Siria, la larga destrucción de un país

“No espero nada de Ginebra y, en general, de lo que provenga del exterior, porque hoy Siria está sola, huérfana, como en el primer día de la revolución”.

ENTREVISTA con Hala Alabdalla por Nicolas Mayer

Hace tres años las manifestaciones pacíficas de Deraa anunciaban una ola de protesta, sin precedentes en Siria, mermando un sistema político autoritario que muchos consideraban estable, incluso después de los primeros movimientos populares en Túnez y Egipto. Hoy, Siria es el escenario de un conflicto enquistado que ha provocado ya unas 150.000 víctimas. La destrucción de un país de cultura milenaria, antiguo foco cultural del mundo árabe, es una tragedia a la que asiste, impotente, Hala Alabdalla, cineasta y activista siria exiliada en París. AFKAR/IDEAS ha tenido la oportunidad de conversar con la realizadora, cuyo último documental Como si atrapáramos una cobra, dedicado a la labor de los humoristas gráficos en Egipto y Siria, se hace eco de las revoluciones y del combate por la libertad. Con un tono sincero y personal, Alabdalla nos ha confiado sus impresiones sobre un país desgarrado por la guerra, y su convicción firme en la revolución y la imposibilidad de silenciar las aspiraciones de libertad, a pesar del desmesurado precio que está pagando su pueblo.

AFKAR/IDEAS: ¿Qué credibilidad concede usted al proceso de negociaciones? Existen perspectivas reales de progreso?

HALA ALABDALLA: Nunca he creído en este proceso. El terror continúa y las iniciativas de Ginebra no van a cambiar nada sobre el terreno. Estos encuentros tienen que abrir los ojos a la opinión pública y marcar la diferencia entre una oposición que tiene la voluntad de avanzar y de encontrar una solución, y el rechazo y ceguera total de la delegación del régimen, que nos ha mostrado que no tiene voluntad de escuchar a los otros. No espero nada de Ginebra y, en general, de lo que provenga del exterior porque hoy Siria está sola, huérfana, como en el primer día de la revolución. Solo podemos contar con nuestras propias fuerzas.

A/I: Pero sin embargo es urgente establecer acuerdos humanitarios…

H.A.: Por supuesto es necesario y vital, pero no creo que estas medidas se apliquen y respeten. El régimen no respeta su palabra ni los acuerdos a los que llega. Lo que ha pasado en Homs o en los suburbios de Damasco, son acuerdos que no están influenciados por una política general, decidida por el gobierno o por la comunidad internacional. Son acuerdos provisionales internos en los que los soldados que sirven sobre el terreno se dan cuenta de la necesidad de hacer llegar pan a la población hambrienta. Estos ejemplos no pueden desembocar en un plan humanitario a gran escala.

A/I: ¿En relación con la oposición política, qué relaciones mantiene con los combatientes y activistas sobre el terreno?

H.A.: No existen vínculos fijos y estables entre la oposición política y los combatientes y activistas sobre el terreno. Todo depende de la situación y la región. En el norte los contactos son posibles con la oposición en Turquía, pero en el sur la gente está muy aislada. Por desgracia está todo dispersado, desgarrado. La oposición en el extranjero no es, en realidad, representativa.

A/I: ¿Es factible un gobierno de transición si Bashar al Assad no acepta expresamente su retirada?

H.A.: No represento a ninguna línea política y soy relativamente extremista contra la negociación con el régimen. Rechazo también todas las iniciativas de paz que vienen del exterior. Las soluciones tienen que venir del interior. Los medios de comunicación en Occidente no se dan cuenta de lo que está pasando en el país: la gente intenta resistir y seguir siendo independiente y las manifestaciones continúan. La sociedad civil no está del todo destruida. La solidaridad que une a los habitantes cuenta mucho. El papel de jóvenes y mujeres es crucial. Es lo que me da esperanza y la seguridad de que nuestra revolución saldrá adelante y que el régimen caerá.

A/I: ¿Qué queda de la revolución pacífica de la primavera de 2011?

