosas, no sea más que telegráficamente; nos referimos a la pluralidad de la sociedad vasca en su identidad nacional.
La identidad plural de la plural Euskal Herria
Hay una cuestión que, para el que suscribe, es ya una certeza sociológica. Diferentes investigadores de diversa coloratura política vienen preguntando, desde hace años, a los ciudadanos de la sociedad vasca por su identidad, a través de un indicador que, como todo buen indicador, es sencillo (lo que no quiere decir que la «identidad» sea cuestión de un solo indicador, por supuesto). Se les pregunta por «si se sienten sólo españoles, más españoles que vascos, tan españoles como vascos, más vascos que españoles o solamente vascos». Los resultados de las diferentes encuestas son convergentes con escasas variaciones.
De ahí que haya hablado de certeza sociológica. Las divergencias no vienen de las cifras sino de su interpretación. Quisiera en estas líneas presentar los resultados de la última encuesta de valores a esta cuestión, pero diferenciando los territorios históricos de toda Euskal Herria, aunque he adicionado en la presentación los de los tres territorios históricos referidos a Iparralde, por seguridad estadística dada la escasa muestra con la que trabajamos. Los datos pueden leerse en la tabla 5. Quizás lo primero que decir es el peso que, en cada territorio histórico, presenta la opción simultánea pura: tan vasco/navarro como español/francés. La identidad múltiple, la pertenencia múltiple, está incrustada en el corazón de muchos vascos.En su formula más equidistante,«tan vasco como español o francés»,en cuatro de cada diez vascos.Si añadimos a la simultaneidad pura, «tan de esto como de aquello», la simultaneidad diferenciada, «más de esto que de aquello», luego excluyendo los que se dicen «solamente vascos» y «solamente españoles» ya estamos hablando de la mayoría de la sociedad vasca.
En Álava del 66%, en Guipúzcoa del 63%, en Vizcaya del 61%, en Navarra del 74%. No podemos hacer el cálculo en Iparralde por un error en la trascripción última del cuestionario.Pluralismo identitario,en consecuencia.Como he dicho en infinidad de ocasiones «el pluralismo no es un desiderátum o una opción política mía,que también,sino algo que corresponde a la sociología real de este país» en formulación que pone en mi boca Emilio Alfaro en una entrevista y que asumo plenamente.
Pero podemos dar un paso más. La sociedad vasca, y me refiero ahora a la CA del País Vasco, es claramente plural, sí, pero se decanta con la misma claridad por la vasquidad. No es simétricamente vasca y española. Es más vasca que española o así se dice y expresa, reiteradamente. Si adicionamos ahora las dos polaridades, «solamente vasco» y «más vasco que español», por un lado, así como «solamente español» y «más español que vasco» por el otro, en consecuencia excluyendo la simultaneidad pura, obtenemos los resultados siguientes: en Álava se decanta por lo vasco el 33% de la población y por lo español el 20%. Estas cifras son en Gipúzcoa del 51% por lo vasco y del 13% de los español. En Vizcaya 45% por lo vasco y 14% por lo español. En todos los territorios históricos de la CA del País Vasco, aún con acentuaciones diferentes, lo vasco prima sobre lo español. De ahí que yo haya dicho tantas veces que en la CAPV prima moderadamente el nacionalismo y un nacionalismo moderado.
Pero el nacionalismo es el que prima, sin duda alguna. En Navarra, obviamente se preguntó por la navarridad junto a la españolidad. Los resultados son, desde la navarridad, concordantes con los de la vasquidad en los territorios hermanos (aunque separados): 37% se dicen navarros versus 13% españoles una vez descontando el 44% que se dice, al mismo tiempo,navarro y español.La pregunta es la de saber hasta qué punto los navarros se dicen vascos, pregunta que, evidentemente, formulamos a los navarros de nuestra encuesta. No podemos entrar aquí en el detalle pero señalemos que el ranking no ofrece duda alguna: los navarros se dicen navarros en primerísimo lugar, después españoles y solamente en tercer y distante lugar vascos. En fin, el caso de Iparralde, pese al fallo reseñado en la formulación última del cuestionario, tampoco ofrece dudas: el 19% apuestan por la vasquidad, el 39% se dicen mayormente franceses y el 37% se quedan en la equidistancia.
Ahora se entenderá el titulado de esta sección, «La identidad plural de la plural Euskal Herria». No son lo mismo, a la hora de «sentirse vascos», los ciudadanos de los diferentes territorios históricos que conforman Euskal Herria. En un doble sentido. La inmensa mayoría de ellos, de todos y cada uno de los territorios políticos, admiten de buen grado su identidad plural: son vascos y españoles los unos, vascos y franceses los otros, sin olvidar a los que se sienten, y por este orden, navarros, españoles y vascos. Ahora bien, y es el segundo rasgo de su pluralidad, entre los diferentes territorios históricos hay notorias diferencias: Guipúzcoa,Vizcaya y Álava, y en ese orden, se dicen claramente más vascas que españolas.
La vasquidad prima sobre la españolidad. En el caso de Iparralde, por el contrario, se dicen claramente más franceses que vascos,mientras que en Navarra prima la navarridad sobre la españolidad y, más aún, sobre la vasquidad. Así es, porque así se dice y se siente, Euskal Herria, la Euskal Herria de hoy, en los albores del siglo xxi. Plural en la intimidad del corazón y de la razón de sus gentes, plural en sus territorios, con sentimientos de pertenencia múltiples, con identidades complejas, inclusivas y no excluyentes en la gran mayoría de sus ciudadanos, ciudadanos que dicen pertenecer y conformar no solamente la sociedad vasca sino también «el pueblo vasco», pueblo que no aceptan, de ninguna manera, ver diluido en la sociedad española, europea o mundial.
Estoy plenamente de acuerdo con Pere Vilanova cuando afirma que el «tema de las lealtades múltiples del individuo, en términos de valores a los que se adhiere y que motivan su acción o sus actuaciones individuales o colectivas –eso es precisamente una de las dos definiciones operativas del concepto de valor en la sociología, permítaseme recordarlo en esta citación–, en nuestras sociedades fragmentadas y globalizadas, tendrá cada vez mayor importancia». Esto que puede parecer un rompecabezas, es por el contrario, una prueba (como realidad y como experimento) de la alta modernidad, de la globalidad, del movimiento de personas e ideas, de la nueva sociedad cosmopolita, con soberanías (si soberanías debe haber) compartidas, en geometrías y pesos variables. En tal punto concreto tendremos capacidad de decisión total, en tal otro en un 60%, en un tercero en un 20%, en otros seremos enteramente dependientes de… dependientes, ¿de quién o quiénes, por cierto?