La socialización política transmediterránea: el movimiento Hirak, la diáspora marroquí y Europa como imaginario político

Christoph H. Schwarz

Doctor en Sociología, Universidad de Marburg (Alemania) y Universidad de Estrasburgo

En 2017, tras la muerte de Mohsen Fikri, un pescador rifeño de Alhucemas, empezó a surgir un movimiento de protesta tanto dentro como fuera de Marruecos, el Hirak, que ilustra muy bien los complejos enredos socioeconómicos y políticos que producen los procesos migratorios en la cuenca mediterránea. El Hirak reivindica una mayor inversión económica y social en la región del Rif por parte del gobierno marroquí, así como la liberación de los presos políticos de la causa y la inclusión de la memoria colectiva de la región en la historia de Marruecos. La mayoría de la emigración europea procede del Rif y, por ello, en estos últimos años, la movilización de la diáspora en numerosos países europeos ha sido muy importante. El movimiento Hirak constituye un caso muy interesante de ciudadanía europea transnacional, ya que los activistas y simpatizantes no sienten que su ciudadanía europea esté en contradicción con su identidad rifeña o marroquí.

Introducción 

En 2017, Marruecos fue testigo de las mayores protestas sociales desde 2011. A diferencia de entonces, los puntos focales se encontraban ahora en la periferia rural marginada, especialmente en el Rif, la región del norte, costera del Mediterráneo, que también presenta la tasa más alta de migración hacia Europa. Un movimiento masivo de protesta, el Hirak, se formó ahí después de la muerte de un pobre pescador de la ciudad portuaria de Alhucemas, en octubre de 2016. 

En comparación con las protestas de 2011, el Hirak consiguió movilizar a la diáspora marroquí en Europa en mucha mayor medida, en particular a aquellos de origen rifeño. El movimiento Hirak es un caso relevante para los estudios mediterráneos, tanto en lo que se refiere a la espacialidad como a la temporalidad: por un lado, ilustra los complejos enredos socioeconómicos y políticos que producen los procesos migratorios en el Mediterráneo; por otra, señala los efectos materiales y políticos duraderos del dominio colonial español y francés, así los procesos de memoria colectiva e imaginarios históricos que ambos conllevan. Además, ofrece un caso muy interesante que permite analizar el papel de la migración transnacional en la socialización política, y la relevancia política de la superposición concomitante de diferentes identidades e identificaciones nacionales, regionales y locales. Se trata, por tanto, de un productivo punto de partida empírico para un diálogo más general entre los estudios mediterráneos y otras disciplinas que permita reflexionar sobre los conceptos predominantes de la socialización política y su nacionalismo metodológico.

Este artículo, basado en la observación participativa, las charlas informales y los relatos de varios activistas, examina la socialización política de activistas de apoyo al Hirak en Europa, particularmente relacionada con cuestiones de memoria colectiva y migración. 

El movimiento Hirak y la memoria colectiva  

El movimiento que ahora se conoce como Hirak (Movimiento Popular o Movimiento Rif) se formó después de la muerte de Mohsen Fikri, de 31 años, un pobre pescador de la ciudad portuaria de Alhucemas, en octubre de 2016. Fikri había comprado un cargamento de pez espada que la policía confiscó con el argumento de que había sido pescado ilegalmente, cuando aparentemente lo que quería era extorsionar. Cuando tiraron la carga a un camión de basura, Fikri saltó tras ella, en un intento de salvar sus bienes. Uno de los policías, supuestamente, dio la orden de activar el compactador de basura y Fikri murió aplastado. Para muchos, su muerte encarna la precariedad socioeconómica de la joven generación y la corrupción, así como el abuso de autoridad que sufre Marruecos en general, y el Rif en particular.