H.A.: Hay que saber que las concentraciones se mantienen y que denuncian tanto al régimen de Al Assad como a los grupos yihadistas, en Alepo o Raqqa por ejemplo. Incluso en los suburbios de la rodeada y asediada Damasco hubo manifestaciones hace algunas semanas. Además de las protestas, hay que tener en cuenta que la gente trabaja sin cesar para construir un sistema de convivencia que les permita vivir de forma independiente. Se organizan pequeños proyectos en regiones donde la población se puede desplazar mínimamente. Esta gente no tiene muchos medios, ni armas ni dinero, pero no tienen otra alternativa que creer en una vida mejor en la que priman las relaciones de solidaridad.

A/I: ¿Finalmente, frente a los fracasos de los intentos de negociación, es plausible una resolución del conflicto por vía militar?

H.A.: Desgraciadamente, desde el principio todo el mundo optó por abandonar a los demócratas en la revolución siria y dejaron pista libre a los grupos islamistas armados. Ahora lo más urgente es el aspecto humanitario, facilitar el acceso a los productos alimentarios y atención médica. En el plano militar, hay que parar los bombardeos con barriles de explosivos. Los occidentales tendrían que haber cesado la venta de armas a Al Assad, tendrían que haber protegido el espacio aéreo. En tres años, no se ha hecho nada al contrario, cierran los ojos ante los crímenes contra la humanidad que el régimen sirio ha seguido cometiendo cobre su pueblo. Ya no creo que los occidentales cambien su posición respecto a la revolución siria.

A/I: Observamos la implicación de actores regionales en el conflicto sirio. ¿Hasta qué punto estos actores han desempeñado un papel negativo en la militarización del conflicto?

Algunos creen que el régimen de Al Assade s anti-imperialista. ¿Cuándo han podido comprobarlo?

H.A.: Su papel no es solo negativo sino también destructivo. Irán ha apoyado el régimen sin límites, a nivel técnico, financiero y militar. Ha aportado sus conocimientos técnicos sobre cómo destruir un país y un pueblo. Arabia Saudí o los otros países del Golfo que han financiado y armado a los combatientes extremistas no son países democráticos, nunca apoyaron la revolución, solo procuran defender sus intereses. Su intención es dominar para dividir y desviar el levantamiento popular. En ningún caso se trata de aliados.

A/I: ¿Cómo valora la implantación de grupos ‘yihadistas’ en Siria? ¿Cuál sería su futuro en el caso de una hipotética resolución del conflicto?

H.A.: En Siria existen tendencias políticas creyentes que se apoyan en la religión y el islam. Preferiría que todos los partidos y movimientos políticos fueran laicos, pero es un sueño imposible. Reconozco su existencia. Pero cuando algunos grupos llegan del exterior para imponerse y destruir la revolución imponiendo eso que ellos llaman sharia, hay que recordar que no tienen ningún vínculo con Siria. Acepto los movimientos islamistas moderados siempre y cuando respeten la pluralidad. Pero estos grupos violentos tienen un método fascista, y además tienen dinero y armas para imponerse. Aunque no creo en la teoría del complot, la realidad es que acaban sirviendo al régimen, en contra de la revolución. Son grupos que no queremos conservar en nuestro futuro. Por desgracia los activistas son víctimas de estos grupos al igual que lo son del régimen.

A/I: ¿Cree que el argumento de la “lucha contra el terrorismo” sirve para una recuperación de la imagen de Al Assad por parte de la opinión pública internacional?

H.A.: Sí, totalmente. Insisto en recordar que desde el primer día de la revolución el régimen mató y encarceló a activistas sin acosar, sin embargo, a los islamistas. Las zonas liberadas en donde operan las células islamistas fascistas nunca se han visto afectadas por los bombardeos. El régimen sabe que su presencia le favorece, no solo para dar una idea falsa de la revolución (levantamiento terrorista), sino también para legitimar, por su parte, la destrucción del entorno activista. Los grupos yihadistas completan la acción del gobierno silenciando a la sociedad civil.

A/I: En Occidente, Al Assad se beneficia todavía del apoyo por parte de una corriente de izquierdas “anti-imperialista”. ¿Cuál es su opinión al respecto?

