Los medios de comunicación de masas tienen un papel determinante en la creación de la opinión pública. Las noticias, las informaciones, las opiniones emitidas y las representaciones culturales proyectadas, tanto en el ámbito de los medios audiovisuales como de los escritos, configuran un universo decisivo de discursos que crean valores, actitudes y juicios respecto a nuestro entorno social, cultural y político. Los estudios de especialistas sobre procesos interculturales han indicado la continuidad de prácticas discursivas discriminatorias (Aramburu, 2002; Nerín, 2002; Nerín y López, 1999; Ribas Bisbal, 2002).
Sin duda, se ha avanzado mucho en el proceso de revisión de las prácticas discursivas con respecto al «otro» inmigrante. Sin embargo, pervive un déficit significativo en la revisión del discurso mediático sobre la figura de las mujeres inmigrantes. El análisis de las representaciones culturales predominantes sobre las inmigrantes nos permite aproximarnos a los procesos de construcción de una comunidad imaginada referente a ellas y ofrecer algunos elementos explicativos sobre las prácticas sociales en nuestra sociedad multicultural. Entendemos que es de gran interés el análisis de las representaciones culturales ya que inciden en las creencias colectivas y, de forma más concreta, en la formación de una comunidad imaginada que puede moldear prácticas cotidianas respecto a la inclusión o exclusión de determinados colectivos como las mujeres inmigrantes (Nash, 2004). La manera de denominar a los colectivos sociales es decisiva en la construcción de creencias culturales compartidas.
En el caso de las mujeres inmigrantes, la importancia de las representaciones culturales reside en su capacidad de vehicular pautas de comportamiento y de transmitir códigos colectivos respecto a ellas. Nuestros trabajos acerca de las representaciones culturales de las mujeres inmigrantes en la prensa española reciente (Nash, 2000; Nash, 2004) han mostrado una serie de pautas constantes en su designación basadas en dos grandes ejes: el pensamiento etnocéntrico de signo poscolonial común para mujeres y hombres inmigrantes y, de forma específica, el pensamiento androcéntrico de un discurso de género.1 En este sentido entendemos que existe una interacción constante sobre la dinámica de las relaciones de poder de género y la articulación de una experiencia colectiva de las inmigrantes como minoría cultural. El prisma de doble alteridad de género y de minoría constituye un mecanismo cultural decisivo que niega protagonismo a las mujeres, las supedita a proyectos colectivos y las «etniciza» en términos culturales. El tratamiento informativo del fenómeno inmigratorio femenino no refleja su peso real en la sociedad, ya que el discurso periodístico genera un campo de significados a partir del silencio que invisibiliza a las inmigrantes y crea una corriente de opinión pública que minimiza su presencia y reconocimiento. Ese discurso invisibilizador repercute en un imaginario colectivo de la inmigración que tiene consecuencias muy negativas, ya que excluye a las mujeres de un modelo migratorio falsamente basado en un modelo masculino.
La perpetuación de un modelo masculino para conformar el enfoque popular del fenómeno migratorio ha significado una visión sesgada que niega la feminización actual de la inmigración. Puede ser un factor explicativo de la habitual carencia de perspectivas especificas de género en la articulación de políticas públicas de integración y, por tanto, de su ineficacia en determinadas ocasiones. Existe un complejo repertorio de subalternidad en el trato informativo de las mujeres inmigrantes, donde destacan los usos del discurso tradicional de género. Se ha identificado un parámetro clave del discurso de género vigente en la prensa: la continua definición de las mujeres inmigrantes desde el prisma de la domesticidad. En la medida en que se acentúa la figura de una mujer inmigrante, se destaca su estatus familiar y un modelo tradicional de mujer casada, dependiente, pasiva y limitada al espacio doméstico. Así, la presencia de las mujeres inmigrantes se evoca bajo la noción de familia, maternidad y reproducción, con escaso reconocimiento de la individualidad femenina o del destacado papel de las mujeres solas en las trayectorias inmigratorias. La noción que preside el discurso periodístico es la definición de la mujer en términos de persona dependiente, económicamente inactiva y contextualizada en el marco de la reagrupación familiar.