En consecuencia, el manifiesto que el Hirak discutió y elaboró en asambleas abiertas y presentó al público marroquí contiene, en primer lugar, demandas socioeconómicas muy detalladas, como las inversiones gubernamentales en las estructuras de la industria pesquera local. El Hirak también insiste en que los bancos del Rif inviertan las grandes remesas que reciben de la diáspora en el desarrollo local, y no en proyectos de prestigio en las metrópolis marroquíes de Casablanca o Rabat. Además, el movimiento hace campaña para el establecimiento de un hospital con un centro oncológico, una demanda que apunta a la historia colonial: la tasa de cáncer en el Rif ‒la más alta del país‒ es muy probablemente el resultado de los restos de gas mostaza que el ejército español desplegó masivamente en la guerra contra la República del Rif (1921-1926), proclamada por el carismático Abd el Karim El Jattabi, que había conseguido unir a la población del Rif. El ejército guerrillero que había reclutado en las aldeas de la región había infligido graves pérdidas a las tropas coloniales y las había hecho retroceder hasta Melilla. En respuesta, el ejército español liberó unas 500 toneladas de gas mostaza sobre la región, y se cree que el agua subterránea aún está contaminada en muchas zonas. Muchos historiadores consideran que la guerra del Rif fue la primera guerra aeroquímica de la historia y, probablemente, la primera en que se llevaron a cabo misiones de gas tóxico contra la población civil: mercados, campos y pueblos fueron blanco de ataques, durante los cuales los cartuchos de gas mostaza se lanzaban desde los aviones (Kunz y Müller, 1990; Balfour, 2002).

Con el uso de gases tóxicos, además del apoyo militar de Francia, que había ocupado la mayor parte de Marruecos, y las tropas del sultán Mulay Yúsuf, que intentaba recuperar el control del Rif, los españoles pudieron asegurar su dominio sobre la región durante otras dos décadas. En 1956, año de la independencia de Marruecos, España finalmente entregó el Rif al recién nombrado rey Mohammed v. En respuesta a ello, Abd el Karim El Jattabi, que se había exiliado desde su derrota en 1926, se dirigió al nuevo gobierno con la pregunta: «¿Sois un gobierno o una banda?»

Poco después de la independencia, en 1957, estalló un levantamiento en el Rif, que Mohammed v reprimió brutalmente con ayuda del ejército. Su hijo, el entonces príncipe heredero Hassan, dirigió la acción militar. En 1984 se produjo otro levantamiento tras las protestas sociales y, una vez más, Hassan II, ya rey, envió tanques y se dirigió a los manifestantes por televisión llamándolos «alimañas». Su hijo, Mohammed vi, a su vez, intentó reconciliar las relaciones entre el poder central y el Rif. Sin embargo, para los activistas del Hirak esta es una reconciliación incompleta en el mejor de los casos, ya que las iniciativas de la monarquía solo han beneficiado a una pequeña élite local (Suárez Collado 2017, 2018).

«¿Sois un gobierno o una banda?». Sesenta años después de la proclamación de la independencia, la provocadora pregunta de Abd el Karim ha vuelto a hacer eco contra el gobierno marroquí en las consignas del movimiento Hirak. El retrato de Abd el Karim y la bandera de la República del Rif estuvieron omnipresentes en las protestas y dieron al movimiento una fuerte dimensión histórica.  

En este contexto histórico de décadas de confrontación con la autoridad central, no resulta sorprendente que el majzén –la red de clientela y control de la monarquía– y los medios de comunicación relacionados con el gobierno pronto difamaran al movimiento al definirlo como un grupo de separatistas violentos y controlados por extranjeros. Sin embargo, el Hirak está lejos de exigir la independencia: lo que pide al gobierno de Rabat es, precisamente, que ponga fin a la marginación de la periferia, asuma su responsabilidad, invierta en la región y mejore la situación socioeconómica de esta.

Con este enfoque, el movimiento Hirak obtuvo apoyo para sus demandas mucho más allá del Rif. En junio de 2017, una declaración pública de profesores de ciencias sociales y miembros de universidades dejó claro que los problemas que el movimiento visibiliza afectan a todo el país y podrían ser planteados de manera similar por ciudadanos de muchos lugares de Marruecos (Tel Quel, 2017). En consecuencia, las marchas de solidaridad en Casablanca y Rabat ese mismo año, con decenas de miles de participantes, fueron las mayores manifestaciones desde 2011 y, de forma similar a las de entonces, unieron a facciones políticas muy diferente (izquierdistas, activistas del amazigh o islamistas). Así quedó demostrado que, a diferencia de lo que pasó en 1958 o 1984, esta vez el Rif no protesta solo, y la represión masiva y la intimidación con la que el gobierno se enfrenta al movimiento Hirak no pasan desapercibidas.

