¿Son los ciudadanos binacionales la clave del desarrollo económico y social del Magreb?

Conviene explotar los lazos lingüísticos, culturales y financieros entre los binacionales y sus países de origen para construir una zona de prosperidad compartida.

Fatima Lahnait

El Magreb desea que su diáspora contribuya firmemente a su desarrollo económico y social, como hacen las diásporas china e india. ¿Se trata simplemente de buenos deseos o puede este deseo convertirse en realidad? En un contexto de globalización y con una Europa sometida a una competencia encarnizada, los ciudadanos binacionales constituyen una oportunidad para dinamizar la cooperación de Europa con el Magreb. De hecho, son un puente entre las orillas norte y sur del Mediterráneo. Esta perspectiva permitiría dar sentido a su existencia y ofrecerles un papel social que desempeñar. Conviene explotar los lazos lingüísticos, culturales y financieros que existen entre los ciudadanos binacionales y sus países de origen para construir una zona de prosperidad compartida entre las dos orillas del Mediterráneo.

Los binacionales a caballo entre las dos orillas del Mediterráneo

Hay entre 10 y 15 millones de magrebíes en Europa, de los cuales la mitad son de nacionalidad marroquí (incluyendo en el cálculo a los nacionalizados y a los inmigrantes ilegales). Hay que tener en cuenta a las generaciones que han nacido o crecido en Europa y que a menudo se contabilizan a la vez en los países de acogida y en los países de origen de sus padres. Francia es el destino principal de los emigrantes magrebíes puesto que acoge a un 90% de argelinos, entre un 50% y un 70% de tunecinos y entre un 30% y un 50% de marroquíes.

Este último dato iguala ya a Francia con España como país de acogida. Los binacionales (personas con doble nacionalidad, lo que no implica doble ciudadanía) tienen un pie en cada orilla y la capacidad de dar a conocer su propia cultura integrando a la vez las características de su cultura de adopción. Además, la emigración magrebí representa un filón de iniciativas y de riqueza con frecuencia inexplorado; para ella, establecer empresas en los países de origen podría constituir una gratificante vía para el retorno. Y entonces, aparte de sus logros indiscutibles, ¿están destinados los ciudadanos de doble nacionalidad a convertirse en constructores de puentes económicos y sociales entre Europa y el Magreb? Bajo este punto de vista, el Magreb ofrece indudables oportunidades en relación con la creación de empresas.

Es un espacio cuyo potencial económico es importante y que representa un mercado de casi 75 millones de habitantes (y por tanto, otros tantos de consumidores). Son muchos los empresarios binacionales que ya ponen su capacidad y sus conocimientos al servicio del desarrollo de sus países de origen. Los sectores involucrados son variados: informática, logística, servicios a las empresas, agroalimentario, cultural, turismo… La población magrebí establecida en Europa no tiene, según algunos, verdadero interés en integrarse plenamente, sino en cultivar su doble pertenencia, sin perjuicio de exhibir activamente su peculiaridad o de construir su identidad de carácter comunitario. El país de origen sigue siendo una firme referencia y la mayoría de los ciudadanos de doble nacionalidad mantienen muy viva su herencia cultural.

Esto implica entonces un interrogante respecto a la capacidad de los individuos para hacer compatible la acumulación de varias identidades y para reinventar la configuración de una ciudadanía vivida bajo el modelo de la doble nacionalidad. Esta problemática es todavía más importante si se tiene en cuenta que la integración de los ciudadanos de doble nacionalidad se ha convertido en tema de actualidad, abordado periódicamente por los medios de comunicación.Desde el punto de vista europeo, el 11 de septiembre de 2001 y el nuevo orden mediático mundial que se derivó de él han cambiado en la sociedad de acogida la percepción y la imagen de los ciudadanos magrebíes de doble nacionalidad, mayoritariamente musulmanes.

¿Cómo podrán convertirse en constructores de puentes, cuando a menudo se perciben como una amenaza? Sin embargo, la mayoría de ellos se integra pacíficamente, sin ser fuente de ningún problema para la sociedad. Por tanto, deben ser amparados y alentados, deben inspirar confianza en su país de acogida y de nacimiento pero también en su país de origen, para que puedan contribuir al desarrollo de este último.

