En base a la última encuesta EVS, y con especial atención a las orientaciones de valores sociopolíticas, este artículo analiza las distribuciones de las medidas de dichas tendencias en los diferentes países europeos y detecta cómo algunas especificidades que caracterizan el área euromediterránea se trasladan al campo de los valores de la igualdad social, la solidaridad y la relación religión-política. Un análisis por grupos de países europeos confirmará que, en Europa, el área mediterránea no posee en este sentido una homogeneidad propia.
Supuestos
La investigación en los valores de los europeos permite comprender el grado de unidad cultural existente en Europa (y, por consiguiente, de diferenciación) en lo que respecta a la dimensión valorativa.
Entre los criterios de diferenciación posibles, los más frecuentes se refieren a:
a) La diferenciación entre macrorregiones geográficas: Mediterráneo, Europa Central, norte de Europa, Europa Oriental, etc.
b) La diferenciación entre áreas históricolingüísticas: área neolatina, área eslava, área germanófona, área anglosajona, etc.
c) La diferenciación entre grandes tradiciones religiosas: área católica, área ortodoxa, área protestante, áreas mixtas, etc.
Algunas áreas comparten los mismos valores en los tres criterios mencionados. Por ejemplo, España e Italia son países mediterráneos, del área lingüística neolatina y de tradición católica. Francia y Portugal los comparten parcialmente: Francia no es sólo mediterránea, mientras que Portugal no es, en sentido estricto, mediterráneo, aunque sí recibe influencias culturales, y sin embargo posee idioma latino y una tradición católica claramente mayoritaria, como Bélgica, que por su parte nada tiene que ver con el mediterráneo, a diferencia de Francia y Portugal. Y podríamos continuar con más ejemplos para constatar que existen áreas homogéneas para los tres criterios, otras que los son para dos y, finalmente, algunas que lo son para sólo uno. El análisis del grado de unidad-diferenciación de la cultura de los europeos es, por consiguiente, complejo. A continuación, centraremos la atención en el área mediterránea, principal objeto de atención del Convenio.
La estratificación territorial del análisis puede ser más o menos profunda. La más común se refiere a los estados y, de hecho, la encuesta EVS se basa en muestras por estados (salvo alguna excepción, como Irlanda del Norte). Sin embargo, con algunas imprecisiones, es posible encaminar el análisis a un nivel más preciso, el de las regiones. Este análisis se ha basado en los datos de 1990.
Asimismo, el alcance del análisis basado en los datos EVS puede ser más o menos amplio, teniendo en cuenta el conjunto de las orientaciones de valor consideradas (familia, trabajo, política, ética, religión) o bien uno o más de dichos valores.
Puede analizarse detalladamente lo que se desprende de los indicadores individuales, de las preguntas concretas del cuestionario, o bien pueden adoptarse instrumentos de síntesis, conceptos más exhaustivos representados por lo que más indicadores miden en común.
Seguidamente, se limita al área de valor correspondiente a la política (en sentido amplio) para los datos EVS 1999-2000, aunque existen análisis más amplios para los de 1990. Por motivos de economía conceptual, siempre se hará referencia a dimensiones conceptuales sintéticas derivadas del análisis de los factores sobre grupos de indicadores con objetos comunes.
Por el momento, en este contexto, quedan fuera de nuestra atención los análisis dinámicos que confronten las tres encuestas EVS, realizadas a partir de 1981.
Finalmente, el análisis puede detenerse en el nivel inicial de comparación entre poblaciones de forma separada para cada una de las dimensiones de valor o bien buscar comparaciones más complejas para dos o más dimensiones, hasta las valoraciones sobre el peso de cada uno de los criterios de diferenciación en su explicación. En principio, se partirá del primer nivel para profundizar posteriormente.
La diferenciación unidimensional entre estados europeos en las orientaciones de valor sociopolíticas en la encuesta EVS 1999-2000
Las orientaciones de valor sociopolíticas encierran algunos interrogantes clave:
a) ¿Cómo se distribuyen las «adhesiones» y las «lealtades» en los diferentes niveles de organización política de las colectividades: local, regional, estatal-nacional, europea, mundial?
b) ¿Cuál es el grado de cohesión social de la colectividad y cuáles las distancias sociales internas con respecto a cada categoría particular?
c) ¿Cuál es la percepción de los mecanismos sociales que generan las principales desigualdades sociales y, por tanto, las situaciones de pobreza?
d) ¿Qué se entiende por una «sociedad justa»?
e) ¿Cuáles son las opciones en el dilema entre igualdad y libertad?
f) ¿Cuáles son las relaciones deseables entre las tendencias relativas a los valores «fundamentales», religiosos y la política?
g) ¿Cuáles son los deseos de cambio de los modos de vida contemporáneos que pueden dirigir las tendencias políticas?
h) ¿Cuáles son los problemas prioritarios a los que la política debería prestar atención?
i) ¿Qué papel debería desempeñar el estado en la economía y en la respuesta a las necesidades sociales?
j) ¿Cuál es la valoración de la democracia?
k) ¿Cuál es el nivel de confianza otorgado a las instituciones sociales y políticas del propio país?
l) ¿Cuál es la disponibilidad para actuar políticamente y según qué posicionamiento político general?
