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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Surámerica y países árabes: hacia el libre comercio
La cumbre de Brasilia abre nuevas perspectivas políticas y comerciales entre los dos bloques regionales.
Eric Nepomuceno, escritor y periodista, Brasil
Ha sido el gesto más osado –y, bajo muchos aspectos, también el más arriesgado– de la política exterior llevada a cabo por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva: promover en Brasilia, los días 10 y 11 de mayo de 2005, una inédita reunión cumbre entre todos los integrantes de América del Sur y los miembros de la Liga Árabe. Osado, por no haber precedentes de una iniciativa de ese porte. Arriesgado, por las expectativas de resultados y, principalmente, por el malestar –previsto– que causaría en Washington e Israel. Por precaución, en vísperas de la reunión, diplomáticos brasileños, y luego el propio presidente, trataron de destacar que los asuntos centrales serían la integración cultural entre los dos bloques, el comercio y la cooperación en todas las áreas.
Los antecedentes
Fueron meses de análisis y preparación, con el cuidado de discutir cada punto específico de la declaración conjunta que sería firmada al final del encuentro. De todas formas, los responsables de la estrategia internacional de Lula optaron por convocar la reunión, porque al menos dos de las líneas centrales de la política exterior brasileña serían atendidas. Primero, ampliar el comercio internacional y captar nuevas inversiones. Segundo, consolidar el pretendido liderazgo de Lula entre los países considerados emergentes y abrir nuevos espacios de apoyo en su proyecto de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Para Brasil y buena parte de sus vecinos, en especial Argentina, el tono predominante del evento debería ser comercial.
Pero las múltiplas reuniones previas indicaban que, para los países árabes, el contenido político también era primordial. A partir de entonces, todos los esfuerzos diplomáticos, de los dos lados, se han dedicado a buscar un punto de equilibrio entre esas dos expectativas. El crecimiento de la economía brasileña depende esencialmente del comercio externo. El duro ajuste impuesto por el equipo económico del actual gobierno hace que los recursos para inversiones públicas sean ínfimos. Por eso, aumentar y diversificar mercados externos se transformó en prioridad absoluta, junto con la necesidad de captar, a través de inversores internacionales, los recursos necesarios para impedir que las infraestructuras públicas, en especial el sistema de carreteras y los puertos, se acercasen al colapso.
De ahí, la expectativa comercial y económica de la reunión entre árabes y suramericanos. Paralela a la cumbre de jefes de Estado, de gobierno y altos funcionarios gubernamentales, se celebró una reunión entre empresarios de ambas regiones. En 2004, el comercio entre los países árabes y América del Sur sumó escasos 10.000 millones de dólares, de los cuales 8.200 millones fueron con Brasil. Cuando se recuerda que los países árabes importan alrededor de 250.000 millones de dólares al año, esa cifra queda clara en sus dimensiones mínimas. Y eso, por no mencionar las grandes reservas de recursos que son destinadas a inversiones en el exterior.
En los meses anteriores al encuentro, el embajador Mario Villalva, director general del departamento de Promoción Comercial del ministerio de Relaciones Exteriores brasileño, visitó cuatro países árabes (Omán, Egipto, Arabia Saudí y Qatar) para reunirse con los responsables de los principales bancos de inversión. Esa apertura de nuevos frentes beneficiará especialmente a Brasil, que ya logró en 2004 inversiones significativas de Libia (450 millones de dólares para proyectos de irrigación en el árido noreste brasileño), además de vender 15 aviones fabricados por Embraer a Arabia Saudí.
Pero la propuesta de Lula es extender sus beneficios a los países vecinos. El otro punto prioritario de la política exterior brasileña es más difícil de alcanzar: antes de poder postularse a una plaza permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, es necesario que se implemente la reforma prevista en la estructura de la organización. Y para eso, más que los votos o deseos de los países miembros, es necesaria la aprobación de Estados Unidos. De todas formas, el asunto es uno de los ejes centrales de la política exterior brasileña, y obtener el respaldo –o al menos la simpatía– de la comunidad árabe es fundamental. Para el gobierno de Lula, los objetivos de la reunión, en todo caso, no terminaron en esos dos puntos: también la reafirmación del liderazgo brasileño en la región estaba en la agenda, a pesar del evidente malestar que esa ambición provoca en Argentina, principal socio económico del país en Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
Los resultados
El fuerte y claro aspecto político del encuentro de Brasilia terminó por satisfacer las aspiraciones de los dos bloques. En este sentido, ha sido especialmente delicada –y, bajo la óptica de los países suramericanos, con bueno resultados– la negociación sobre un asunto candente, la lucha contra el terrorismo. Emisarios de Washington desplegaron grandes esfuerzos, en las semanas anteriores a la cumbre de Brasilia, para tratar de impedir que el texto final criticara de forma demasiado dura su política en esta cuestión.