El Hirak logró mantener sus protestas a lo largo de 2017, a pesar de la represión masiva del gobierno central y la detención de muchos activistas, entre ellos su eminente portavoz, Nasser Zafzafi. En verano de 2018, los dirigentes del Hirak, entre ellos Zafzafi, fueron condenados a penas de prisión de hasta veinte años. Los abogados apelaron, pero los tribunales marroquíes confirmaron el veredicto en la primavera de 2019. Muchos marroquíes consideran esta situación como un regreso a los «años de plomo», la fase de represión violenta de la disidencia bajo el antiguo rey Hassan ii.

Movilización transnacional  

En 2011, en Marruecos, como en muchos otros países de la región, hubo protestas masivas organizadas por el Movimiento 20 de Febrero, la versión marroquí de la llamadas «Primaveras árabes» (un término que muchos imazighen rechazan porque no se sienten árabes). En comparación con este movimiento, el Hirak logró movilizar mucho más a la diáspora marroquí en Europa, en particular a aquellos de origen rifeño (Dumont, 2016; Schwarz, 2018). El Rif es la región marroquí con mayor cuota de migración a Europa y, ya paralelamente a las primeras movilizaciones del Hirak, el recién creado Comité Mohsen Fikri en Bruselas había convocado una vigilia de protesta a principios de noviembre de 2016. Poco después, los comités de apoyo al Hirak comenzaron a proliferar en muchos países europeos con una diáspora marroquí relevante: Francia, Bélgica, los Países Bajos, España y Alemania. Los activistas, en su mayoría de origen rifeño, construyen sus redes en plataformas de medios sociales, pero los comités también se visitan personalmente entre sí para organizar manifestaciones y protestas frente a las embajadas y consulados marroquíes, así como frente a las sedes de la UE en Bruselas y el Parlamento Europeo de Estrasburgo.

Teoría: socialización política, espacialidad y temporalidad 

La mayor parte de la investigación sobre la socialización política se ha basado hasta ahora en una comprensión de la ciudadanía y el Estado nacional que excluía, en gran medida, la experiencia de la migración, las biografías transnacionales y la hibridación de las identidades, lo que ha dado lugar a una prevalencia del nacionalismo metodológico (Beck y Beck-Gernsheim, 2008). Esto no solo representa un problema con respecto a la transferibilidad de los métodos y supuestos básicos de la investigación sobre la socialización política a las sociedades del Sur global, como el Magreb, sino también con respecto a los hallazgos sobre el Norte global en sí mismo, más aún en el contexto de los movimientos de refugiados a Europa desde 2011 y la historia general de la migración a Europa desde la región magrebí. En los estudios de área, el espacio suele conceptualizarse como relacional, dinámico y no territorial (Massey, 2005; Schwedler, 2013). Este compromiso con el espacio también plantea interrogantes con respecto a la temporalidad. Las suposiciones largamente sostenidas de la investigación sobre la socialización política, como el momento en que el proceso de socialización llega a su fin, y la forma en que los valores políticos se transmiten de generación en generación, a menudo se invierten debido a la movilidad entre diferentes espacios geopolíticos y a la experiencia de diferentes instituciones y culturas políticas. Por ejemplo, Wong y Tseng (2007) muestran, en el caso de EE.UU, cómo los hijos de los inmigrantes a menudo «resocializan» a sus padres políticamente. Otros estudiosos, incluso, conceptualizan la migración como un proceso de socialización política independiente (Paul, 2013; Pachi, Chrysanthaki y Barrett 2017). En cuanto a la identidad, el sentido de pertenencia y la ciudadanía, los imaginarios espaciales de diferentes épocas son muy importantes para formar un reservorio de puntos de referencia de identidad que pueden ser reactivados una y otra vez en nuevas configuraciones, especialmente cuando se sacude una estructura hegemónica (Hirschhausen, 2017). El movimiento de apoyo al Hirak ofrece, como vamos a ver, un punto de partida empírico particularmente prometedor para reflexionar sobre esos problemas relacionados con la conceptualización de la socialización política. 

