Soñemos con galerías y museos rurales para festejar a nuestras tejedoras de alfombras del Atlas

Fatima Mernissi

Escritora, Marruecos

¿Por qué los norteafricanos emigran hacia Europa?

Según el famoso Arab Human Development Report 2003 publicado por las Naciones Unidas, el mundo árabe es pobre y no consigue desarrollarse porque las mujeres y los niños no han sido escolarizados como en Occidente. Pero el problema es que el modelo occidental de escolarización y titulación, que este informe recomienda, es un desastre según Adrian Wooldridge y John Mickelthwait, el nuevo editor de The Economist: «Estados Unidos gasta en educación un porcentaje de su PIB superior al de la inmensa mayoría de los demás países, pero los resultados obtenidos son cuando menos mediocres.

Más del 40% de los alumnos americanos de “cuarto nivel” [equivalente a cuarto y quinto de la enseñanza primaria en España] son incapaces de pasar con éxito una prueba de lectura elemental, y 42 millones de adultos son analfabetos funcionales». La escuela occidental estaba prevista para una edad industrial que requería obreros autómatas. En el mismo Marruecos, los expertos a los que el Estado marroquí invitó a analizar el fenómeno de la inmigración han llegado a la conclusión de que la escolarización de los jóvenes rurales en escuelas desconectadas de la tradición rural y del potencial regional es lo que empuja a dichos jóvenes a emigrar: «En general, un mínimo de educación es una condición para partir». Eso explica que el economista egipcio Jalal Amin haya rechazado el informe de Naciones Unidas como pura propaganda occidental cuyo mensaje clave es que, para desarrollarse, los árabes deben imitar a Occidente, y a sus escuelas y sus titulaciones.

Jalal Amin ha titulado su artículo «Occidentalización y alienación», en el Informe árabe de desarrollo humano, y he de decir que estoy totalmente de acuerdo con él, porque para frenar la inmigración hace falta que los árabes eviten, cueste lo que cueste, imitar el modelo escolar occidental que mata la creatividad, como dijera tan acertadamente Albert Einstein (1879-1955), célebre caso de fracaso escolar. Einstein, el genio de la física al que se debe la teoría de la relatividad, sufrió como todos nosotros por causa de la ausencia de libertad de las escuelas modernas: «Lo único que interfiere con mis estudios es mi educación». En nuestro planeta digital, el futuro pertenecerá a los artesanos, esos autodidactas que proyectan libremente sus emociones y sus sueños en los productos que crean.

Y Marruecos tiene una tradición muy rica de çina’a (artesanía), que el islam alienta, y que enseña al niño cómo inventar; una tradición de la misma imaginación creadora que tan bien conocían las tejedoras de alfombras de las vastas regiones del Atlas antes incluso de la llegada de los árabes…, quienes se quedaron atónitos, como lo revela la observación del geógrafo andaluz Abu Obeid el-Bekri (siglo XIX),8 ante la educación de los beréberes, que animaban a las «mujeres y niños a que se convirtieran en artesanos hábiles, creativos y de provecho».

Los vencedores del futuro

En un mercado planetario conectado vía satélite, encontramos artesanos creadores de bellos productos cargados de sueños; precisamente éste es el caso de las tejedoras autodidactas del Atlas, cuyas alfombras se venden a un precio que oscila entre los 1.000 y los 5.000 dólares en webs de expertos humanistas, que las presentan como artistas. Esto es lo que sucede con la web del iraní Razi Hejazian con base en Berlín (www.hejazian.de), con la de la mexicana Carol Romano (www.inshalaimports.com), con la del italiano Alberto Levy (www.albertolevi.com) y con las de las norteamericanas Brooke Pickering (www.moroccanrugs.com) y Susan Davis (www.marrakeshexpress.org). Debemos festejar a nuestras tejedoras del Atlas porque han sabido incluso seducir a los chinos: su página web tiene oficinas en Hong Kong, Shangai, Beijing y Hangzhou (www.alibaba.com).

