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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Retos socioeconómicos del microcrédito: los casos de Túnez y Marruecos
El microcrédito representa una solución menos eficaz para erradicar la pobreza en los países afectados por el paro, que para estimular la creación de empleo.
Houda Laroussi
Desde principios de esta década, el microcrédito ha sido objeto de varios programas y debates internacionales. Naciones Unidas proclamó 2005 Año Internacional del Microcrédito. El Premio Nobel de la Paz le fue concedido en 2006 al economista Mohamad Yunus, creador del Grameen Bank, que facilita el acceso de los más pobres a créditos bancarios, excluidos del sistema bancario clásico. Este banco ha recibido apoyo de organismos internacionales y del gobierno de Bangladesh. Tal y como lo constata el geógrafo Pierre Signoles, las microfinanzas se han convertido en “¡la (nueva) panacea del desarrollo! Hasta el punto de que, a causa de la crisis internacional, el Banco Mundial anunció (febrero de 2009) la creación de un fondo de apoyo a las instituciones de microfinanzas”. El microcrédito es un dispositivo financiero adoptado dentro de la lógica de la ayuda a la creación de la microempresa.
Designa un sistema de financiación de pequeños negocios personales que se distingue de otros tipos de créditos. Según el economista Jean-Michel Servet, el término “microcrédito” designa “créditos de pequeñas cantidades concedidos a grupos de prestatarios solidarios o prestatarios individuales por instituciones que pueden ser organizaciones no gubernamentales, bancos o programas públicos” (Servet, 2006). Esos préstamos están dirigidos a poblaciones discriminadas, desfavorecidas o con pocos ingresos para financiar o crear pequeños proyectos productivos a menudo en el límite de la supervivencia y del sector informal. En los países del Sur, los microcréditos se conceden más (y a veces exclusivamente) a mujeres microempresarias.
Se habla de ellos como “un remedio milagroso para las mujeres pobres y, a través de ellas, también para toda su familia” (Hofmann, Marius-Gnanou, 2003). En los planteamientos sobre género, se hace referencia a ellos como una herramienta de capacitación que fomenta el derecho de expresión y de reconocimiento social para las mujeres, desarrollando progresivamente su capacidad de autonomización (Jacquet, 1995). El microcrédito representa hoy una solución menos eficaz para erradicar la pobreza en los países afectados por el paro, que para estimular la creación de actividad y, por tanto, de empleo. Esta política de fomentar el “autoempleo” es defendida por las instituciones internacionales y la han retomado los gobiernos. Es el caso de Túnez y Marruecos, donde se han introducido diversos dispositivos financieros, tanto privados como públicos, asociativos o estatales.
El microcrédito en Túnez
En Túnez, en los años ochenta, el microcrédito designaba un instrumento de lucha contra la pobreza en las zonas rurales y periurbanas, con el objetivo de resolver los problemas financieros de las personas desprovistas de garantías bancarias y deseosas de crear microactividades generadoras de ingresos (AGI). Desde entonces, el microcrédito tiene como objetivo la creación de fuentes de ingresos, la integración económica y social de las capas sociales con pocos ingresos, la mejora de las condiciones de vida, el desarrollo del empleo y la lucha contra el paro, sobre todo entre los jóvenes titulados. En Túnez se implantó a través de las asociaciones no gubernamentales. En concreto, cabe mencionar los microcréditos financiados por socios capitalistas internacionales y adoptados por ciertas asociaciones (APEL…) dentro del cuadro del desarrollo de las regiones rurales.
Allí, la práctica del microcrédito en las zonas urbanas es relativamente reciente y se debe a la acción de la ONG ENDA Interarabe. Estas acciones asociativas dirigidas a ayudar a la gente en dificultades mediante la inserción social y económica llegaron posteriormente a inspirar al gobierno tunecino, que retomó su modelo de servicio (el microcrédito) y su forma de organización (estructura asociativa basada en la relación de proximidad).
– El dispositivo asociativo
En el plano asociativo, la ONG ENDA se apropió del modelo del “microcrédito”, inspirado en las experiencias internacionales desde su creación en 1994. Su misión consiste en consolidar la base económica y social, así como las condiciones de vida, en los barrios en dificultades de las periferias urbanas.
Con una voluntad local de emancipación y de expresión de la población, “consiguió definir un plan de desarrollo urbano integrado, orientado hacia la mejora del nivel de vida de la población desfavorecida y el apoyo a las mujeres y jóvenes en paro” (Chabbi, 1999). Por su política de “microcrédito” y de promoción del “espíritu de empresa”, esta ONG “contrasta con la lógica de protección y de asistencia que tanto tiempo lleva promoviendo la autoridad pública” (Naraghi, 1999). Para ello, se basa en una estrategia que consiste en suscitar formas de solidaridad tomando como base grupos solidarios (cinco personas). El grupo garantiza el reembolso pero también la buena utilización del dinero. Cada miembro está vinculado por el reembolso que hace el otro.
