Los términos «bereber» y «berberidad» se utilizan deliberadamente porque aparecieron muy temprano en la historia y son ampliamente conocidos por el público en general, aunque sabemos que las poblaciones afectadas, es decir, quienes practican la lengua y quienes se reconocen en esta identidad y esta cultura, se definen como «amazighs» —un término indígena que significa hombre libre, hombre noble—. Esto no implica que quienes no hablan la lengua bereber (o tamazight) no sean étnicamente bereberes. De hecho, los habitantes del norte de África que vivían en las ciudades y llanuras sufrieron una asimilación y se arabizaron de forma gradual, lo que resultó en una mayoría de personas arabizadas. A falta de un censo fiable, podemos argumentar que, en el caso de Libia, debemos contar que rondan el cinco por ciento; en Túnez, alrededor del uno por ciento; en Argelia, entre el veinticinco y el treinta por ciento (contando todas las regiones: Cabilia, Aurès, Chenoua, Timimoun y su región, M’zab, Hoggar); y en el caso de Marruecos, es necesario elevar la cifra al setenta por ciento (Rif, Medio Atlas, Alto Atlas, Sus). Después de la Segunda Guerra Mundial, también hay que tener en cuenta la existencia de una importante diáspora en Europa, Estados Unidos y Canadá. En Francia, la comunidad más numerosa, la cabila, cuenta con alrededor de un millón de personas. Es evidente que los estados no desean comunicar el número de sus hablantes de bereber porque niegan esta realidad y, en el mejor de los casos, pretenden reducirla a una cifra muy inferior.
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