Nuestras tejedoras marroquíes triunfan en internet, a pesar de la competencia de las alfombras confeccionadas por las fábricas de las multinacionales, que se apropian de la denominación Berber Carpet sin pagar derechos a esas damas (www.floorbiz.com). Las festejamos en tanto que guardianas de la çina’a, la tradición de artesanos-artistas autodidactas, que la edad digital de la tecnología de la información ha vuelto a lanzar. El auge de ciertas ciudades norteamericanas, como Los Ángeles, dice Joel Kotkin en su libro The New Geography: How the Digital Revolution is reshaping the American Landscape, se ha debido al artesanado, que ha vuelto a florecer gracias a la afluencia de inmigrantes. «¡Bienvenidos a la asbah!», dice humorísticamente, describiendo el dinamismo que pueden aportar los emigrados de Asia y de Oriente Próximo cuando el país que los acoge les permite recurrir a su tradición artesanal. Para frenar la inmigración es necesario que árabes y europeos unan sus esfuerzos para inventar un modelo de escuela que modernice nuestra tradición local de çani’, que permitió al islam lanzar en el siglo VII una economía global de éxito, articulada en una umma (comunidad universal) basada en el intercambio de productos, y donde los artesanos rivalizaban como artistas, como lo explica Ibn Jaldún (1332-1406).

Los musulmanes apreciaban a los artesanos que vendían sus productos y despreciaban al jadim (servidor) porque, según dicen, no es natural vender el trabajo de otro. Hay que vender el producto del trabajo. Y la razón de ello está en que los oficios artesanos (çana’), como la escritura, la carpintería, el tejido, la costura, la ganadería y el adiestramiento de caballos, «desarrollan el cerebro de quien los ejerce» y aguzan su espíritu científico. Lo que no sucede con el jadim, que pierde el tiempo en responder al deseo del amo que le paga el salario, desperdiciando así su libertad de pensar e inventar, una situación que no es natural.

«¡Sueña, hija mía, crea e inventa!»: éste es el mensaje de Ijja, Mbarka y Fatema

Las madres de Tazenakht a las que entrevisté entre 1984 y 2005 animaban a sus hijas a inventar, contrariamente a lo que suele suceder en la escuela moderna, la misma que Herbert Marcuse (1898-1979) —el filósofo que impulsó la revolución de 1968 en Estados Unidos— denunciaba como la fuente misma de la tiranía industrial que fabricaba seres «unidimensionales» privados de autonomía. En 1984, Rita, la muchacha de Amghar, tenía 13 años. Para mostrar a su madre, Fatema, que acababa de inventar una alfombra-sol inspirada en un fular que había llevado consigo una emigrante, tejió sola sus dos primeras alfombras. Rita, que iba al colegio, sorprendió a su madre escogiendo como símbolo un gato que no existía en el repertorio tradicional que ella le había enseñado. ¡Pero eso no es todo!

Para asombrar a su madre y al pueblo de Tafounant (a 100 km de Ouarzazate y a 10 km de Tazenakht), donde vivía su familia, Rita había hecho algo nada habitual: una de las alfombras tenía el gato sobre ambos lados. Pero en la otra el astuto gato había desaparecido del reverso para desvanecerse en los símbolos geométricos tradicionales. Hoy, Rita, que tuvo éxito en la escuela, es una de las primeras mujeres jóvenes que ejerce un cargo en el municipio de Tazenakht.

Los nuevos magos: hijos de tejedoras que construyen el moderno Marruecos

La segunda razón por la que festejamos a las damas del Atlas es porque ellas han proporcionado un número impresionante de «cerebros» a la nueva clase dirigente que construye el moderno Marruecos, a los que yo llamo los «nuevos magos». Las tejedoras enseñan a sus hijos a inventar, y no a reproducir, los dibujos de sus alfombras, y el niño, que ha nacido con un don que debe descubrir y explotar, recibe el mensaje. De ahí la confianza en sí mismo que predispone a ese niño a convertirse en un gran comunicador, ya que tiene una capacidad de escucha poco habitual. Así se puede explicar el increíble número de hijos de tejedoras que han conseguido escalar en la escala social para ocupar puestos de decisión desde los que contribuyen a construir un Marruecos cívico.

Un Marruecos cívico donde el arte de dialogar, es decir, de negociar con el otro, depende de la capacidad de escucha de cada uno. ¡Cuando encuentre a un marroquí brillante, pregúntele sobre lo que hace su madre! Y me atrevo a decir que Europa puede impulsar magníficos proyectos buscando, entre los inmigrantes, a los que son oriundos del Atlas para implicarlos en proyectos de comunicación. Lo que la madre transmite al niño es el código de los símbolos, el lenguaje milenario que hablamos en nuestros sueños. Y en nuestros sueños navegamos por el mundo de las diosas: tenemos alas (símbolo 1), nos acercamos a las estrellas (símbolo 2) y nadamos (símbolo 3, la tortuga).

De ahí la fascinación de pintores como Gauguin por las alfombras: «¡Pintores que pedís una técnica del color, estudiad las alfombras, en ellas encontraréis todo lo que es ciencia, pero, quién sabe, posiblemente el libro esté sellado y no podáis leerlo!».