Rihla y siyahas en el Magreb central y rumbo a Oriente en el siglo XVIII: el caso del viajero Hocine al-Wartilani (1713-1779)

Djamil Aïssani

Société savante Gehimab Bejaia y Centre national de recherches préhistoriques, historiques et anthropologiques (Argelia)

Durante toda su vida, el célebre viajero Hocine al-Wartilani (1713—1779) no dejó de visitar Cabilia, sus pueblos y sus ulemas. Un día, se decide a emprender su famoso periplo. Llegado a las inmediaciones de Bugía, lleva a cabo su «pequeña peregrinación» a los valís (santos) de la ciudad, parada obligatoria y preludio de la gran peregrinación, en el curso de la cual conducirá una caravana. Ese viaje duró más de dos años, y según él, lo emprendió «para purificar el alma» en compañía de un millar de compatriotas. Una vez llegado a El Cairo, coincidió con el célebre viajero hindú Essa`bidi. Este, autor del léxico más importante del siglo XVIII, le consagra grandes elogios y escribe su genealogía completa. En 1768, al-Wartilani ya ha culminado la redacción de su obra Nuzhat al-Andhar fi Fadhl `Ilm at-Tarikh wal Akhbar, más conocida con el nombre de Rihla, que recoge numerosos datos esenciales sobre África del Norte en el siglo XVIII. Se trata de un relato de viaje muy original en varios aspectos, escrito cuando al-Wartilani ya había efectuado su peregrinación a La Meca, motivado por la conducción de una gran caravana, además de otras «motivaciones espirituales». Así, la obra contiene detalles sobre la vida en sociedad recogidos a lo largo de todo el periplo.


Los viajes científicos en el Mediterráneo

En la Edad Media, numerosos hombres de ciencia y religiosos emprendieron viajes a través del Mediterráneo; hombres que, hoy en día, no se consideran viajeros y no dejaron por escrito ningún relato de viajes propiamente dicho. Sin embargo, sus escritos científicos (matemáticos, astronómicos, etc.) contienen información muy valiosa, puesto que los relatos de los viajeros, como casi todas las fuentes musulmanas de la época, apenas ofrecen datos directos sobre la historia económica del territorio. Así pues, dichos escritos resultan muy útiles para completar el esquema de las direcciones comerciales de entonces, y también porque completan otras fuentes o son completados por estas.

Bugía, una etapa importante de los itinerarios de viaje en el Mediterráneo

La mayoría de los viajeros que escribieron sobre Bugía visitaron la ciudad: Muhammad al-’Abdari en 1289, Ibn Battuta en 1325, Khaled al-Balawi en 1336 (y en 1340), Abdel-Basit Ibn Khalil en 1464 (y en 1466), Abul-Hasan al-Tamqaruti en 1589, André Peyssonnel en 1724 o Hocine al-Wartilani en 1765.

Con respecto a la época medieval, la importancia y la naturaleza de los datos proporcionados por cada relato varían mucho. Sin embargo, la imagen global de Bugía brilla a los ojos de todos los viajeros. En la época de los «siglos oscuros del Magreb» (es decir, pasado el siglo xv), constatamos que los viajeros modernos occidentales (el caballero Laurent d’Arvieux, el doctor A. Peyssonnel, al-Hasan al-Wazzan o León el africano) hacen una descripción de la naturaleza y las gentes que van hallando en Bugía. La ciudad estaba protegida por las alturas y daba al mar, pero no por ello permanecía aislada del espacio terrestre. Muy al contrario, nuestros viajeros muestran claramente que estaba muy conectada con el resto del Magreb, el Mashrek y el país de Sudán, ya que estaba situada en el eje este-oeste y norte-sur que pasaba por Constantina y por Biskra (Aïssani, 2008).

Al-Wartilani y al-Tamaqruti: la vida religiosa y la espiritualidad

En cambio, y para seguir en la época moderna, los dos viajeros magrebíes al-Tamqaruti y al-Wartilani no tenían las mismas preocupaciones que los demás. Ambos se interesaron, sobre todo, por la vida religiosa y los valís (santos). Originario del sudeste de Cabilia (Beni Ourtilane, valiato de Setif), Hocine al-Wartilani había cursado sus estudios en diversas zauías o escuelas, pero Bugía le fascinó hasta el punto de que no reparó en halagos sobre la ciudad, a la que considera santa y afirma que «la ciencia rebosa el corazón de sus hombres así como brota el agua de sus fuentes». Allí pasa «el ramadán cada año, con el objetivo de quedarse a impartir clases a los estudiantes». Aprende, sobre todo, la ciencia de los ulemas, y se maravilla ante las «quinientas jóvenes de Bugía que han aprendido la Mudawana,[1] y las que conocen a Ibn al-Hadjib[2] […] son innumerables» (al-Wartilani, 1908). Así, puede apreciarse el interés especial que al-Wartilani concede a la instrucción de las jóvenes, e incluso esboza el retrato de una de sus mujeres, Awicha: «una pura sangre, libre, augusta, generosa, buena, distinguida, noble y letrada; sabía, más o menos, un cuarto del Corán de memoria y algunas letanías, entre ellas la Wadhifa de Cheikh Zarruq[3] y parte de la Risala de Ibn Abi Zaid»[4] (al- Wartilani, 1908; 529).