Crear empresas en el país de origen: ¿son los binacionales protagonistas del cambio?

Es importante buscar desde ya los medios para explotar la creatividad y el conocimiento de los entornos europeo y magrebí de los ciudadanos de doble nacionalidad, para elaborar mecanismos que sean mutuamente provechosos para los empresarios, para sus países de acogida (en Europa) y para sus países de origen (en el Magreb), en los que todo está por hacer. Muchos países occidentales ya se sirven de sus ciudadanos de doble nacionalidad para trabar sólidas relaciones culturales, institucionales y, sobre todo comerciales, con sus países de origen. Son conscientes de que su presencia supone una oportunidad para la dinamización de las relaciones de cooperación entre Europa y el Magreb. Su movilización para actividades de cooperación con su país de origen puede ser muy útil, tanto en lo que se refiere al aspecto geopolítico como a la cooperación económica.

Un programa de esta clase permitiría concebir de nuevo la política mediterránea y tendría un impacto importante en la sociedad civil de ambas zonas. Se trata de conseguir que, a partir de ahora, los ciudadanos de doble nacionalidad se impliquen de forma responsable para garantizar el desarrollo compartido y para que se valore su contribución. Actualmente, resulta indispensable hacer un trabajo de lobbying, es decir de contacto y de influencia en las instancias de decisión del poder y la creación de redes para conectar a los empresarios. Esto debería permitir sacar el máximo partido a los recursos de apoyo y transformar a los ciudadanos de doble nacionalidad en motor del desarrollo económico y social.

Los ciudadanos de doble nacionalidad son inversores en potencia y las iniciativas llevadas a cabo por ellos han contribuido a la transferencia de tecnología y de conocimientos. Sin embargo, es deplorable que estos empresarios hayan sido apartados del Proceso de Barcelona y no se les haya invitado a las reuniones, cuando tienen un papel determinante en el desarrollo económico de la región. Por eso es importante reconsiderar la política mediterránea de Europa e invitar a participar a los interlocutores privados. Ahora bien, ¿cómo podrían los gobiernos magrebíes animar a los ciudadanos binacionales a convertirse en constructores de puentes económicos y sociales y, de ese modo, contribuir a la seguridad y a la prosperidad del Magreb y a la vez de Europa? Los frenos a la inversión son muchos en el Magreb: burocracia administrativa, corrupción, falta de ofertas de financiación y de democracia en las instituciones y temor respecto a la estabilidad política.

La democracia económica va a la par de la democracia política. Las posibilidades de desarrollo que ofrece el Magreb actualmente son innegables. Sin embargo, es necesario subrayar los importantes cambios que requieren. El desarrollo económico de la región necesita de una estrategia definida conjuntamente por las dos orillas del Mediterráneo y un compromiso por ambas partes. Los ciudadanos de doble nacionalidad desempeñan un papel en este proceso, y pueden contribuir a las reformas económicas, políticas y sociales (educación, lugar y papel de la mujer en la sociedad) necesarias en el Magreb y a la creación de una zona de desarrollo compartido euromediterráneo, caracterizada por el aumento y la regularidad de los flujos humanos, comerciales y financieros. Por otra parte, las autoridades magrebíes perciben a los ciudadanos de doble nacionalidad como agentes del cambio económico y también político, que esperan y exigen reformas.

Por tanto, podrían influir en la población local, que echa en falta la democracia, para que la reivindique en mayor medida. El desafío para los países del Magreb consiste en instaurar un clima de confianza y estabilidad política que atraiga a empresarios de doble nacionalidad. Aparte de estas observaciones, conviene añadir que un partenariado satisfactorio entre diáspora y país de origen requiere flujos financieros.

Desarrollo económico y remesas de divisas

Desde hace cinco años, las remesas de Europa hacia el Magreb no paran de aumentar. Para el conjunto de los tres países (Argelia, Marruecos y Túnez), este flujo de transferencias anuales se calcula en 10.000 millones de euros, parte de ellos de forma irregular (esta situación se contrarresta con la fuga de capitales de esos mismos países hacia Europa). Entre 3.000 y 4.000 millones de euros se transfieren anualmente a Marruecos; 7.000 millones salen del país cada año para ser invertidos en Europa y Estados Unidos (Guillaume Almeras y Abderrahmane Hadj Nacer. Grupo de trabajo sobre el espacio financiero euromediterráneo. Informe de julio de 2006).