Se trata de un conjunto complejo de interrogantes, a los que se intentará dar una breve respuesta.
a) La distribución de la lealtad y las adhesiones en los diferentes niveles territoriales de organización política
El análisis de los factores pone de manifiesto cuatro dimensiones de prioridades de adhesión territorial en algunas de las preguntas planteadas a este respecto: la prioridad de la pertenencia local, la prioridad y la fuerza de la pertenencia estatal-nacional, la prioridad de la pertenencia regional y la prioridad de la pertenencia europea. El área mediterránea no muestra peculiaridades significativas a este respecto, salvo por una ligera tendencia a conceder menos importancia a la pertenencia local en comparación sobre todo con las áreas anglosajona, nórdica y de los países de Europa centro-oriental, con una ligera ventaja por la fuerza y la prioridad de la pertenencia nacional, especialmente en los casos de Portugal y Malta. En cualquier caso, cabe destacar principalmente el surgimiento de peculiaridades nacionales, como el fuerte sentimiento nacional en Malta o el potente sentimiento regional en España (o el europeo en Suecia).
b) Cohesión y distancia sociales en la colectividad política
Se han identificado cinco dimensiones autónomas principales, dos de ellas más directamente relacionadas con la solidaridad y la cohesión sociales en general y tres relativas a la distancia social frente a las categorías sociales concretas que pueden resultar menos atractivas (como para tener a sus miembros de vecinos).
Las dos primeras dimensiones se refieren a la fuerza de la confianza en los demás (o su ausencia), a una cierta implicación en formas de control social primario, y la otra a la disponibilidad o no de formas explícitas de solidaridad hacia otras categorías más necesitadas. Los datos revelan que el área mediterránea muestra una cohesión de fondo, una capacidad de control social primario diferente en su seno, situada en un punto intermedio entre la más baja de los países de la extinta Unión Soviética y del sudeste europeo y la más alta de las sociedades del centro y el norte de Europa.
En el área mediterránea, la sociedad española y, sobre todo, la italiana presentan un entorno de fondo de confianza e implicación mutuas mejores que en los demás estados mediterráneos, y similares al resto de estados centroeuropeos. No obstante, esto no impide que en general la sociedad mediterránea, de forma bastante homogénea, demuestre unos niveles de solidaridad (declarada) hacia las clases más necesitadas que se sitúan entre los más elevados de Europa (junto con algún otro país, como Irlanda, Suecia, Croacia, Alemania, etc.)
En consonancia con los datos anteriores, están las revelaciones acerca de los tres factores de distancia social, en referencia a los marginados e inadaptados, los inmigrantes y los extremistas políticos. En lo que respecta a la distancia social en relación a los marginados e inadaptados en el área mediterránea, aunque varía en función de la zona, se sitúa en una posición intermedia entre el resto de valores de la Europa oriental y la Europa occidental insular y los más bajos del área de Europa central. España, sin embargo, se sitúa entre los niveles más bajos de Europa, a diferencia de Malta. La situación es similar en lo que respecta a la distancia social hacia los inmigrantes, mientras que en lo referente a los extremistas políticos, aunque con predominio de la singularidad nacional, el área centroeuropea tiende a mostrar la distancia más alta.
Hay que destacar que la cohesión social de fondo, la solidaridad hacia los necesitados y la distancia social con respecto a algún segmento no son dimensiones superpuestas, sino que una cohesión social de fondo podría ayudar a aumentar la distancia social con respecto a segmentos que podrían poner en peligro la cohesión social y la solidaridad hacia los demás; la disponibilidad de ayuda a los necesitados no necesariamente se traduce en una mayor disponibilidad en el caso de personas que puedan crear problemas de convivencia o muy diferentes étnica o culturalmente de sus vecinos. En este sentido, la sociedad mediterránea no se caracteriza por una cohesión social especialmente alta, sino más bien por su cierto individualismo, lo que no impide ciertas tendencias solidarias en caso de necesidad ni destaca las distancias sociales con respecto a alguna categoría de personas que puedan presentar características poco atractivas.
c) La percepción de los mecanismos de generación de la pobreza
La percepción de los motivos por los que una persona puede quedar sometida a una situación de pobreza e indigencia se sitúa en un nivel probablemente más próximo al cognitivo que al valorativo y, por tanto, puede considerarse a juicio de algunos como una circunstancia más relacionada con valores políticos. El análisis de los factores configura tres dimensiones de las cuatro incluidas en el cuestionario: el infortunio, la pereza y la injusticia social.