H.A.: Para nosotros es un enigma. Algunos consideran que el régimen de Al Assad es anti-imperialista. Sin embargo, me pregunto cuándo han podido comprobarlo. ¿Se enfrenta a Israel para proteger a los palestinos? Muchos prisioneros sirio-palestinos han sido torturados en las cárceles del régimen por haber ayudado a civiles. El barrio de Yarmuk [el campo de refugiados palestinos más grande de Siria] ha sido bombardeado. ¿Cómo se puede pensar que el régimen protege a los palestinos? Además, nunca ha intentado liberar el Golán. Las ideas sobre el anti-imperialismo son falsas. No entiendo cómo estos activistas se han olvidado de los valores de defensa del pueblo y de los derechos humanos.

A/I: ¿Qué papel han desempeñado los artistas sirios en el levantamiento popular?

H.A.: Cualquier instrumento artístico o cultural juega un papel importante en la revolución, al menos teóricamente. Pero desde el primer día el régimen mostró hasta qué punto temía al mundo de la cultura. Encarceló a cineastas, guionistas, periodistas, fotógrafos y aisló a esta fuerza incitándolos a salir del país. La represión continúa a día de hoy. El mero hecho de llevar una cámara o de abrir un sitio web te expone a un peligro de muerte.

El régimen es consciente del poder de la libertad de expresión. La falta de libertad de expresión desde hacía más de 40 años dio lugar durante los primeros días de la revolución a un movimiento magnífico. Cada uno, a su manera, pudo expresar su libertad y descubrir la energía positiva que se desprende de un poema, un dibujo o una película. A pesar de la desgracia, la muerte, la pobreza y el hambre, esta expresión cultural que se conquistó frente al régimen es una victoria ilimitada y nos permite mantener la esperanza para el futuro.

Los grupos ‘yihadistas’ completan la acción del gobierno intentando silenciar a la sociedad civil

A/I: ¿El proceso de creación artística no se encuentra constreñido por la violencia del conflicto? ¿O al contrario se ha liberado de toda presión?

H.A.: La creación artística sigue adelante. Los activistas entienden hasta qué punto es importante controlar la producción de vídeos, artículos o poemas. Es sorprendente ver cómo mientras unos jóvenes toman las armas, otros siguen creando y aprendiendo a ejercer la libertad de expresión. Muchos jóvenes sirios siguen formándose, especialmente en periodismo, y proclaman su indignación. Hace poco, en Yarmuk había una carreta cargada con un piano que recorría los barrios y la gente tocaba y cantaba. A pesar de la angustia la gente sigue expresándose. Por desgracia, determinados artistas han defendido al régimen, en particular del cine y de la televisión. La importancia de los culebrones sirios en el mundo árabe no logró escapar al control de los oficiales y hombres de negocios, que utilizaron el sector para blanquear dinero en la producción. Hoy estos actores trabajan a favor de la propaganda del régimen.

A/I: ¿El cine en el mundo árabe debe guiarse por una necesidad política? ¿Han ofrecido los acontecimientos de estos últimos años una nueva oportunidad para el documental?

H.A.: Sigo de cerca el trabajo que se hace en Túnez y Egipto y existe una nueva relación con el cine, propia de la región y de los movimientos populares. La creación no solo se guía por el arte y la política, sino que es ante todo la expresión de la libertad. Creo que en el futuro veremos producciones bonitas y muy interesantes, no tanto para criticar al poder o expresar directamente un mensaje político, sino sobre todo con la función de ejercer la libertad y controlar las herramientas de su expresión. Antes de la revolución ya era consciente de que el documental es un instrumento de lucha y de combate, una necesidad en nuestra región para trabajar, existir y expresarse.

La juventud árabe se está dando cuenta de las posibilidades del documental, al servicio y al alcance de todos. Cada uno tiene la posibilidad de hallar energía en una imagen, de contar trayectorias vitales, de percibir la belleza del contacto entre el público y una película. Es una experiencia vital que nos permite recobrar todo lo que perdimos durante el tiempo de los dictadores.