Reflexiones europeas sobre la Primavera Árabe

El enviado de la UE para el Mediterráneo sur no es pesimista: a pesar de los retrasos, Egipto, Túnez, Marruecos hacen las cosas bien. ¿Argelia? ¿Libia? Ahí conviene esperar.

ENTREVISTA con BERNARDINO LEÓN por Pablo Colomer y Darío Valcárcel

Bernardino León, diplomático español, antiguo secretario de Estado, secretario general de la presidencia y Sherpa del G-20, es desde hace cuatro meses enviado de la Unión Europea para el Mediterráneo sur, un cargo nuevo con el que la UE pretende estar más presente en las transformaciones de la región.

AFKAR/IDEAS: ¿Cómo definiría el mandato de embajador en Misión Especial de la Unión Europea para el Sur del Mediterráneo?

BERNARDINO LEÓN: Es un mandato amplio en lo geográfico y concreto en su contenido. Señala específicamente que se busca más diálogo y más eficacia de la Unión Europea en los países del Mediterráneo sur, entendiendo por ello el norte de África, Oriente Próximo y el Golfo. Creo que la Unión debe tener un instrumento para trabajar únicamente en aquellos países que están en transición y que de esta forma sea también el comienzo de una nueva relación, diferente. Salir de ese enfoque regional que hemos tenido durante años de “todos por igual”. Ahora lo que importa es la diferenciación de aquellos que realmente están en transición, frente a quienes no lo están, y diferenciación dentro de aquellos que están en transición entre unos y otros. De alguna forma hacer realidad el principio more for more. Es la manera en la que hasta ahora la UE lo está interpretando. No todo el mundo, pues he tenido reiteradas peticiones de ocuparme de Siria. Pero me parece importante no confundir, tampoco dar señales que pudieran ser ambiguas. Si la persona que se ocupa de las transiciones viaja a Siria, puede interpretarse como un mensaje de ambigüedad y confundir al gobierno sirio.

A/I: ¿No le pesa el nuevo cargo?

B.L: Herman van Rompuy ha dicho que los dos grandes desafíos que tiene en este tiempo histórico la UE es la crisis de la deuda y las transiciones árabes. Si es así, qué duda cabe que es un honor y una gran responsabilidad que se me encomiende gestionar, contribuir a marcar estrategias, a hacer la política de la Unión en esa región. Pero no lo afronto como una carga, sino con realismo e ilusión.

A/I: El rey de Marruecos ha impulsado una reforma de la Constitución presionado por la Primavera Árabe. ¿Cómo percibe esos movimientos reformistas?

B.L.: Mohamed VI y las propias autoridades marroquíes han señalado que este es un primer paso, una primera reforma pero no el final del camino, y eso es razonable. No comparto esos análisis que dicen que es muy poco. Creo que es una reforma de calado y hay que valorar que el rey la haya impulsado. No diría, como se plantea en la pregunta, presionado por la Primavera Árabe: ha sido un elemento, pero este rey ha sido reformador desde el primer momento. Ahí están las comisiones de la verdad para investigar los abusos de derechos humanos que se cometieron durante el reinado de su padre, por los que ha habido indemnizaciones y peticiones de disculpas. El rey ha hecho un esfuerzo en la lucha contra la pobreza: con sus iniciativas, con sus políticas hacia el Norte, una zona que su padre había abandonado.

Es decir, hay una trayectoria de reformismo favorecida por estas revoluciones en el mundo árabe. Creo que las reformas son de calado y están en la línea de querer dar a los partidos políticos marroquíes un protagonismo mayor; de terminar con la dicotomía entre Consejo Real y gobierno y con el nombramiento por parte del Rey de primer ministro; de querer crear una Corte Constitucional que termine también con la anomalía de que es el rey el máximo intérprete de la Constitución… Este es un elemento importante también para Jordania. En una época en la que la Constitución pasa a ser el centro de la vida política, no es la mejor fórmula que el rey siga siendo su máximo intérprete.

A/I: ¿Qué papel podría desempeñar España acompañando ese proceso de transición? ¿Lo está haciendo con las autoridades marroquíes?

Marruecos: la reforma es de calado y hay que valorar positivamente que el rey la haya promovido

B.L.: España puede hacer mucho por acompañar ese proceso. Tenemos, bien por nuestra relación bilateral, bien por esa búsqueda de referentes que puedan ser útiles, la posibilidad de estar presentes. Lo estamos de hecho porque hay un intercambio y un diálogo permanente entre Marruecos y España, entre las autoridades y también entre los dos reyes. Yo creo que es importante que se siga haciendo así. Que cuando no compartamos algún movimiento lo digamos, pero que sobre todo seamos constructivos. España y Francia son los dos países, Marruecos nunca lo ha ocultado, que pueden y deben tener una mayor presencia, un mayor acompañamiento de la reforma.