El área mediterránea no presenta particularidades claras en este sentido,sino que muestra diferencias internas evidentes.El infortunio se percibe como causa de pobreza especialmente en España, Portugal e Italia, en niveles no excesivamente inferiores a los máximos obtenidos en Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Dinamarca. La pereza se atribuye sobre todo en Malta y Portugal, que presentan los valores más elevados de Europa, junto con Chequia. La injusticia social como causa de las situaciones de necesidad y pobreza se destaca sobre todo en España, con diferencias amplias sobre Portugal, Grecia y Malta. En conjunto, puede decirse que la sociedad mediterránea no presenta una caracterización propia distintiva.
d) La definición de una «sociedad justa»
Dos son las dimensiones aplicadas al análisis en profundidad con cuatro indicadores sobre qué es una sociedad «justa», y se trata de las dos dimensiones más clásicas, la de la justicia retributiva y la de la justicia distributiva. Menos autónomos conceptualmente son los aspectos de la justicia como igualdad de oportunidades y como satisfacción universal de las necesidades básicas.
Como puede apreciarse, no existen diferencias ni peculiaridades significativas a la hora de compartir la afirmación de que una sociedad, para ser justa, debe dar a cada uno según sus méritos. Sólo Italia presenta sus reservas al respecto, acercándose a los recelos expresados por algunos estados nórdicos. Más importantes son las diferencias en el énfasis sobre la dimensión distributiva.
En España, Portugal y Grecia se sitúan en los niveles más altos de Europa, junto a Eslovaquia, Hungría y Letonia, mientras que Malta presenta los más bajos, al igual que Holanda y Dinamarca. Por tanto, tampoco en este caso se aprecian puntos en común que caractericen el área mediterránea.
e) El dilema libertad-igualdad
El dilema sobre la conveniencia de priorizar la oportunidad de un amplio ejercicio de la libertad individual o bien la necesidad de controlar la desigualdad social marca una diferencia fundamental en las opciones políticas.
Como se puede observar, las variaciones existentes en Europa no pueden explicarse en función de distinciones por grandes áreas geográficas. Entre la sociedad mediterránea, la italiana es la que presenta una mayor preferencia por la igualdad de Europa, seguida de Portugal y España, mientras que Grecia y Malta se sitúan en niveles intermedios.
Independientemente de que una media pueda o no tener sentido, y considerando también el peso de las diferentes poblaciones (Malta y Grecia son demográficamente menos importantes que Italia, España y Portugal) el área mediterránea, junto con la de Hungría, Croacia y Eslovenia, presenta una mayor sensibilidad hacia los valores de la igualdad que otras en Europa. Existe una cierta proximidad con el énfasis en la dimensión de la igualdad también en lo referente a la percepción de qué es la justicia y con la mayor tendencia a la solidaridad social. Por tanto, aunque no netamente, el área mediterránea, especialmente la neolatina, parece posicionarse en Europa como la región más sensible a los valores de la igualdad y la solidaridad.
f) La relación política-religión, entre laicidad, laicismo y secularización
Existen dos dimensiones conceptuales relativamente autónomas derivadas del análisis de los factores: el estar a favor o en contra por un lado, de que los políticos estén comprometidos religiosamente y por otro del hecho de que las autoridades religiosas tengan influencia política.
La importancia otorgada a las convicciones religiosas de los políticos pone de manifiesto el vínculo entre política y valores fundamentales que, aunque compatible con la laicidad de la política, enfrenta visiones laicistas y secularistas. Dichas visiones resultan menos compatidas en el área mediterránea, así como en muchos países de la Europa oriental, especialmente Malta y Grecia. España, Portugal e Italia sitúan los valores del laicismo y la secularización política por debajo, aunque por poco, de la mayor parte de los países de la Unión Europea, mientras que en la parte alta destacan Dinamarca, Francia, Holanda, Bélgica y Suecia.