Identidades e identificaciones 

En los estados europeos, la preocupación preeminente del discurso público sobre las cuestiones de la migración hasta ahora ha girado en torno a las cuestiones de la «integración» de los recién llegados y las sospechas sobre su «lealtad» a sus respectivos estados. En consecuencia, el activismo político de los migrantes que apunta a cambios en sus países de origen ‒o en los de sus familias‒ a menudo ha sido recibido públicamente con recelo, y se ha estudiado poco en el mundo académico (Beaugrand y Geisser, 2016).  

Algunos activistas, como Fátima, de 42 años y miembro de un comité de apoyo al Hirak en Madrid, afirman que sus padres temen que sus hijos pierdan su identidad cultural y se alejen de ellos. Fátima emigró a España con su madre y sus hermanos cuando era niña, para reunirse con su padre. En su juventud, Fátima discutió y negoció de forma activa y consciente acerca de su identidad con sus compañeros y entró en conflicto con sus padres. A los dieciséis años fundó una asociación con otros adolescentes de origen marroquí, que pronto incluyó también a jóvenes de origen latinoamericano, para reflexionar sobre su situación en tanto que hijos de inmigrantes en la sociedad española. Juntos incluso organizaron talleres intergeneracionales para discutir sobre su situación con sus padres: «Hubo una actividad intergeneracional donde hicimos un debate […] sobre cómo nos sentíamos nosotros, nosotras, los hijos e hijas y cómo se sentían ellos. Pero estuvimos en el mismo debate padres y madres, hijos e hijas. Fue brutal, bestial, y no fue solamente con población marroquí, sino también latina […]. Era brutal ver cómo las justificaciones de los padres y las madres eran iguales, daba lo mismo, ya fueran marroquíes, colombianos o dominicanos. Al final, nuestros padres tenían miedo a lo desconocido y lo desconocido es esa cultura del país de acogida, ese era el miedo. […] El miedo también era a que perdiéramos nuestro origen, es decir, lo que para ellos significa su origen, que es el nuestro: la pérdida del idioma, la pérdida de la identidad, la pérdida. No estaban preparados o nadie los había preparado para que entendieran que esa identidad está siempre en construcción  […]. Entonces, todo te lo prohibían por tu origen, con lo cual ¿tú qué haces? Odiar tu origen y rechazarlo, además, de un modo brutal. La asociación nos sirvió para eso, para aprender otra vez que es maravilloso ser de origen marroquí. Yo ahora mismo, con 42 años, estoy súper orgullosa de ser madrileña y amazigh. Cuando me interesa puedo decir que soy rifeña y, cuando me interesa, digo que soy madrileña». 

Mientras que los padres de Fátima siempre estuvieron muy orgullosos de su origen rifeño y así lo transmitieron claramente a su hija, para otros, las protestas del Hirak marcan un acontecimiento clave para «descubrir» o «redescubrir» su identidad rifeña o amazigh. Una vez más, esto no crea necesariamente tensiones en la identificación con el país de llegada. Tomemos el caso de Lahcen (37 años), miembro de un comité de apoyo al Hirak en Alemania. Emigró a la región de Frankfurt a la edad de seis años mediante un proceso de reunificación familiar. En una entrevista en mayo de 2018, declaró que nunca antes había estado en una manifestación. Sus padres son ambos del Rif, y ya habían participado antes en manifestaciones de apoyo a la causa palestina, pero él nunca había mostrado interés. Sin embargo, en 2017 se unió por casualidad a una de las protestas locales en Frankfurt contra el encarcelamiento de los activistas del Hirak. Inmediatamente después comenzó a investigar la historia de la región con gran interés, a través de Wikipedia y Facebook. No habla árabe, solo rifeño y alemán, y la mayoría de las entradas en Facebook estaban en árabe, así que tuvo que pedir ayuda a su esposa, que también es del Rif. Lahcen declara: «No sabía nada, pero luego me di cuenta de que esa era mi identidad. Esos somos nosotros. Y ahí empezó todo, buscamos en Wikipedia, Youtube, buscamos videos, aprendimos la historia. Yo ya conocía la historia de Abd el Karim, pero nada de antes ni después. Me enteré de que la historia se remonta muy atrás, casi hasta los fenicios. Bien, ¿de dónde venimos? ¿Quiénes somos? Así que mi interés creció. Esto es lo que realmente somos, pero ¿por qué nos tratan así los alauitas, los gobernantes, o los árabes que ahora ostentan el poder? Cuando investigas un poco, te encuentras con esta injusticia hacia nosotros, y eso somos nosotros. ¿Por qué nos tratan así? Yo crecí aquí y me siento muy libre, no encaja en mi cabeza que hagan esas cosas. Estamos dispuestos a dejar que nos gobiernen, pero no de esta manera. Nosotros también somos el pueblo, también pertenecemos a Marruecos. ¿Por qué debemos llamarnos marroquíes pero nuestra historia no forma parte de la historia de Marruecos?»