Viajes, geografía y Rihla

En los años setenta del siglo pasado, los especialistas en historia económica destacaron la importancia de las redes, sobre todo las comerciales, en la estructuración del espacio islámico (Dejugnat, 2017). En la misma época, Marshall G.S. Hodgson proponía une relectura de la historia de la «Alta Edad Media musulmana» (siglos XIII-XV), señalando, sobre todo, la importancia de la circulación de sabios, letrados y sufíes en el curso del islam (Dejugnat, 2017). Más concretamente, Dejugnat propone reinsertar esos relatos de viaje en el marco de una práctica literaria y erudita, la búsqueda del saber, que desempeñó una función esencial en la estructuración del mundo musulmán mucho antes del siglo XIII. La práctica erudita del «viaje en busca del saber» (Rihla fi Talab al-`Ilm), llamada «viaje a Oriente» en el Occidente musulmán, constituía un engranaje necesario para el funcionamiento de un sistema de transmisión del saber basado en el contacto directo y la escucha (Sama`) de los maestros. De regreso a casa, ya provisto de los indispensables idjaza (diplomas), el estudiante ya había completado su itinerario de aprendizaje y disponía de una nueva autoridad, que le otorgaba la posibilidad de incorporarse al círculo de los ulemas (Dejugnat, 2017).

En el siglo XVIII, pocos eran los peregrinos que optaban por el viaje marítimo, pues este conllevaba demasiado riesgo, debido al estado rudimentario de la navegación y, en general, a la inseguridad que reinaba en el Mediterráneo. La ruta principal de caravanas que seguían tanto los peregrinos como los comerciantes magrebíes atravesaba toda África del Norte desde el sur marroquí para desembocar en el delta del Nilo. Este itinerario, que constituía una vía esencial de comunicación entre las diversas partes de África del Norte, venía impuesto, sin duda, por la orografía del país y el uso del camello como medio de locomoción primordial (Hadj-Sadok, 1951). Esa fue la ruta que siguieron los dos peregrinos marroquíes: al-Ayyachi, en 1072 h/1662, e Ibn Nasir, en 1121/1712 (Berbrugger, 1948). Las vías secundarias estaban, todas ellas, orientadas hacia el sureste, en dirección a la alquibla religiosa (para el rezo), y no por casualidad este término designa el sur en todas las lenguas del norte del Magreb. «Para ir a Oriente, primero había que dirigirse al sur, y esa dirección acabó identificando la de La Meca, el polo religioso de los musulmanes del mundo entero» (Hadj-Sadok, 1951).

La vida y los viajes de al-Wartilani

La vida de al-Wartilani

Al-Wartilani es una de las figuras emblemáticas de la Argelia del siglo xviii. Perteneciente a la tribu de los Ath Ourtilane (al sureste de Cabilia, hoy parte del valiato de Setif), sus biógrafos lo presentan como jerife, es decir, noble descendiente de Mahoma. Así, por derecho de nacimiento le corresponde la baraka (Hadj-Sadok, 1951). Empezó a frecuentar la escuela coránica local muy joven, donde aprendió los sesenta hizb del Corán, y luego pasó por varias zauías (escuelas) en busca del saber en todas sus facetas: derecho musulmán, fiqh o jurisprudencia, gramática, matemáticas, ciencias religiosas… para convertirse así en `Alem (es decir, sabio), igual que su abuelo y su padre, al que acabará sucediendo. En esa época es cuando se especializa en sufismo (`Ilm at-Tassawuf), la disciplina por la que siente una especial vocación.

En toda la región ocupará una posición social preeminente, pues es un sabio procedente de una familia de sabios y dirige una importante zauía. Muchos de sus antiguos alumnos, al terminar los estudios, ocuparán diversos cargos privilegiados (cadí, muftí, caíd…). Por todo ello, dondequiera que se desplaza, recibe una calurosa acogida con grandes honores. Así, todos los años pasa el ramadán en Bugía, a la vez que imparte un curso de teología y sufismo muy frecuentado (al-Wartilani, 1908; 13). Las noticias de su partida a La Meca atraen a una multitud, que acude a despedirlo y desearle buen viaje.