A/I: ¿Está teniendo contacto con el movimiento del 20 de febrero a nivel europeo?

B.L.: No lo he tenido todavía, pero lo tendré.

A/I: Argelia es un Estado clave para España. ¿Qué espera en el futuro inmediato?

B.L.: Argelia ha dado algunos pasos aun tímidos aunque ha anunciado cambios importantes en los próximos meses. Todavía es pronto para valorar el alcance.

A/I: Al principio de las protestas en Libia, la UE y la comunidad internacional dijeron que no contemplaban a Muamar Gadafi como parte del futuro de Libia. ¿Forma Bashar al Assad parte del futuro de Siria?

B.L.: Al principio se pensó que podía ser así, y se intentó que fuera así. Es decir, el régimen sirio, como ocurre en este tipo de dictaduras, es complejo y el presidente Assad desde un primer momento se manifestó dispuesto a llevar a cabo reformas. Yo creo que ha hablado más de lo que ha actuado, pero siempre una evolución es preferible a una revolución. La comunidad internacional quiso favorecer esa vía, que fuese el régimen el que abriera la puerta de la transición, sabiendo que Siria es un país donde la complejidad no está solo en el entorno presidencial. Alrededor del presidente hay personas que tienen una línea más dura; otros que, desgraciadamente son los menos, pueden tener una visión más abierta y más moderada, pero es una sociedad donde se cruzan las tensiones.

Hay tensiones étnicas entre la mayoría suní, el 55% de la población, y las distintas minorías chiíes, alauíes, cristianas, judías, kurdas, que tienen miedo de lo que pudiera hacer una parte de esa mayoría suní, que temen que pudiera estar especialmente radicalizada, y que también pueden sentir una cierta protección al estar gobernados por representantes de otra minoría. Esas tensiones se dan entre partidarios de la transición a la democracia y quienes no lo son, quienes son partidarios de un régimen más centrado en la religión. En definitiva, una situación muy complicada y un vecindario muy complicado: Israel en una situación también difícil, con la crisis que hemos vivido en torno a la cuestión del Estado palestino en Naciones Unidas; Irán también desconcertado por lo que está ocurriendo y preocupado por la situación interna de Siria… Razones suficientes para que la comunidad internacional reaccionara con prudencia, incluso diría que con paciencia. Ahora, esa paciencia se ha acabado.

A/I: ¿Sí?

B.L.: Sí, esa paciencia se ha acabado y en estos momentos creo que ya nadie en Occidente, nadie en el mundo árabe, confía en que Assad pueda ser la persona que guíe a su país a esa democracia. Por eso se sigue trabajando en Naciones Unidas, buscando un consenso que cada vez es más amplio. Vemos que países como China o Rusia se van acercando a ese consenso. Hemos visto reacciones muy duras, por ejemplo del rey Abdalá de Arabia Saudí, o del secretario general de la Liga Árabe; hemos visto a los países del Golfo retirar a sus embajadores… Por tanto, ese consenso está creciendo sobre una base muy sólida: el primer impulso viene de la propia región, lo cual es clave. Y llegará, todavía no hemos conseguido esa resolución pero llegará, y llegará un consenso. Sabemos que hay países que no quieren que se reproduzca el esquema de Libia, esto es evidente y tenemos que contar con ello, pero creo que todavía hay margen para conseguir que aumente la presión internacional.

Siria: había razones para actuar con prudencia. Pero ahora la paciencia se ha acabado

A/I: ¿Se puede entender que China y Rusia están en una operación de suave retirada en el Consejo de Seguridad, o se mantienen firmemente?

B.L.: Yo creo que están avanzado, que van entendiendo nuestro camino. No hay un cambio de posición profundo todavía, pero sí creo que hay una evolución, sobre todo una mayor preocupación de lo que está haciendo Assad y el régimen sirio.

A/I: ¿Cree que la imposición a partir del 15 de noviembre de las sanciones que tocan el tema de los hidrocarburos van a suponer un paso no decisivo, pero casi, y que podremos empezar a ver el principio del fin?

B.L.: Es difícil establecer un horizonte temporal, pero sí ver que las sanciones en el sector de hidrocarburos van a afectar al régimen y al país. Soy defensor de las sanciones; a veces tienen incluso mala prensa, pero creo que en la mayoría de los casos producen resultados y son un instrumento de cambio importante, sobre todo en casos como este donde por el momento ha sido difícil encontrar un consenso en el Consejo de Seguridad.