Lo notable de este pasaje sobre el proceso de búsqueda activa de la propia identidad rifeña es la relación o, de hecho, el entrelazamiento de diferentes identificaciones que, para Lahcen, no son contradictorias. Se identifica mucho con la identidad amazigh o rifeña, pero eso no significa que exija la independencia de la región. En cambio, insiste en incluir la historia del Rif como parte de la historia marroquí. Además, subraya que una de las razones por las que considera injusto el tratamiento de los imazighen es su socialización política en Alemania («porque crecí aquí y me siento muy libre»).

Los activistas más radicales de la diáspora rifeña seguramente no estarían de acuerdo con la posición de Lahcen con respecto a la relación del Rif con Marruecos. De hecho, hay una división dentro del movimiento de apoyo al Hirak entre, por un lado, aquellos que se limitan a las demandas mayoritariamente socioeconómicas del propio Hirak, hacen campaña por la libertad de sus presos políticos y buscan alianzas con marroquíes de origen no rifeño y, por otro lado, una facción «republicana» que hace campaña a favor de la independencia a largo plazo del Rif, abogando por un derecho nacional de autodeterminación.  

Sin embargo, a pesar de la división a menudo acérrima entre estas dos facciones, a pesar de las fuertes referencias a la memoria colectiva de la violencia colonial, y a pesar de la posición a menudo marginada de los migrantes marroquíes en las sociedades europeas, ambas facciones comparten una referencia muy positiva al proyecto europeo. Un activista residente en Alemania llegó a afirmar que la verdadera razón de la división y el conflicto dentro del movimiento en la diáspora no era tanto la cuestión de la independencia, sino si las personas habían sido políticamente activas en partidos, asociaciones o sindicatos marroquíes, o si, por el contrario, habían empezado su activismo como miembros de la diáspora en Europa. Estos últimos, argumentó, tenían más integridad y credibilidad porque no estaban «manchados» por la política marroquí, que describió como esencialmente corrupta y cooptada por el májzen. Otro activista en España, Muha, muy activo dentro del comité para la nominación de Zafzafi para el premio Sájarov, explicaba este asunto de la siguiente manera: «No es un secreto, la diáspora está contaminada, el lobby del májzen es muy fuerte en Europa y eso lo sabemos, lo saben los activistas, lo sabe el Hirak y lo sabe el Rif. Ante este lobby tan fuerte, Europa o las rifeñas y rifeños libres de Europa tienen que contrarrestar esa maquinaria de poder del májzen, y hay que contrarrestarlo con más gente, volviendo a los orígenes del Hirak, porque el Hirak es un movimiento prematuro que acaba de nacer, le queda mucho tiempo para consolidarse. Pero hay que tener en cuenta que no es nada fácil hacerlo frente a ese lobby tan fuerte».  

En muchas entrevistas, Europa fue descrita como el epítome espacial de la dignidad, la igualdad y la justicia social y, como tal, comparada con el régimen marroquí y las condiciones de la política en Marruecos. Esta referencia a la libertad política en el territorio europeo también se mencionó con frecuencia en declaraciones públicas. En una protesta en Frankfurt en febrero de 2018, organizada por activistas residentes en Francia y Alemania con motivo de la visita del ministro marroquí de la diáspora, muchos discursos contrastaron explícitamente las realidades políticas de Europa y Marruecos. Uno de los oradores explicó que solo en Alemania aprendió cómo pueden funcionar las instituciones en el marco del estado de derecho. Otro orador se dirigió al majzén y gritó: «Ahora vivimos aquí, ¡no podéis hacernos daño!»