La oposición a que las autoridades religiosas tengan influencia política puede manifestarse en visiones laicistas y secularistas de la política, pero también en una visión laica, esto es, que no necesariamente niega la importancia de la visión religiosa de la vida y el mundo en la esfera política, pero que exige que sean los laicos y no las autoridades religiosas los que defiendan dicha visión. El área mediterránea, en este sentido, muestra valores medios, mientras que algunos países de mayor tradición protestante o anglicana no se muestran tan contrarios, e incluso están a favor, de la influencia política de las autoridades religiosas: se trata de Suecia, Holanda, Finlandia y Gran Bretaña. A éstos los sigue un país católico como Irlanda y algunos países de predominancia religiosa ortodoxa, como Rusia, Grecia o Ucrania. Entre los países más contrarios a la influencia política de las autoridades religiosas se sitúan Francia, Dinamarca y también Polonia, donde incluso la acción política de la Iglesia católica fue decisiva en el cambio de régimen político en 1989. El mundo mediterráneo de tradición católica se caracteriza, por tanto, aunque de forma matizada, por una mayor sensibilidad con respecto a la importancia de que los actores políticos compartan unas profundas convicciones religiosas, aunque sin caer en determinadas formas de clericalismo, que encuentran un terreno abonado en algunas áreas de tradición protestante, anglicana y ortodoxa.
g) Los deseos de cambio de los modos de vida contemporáneos
Los indicadores relativos a los deseos de cambio de los modos de vida con relación a los actuales convergen en una dimensión, relativa al deseo de reducción (o no) de la importancia de los elementos adquisitivos, productivistas y de artificialidad del modo de vida actual. En una línea parecida, y retomando la perspectiva de Ronald Inglehart, se podría definir esta dimensión en términos de orientación materialista – postmaterialista.
La diferenciación en este punto la marcan los países que llevan tiempo con una economía de mercado y con mayores rentas y los del área socialista con menores rentas, los primeros con una orientación no materialista, pues hallan una respuesta más adecuada a sus necesidades de tipo material, de acuerdo con la hipótesis planteada por Inglehart. Existen, no obstante, casos anómalos (por ejemplo, Croacia o, en el otro extremo, Alemania occidental, Austria u Holanda). El área mediterránea se sitúa en una posición intermedia, con los valores más altos en la orientación no materialista para España y, en el otro extremo, de Portugal, lo que refleja también una diferencia en los niveles de renta.
El aspecto de la situación geográfica no parece desempeñar un papel demasiado importante, aunque destaca la singularidad del caso español, que en lo que atañe a los deseos de cambio hacia un planteamiento no materialista se sitúa en los primeros lugares de Europa, junto con Francia, Bélgica y Gran Bretaña.
h) Los problemas sociales más importantes para la política del propio país
Existen tres grandes actitudes relativamente independientes en este sentido: la prioridad (o no) otorgada al mantenimiento del orden social, la lucha contra la inflación y la protección de la libertad de expresión.
En lo que respecta a la prioridad del mantenimiento del orden en las naciones, se aprecia algo más destacada en los países nórdicos y en Europa oriental (con excepción de Croacia y Lituania), y algo menos en el resto, con valores sensiblemente inferiores en el área mediterránea (Malta e Italia). La prioridad otorgada a la lucha contra la inflación muestra más fuerza en general en la Europa oriental y menos en Austria y Holanda. En el área mediterránea existen diferencias claras entre la prioridad media de países como España, Grecia e Italia y la elevada, entre las mayores de Europa, de Malta y Portugal. Finalmente, la prioridad asignada a la protección de la libertad de expresión alcanza sus valores medios más bajos en los estados de la extinta Unión Soviética y en algunos países de la Europa oriental (Hungría, Eslovaquia, Polonia), mientras que son más elevados en el núcleo continental centroeuropeo de la Unión Europea. El área mediterránea se sitúa en una posición intermedia y se muestra algo heterogénea, con una mayor preocupación por la libertad de expresión en España e Italia y menor en Portugal, Malta y Grecia. En este caso, más que la pertenencia a un área determinada, el factor más importante parece encontrarse en la sensibilidad hacia las necesidades no materiales de los que tienen menos problemas relacionados con la seguridad y la economía.
i) Alcance del papel del Estado en la economía y la respuesta a las necesidades sociales
El área mediterránea no parece caracterizarse de forma particular al respecto de las orientaciones más o menos favorables a un papel intervencionista del Estado en la economía y la respuesta a las necesidades sociales. La media es similar a la de muchas otras zonas, aunque destaca el mayor apoyo al papel del estado en los países de la antigua URSS (salvo Lituania) y el menor en los Estados nórdicos como Suecia e Islandia y los países centroeuropeos como Alemania occidental y Austria. Entre los países mediterráneos, Grecia concede un papel más importante al Estado en la economía y los servicios sociales, seguida por España y Portugal.
j) La valoración de la democracia
Para muchos países europeos, la democracia tal y como se ha desarrollado en los países occidentales representa una experiencia reciente. Para otros, existen señales de estancamiento, como la baja participación electoral, la adopción de sistemas electorales mayoritarios y la elección directa de un presidente con muchos poderes. Siempre resulta interesante medir la solidez de las convicciones democráticas en la sociedad europea. Existen tres dimensiones relativamente independientes derivadas del análisis de los factores de los indicadores presentes en el cuestionario: la valoración de la democracia, la valoración de sus disfunciones y la valoración de los sistemas que dan lugar a líderes poderosos.