Sus viajes: siyahas (en el Magreb central)

En la primera parte de la Rihla, al-Wartilani recuerda las circunstancias que lo han llevado a emprender, por segunda vez, el peregrinaje a La Meca (llamado hajj). Lo vemos caminando por el sur de Constantina y atravesar la Cabilia. Por todas partes va conociendo a otros nobles y sufíes, todos ellos Ahl al-`Ilm wal Fadhl (gentes de mucho mérito y gran sabiduría) (Hadj-Sadok, 1951). Además, declara su amor por Cabilia y su orgullo por los cabilios, cuya generosidad, entre otras virtudes, resulta «inigualable» (al-Wartilani, 1908; 159). Hadj- Sadok resume bien la situación: «Dedica unas palabras a todos; les pide que lo ayuden a realizar su proyecto de viaje y velen por él y por sus cuitas en este mundo y en el otro» (Hadj-Sadok, 1951). En efecto, él ya había reparado en el hecho de que los ulemas y los valís (santos) de Cabilia no merecían la suficiente atención de los letrados, por lo cual intentará recoger tantos datos como pueda al respecto (manuscritos, leyendas, etc.).

Antes de preparar su viaje a La Meca, al-Wartilani efectúa varias siyahas (viajes espirituales) por el centro del Magreb. En el oeste, visita los mausoleos de Tlemcen («Sidi Boumedienne; Cheikh Sanusi; el imán Ibn Marzuk al-Hafidh, comentarista de al Burda; el imán Ibn Zekri; los hijos del imán y los Uqbani…» [Aïssani, 2019]). Al este, emprende una peregrinación que lo conduce al oasis de Sidi Khaled (Zab), pasando por Tolga y Ouled Djellal. Pero los viajes descritos con más detalles serán los dos que realizó por toda Cabilia. En efecto, las ochenta primeras páginas de su Rihla están dedicadas a sus recuerdos de las siyahas. Empieza por el «país de los zwawa» (la Gran Cabilia), sigue por Dellys (Tadles al-Mahrousa), pasa por Tamoqra —lo cual incluye la visita a la tumba de Sidi Yahya al-Aydli, al sureste de Akbou—, para llegar a Qal`a n’Ath Abbas —capital del antiguo sultanato de los Ath Abbas y morada del emir de la Medjana—, donde visita la tumba de Sidi Abderrahmane. Para regresar, toma otro itinerario que lo lleva, entre otros lugares, a Beni Frawsen, patria de Ibn Mu`ti (fallecido en 1231), un célebre gramático, autor del tratado al-Alfiyya. Finalmente, parte hacia Bugía y pasa por Wad Bijaya —es decir, el cauce del Soummam— y Bir Slam —cuyo nombre significa «pozo de la paz»— hasta llegar a la ciudad, donde recorre varios lugares santos (valís), intentando divulgar sus conocimientos.

Rihla hacia La Meca

Solo mucho después emprenderá su famoso periplo hacia La Meca. Parte del sudeste de Cabilia (Beni- Ourtilane, Beni Hafedh, Beni Yaala, Zemmora, Wad Bou Sellam), pasa por el sudeste de la zona de Constantina (Barika, Mdukal, Le Zab, Biskra…), y llega al sur de Túnez (al-Khanga Sidi Nadji, Tozeur, Gabès…). A continuación, se adentra en las regiones de Trípoli y Cirene, donde visita Trípoli, Misrata, Ma`atan Saluk (Benghazi), al-Tamimi (ya en la costa), hasta Wadi-r-Ruhban, valle habitado por anacoretas cristianos en la frontera de Egipto. La continuación del viaje hacia La Meca de al- Wartilani se basa en la Rihla del viajero Ibn Nasir (Berbrugger, 1948). En efecto, este último ofrece en su texto un itinerario mucho más completo, y menciona con suma precisión todas las paradas de la caravana.

De regreso, no indica su itinerario en la región cirenaica, quizá porque ha extraviado sus cuadernos de viaje. En Gabès, la caravana se separa: una parte sigue hacia Tozeur, Nafta, Sidi Uqba, Biskra, etc., mientras que la otra, donde se encuentra al- Wartilani, se dirige hacia Túnez. Esta pasa por Sfax (antigua villa fortificada, con una gran mezquita, vergeles, puerto…), Túnez (universidad de Zaytouna, cementerio de az-Zallaj, Sidi Mahraz, as-Sayyida al-Mannubiyya, Bab al-Mnara, Bab as-Swiqa), Testur (un burgo, casi una ciudad pequeña) y El Kef (ciudad mediana, en la frontera entre Argelia y Túnez, gran fortaleza de murallas desportilladas). De regreso a Argelia, pasa por la ciudad de Constantina, una capital mediana rodeada de murallas con tres puertas: Bab al-Wad, Bab al-Jabiya y Bab al-Qantara, y dotada de una gran casba, varios zocos y cinco mezquitas para las plegarias del viernes. Al-Wartilani afirma que una de ellas se parece a la mezquita de Pacha, en Trípoli, y a continuación se pregunta si acaso el constructor será el mismo (Hadj-Sadok, 1951).