En una época de crisis existencial del proyecto europeo y de ascenso del populismo de derecha, ese imaginario de Europa, es decir, ese «espacio mental europeo» (Schütze y Schröder-Wildhagen, 2014) es de particular interés. Se podría argumentar que las biografías de esos migrantes son por sí mucho más europeas que las de personas sin experiencia de migración. Algunos de los activistas tienen familiares en otros países europeos a los que visitan regularmente. Ahora, en el marco de su activismo, viajan por Europa aún con mayor frecuencia para reunirse con otros partidarios del Hirak y protestar, discutir y coordinar. Dentro de las redes transnacionales que crean, intercambian experiencias de migración a los respectivos países y aprenden sobre las condiciones de vida y la cultura en estos, así como sobre las condiciones de la diáspora rifeña.

Abdul (32 años), un activista de Madrid, reflexiona sobre Europa de la siguiente manera: «Cuando hablamos del Mediterráneo, solemos identificarlo con Europa. Nosotros no entendemos Europa como una zona geográfica, sino como un espacio de ideas, ilustración, desarrollo y avance con el objeto de asimilarlo, como un ejemplo a seguir […]. Por este motivo se reivindica el Mediterráneo, porque tiene un componente de tolerancia. Y los rifeños, si queremos avanzar, tenemos que mamar la tolerancia. Un movimiento social sin estos principios, tolerancia, democracia, pacifismo, no puede llegar lejos […]. Por eso reivindicamos ese espacio, porque el Rif es una parte del norte de África. El norte de África es un lugar de encuentro de civilizaciones milenarias y, cuando reivindicamos nuestra memoria, no nos referimos solamente a la que está relacionada con la República del Rif sino, más bien, a la memoria milenaria del Mediterráneo». 

Ese imaginario político viene, por supuesto, acompañado de críticas muy concretas. Abdul subraya lo siguiente: «Europa sigue teniendo una deuda histórica con el Rif y la mejor manera de subsanarla es invertir en el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo local. El Hirak está ofreciendo esta oportunidad a Europa y a Marruecos, simplemente exigiendo al régimen marroquí cumplir con los convenios internacionales firmados en la materia». 

Aunque muchos de los entrevistados afirman que en Europa se sienten mucho más cómodos con el ejercicio de la cultura amazigh y rifeña, también entienden su compromiso como genuinamente europeo, de hecho, como un ejercicio de su ciudadanía europea, a pesar de sus críticas ‒o precisamente debido a ellas‒ acerca de la cooperación de la UE con Marruecos. Ibrahim (62 años) creció en Meknès, donde fue activista en grupos estudiantiles de izquierda de la Union Nationale des Étudiants du Maroc (UNEM). En los años ochenta viajó a Estrasburgo para estudiar, adquirió la ciudadanía francesa y ahora se describe a sí mismo como un europeo convencido. Envía a su hijo pequeño a una escuela alemana y aprende alemán con él. En una charla informal contó que, cada vez que recibía visitantes de Marruecos, los llevaba al Jardin des deux Rives, un parque a las orillas del Rin situado en Francia y Alemania: «Cruzamos el puente sobre el Rin y, al otro lado, pregunto a mis visitantes: “¿Te has dado cuenta? Ahora estamos en Alemania”. Suelen sorprenderse de que hayamos cruzado una frontera entre estados tan fácilmente, a pesar de que Francia y Alemania se han enfrentado en guerras feroces durante siglos. Creo que los estados del Magreb podrían aprender mucho de esto, especialmente Marruecos y Argelia».

En otra ocasión, encontré a Ibrahim en una protesta en solidaridad con los presos políticos del Hirak, en el centro de Estrasburgo. Me explicó que un momento antes se le había acercado un hombre que parecía molesto con la protesta, y había preguntado con actitud provocativa por qué no protestaban «en su propio país». Ibrahim supuso que era simpatizante del partido ultraderechista Agrupación Nacional y le respondió: «Este es mi país. Ahora soy francés y protesto porque, como ciudadano francés, estoy indignado por las violaciones de los derechos humanos que tienen lugar al otro lado del Mediterráneo».