La óptica del desamparo y de la falta de estrategias propias de proyectos migratorios configura este imaginario colectivo. En este sentido ignora los itinerarios plurales de las inmigrantes como trabajadoras, a menudo solas en su experiencia migratoria (Nash, 2004). De hecho, el discurso tradicional de la domesticidad, desfasado en gran medida en la actualidad con respecto a las mujeres occidentales, se resucita como parámetro interpretativo decisivo en la invocación identitaria de las mujeres inmigrantes. Se trata de un modelo sustentado en un discurso de subalternidad, dependencia y falta de capacidad propia. Sin embargo, frente a este modelo tradicional pasivo, se tiene que incorporar en las estrategias discursivas la figura de mujeres solas, emprendedoras y claras agentes de su proyecto migratorio. Existe una amplia gama de actividades, ocupaciones e iniciativas de mujeres inmigrantes, emprendedoras, solas, con gran iniciativa en su nueva sociedad de acogida.
Las mujeres inmigrantes, aunque no reconocidas, ejercen como agentes económicos autónomos y en ningún caso desde la subalternidad transmitida de forma predominante en el discurso periodístico. La homogeneización de la comunidad inmigrante femenina constituye otro recurso discursivo en la representación de este colectivo. En este marco, la identificación de las mujeres como símbolos de la otredad cultural representa un registro discursivo significativo. La invocación mediática identitaria comunitaria proyecta la imagen femenina desde el registro de diversidad cultural más allá del individuo para tomar la representación simbólica de toda una comunidad inmigrante. De este modo, en términos de Nira Yuval-Davis, las mujeres se convierten en «portadoras del colectivo» en cuanto que reproductoras biológicas y simbólicas de la comunidad (Yuval-Davis, 1997: 26). Tratar las diferencias culturales desde un punto de vista étnico y marcar a las mujeres como las portadoras de valores esenciales atemporales significa congelarlas fuera de las dinámicas sociales, con la exigencia de una permanencia de comportamiento que niega su capacidad de desarrollo personal y colectivo.
Este proceso de homogenización discursiva de las inmigrantes adquiere otro registro en el discurso mediático al crear una falsa representación cultural de estos colectivos como un núcleo homogéneo unitario. Su alteridad cultural se expresa a partir del perfil de aquellas que están más alejadas de la cultura autóctona, con la preeminencia de un arquetipo de mujer inmigrante equiparada con la mujer inmigrante musulmana procedente del Magreb. Este modelo de inmigrante femenina se convierte en el punto de referencia de todas las inmigrantes, pese a que los datos sobre la inmigración femenina proporcionaban un escenario mucho más plural. La heterogeneidad de la composición de las mujeres inmigrantes es evidente, aunque los registros informativos se centran sobre todo en una visión uniforme, de homogeneización cultural, que evoca un estereotipo de mujer inmigrante sobre todo desde la imagen de la otredad étnica y cultural que prioriza la figura de la inmigrante musulmana.
La habitual cuota de visibilidad de las inmigrantes en los medios de difusión se vincula por lo general con problemas como malos tratos, violencia o prostitución. Los registros discursivos mediáticos tienen que confrontarse con otros roles más allá de los preasignados y de las desgracias para demostrar la iniciativa y capacidad de las mujeres en el desarrollo de su proyecto de vida en su nueva sociedad de acogida. El discurso periodístico sobredimensiona los factores de conflicto y procede a su problematización. Mientras se presta atención preferente a cuestiones como la ablación del clítoris, los malos tratos y la prostitución, se reafirma una construcción identitaria del colectivo en su conjunto a partir de la marginalidad. Hay que reforzar otra cadena referencial en positivo más vinculada con la experiencia femenina desde la normalidad e incluir una visión más integradora de factores como el mundo del trabajo y otros proyectos migratorios de la gran mayoría de mujeres inmigrantes.
Desde un modelo democrático multicultural, está clara la necesidad de contemplar que el reto de la diversidad cultural significa integrar la dimensión de género en su expresión social y cultural, y reconocer la pluralidad y la diversidad cultural. El reto de futuro es superar la discrepancia entre realidad social y representación cultural en la doble perspectiva de género y de inmigrante; es decir, de doble alteridad. La exclusión de la voz de las mujeres en la prensa y la homogeneización de las relaciones interculturales desde el punto de vista de una cultura masculina predominante dificultan el proceso de asentamiento de una cultura democrática intercultural. Asimismo, el tratamiento de género en los medios de información puede dificultar el proceso de consolidación de la equidad entre hombres y mujeres. Repensar las imágenes de la otra obliga a poner en cuestión la norma cultural masculina y requiere el establecimiento de canales de reconocimiento de autoridad y credibilidad a las voces plurales de las mujeres como interlocutoras válidas de la comunidad de inmigrantes en nuestra sociedad.