Esta implantación ha estado ayudada por la presencia en los barrios objetivo, de un mosaico de grupos de pertenencia “pluricomunitaria” (Boukraa, 2002) –que el sociólogo tunecino Ridha Boukraa denomina “barrios-comunidades”– que comparten valores comunes, afianzados por relaciones de vecindad, de ayuda mutua y de solidaridad. El volumen de créditos concedidos oscila entre los 150 y los 3.000 dinares tunecinos. Permiten comprar materias primas o alimentar fondos de circulación. Son progresivos (el reembolso de un primer préstamo da derecho a la concesión de un segundo préstamo más importante) y se ofrecen a tipos de interés que pueden rondar el 25%. El porcentaje de recaudación, muy satisfactorio, está valorado por ENDA en más del 98%. ENDA ha sabido identificar el espíritu empresarial de su población, en vista del importante número de microactividades comerciales en sus zonas de intervención.
Se ha beneficiado del dinamismo económico y del espíritu empresarial de la población necesitada, sobre todo, de las mujeres. Su compromiso de proximidad es doble: por una parte, suele facilitar la inserción mediante la economía, sobre todo con la creación de microempresas; y, por otra, tiene como objetivo reforzar la cohesión social y las formas de sociabilidad en los territorios.
– El dispositivo estatal
A partir de los años ochenta, el Estado tunecino adoptó una política de fomento de la creación de pequeñas empresas y microempresas con el objetivo de hacer frente al aumento del paro y al debilitamiento de las capacidades de contratación de las grandes empresas (Hamed, 2002). Entonces, el Estado, a lo largo de los años, puso en marcha programas de desarrollo y proyectos “integrados”, al servicio de un nuevo dispositivo de “microfinanzas”, a través de diversas iniciativas: Fondo de Promoción de la Artesanía y de los Pequeños Oficios (FONAPRAM, en sus siglas en francés) en 1981, Fondo Nacional de Garantía (FNG) en 1981 y el Programa de Desarrollo Urbano Integrado (PDUI) en 1993. A partir de los años noventa, el gobierno centra sus programas de desarrollo en el trabajo independiente.
El fomento de la creación de microempresas se convirtió en una de las bases de su política de desarrollo. De este modo, la concesión del microcrédito, actividad regulada por la ley del 15 de julio de 1999, hizo su “aparición con la creación del Banco Tunecino de Solidaridad (BTS) en 1997, que constituyó la coronación y la culminación de todas las experiencias de financiación y de ayuda a la microempresa” (Hamed, 2002). Este banco, considerado “de carácter social”, apoya el desarrollo del empleo independiente mediante créditos y microcréditos. Su población objetivo son personas con un oficio, una cualificación profesional o científica, desprovistas de medios de financiación y de garantías bancarias, sobre todo gente con educación superior, titulados en formación profesional y personas en busca de reinserción tras haber sido despedidas. En este sentido, retomando la metodología de intervención mencionada con la ONG ENDA, el Estado quiso integrar el concepto del microcrédito en el del desarrollo de la proximidad, imitando la estructura de “asociación”. Para ello, puso su línea presupuestaria BTS a disposición de “asociaciones locales de relevo” en las que se basa y sobre las que ejerce un control absoluto.
El microcrédito en Marruecos
El objetivo principal del microcrédito en Marruecos es la lucha contra la pobreza y la consolidación financiera de las microactividades económicas que, en su mayoría, están inscritas en el sector informal y, por tanto, no “irrigadas por el sector bancario clásico, que se limita al sector formal. Así, el microcrédito se adapta perfectamente a las necesidades de una gran red de empresas muy pequeñas” (Brodiak, 2003). En cuanto al sector de la microempresa en sí, está valorado actualmente en dos millones de unidades, de las cuales un 83% están dirigidas por un patrón en situación de autoempleo.
– Evolución del sector del microcrédito en Marruecos
El sistema de microcrédito se desarrolló en Marruecos desde mediados de los años noventa. Conoció una evolución rápida con la creación de un número importante de asociaciones y fundaciones que llegaron a ser profesionales en materia de concesión de préstamos. En concreto, podemos citar la Fundación Zakoura, creada en 1995; la asociación Al Amana, en 1997; la FONDEP (Fundación para el Desarrollo Local y la Asociación, en sus siglas en francés) y la Fundación Banque Populaire. Estas asociaciones están agrupadas en la Federación Nacional de Asociaciones de Microcrédito (FNAMC). “La ley 18-97 promulgada en febrero de 1999 autoriza a las asociaciones admitidas por el Ministerio de Economía a conceder microcréditos, con los intereses, pero no a aceptar los depósitos” (Duval, 2001). Además de esta ley, las asociaciones marroquíes deben someterse a recomendaciones gubernamentales que determinan los tipos de interés propios de los créditos ofrecidos. Se exigen auditorías externas y el Ministerio de Economía prescribe también la regulación de su contabilidad.