Finalmente, vuelve a «sus» territorios, sobre todo a la región de Zemmora, que siempre ha sido una zona de paso de caravanas muy importante. Tras despedirse de los habitantes de esta pequeña ciudad, y haber rezado por ellos, al-Wartilani escribe: «Hemos emprendido el camino de Abi Khamis […], nos hemos encontrado con amigos y conocidos de la región de Beni Yaala, que nos esperaban. Se pusieron muy contentos al vernos, y saber que habíamos regresado. Que Dios los guíe por el buen camino y el del Profeta. Recé por ellos […] ». No deja de visitar el mausoleo de Sidi al-Djoudi al-Àlami (siglo xvi), en Tiknitchout, que hoy en día se encuentra en la frontera entre Zemmora (valiato de Bordj-Bou- Arreridj) y Ath Yala (Guenzet, valiato de Setif).

Sus obras

Al-Wartilani es autor de numerosos shuruh (comentarios), sobre todo de textos religiosos y sufíes, pero solo la Rihla se puede considerar la obra que ha perpetuado su labor vital. Las notas que escribió sobre sus siyahas (viajes espirituales) permiten comprender cuáles son sus temas de estudio, sus métodos de investigación y su proceso de redacción. Para ello, primero vamos a detenernos en su labor sobre el sabio sufí Yahya al-Aydli (fallecido en 1477) y la zauía de Tamoqra (valle de la Soummam).

 • Al-Wartilani y Yahya al-Aydli Existen muy pocas fuentes sobre el valí (santo y sabio) Yahya al-Aydli entre los siglos xv y xvii: una evocación en la introducción de as-Sebagh, y acaso un breve comentario de un bio-bibliógrafo (as-Sakhawi). Ha habido que esperar tres siglos después de su muerte para ver cómo se emprendía un análisis profundo de su vida, su obra y su influencia. Hocine al-Wartilani (1713—1779) es quien está en el origen de ese trabajo, pues para emprender su viaje parte de Tamoqra, y los jeques de la zauía le piden que escriba la biografía de Yahya al-Aydli. Así, encuentra en los archivos unas hojas dispersas que se encarga de recoger, algunas en lengua bereber. Gracias a esas hojas y a varios testimonios orales, al- Wartilani redacta tres escritos: la Rihla, el Sharh al- Wadhifa y los Manaqib (manuscritos) (al-Wartilani, 1908). Estos últimos le permitirán trazar el retrato real de Yahya al-Aydli, Wa mararna. Al-Wartilani lo presenta como el maestro (al-Shaykh), el santo virtuoso (al-Wali al-Salah), el líder manifiesto (al- Qutb al-Wadhih).

• Su herencia espiritual: culto de los santos y el sufismo Al-Wartilani se convirtió en uno de los grandes maestros sufís de la Argelia del siglo xviii. Su recorrido se parece mucho al del caminante (salik), y se basa en la conformidad a los preceptos religiosos. Así, afirma: «La verdad (al-Haqîqa) es el corazón (Lubb) de la ley (al-Shari`a) y el resto de las cosas solo son innovaciones censurables» (Aïssani, 2008). Llevó a cabo una búsqueda espiritual a través de sus viajes. Más concretamente, completa la redacción de su Rihla en 1768, unos años después del regreso a Ath Smail (Gran Cabilia) de Sidi `Abderrahmane al-Guejtuli, fundador de la tariqa Tarehmanite— Rahmaniyya (Aïssani, 2008). Su trayectoria va de la simple creencia a la apertura espiritual (al-Fath) y de contemplación (Mushahada), incluso alcanza el estado de líder manifiesto (Qutb wadhih). En cuanto a su vinculación al Camino, se une a una cadena iniciática múltiple, una de las especificidades del sufismo de la época otomana, y a los maestros de las turuq (cofradías): Qadiriyya, Shaduliyya, Khalwatiyya… Se revela adepto a la Shaduliyya y queda autorizado a transmitir e iniciar a los novicios en la Vía Khalwati (cf. S. Bala en Aïssani, 2008).

• Al-Wartilani y la localización de la tumba del profeta Sidi Khaled Al-Wartilani efectuó varios peregrinajes (entre los que destaca el de 1765) a Zab, al sur de la región de Constantina, para visitar la tumba de Sidi Khāled (y la zauía de Bentouis) (Aïssani, 2008). El viajero al-`Ayyachi hizo el mismo recorrido antes que él, en 1661. En sus escritos, ambos elogiaron vivamente al matemático de Zab, Abd al-Rahman al-Akẖari (1512-1574), y coinciden en atribuirle la divulgación de la misión de Sidi Khaled, así como la localización de su tumba, mediante la aplicación de su famoso «método de cuadratura»[5] (Gellens, 1990 ; Aïssani, 2019). Por último, también abordan la cuestión de si este fue realmente un profeta (Aïssani, 2019). Otro viajero en el que nos detendremos más adelante, Ibn Nasir ad-Dar`i, también evocó en su Rihla el descubrimiento de la tumba de Sidi Khaled por parte de al-Akhari. Sin embargo, mostró sus dudas con respecto a la llegada de un profeta a Zab.