Las transferencias de divisas se destinan a inversiones personales también sirven a veces para atenuar las carencias de la inversión pública en las comunidades de origen (sectores del agua, de la electricidad, de la educación y de la salud). Estas transferencias pueden contribuir al desarrollo económico y social de la región, pero están mal organizadas y son poco productivas. Por tanto, es necesario fomentar la inversión de las remesas en sectores que conduzcan al desarrollo sostenible del país, inspirándose por ejemplo en la experiencia mexicana. Para ello, el sistema bancario debe desempeñar un papel de incentivo en pro del desarrollo. En ninguna de las dos orillas se ha encontrado todavía una solución para orientar estas remesas hacia la inversión local. Con todo, estos fondos suscitan el interés de los bancos europeos, cada vez en mayor medida.

Se impone otra observación: las remesas son obra también de los ciudadanos de doble nacionalidad, nacidos en Europa, que desean aprovecharse del diferencial de poder adquisitivo con el Magreb. Las inversiones cambian entonces de objetivo: ya no se destinan al apoyo familiar sino que son oportunidades de inversión (los no residentes suscribieron unos 4.700 millones de dirham del capital de Maroc Telecom). Además, se observa una tendencia inflacionista de algunos mercados refugio, como el inmobiliario. Para ellos la cuestión es gastar allí el dinero que ganan aquí. Paralelamente, esta entrada de divisas mantiene y abastece los movimientos migratorios. Por tanto, el Magreb se presenta, en cierto sentido, como el México de la Unión Europea (UE).

Conclusión

Desde los atentados del 11 de septiembre, los europeos consideran que sus fronteras del Sur ya no son seguras. Por ello, a la UE le interesa concertar asociaciones con el Magreb para la prosperidad y, por consiguiente, para la seguridad de las dos orillas. El subdesarrollo y la falta de democracia de la región constituyen efectivamente un riesgo de espolear los extremismos y de aumentar las amenazas para la seguridad de las orillas norte y sur del Mediterráneo. Por lo demás, éste es el dictamen de algunos expertos a raíz de los últimos atentados ocurridos en Casablanca y en Argel, en marzo y abril de 2007. Pues bien, para estos ciudadanos de doble nacionalidad, se trata de participar en el desarrollo del país de origen para contribuir a erradicar la pobreza y así atajar las lacras que resultan de ella: analfabetismo, inmigración ilegal, violencia, vandalismo, terrorismo.

“La lucha contra la inmigración clandestina no debe hacerse en las fronteras sino en los lugares y en las mentes de los inmigrantes clandestinos; se debe actuar en el marco de la cooperación entre el Norte y el Sur, basada en un diálogo equilibrado y no en un monólogo del Norte. Es necesaria una política y no una policía de inmigración”, afirma Jalil Jemah, presidente de la Asociación de Familiares y amigos de Víctimas de la Inmigración Clandestina (AFVIC). En un principio, el interés por una estructura euromediterránea era económico. Ahora se trata de reflexionar en un sentido geoestratégico: si se quiere vivir en paz en la UE y en las orillas del Mediterráneo, es absolutamente necesario ayudar a la sociedad magrebí a elevar su nivel de vida, especialmente en tres aspectos esenciales: ponerse a la altura en el terreno económico, estimular la democracia y desarrollar los intercambios culturales.

El aspecto económico evoluciona bien. Se está implantando gradualmente una zona de libre cambio de mercancías, que deberá materializarse en 2010. Pero todavía no se habla de la libre circulación de personas… Será necesario algún tiempo para ver un desarrollo claro de la democracia. Para ello, los países de las dos orillas deben respaldar a los ciudadanos de doble nacionalidad, que afrontan el reto de la globalización y desean acelerar la integración de los países del Magreb en la economía europea y mundial, garantía de una seguridad mayor en la región. Esperemos que el proverbio “del dicho al hecho hay mucho trecho” no sea válido en lo que a ellos se refiere.