Esta ley ha concedido hasta la fecha el sello a 10 asociaciones de microcrédito: “Al Amana; la Fundación Zakoura microcrédito; la FBPMC; FONDEP; AMSSF; AIMC; AMOS; Al Karama; INMAA; y ATIL/APS. Estas dos últimas no empezaron sus actividades hasta 2001, mientras que las otras estuvieron operando con programas de microcrédito algunos años antes de establecer una verdadera asociación de microcrédito tal y como lo exige la ley” (Duval, 2001). Varias de estas asociaciones han recibido, además de las financiaciones del Fondo Hassan II, una ayuda financiera y técnica de programas de Naciones Unidas (PNUD). Desde principios de la década de 2000, numerosos medios gubernamentales se pusieron en marcha para fomentar el empleo y favorecer la difusión del microcrédito para la microempresa. La ANAPEC, creada en 2001 en un contexto de fomento de la iniciativa privada, es una de las bases de una nueva configuración de las políticas públicas para el empleo.
Asimismo, cabe mencionar la creación en 2005 de la INDH, Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano, proyecto de proximidad cuyo objetivo es desarrollar las sinergias locales para luchar contra la pobreza mediante la creación de actividades. El gobierno marroquí puso en septiembre de 2005 los cimientos de esta labor, que en junio de 2006 desembocó en las directrices, para fomentar las microempresas. Fue entonces cuando se creó el PRONACE, el Programa Nacional de Apoyo a la Creación de Empresas, que está dirigido a los jóvenes titulados en paro y moviliza a instituciones de microfinanzas (Al Amana, Zakoura, FONDEP). Cabe mencionar la creación en 2007 del programa integrado Moukalawati para el empleo y el autoempleo de los jóvenes, asegurado por sus tres polos pilotos (OFPPT, el crédito agrícola y la cámara de comercio) y delegado por el Estado en las asociaciones de microcrédito mencionadas anteriormente.
– Carencias y límites del sector asociativo
Las jóvenes asociaciones padecen una falta de metodología. Necesitan un encuadre y una gestión financiera, reglamentaria y de organización. Algunas organizaciones reclaman una asistencia técnica en su metodología de trabajo (en lo que respecta a las formas de concesión de los créditos, la elección de los clientes, la organización de su estructura, la contabilidad…). Así, “la reglamentación todavía no está completa y las estructuras creadas aún no son totalmente funcionales. El resultado es una falta de consistencia en la contabilidad y las normas de análisis financiero que les afectan, en la transparencia, en el intercambio de información y en el control y la supervisión del sector” (Duval, 2001). Del mismo modo, su forma de conceder préstamos (grupos solidarios) no siempre es adecuada, por ejemplo, en los entornos rurales, donde los grupos de aldeanos están dispersos en el espacio (Duval, 2001). De hecho, la mayoría de las asociaciones están implantadas en el entorno urbano y a menudo en las mismas zonas geográficas, habitualmente en detrimento del mundo rural, que queda desatendido (Duval, 2001).
Además, varios beneficiarios de un microcrédito pueden dirigirse a diversas asociaciones e inscribirse así en un fenómeno de endeudamiento que comience a ganar importancia. En este sentido surge una saturación de una parte del mercado que implica una cobertura más débil de la otra parte potencial. “Las estimaciones de demanda para el microcrédito varían entre 500.000 (Banco Mundial, 1998) y 1,2 millones (Mourji, 2000), lo que indica que todas las asociaciones juntas sólo atienden a un 10-25% del mercado” (Duval, 2001).
Conclusión
En los países magrebíes, el sistema del microcrédito es relativamente joven. Su actividad está considerada tanto en Túnez como en Marruecos como un componente nada desdeñable del paisaje financiero nacional y un medio eficaz para el desarrollo de las microempresas y la mejora de sus ingresos. No obstante, cabe constatar la aparición de investigadores que están poniendo en tela de juicio este modo de financiación. Según algunos, no son los “pobres de verdad” los que se benefician de él (Brunel, 2007), ya que los más desfavorecidos están en una situación “de renuncia e incluso de autoexclusión que ni siquiera les permite aprovechar las oportunidades que ofrece el microcrédito” (Brunel, 2000). Otros piensan que “implica una presión constante por la rentabilidad” en relación con el reembolso e incluso hablan más bien de “microendeudamiento” masivo de los pobres (Servet, 2003), transformados de este modo en “miniempresarios” (Servet, 2003).