Cabe recordar que Abd al Rahman al-Akẖari es uno de los poquísimos matemáticos magrebíes conocidos en el siglo XVI. Su Nam al-Siradj fī ‘Ilm al-Falak, poema didáctico compuesto en 1533, es uno de los tratados de calendario más populares, donde expone, precisamente, el «método de cuadratura» (‘Ilm at-Tarbi`) (Aïssani, 2008 y 2019).  

La Rihla (Nuzhat al-Andhar)

La obra Rihla de al-Wartilani se titula Nuzhat al-Andhar fi Fadhl `Ilm at-Tarikh wa al-Akhbar [Divertimento sobre las perspectivas en torno a los méritos de la ciencia histórica y analística] (al-Wartilani, 1908). Redactado hacia 1768, se publicará en Argel en 1908 gracias a Mohamed Bencheneb, bajo demanda del gobierno general argelino. En efecto, los colonizadores, en ese momento, buscaban obtener la máxima información posible acerca del país y sus habitantes. En 1934, W. Marçais señalaba que la obra aún no había sido objeto de un estudio completo, y merecía traducirse, aunque fuera parcialmente. Eso es, precisamente, lo que hará Hadj-Sadok en 1952, seleccionando aquellos fragmentos «más personales de al-Wartilani» (al-Wartilani, 1908).

La edición de la Rihla es un grueso volumen con cinco páginas independientes del texto, 713 páginas de notas de viaje y 105 páginas de tablas. La obra contiene una enorme cantidad de datos esenciales sobre el norte de África en el siglo XVIII. En esa época, no había suficiente información sobre el período otomano en el interior del país. ¿Cómo se vivía en Argelia, Túnez o Tripolitania? Y sobre todo, ¿en qué condiciones políticas y sociales?

Estudio de las fuentes

En 1952, el orientalista Hadj-Sadok realizó un análisis crítico de la edición de Mohamed Bencheneb, donde constata que esta presenta ciertas lagunas debidas, probablemente, a la corrupción de los manuscritos utilizados para establecerla. Enumera, así, los términos deformados que no ha sido posible corregir y estropean, por tanto, un gran número de frases. Constata, asimismo, que el índice alfabético de las obras citadas «parece un catálogo de librería», con la presencia de todas las ramas del conocimiento humano: geografía, historia, moral, filosofía, derecho, ciencias religiosas, literatura, gramática… (Hadj-Sadok, 1951). Cabe señalar que el manuscrito se había litografiado en Túnez en 1321, con notas al margen escritas por Salah b. Mhanna al-Qusantini (Hadj-Sadok, 1951).

Desde el principio, al-Wartilani indica sus fuentes principales: «Me guío, sobre todo, por la Rihla de nuestro maestro Sidi Ahmed Ibn Nasir al-Dar`i al- Ja`fari». También cita a algunos historiadores, como el autor de Al-Nubda al-Muhtaja fi Dhikr Muluk Sanhadja, el de Mukhtassar al-Juman fi Akhbar Ahl az-Zaman o el de Husn al-Muhadara fi Akhbar Misr wal-Qahira. Llegados a este punto, podemos decir que el tratado de historia Al-Nubda al-Muhtaja de Ibn Hammad (fallecido en 1230) solo aparece citado dos veces sin el nombre del autor y muy brevemente, hasta el punto de que Hadj-Sadok se pregunta si al- Wartilani leyó el libro, en tanto en cuanto hoy en día se considera una obra perdida (Aïssani, 2019). Por otra parte, algunas obras que aparecen ampliamente citadas en las partes de la Rihla relativas a Egipto y Argelia después no tuvieron repercusión alguna. Así, para dicho itinerario, al-Wartilani se sirve de la Rihla de Ibn Nasir y evoca las Rihlas de al-Abdari y al-Ayyachi, pero solo porque Ibn Nasir las había reproducido en su obra (Hadj-Sadok, 1951).

En Biskra es donde el itinerario de al-Wartilani se une al de Ibn Nasir. A partir de entonces, reproduce sin medida largas páginas del «maestro de maestros», al que llama Cheikh Chuyukhuna. Hadj-Sadok constata que, de las ochenta páginas consagradas al recorrido por Biskra hasta Tripoli, toma prestadas treinta y ocho, proporción que va en aumento a medida que avanza por países que le resultan cada vez más desconocidos, por ejemplo, en lo que respecta a la descripción de lugares (Had-Sadok, 1851). Más concretamente, al-Wartilani copia datos antiguos que recibe de cuarta mano sobre la historia y la geografía de Trípoli, Jbal Nefusa y los países de Barqa. En efecto, Hadj-Sadok ha comprobado que Ibn Nasir, a su vez, tomó esos datos prestados de al-Ayyachi, que los toma de Muhammad Ben Ali (comentador de la Chuqratisiyya), y este los recoge de al-Bakri (al-Wartilani, 1908; 219 y siguientes). Por esa razón, Hadj-Sadok se limita a analizar los aspectos más personales de la obra, y deja a un lado los datos copiados durante páginas y más páginas sobre los autores de Rihla de historia, geografía o derecho (Hadj-Sadok, 1951). Así, concluye que «su aportación es más bien escasa para un volumen tan grueso» (Hadj-Sadok, 1951). Sin embargo, la obra contiene una profusión de datos sobre las rutas y la organización de las caravanas de peregrinos, así como de la situación política, económica y social de los países recorridos.