En las negociaciones entre los dos bloques, los países árabes lograron la inclusión de claras condenas a la política de EE UU en la región, al criticar acciones realizadas al margen de determinaciones de la ONU. El texto también refuerza el apoyo a la causa palestina, reiterando su rechazo a las iniciativas impuestas por Israel. Esos dos puntos fueron motivo de severas y no tan discretas advertencias de EE UU e Israel a Brasil, en vísperas del encuentro. En un visita a Brasil, la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, llegó a solicitar la presencia, en la cumbre arabo-suramericana, de un observador enviado por Washington. La petición fue rechazada por el gobierno brasileño.
La declaración final, en todo caso, amplía sus propósitos, además de la fuerte condena a las acciones de EE UU e Israel en la región árabe. Al margen de las expectativas comerciales, también resalta aspectos de especial interés para los países suramericanos, como la necesidad de establecer nuevas formas de interlocución en el escenario internacional y darle un nuevo giro a la globalización. El refuerzo dado por todos los representantes de los países árabes a los aspectos esencialmente políticos era esperado por los suramericanos. Las expectativas abiertas por el encuentro son, desde el punto de vista suramericano, bastante positivas.
De todos los participantes de América del Sur, la delegación más entusiasta, a la hora de exponer el potencial de negocios entre los dos bloques, fue la brasileña. Para eso, el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Luiz Fernando Furlan, aseguró que el comercio regional con los países árabes puede “fácilmente multiplicarse por dos en los próximos tres años”. Según Furlan, todo dependerá, en primer lugar, de “la disposición de empresarios de los dos bloques, y de la voluntad política de los gobiernos”.
Mencionó el ejemplo de Brasil, cuyas exportaciones van en ascenso, y destacó los principales compradores de productos brasileños: Arabia Saudí (826 millones de dólares en 2004), Emiratos Árabes Unidos (707 millones), Egipto (623 millones), Marruecos (349 millones) y Argelia (348 millones). Los principales vendedores a Brasil son Argelia (1.935 millones), Arabia Saudí (1.231 millones), Irak (473 millones), Marruecos (241 millones) y Túnez (74 millones). Según los países suramericanos, para que avancen las relaciones comerciales entre los dos bloques es preciso un fuerte impulso en las relaciones políticas, y ése ha sido uno de los objetivos alcanzados en Brasilia: tender los primeros puentes y abrir nuevos espacios para un diálogo más activo e influyente entre la Liga Árabe y la recién establecida Comunidad Suramericana de Naciones.
Muestra de ello ha sido el acuerdo bilateral firmado entre Mercosur y los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Bahrein, Qatar, Kuwait, Yemen y Omán). A partir de ese acuerdo, representantes de los dos bloques crearán un comité cuyo objetivo será establecer, a corto plazo, un acuerdo de libre comercio. Esa iniciativa ha sido considerada, por diplomáticos suramericanos, como un importante paso inicial para que se alcance uno de los objetivos de la reunión cumbre de Brasilia: intensificar las relaciones comerciales y económicas, en un nuevo diálogo Sur-Sur. En este sentido, que Brasil haya logrado, en los últimos dos años, aumentar un 50% su comercio con países árabes, servirá de marco inicial para ampliar la oferta de oportunidades a todos los demás países de América del Sur.
Por parte de representantes de la Liga Árabe, la propuesta ha obtenido un eco positivo. Amr Musa, secretario general de la Liga, declaró en Brasilia exactamente lo que los suramericanos querían oír: “Son dos bloques económicos que no pueden ignorarse. Sería un gran error árabe seguir por esa senda. Nunca es tarde para empezar”. Para la mayoría de los suramericanos, los resultados de la reunión serán positivos. Habrá un precio político presentado por EE UU e Israel, pero se calcula que a medio plazo será anulado por los resultados comerciales que la cumbre propiciará. “Hemos abierto una puerta ancha, y eso molestará a los grandes que piensen siempre en la globalización a partir de sus propios intereses”, dijo Lula en una conversación privada al término del encuentro. “En tres años sabremos si por esa puerta pasó todo lo que hoy esperamos”.
Diplomáticos presentes en el encuentro enfatizaron un punto que ha sido malinterpretado, dicen, por los medios de comunicación y por algunas organizaciones empresariales de América del Sur: en ningún momento los países árabes impusieron nada que no hubiese sido detalladamente discutido en las reuniones previas. El énfasis político, por más que fuera anunciado por el gobierno brasileño –anfitrión del encuentro –, estaba previsto. Y también sus puntos más delicados fueron negociados en reuniones que se celebraron en Marraquech semanas antes de la cumbre en la capital brasileña, y una vez más tratados en la víspera de la firma de la Carta de Brasilia.
Si no hubo sorpresas, lo que sí hubo, y de sobra, al término de la cumbre, fue una clara sensación de optimismo. La tónica política de la reunión ha sido satisfactoria para los dos bloques. Y las perspectivas de incrementar el flujo comercial y establecer nuevas bases para la cooperación económica dejan abierta la posibilidad de un giro inédito en el escenario de ambos bloques.