Salvo por algunas excepciones, las valoraciones menos negativas del sistema democrático son las de los países de la Unión Europea, mientras que las mayores críticas proceden de las antiguas repúblicas socialistas, especialmente de Rusia. Las excepciones más evidentes se hallan en la zona occidental, con una actitud más crítica en Gran Bretaña y en el área oriental con la postura más suave de Croacia. En el área mediterránea Portugal y España son más críticos que Malta e Italia y, sobre todo, que Grecia. Las actitudes globales al respecto de la puesta de manifiesto de los defectos de la democracia son bastantes similares, especialmente en la antigua Europa comunista, y menos en el área central y septentrional de la Unión. El área mediterránea se sitúa en una posición bastante intermedia, aunque con una diversidad interna considerable, ya que España y Malta niegan más los defectos que Portugal y Grecia.
La valoración negativa de los sistemas con un liderazgo fuerte, o de una mayor concentración de los poderes de decisión en un líder, resulta más acentuada en Grecia (con el valor más alto de Europa), Italia y Malta, así como en otros países de la Unión Europea, como Austria,Alemania occidental, Dinamarca, Islandia, o de la Europa oriental, mientras que aparece más atenuada en general en los países de la ex URSS, en Rumanía y en Bulgaria. Salvo por esta última área, no se detectan especificidades claras de grandes áreas geográficas, y el área mediterránea presenta una heterogeneidad significativa. Por tanto, se puede concluir que el área mediterránea no presenta especificidades en conjunto al respecto de la solidez de las convicciones democráticas y que existe una diferencia considerable entre la Europa postcomunista (especialmente de la antigua URSS) y el resto.
k) La desconfianza hacia las instituciones
La valoración del sistema internacional de cada país presenta cuatro dimensiones relativamente independientes, a saber: la relacionada con el funcionamiento del sistema democrático y el respeto de los derechos humanos, la relativa a la confianza en las fuerzas armadas, la confianza en el resto de instituciones nacionales y, finalmente, la relativa a las instituciones políticas supranacionales.
En cuanto a la valoración negativa del funcionamiento del sistema democrático y la salvaguarda de los derechos humanos en el propio país, salvo contadas excepciones, presenta mejores resultados en los países de la antigua órbita comunista que en el resto, aunque se detectan variaciones de un país a otro. Entre ellos, la valoración más negativa es la italiana, mientras que los estados más pequeños, como Malta y Luxemburgo, presentan las valoraciones más positivas.
No destaca ninguna especificidad mediterránea ni siquiera en la valoración de las fuerzas armadas. La desconfianza en las mismas es especialmente elevada en España (siendo incluso la institución que genera más desconfianza) y menor en Portugal, Grecia y Malta. Ni siquiera en la desconfianza hacia el resto de instituciones civiles y políticas nacionales se detectan especificidades geográficas, salvo una desconfianza ligeramente mayor en los países anteriormente comunistas.
Por otra parte, Grecia es el país de Europa que muestra mayor confianza. Lo mismo puede decirse de la desconfianza en el resto de instituciones políticas supranacionales, ya que apenas es ligeramente superior en los países ex comunistas que en el resto, y junto con Rusia y Grecia presentan los índices de confianza más elevados, mientras que Italia, por el contrario, muestra los valores de confianza más bajos de Europa, junto con Portugal, Luxemburgo e Irlanda. Así pues, no se detectan, en las relaciones con las instituciones, especificidades mediterráneas, si acaso una diversidad interna más acentuada en el Mediterráneo.
l) El interés y el compromiso en la política
Destacan tres dimensiones de interés y compromiso derivadas de los factores de los indicadores pertinentes: el interés en general por la política, el interés y el compromiso en asociaciones o grupos de carácter político y la disponibilidad para acciones directas y públicas de presión política. El interés por la política no presenta grandes especificidades por áreas: los niveles más bajos corresponden a Gran Bretaña, España y Portugal, mientras que los más elevados se hallan en Suecia, Holanda, Alemania occidental y oriental, República Checa y Lituania. En los países de la ex Unión Soviética los valores son ligeramente superiores, así como en los países continentales centroeuropeos, aunque la homogeneidad es la tendencia predominante.