A/I: ¿Cree que el papel que está desempeñando el ejército en la transición egipcia es dominante?

B.L.: Creo que sí, es un papel que además procede de una tradición asentada en Egipto desde la época de Nasser. El ejército ha tenido un papel muy importante en la vida política egipcia, pero también creo que hay una voluntad de cambio, de dejar el poder en manos de los civiles y de hacer un transición, aunque se sabe que no es fácil. Vamos viendo, a pesar de que probablemente habrá retrasos, que se sigue adelante con el calendario electoral: en noviembre comenzamos con las primeras citas electorales. Da la impresión de que quizá haya retraso en las presidenciales, habrá nueva Constitución, habrá una reforma… El bloque que ha protagonizado la revolución no es homogéneo, con diferencias importantes entre unos y otros respecto a cómo, por ejemplo, se debía afrontar la reforma constitucional, respecto al calendario…

A/I: Sobre los principios supraconstitucionales… Vemos que hay dos grandes corrientes: una islamista y otra, digamos, más abierta, liberal. El ejército además de hacer de árbitro quizá intenta hacerse indispensable. ¿Existe ese riesgo?

B.L.: Yo creo que es un actor indispensable y que, probablemente, quiere dejar el poder en manos de los civiles. No piensa que al país le vaya a ir mejor si eso no ocurre. Los militares ya han visto hasta donde ha llevado una presidencia como la de Mubarak, si no se hubiese impedido a través de la revolución y de la acción de los militares, porque solo la revolución no habría impedido la posible sucesión de su hijo… Luego, además, creo que hay un cierto sentimiento nacionalista, de orgullo, que ahora se ha reforzado; los militares han visto que se refuerza cuando Egipto lidera las reformas. Por tanto, también los militares egipcios saben que si su país quiere seguir ejerciendo el liderazgo tendrá que cumplir esas reformas. Sabiendo que es un país complicado, donde hay una parte importante de la población que vive en áreas rurales que puede ser más conservadora sociológicamente hablando, con unos niveles de analfabetismo en algunas zonas muy elevado. Todo eso no es una caldo de cultivo que favorezca una transición rápida.

Egipto: el ejército es un actor indispensable, árbitro entre todas las fuerzas existentes

Aquellos líderes locales que tuvieron un rol importante en el PND de Mubarak también van a ejercer un papel, que no será probablemente el más favorable a una transición. Hay que negociar con los Hermanos Musulmanes, en cuyo interior hay tendencias muy diferentes. Por una parte, tenemos a los más maduros, que defienden una manera de actuar; por otra, a los jóvenes que han estado en muchas ocasiones al lado de los revolucionarios laicos. Todas esas fuerzas actúan en la transición egipcia y como árbitros de todas ellas están los militares. Una Asamblea Constituyente con partidos democráticos, aunque no sean mayoritarios, provocará la necesidad de llegar a consensos, porque los Hermanos Musulmanes son inteligentes y hasta ahora han mantenido estrategias inteligentes de buscar pactos con todos. Se generarán nuevas dinámicas y serán dinámicas democratizadoras, liberalizadoras, igual que la elección dentro de unos meses, ojalá que sea más pronto que tarde, de un presidente, aunque no tenga un partido detrás, pero de un presidente con poderes… Si los egipcios eligen a alguien con capacidad de liderazgo, con capacidad de introducir elementos transformadores en el sistema, se producirán dinámicas de cambio más que considerables.

Pero Egipto no es Túnez. Túnez es un país más homogéneo, donde socialmente hay una trayectoria histórica que favorece una transición rápida, y Egipto evidentemente no es así. No habrá una transición rápida pero habrá una transición. Los militares saben que no pueden cometer ciertos errores. Es un país grande, de gran población, con recursos. No le sobran las reservas, pero tiene unos activos extraordinarios, no solo energéticos. Tiene el turismo, tiene el Nilo, que es en sí mismo ya una “bendición divina”, tiene restos arqueológicos de un valor extraordinario, tiene el canal de Suez… Egipto es un país que bien gestionado puede ir muy bien.

A/I: ¿El general Tantawi, hoy mariscal, quiere mantener las riendas en manos del ejército o quiere, en cambio, facilitar una lenta transición hacia la sociedad civil?

B.L.: Lo que estamos viendo es lo segundo. El mariscal Tantawi, el general Anan, el general Assad… todos, porque es un Consejo, tienen la voluntad de seguir adelante. Ha habido retrasos en el calendario, también los ha habido en Túnez, que se interpretaron como una señal de que las cosas no iban bien. Bueno, yo creo que es una señal de que se han querido organizar bien las elecciones, con todas las garantías. Si tiene que ir más despacio para que el resultado sea mejor, entonces tenemos que entenderlo, tenemos que favorecerlo, pero que no se detenga, esa es la clave en Egipto. Vivimos tiempos en los que la gente quiere que las cosas ocurran muy rápido y algunas no pueden ocurrir tan rápido.