Caravanas, rutas de caravanas y viaje de los peregrinos

En el año 1766, Cheikh ar-Rakb (el jefe de la cabalgata) de Argel anuncia la partida de la caravana hacia La Meca con unos meses de antelación, como tenía por costumbre. Los pregoneros públicos recorren los pueblos y las ciudades para proclamar la noticia. Al-Wartilani, que ya había efectuado ese mismo peregrinaje, se siente tentado a repetirlo por varias razones, la más importante de las cuales, seguramente, era «purificar el alma». Así, hace los trámites religiosos necesarios y emprende el camino con sus dos esposas, Awicha y Aïcha, su hijo Ahmed, su nuera, Fátima —que no es otra que la hermana de Awicha—y cinco mulas como montura, una de las cuales lleva él mismo.

Ya hemos mencionado más arriba los itinerarios terrestres de los viajeros del norte de África. Para al- Wartilani y los peregrinos procedentes de Cabilia, el itinerario empieza en Beni Ourtilane. De Zemmora, se dirigen hacia Oued Bou Sellam para subir directamente hacia el sur hasta Aïn Oulmène (Colbert – Qasr at-Ta’ir). Este era el punto de encuentro de todos los peregrinos procedentes de Argel y de Cabilia, desde donde emprendían rumbo hacia Biskra para tomar la ruta caravanera más importante. Ahí también se unían con los peregrinos provenientes del oeste, el centro y el este del país (Mascara, Mazuna, Medea, Blida, M’sila, Bouira, Annaba, Constantina, Zab…). Entre estos encontramos a figuras notables: al-Hadj Muhammed b. Maamar (suegro del dey de Argel), Sidi Abdelmoumen (cadí de Bugía), Sidi Ahmed as- Seddik (preceptor del hijo del sultán de Argel), Sidi Muhammed b. Bukhtuch (sultán de los zwawa), etc. (al-Wartilani, 1908; 599 y siguientes). En el grupo tienen cabida todas las representaciones sociales: altos funcionarios, grandes jefes de tribu, sabios, campesinos… «todos animados por una fe ardiente y unas profundas creencias religiosas, decididos a afrontar los riesgos y sacrificios del camino. Una plegaria en La Meca o en Medina bien vale mil plegarias en otros lugares» (Hadj-Sadok, 1951; al-Wartilani, 1908; 39). Cada cual debe ser consciente de su deber de respetar la disciplina del viaje (Adab as-Safr), que implica la solidaridad con todos los peregrinos. La caravana es una sociedad en marcha con una organización propia, dirigida por un jeque o emir. La dirección religiosa está asegurada por el peregrino más cualificado, que hará las veces de muftí. Asimismo, hay un cadí consagrado a impartir justicia.

Al-Wartilani se encargará de la dirección religiosa, y cuando la caravana se pone en marcha, él se queda en retaguardia para atender y alentar a los más débiles. Durante las paradas, vela para mantener la disciplina necesaria. En La Meca, es él quien guía a los argelinos para que cumplan los actos rituales típicos de la llegada a la Kaaba (Hadj-Sadok, 1951), lo cual, es evidente, se trata de una prueba muy dura. Gracias al relato que nos ha llegado, sabemos que en ese viaje hubo muchos muertos. Al-Wartilani los enumera: el emir de los zwawa, el cadí de Biskra… y también Awicha, su esposa favorita, así como su hermana Fátima, morirán de regreso, a su paso por Túnez. Cabe señalar, no obstante, que también se producen varios nacimientos durante el largo periplo.

El interés histórico de la Rihla de al-Wartilani

La voluminosa obra contiene datos muy detallados que permiten conocer y comprender la historia de los países recorridos en el siglo XVIII.