En cuanto al compromiso con asociaciones o grupos de carácter político, es más variable entre países y áreas, ya que se muestra más fuerte en el área norteoccidental de Europa, intermedio en la central y mediterránea y más bajo en la Europa oriental, especialmente en la extinta URSS, Rumanía y Bulgaria. En el área mediterránea destaca el elevado valor de Grecia, que refleja una alta politización, detectada ya en datos anteriores. Dichas actitudes se muestran similares también en lo relativo a la disponibilidad de acciones directas y públicas de presión política, también con Grecia, en el área mediterránea, con valores elevados, sólo detrás de los de Suecia y Francia, mientras que los valores generalmente más bajos corresponden a los países ex comunistas, debido a la herencia evidente de tantos años de dirigismo político oficial.
Nuevamente, por tanto, la diferencia más evidente en Europa es la que existe entre los países ex comunistas y el resto, aunque con excepciones, ya que el área mediterránea se muestra heterogénea, y en este caso destaca por la acentuada politización de la sociedad griega. A estas tres dimensiones igualmente útiles hay que añadir otra, de carácter político: el posicionamiento en la dicotomía izquierda-derecha. A este respecto, no se detectan características de áreas geográficas, salvo por la tendencia a una mayor orientación hacia la derecha en los países de la extinta URSS y en Rumanía, Bulgaria y la República Checa, algo más atenuada en los países nórdicos. El área mediterránea no se aleja de la posición de la Europa centro-occidental. Sólo Malta destaca por sus posiciones más acentuadas de centro-derecha, mientras que España se sitúa entre los estados mediterráneos más escorados hacia el centroizquierda, igual que Francia y Rusia.
La diferenciación unidimensional entre estados europeos con respecto a las dos principales orientaciones de valor relacionadas con la ética y la religión en la encuesta EVS 1999-2000
Exceptuando la especificidad mediterránea, que tampoco es acentuada, con respecto a los valores de solidaridad e igualdad social, no puede decirse que el análisis unidimensional hasta ahora utilizado sobre las orientaciones sociopolíticas haya servido para explicar el sentimiento confuso en muchos pueblos de la orilla norte del Mediterráneo de considerarse diferentes de los demás en muchos aspectos. Por este motivo se ha querido estudiar si esta diversidad encaja en las dos dimensiones principales de las orientaciones de valor que más incidencia tienen sobre la dimensión valorativa de la cultura, esto es, los éticos y los religiosos.
En lo que respecta a las orientaciones éticas, la dimensión principal afecta al grado de relativismo ético, la certeza de la opinión sobre si determinados comportamientos son buenos o malos. El área que manifiesta un menor relativismo ético es generalmente la de la antigua URSS (con la excepción de Bielorrusia) y de otros países ex comunistas, como Rumanía, Bulgaria, Hungría, Polonia, Croacia, a los que se unen en otras áreas Irlanda, Irlanda del Norte y, con el valor más bajo de Europa, Malta. A la inversa, los países del centro y el norte de Europa tienden a acentuar el relativismo ético, especialmente Suecia, Francia, Holanda, Luxemburgo, Grecia, además de Bielorrusia, Eslovaquia y Eslovenia. Nuevamente, el área mediterránea se presenta como bastante heterogénea, con valores próximos al máximo y con el mínimo, aunque si excluimos los extremos de Malta y Grecia, España, Portugal e Italia presentan niveles medios menores de relativismo ético a los del resto de áreas de la Unión Europea.
Más significativa es la diferencia con respecto a la religiosidad. El área mediterránea destaca por valores de religiosidad más elevados, junto a Irlanda e Irlanda del Norte, Polonia, Rumanía, Croacia, Lituania y Eslovaquia, países con predominancia de la religión católica u ortodoxa. Por el contrario,Alemania oriental, la República Checa, Letonia, Francia y Bélgica se caracterizan por su baja religiosidad. Por tanto, si existe una característica que señala una peculiaridad mediterránea de forma más clara que el resto, lo encontramos en la mayor religiosidad, que encuentra en Malta su máximo, mientras que el valor más discreto se sitúa en España.
La percepción de diversidad entre la Europa mediterránea y otras partes del continente tiene en este punto un fundamento, que en parte puede ayudar a explicar otras peculiaridades, como la mejor valoración de los políticos creyentes y la mayor sensibilidad hacia los valores de la solidaridad y la justicia social.