Estrasburgo y Bruselas son puntos clave en las movilizaciones, porque los comités de solidaridad del Hirak han organizado manifestaciones de protesta no solo frente a las embajadas y los consulados marroquíes en toda Europa, sino también frente a las instituciones europeas. La UE es el socio comercial más importante de Marruecos y ambas partes están negociando actualmente una zona de libre comercio profunda y completa (Deep and Comprehensive Free Trade Area, DCFTA). En el Parlamento Europeo, los activistas rifeños han obtenido el apoyo de varios eurodiputados, como el español Miguel Urbán (Podemos) o la neerlandesa Kati Piri (Partido Laborista Holandés). Piri, que también es miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores de la UE, explicó en una entrevista en mayo de 2018: «En los Países Bajos tenemos una comunidad de unos 400.000 marroquíes holandeses, la gran mayoría de los cuales provienen del Rif». En abril del mismo año, Piri y la ex ministra holandesa de desarrollo, Lilianne Ploumen, visitaron Marruecos con el objetivo específico de conocer la situación del Rif. Asistieron al juicio de Nasser Zafzafi en Casablanca y se reunieron con el equipo de abogados de los presos, quienes las informaron de los procedimientos irregulares del juicio. Entonces, las autoridades marroquíes no les permitieron continuar su viaje a Alhucemas, como habían anunciado. Actualmente, Kati Piri trabaja para que el Parlamento de la UE adopte una posición clara y considere a los detenidos del Hirak presos políticos, y que sitúe el tema de los derechos humanos en Marruecos en un lugar primordial de su agenda.

En varias ocasiones, Piri y otros eurodiputados han invitado a los padres de Zafzafi al Parlamento, donde pudieron hablar sobre la situación de los presos. Además, los partidarios del Hirak han hecho campaña, con relativo éxito, a favor de la candidatura de Nasser Zafzafi para el Premio Sajarov del Parlamento Europeo, que obtuvo el segundo puesto. Recientemente, los activistas han logrado que los eurodiputados simpatizantes con la causa del Hirak se solidaricen con sus presos y formen su propio grupo parlamentario, los Amigos del Rif. Actualmente, activistas, eurodiputados y otros patrocinadores se están movilizando para la nominación de Zafzafi para el Premio Vaclav Havel del Consejo Europeo. Estas nuevas redes, así como la interacción dinámica entre activistas de la diáspora, representantes europeos y protestantes en Marruecos, podrían ser importantes para determinar hasta qué punto las protestas actuales y futuras provocarán cambios en el país. 

Conclusión 

En tiempos de crisis existencial de la Unión Europea, encarnada por el Brexit y el recrudecimiento del escepticismo, los activistas de apoyo al Hirak ofrecen un caso interesante de ciudadanía europea transnacional, una ciudadanía que están adoptando, ejerciendo y moldeando activamente, y que para ellos no está en contradicción con su identidad rifeña y/o marroquí. No forman parte de una diáspora global marroquí, independientemente del contexto de su país de llegada, tal y como esboza Dumont (2016), sino que sus orientaciones e identificaciones están, en la mayoría de los casos, ancladas, por un lado, en el Rif y su historia y, por otro, en su imaginario de la UE y el proyecto europeo, y en su acceso estratégico a las instituciones europeas.  

Es precisamente la experiencia de la migración desde un país de origen gobernado por el autoritarismo, así como la experiencia de formar parte de una diáspora, lo que fomenta esta identificación con Europa. No se trata de luchar solo por el reconocimiento de las demandas de los movimientos Hirak y la liberación de sus presos, sino también por el reconocimiento de la historia del Rif. Las biografías de estos activistas ilustran así las superposiciones dinámicas de varias identificaciones, adquiridas en diferentes contextos espaciales y políticos, y a través de la apropiación de un amplio espectro de memorias históricas que contradicen los conceptos de socialización política y ciudadanía en el marco de un solo Estado convencional.

Referencias

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