Situación política del norte de África

Hocine al-Wartilani nos ofrece ciertas indicaciones sobre las fronteras. A mediados del siglo xviii, cada uno de los países recorridos —especialmente Argelia, Túnez y Libia— formaba una regencia distinta bajo la autoridad de los administradores otomanos, que no tenían buenos vínculos vecinales entre sí. En teoría, dependían de Constantinopla, pero en realidad eran prácticamente autónomos. Al-Wartilani emplea varios términos para designarlos: bey, pachá, emir o sultán. No menciona ni una sola vez al dey de Argel, pero sí al administrador de Túnez: «Alí Pachá, que tenía por costumbre castigar a los sabios a su manera». Asimismo, al-Wartilani ofrece algunos datos sobre las administraciones provinciales y regionales de Argelia y Túnez, pero no de Tripolitania. También explica cómo es la fuerza pública de los otomanos, necesaria para proteger los centros urbanos de los árabes nómadas y los cabilios de las montañas. Cuando había conflictos entre las tribus, el poder de la administración otomana resultaba impotente, y entonces se recurría a la influencia de los ulemas y los notables. En todo caso, a través del relato comprendemos que, en provincias, los hombres religiosos no apoyaban el poder turco, al que al-Wartilani reprocha haber comprometido la instrucción del pueblo.

Situación económica y social

Al-Wartilani proporciona numerosos datos sobre la situación económica y social de los países que recorre. Se interesa especialmente por la forma de vida de las diversas poblaciones. Así, constata que Argelia y Túnez parecen «ricas y provistas de múltiples recursos», mientras que la pobreza de la región tripolitana es manifiesta. En este sentido, menciona «un encuentro con una tribu de nómadas hambrientos que vendían a sus hijos» (al-Wartilani, 1908; 229). No obstante, también describe con detalle dos regiones fértiles del litoral libio: la cirenaica (de tradición ganadera) y Tripolitania (donde predomina el cultivo de los olivos).

En Argelia, la situación económica le parece mucho más satisfactoria: «En resumen, nuestro país es bello. […] Hay olivares, viñas, higueras en abundancia, tierras de cereales. […] Hace frío […], pero la nieve es un abono para el suelo» (Hadj- Sadok, 1951). No es el caso del país de los zwawa, debido a su densidad de población. De esa lectura, podemos extraer que el poder otomano no influía en la vida del interior del país, donde sí había ciencia: wa fih al-`Ilm. En efecto, al-Wartilani otorga una gran importancia a la instrucción, y no deja de enumerar lugares de enseñanza, siempre añadiendo su opinión personal acerca del nivel de instrucción (ya sea en Túnez, la región tripolitana, Kef, El- Khanga, Constantina o Cabilia). Asimismo, analiza la moral y las costumbres de los diversos lugares, sobre todo de las zauías y las tariqas (cofradías) en las ceremonias religiosas.

Ulemas, tariqas y valís (santos)

Las descripciones de los linajes religiosos en el Magreb central muestran claramente que el país, a finales del siglo XVIII, ya estaba bajo la influencia de las tariqas, es decir, las cofradías religiosas sufíes. Así, varios pasajes de la obra de al-Wartilani se refieren a la Shaduliyya, la Zerrukiyya, la Khalwatiyya y la Nassiriyya. Según Bergaoui, «los linajes religiosos citados forman una verdadera red, ni jerarquizada ni centralizada, pero sí conectada, de diversas cofradías » (Aïssani, 2008). Estima que la Rihla illustra perfectamente el papel de las tariqas, su carácter universalista, no solo por los vínculos físicos, personales y espirituales que tejen entre espacios inmensos, sino también por los vínculos culturales y la apertura al mundo del saber que unen a los musulmanes (Aïssani, 2008). En cuanto al culto de los valís, al-Wartilani consagra varias decenas de páginas a los valíes de Cabilia en las primeras páginas de su Rihla. Lleva a cabo un censo en diversas tribus y enumera, así, cincuenta de ellas en la región zwawa, así como de la región de Zemmora; veinte en Bugía y alrededores, etc. (Hadj-Sadok, 1951). En Misrata (Tripolitania), visita el mausoleo del gran sabio sufí Ahmed Zerruq al-Barnusi al-Fasi (1443—1493). Este, que había estudiado —y después enseñado y trabajado— en Tlemcen, Bugía, Túnez o Damasco, estaba considerado, según Aḥmad Baba at-Tumbukti, «uno de los últimos maestros sufistas verdaderos, de los que unen la verdad con la sharia» (Aïssani, 2008), y cuyo lema principal rezaba: «No hay sufismo sin [respeto] de los derechos». A petición de Yaḥya al-Aydli, en la zauía de Tamoqra realizará un sharh (comentario) del tratado al-Muqqadima fi al-Fiqh (más conocido por al-Waghlisiyya) del jurisconsulto de Bugía Abderrahmane al-Waglisi (fallecido en 1384).

El derecho musulmán (en Cabilia) y las discusiones jurídico religiosas

La Rihla contiene numerosas disertaciones jurídico religiosas, pero ¿cómo podría ser de otro modo? ¿Acaso Al-Wartilani no había pasado buena parte de su vida estudiando teología y derecho? Por ese motivo, siempre tiende a buscar la confrontación y el cuestionamiento en sus textos, y muestra especial predilección por la ciencia de las tradiciones y la discusión jurídica. En este dominio, tiene dos maestros en quienes confía ciegamente y cuya autoridad evoca constantemente: Ibn al-Hajj (autor de Madkhal) y Abdelkrim az-Zwawi (comentador de al-Waghlissiyya) (Hadj-Sadok, 1951).