Intento de síntesis de la homogeneidad y la diferencia detectada en Europa en las orientaciones de valor sociopolíticas en la encuesta EVS 1999-2000
Se han considerado 33 variables, por lo general basadas en los indicadores de factores, y todas relacionadas con las orientaciones de valor sociopolíticas, para comprender si para cada una de ellas pueden delimitarse las especificidades de las grandes áreas regionales europeas, con especial atención al área mediterránea.A continuación exponemos un intento de síntesis considerando a la vez todas estas variables y empleando los instrumentos de análisis de agrupaciones, con dos métodos principales y complementarios. Hay que destacar que quedan excluidos los estados de los que falte el resultado de una o más de las 33 variables, como los casos de Malta y Gran Bretaña.
Con el método de la máxima distancia entre grupos de estados, si deseamos distinguir los países en dos grupos lo más diferenciados posibles entre sí, encontramos por una parte tres estados (Holanda, Dinamarca y Suecia) y por otra el resto. Éstos, a su vez, se distinguen en dos grupos más, uno compuesto por los países de la Europa oriental y el otro por los países de la Unión, a los que hay que añadir Islandia, la República Checa, Eslovenia y Croacia. Existen entre ellos parejas o tríos de países muy próximos, como Irlanda, Irlanda del Norte e Italia, Francia y Bélgica, Alemania y Austria, Bulgaria y Bielorrusia, Polonia y Eslovaquia.A dichos grupos hay que añadir, con una distancia mayor, otros países que se unirán a los tres grupos principales. En referencia al área mediterránea, cabe destacar que España, Portugal e Italia difieren bastante entre sí, pese a que guardan cierto parecido en algunos niveles, aunque junto con muchos otros países europeos. España se asocia principalmente con Francia, Bélgica y Eslovenia y se encuentra encuadrada en el terceto donde está Italia, incluyendo también a Alemania oriental, Luxemburgo y Finlandia. Portugal pasa a formar parte del mismo grupo inmediatamente después. Grecia es la última en incorporarse, y encuentra más similitudes con Croacia.
Si se utiliza el criterio complementario, el de la máxima similitud entre estados del mismo grupo, los resultados cambian sustancialmente sólo en comparación con las grandes agrupaciones. Los tres estados, Holanda, Dinamarca y Suecia, ya no constituyen un único grupo (se diferencian del resto, pero se asemejan demasiado entre ellos) y el último se une, al igual que casi lo hace Holanda, al grupo de los estados de la Unión Europea, al que se suman, como anteriormente, Islandia, la República Checa, Eslovenia y Croacia. El otro grupo, en cambio, es el formado por todos los estados de la Europa oriental. Se forman las parejas de Irlanda del Norte e Irlanda (con Italia un poco más lejos), Francia y Bélgica, Alemania occidental y Austria, Bulgaria y Bielorrusia, y Polonia y Eslovaquia. Como puede observarse, ni siquiera en este caso se produce una agrupación mediterránea. Entre Italia y Portugal existen algunos nexos de unión, mientras que Grecia se muestra como la más distinta. Aunque existen identidades específicas que unen los países mediterráneos europeos, no las encontraremos en las orientaciones de valor sociopolíticas, si acaso sólo en algunos casos, tal y como se ha puesto de manifiesto.
Resultados relativos a algunos valores importantes en el estudio EVS 1990 a nivel regional
Como ya se ha observado,a través de la religiosidad surge una especificidad significativa del área mediterránea. Con los datos de 1990, hace unos años se realizó un análisis regional en algunos países de la Unión Europea. En referencia a las orientaciones de valor más importantes podemos preguntarnos si aparece alguna identidad mediterránea en algunas áreas regionales más específicamente mediterráneas, como la Italia centromeridional, el sur de Francia o las regiones mediterráneas de España.
Podría afirmarse que determinados parámetros confirman una cierta especificidad mediterránea, parámetros como una mayor religiosidad, una mayor creencia en la verdad tradicional cristiana y una mayor importancia de los ritos religiosos de paso, menos permisividad ética, ya sea en las reglas de convivencia social o, sobre todo, en lo referente a la sexualidad, la vida y las drogas, un mayor deseo de cambio del modo de vida en una dirección no materialista, una mayor convicción para transmitir a los hijos los valores del respeto social, mientras que en otros temas, como el papel central de la madre en la familia o la importancia de transmitir a los hijos la capacidad y el deseo de autorrealización personal, existen diferentes realidades, ya que por ejemplo las regiones italianas, sobre todo del sur, valoran bastante más el papel de la madre que en las regiones ibéricas y, en cambio, consideran menos importante la autorrealización personal, un tema especialmente valorado en Cataluña. Nuevamente, el núcleo de la identidad mediterránea en el nivel de los elementos valorativos de la cultura parece derivar del hecho de compartir la religión cristiana (católica, en este caso), que tiene sus consecuencias en temas de ética familiar y social, e indirectamente de índole política, ya que afecta el valor de la justicia y la solidaridad. Hay que destacar también cómo el contraste, la diversidad con respecto a los valores de base religiosa se encuentra más patente en Francia, especialmente en la zona no mediterránea, que en el mundo austro-alemán o anglosajón.
Análisis con aproximación causal al papel de algunos rasgos geográficos y culturales de los países europeos en la explicación de determinados elementos de las orientaciones de valor sociopolíticas
Se ha observado que en algunas orientaciones de valor sociopolíticas existen peculiaridades de los países mediterráneos. Dichos países se caracterizan por su cohesión social de fondo, solidaridad social, equilibrio entre valores de igualdad y libertad, justicia distributiva o la relación entre política y religión. Es posible intentar verificar en qué medida alguna de las variables que caracterizan varios países europeos inciden en la explicación de las diferencias geográficas detectadas.
Las variables independientes consideradas son la latitud y la longitud de las capitales, el producto interior bruto per cápita, la distribución de la población (en la muestra) entre católicos, protestantes, ortodoxos y ateos, la dimensión demográfica media de los municipios de los entrevistados, la religiosidad media de los entrevistados, el relativismo ético medio de los entrevistados, el grupo lingüístico predominante (neolatino, germánico y eslavo). Puesto que se trata de un primer análisis de los datos, no pretende otorgarse un carácter probatorio. La única variable vinculada en cierta medida a la ubicación mediterránea es la latitud, que tiende a disminuir.
Puede observarse que una menor latitud disminuye el egoísmo social (por lo que aumenta la solidaridad), y se valoran los políticos con creencias religiosas. En conjunto, sin embargo, prevalecen los rasgos culturales, por encima incluso de los económicos o demográficos. El área lingüística germánica reduce el individualismo y el egoísmo social. La religión cristiana ortodoxa valora el hecho de que los políticos sean creyentes, aunque tiende a presionar menos a favor de la igualdad y la solidaridad. La protestante normalmente aprecia más la libertad antes que la igualdad y la justicia retributiva antes que la distributiva. En cambio, la religión católica, come puede deducirse, fomenta la sensibilidad por la igualdad, la justicia distributiva y la solidaridad. La propia intensidad de la religiosidad de un país se asocia a contextos en los que se valora más la libertad que la igualdad, de forma similar al efecto sobre la ecología de un mayor relativismo ético, que añade también una incidencia favorable a la confianza social mutua y a las formas primarias de control social. Un contexto social de más educación implica mayores tasas de solidaridad, mayor sensibilidad por la igualdad y una visión más secularista de la política, idéntico resultado al producido por un mayor producto interior bruto per cápita. Debemos recordar que se trata de relaciones a nivel conjunto, ecológico, de sociedades nacionales, y no individuales. A este nivel pueden coincidir, pero debe controlarse. Dichas relaciones, en cualquier caso, ayudan a proporcionar más inteligibilidad al conjunto de datos considerados inicialmente, superando así el mero nivel descriptivo.
Conclusiones
El recorrido efectuado ha permitido situar mejor la percepción común, no sólo lugares comunes estereotipados, de que las áreas mediterráneas tienen algo en común que las distinguen del resto de áreas europeas. Limitando el análisis a algunas características de la cultura, las orientaciones valorativas, de valores, inherentes al modo de vivir la política, partiendo del nivel más elemental de los sentimientos de pertenencia socio-territorial hasta alcanzar el grado de implicación personal en la acción política, pasando por la valoración de los problemas y las instituciones, se ha llegado a la conclusión de que la especificidad abarca pocos perfiles, por lo general relativos a la esfera de los valores de la igualdad, la solidaridad y la relación entre política y religión. Una breve muestra del campo ético-religioso ha permitido captar sobre todo una religiosidad más fuerte como elemento común de identidad, capaz de explicar también las similitudes en las orientaciones políticas.
El último análisis ha hecho posible precisar que no se trata sólo de religiosidad, sino de pertenencia religiosa católica, que, por encima de la ortodoxa o la protestante, crea un efecto de respuesta más favorable a los valores de la igualdad y la solidaridad, que en cierta medida caracterizan las poblaciones europeas mediterráneas en comparación con el resto. El problema puede abordarse de una forma más amplia, con una base de datos más extensa y con instrumentos más depurados, y no puede excluirse que de este modo se alcancen también resultados diferentes. Lo que se ha puesto de manifiesto constituye, sin embargo, una base sobre la cual edificar posteriores razonamientos.