Si dejamos la hagiografía a un lado, al-Wartilani se centra en los hombres de religión (marabutos, chorfas…) en el seno de la sociedad cabilia. Concretamente, trata un asunto fundamental: ¿cómo se estableció el principio de desheredar a las mujeres en Cabilia? Asimismo, discute varias situaciones específicas, ya tratadas por otros viajeros, y reproduce numerosas páginas de Ibn Nasir copiadas de al- `Ayyachi sobre música, café y tabaco (al-Wartilani, 1908; 187-192).

En un manuscrito inédito de al-Wartilani perteneciente a la Khizana (biblioteca sabia) de Cheikh Lmuhub (Aïssani, 2019), explica las condiciones de su viaje a Tlemcen. Había recibido la petición del cadí de Argel, Mohammed ben Dja`dun, para dar su opinión sobre una cuestión jurídica (nazila, caso de jurisprudencia) en torno al concepto de la duda (Aïssani, 2019).  

El interés literario de la Rihla

Al-Wartilani es un bereber de las montañas profundamente berberizado, que se atreve a escribir en lengua árabe. Toda su cultura proviene de la enseñanza recibida en las zauías cabilias, donde ha aprendido el árabe clásico. Hadj-Sadok estima que su iniciación literaria seguramente fue bastante deficitaria, por lo cual «en esas condiciones, no podía escribir más que una obra cargada de faltas y toda clase de torpezas» (Hadj-Sadok, 1951). Hoy en día, no sabemos muy bien en qué circunstancias se compuso la Rihla. Sin embargo, podemos imaginar que la primera parte —es decir, los escritos sobre las dos siyahas del país de los zwawa y de Bugía— la redactó en su propia casa, antes de su famoso periplo hacia La Meca. En cuanto al resto, seguramente llevó un diario de viaje donde fue anotando fragmentos a medida que avanzaba en su trayecto. Una vez de regreso a casa, utilizó esos materiales para la redacción definitiva de la obra.

Conclusion

La Rihla de Hocine al-Wartilani nos permite tener una idea clara de la vida en el seno de una caravana de miles de peregrinos en ruta hacia la alquibla del islam hace dos siglos y medio. En esa época, el Magreb central y oriental, así como Tripolitania, atravesaban un período de transición. La presencia otomana era superficial, no había logrado arraigar en el interior de los países del norte de África. Al parecer, el Magreb central no había evolucionado desde la Edad Media, pese a sus fronteras cambiantes. Los datos que nos han llegado nos permiten suponer la realidad administrativa que se vivía en la época, pero los aspectos geográficos y económicos son velados y dispersos. Al- Wartilani describe ciertas regiones en detalle, aunque estas, ciertamente, presentan un interés limitado. En cambio, por otras regiones pasa como una ráfaga de viento, como en el caso de Túnez.

Su testimonio escrito sobre el islam en Cabilia, la aplicación del derecho musulmán y, sobre todo, el asunto de desheredar a las mujeres cabilias es de mayor interés y parece totalmente conforme a la realidad sociológica. Así, podemos concluir que al-Wartilani concibe esta obra, además de como un relato de viaje, como una especie de enciclopedia jurídico religiosa. Desde el punto de vista literario, su método de composición y su estilo hacen de la Rihla una obra mediocre al tiempo que valiosísima, puesto que representa los gustos y las preocupaciones generales de la época (Hadj-Sadok, 1951).

Notes

1. En el islam argelino anterior a 1830, la fuente principal del malikismo era la obra alMudawwana, del jurisconsulto de la escuela de Kairouan Ibn Sahnun (776—854). Se trata de una compilación de consejos jurídicos de la escuela de Medina dictados por el imán Malik (Ibn Anas, 708—796).
 
2. Ibn Hadjib (1175—1248), jurisconsulto egipcio, autor de la célebre Mukhtassar fi al-Fiqh, que desempeñó un papel esencial, a finales del siglo xiii, en la renovación de los estudios de fiqh (jurisprudencia) de todo el Magreb desde Bugía.
 
3. Se trata del sabio sufí Ahmed Zerruq al-Barnusi (1443—1493).
 
4. Ibn Abi Zayd al-Qayrawani (922—996) es un jurisconsulto bereber malikita. Su obra al-Risala está considerada como el libro de referencia del malikismo en el Magreb.

5. El método de cuadratura (‘Ilm at-Tarbi` ) se inscribe en la ciencia homónima, una técnica astrológica basada en la determinación del ascendente astrológico y la posición de la Luna en el zodíaco. Por cuadratura se entienden las cuatro direcciones cardinales según las cuales el espacio se divide en cuatro partes. La operación se repite tantas veces como sea necesario para restringir la amplitud de la ubicación buscada.

Bibliografía

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