A/I: ¿Qué deduce de las elecciones de Túnez del 23 de octubre?

B.L.: La primera buena noticia es que esas elecciones han estado bien organizadas, han sido ejemplares, las primeras democráticas en la historia de Túnez. La segunda: de la elección saldrá una Asamblea Constituyente fragmentada pero con algunos bloques importantes. Hay una fuerza hegemónica, Ennahda. Esa fuerza tiene un apoyo importante de la población, pero hay partidos laicos de centro, centro-izquierda, como puede ser Ettakatol o el PDP, que han logrado también un apoyo considerable. Hasta ahora están demostrando unos y otros capacidad de llegar a consensos. Túnez va a ser un referente para el mundo árabe. Y espero además que tengan una capacidad de trabajar con la comunidad internacional y con la Unión Europea. El 28 y 29 de octubre se celebró la task force Túnez-UE y pude compartir la preparación y el análisis de los resultados con los 12 principales partidos políticos que integran la conocida como comisión Ben Achur: todos apoyan una mayor implicación de la UE en el proceso.

Libia: hay una falta de cultura política total. Los recursos energéticos son un activo y un problema

A/I: ¿Cómo encaja su papel con la Unión por el Mediterráneo?

B.L.: Hemos tenido una época, por distintas razones, de un cierto estancamiento del proceso de la Unión por el Mediterráneo. Creo que ahora vamos a asistir a un cierto relanzamiento. El nombramiento de Yussef Amrani como secretario general es muy positivo, es una persona con capacidad de liderazgo y de renovación. Los cambios que se están produciendo en el Sur a corto plazo quizá compliquen la escena, pero a medio plazo pueden ser muy positivos para la UpM. En la medida en que haya una mayor sintonía en los principios y valores, que ya sí podrán ser plenamente compartidos con países que, en algún momento, completen sus transiciones democráticas, todo eso favorecera una mayor unión.

A/I: Una vez que Palestina ha decidido presentar su solicitud a Naciones Unidas y se abre la posibilidad de su reconocimiento como Estado miembro, ¿en qué situación queda la UE? Para algunos incluso, dada la limitación de maniobra que tiene Estados Unidos, esta es una oportunidad para la UE.

B.L.: Tengo que decir en primer lugar que la cuestión palestina no entra dentro de mi mandato. Sí entraría dentro de mi mandato el refuerzo de las instituciones palestinas, todo lo que pueda contribuir a la democratización de la sociedad palestina como sociedad que está en el Mediterráneo sur. Dicho esto, creo que la UE ha demostrado que incluso allí donde puede haber diferencias de criterio y de visión entre los Estados miembros, hay posibilidades: número uno, de ponerse de acuerdo; número dos, de tener una posición constructiva que ayude a que se siga adelante en el proceso de paz. Estados Unidos es un actor indispensable. Desde que se creó el Cuarteto, EE UU acepta que siendo un actor indispensable, con un liderazgo especial en Oriente Próximo, necesita del apoyo de la comunidad internacional. Creo que lo más positivo que ha ocurrido en los últimos días es que Naciones Unidas reaparece como un actor decisivo. Me parece que no era ni positivo ni inteligente que la ONU estuviese marginada del proceso.

El gobierno israelí tiene que entender que, por muchas que sean las dificultades y la necesidad de cuidar las coalicioentrevista nes, habrá que hacer concesiones. Pienso que hay una parte importante del Likud que entiende que la única solución pasa por un acuerdo definitivo en el que habrá que ceder, dicho entre comillas, desde la perspectiva israelí, o responder a exigencias de la otra parte que serán muy duras. Hay una mayoría en el centro, Kadima, y una mayoría en la izquierda, laborista y de otros partidos, que saben que ha llegado el momento de la verdad. Quizá ahora mismo hay una calma momentánea después de la última Asamblea General, pero tiene que imponerse un sentido de urgencia. La UE ha tenido siempre una posición de vanguardia respecto al Estado palestino.

Fue la primera, en la declaración de Venecia en 1980, en hablar del Estado palestino; generó un escándalo internacional y algunos se rasgaron las vestiduras. En 1999, con la declaración de Berlín, se dio un paso más diciendo que tenía que haber un Estado palestino que la UE reconocería en su debido momento. Quizá ese debido momento se esté acercando, si Israel se mostrara dispuesto a negociar y a no paralizar en el tiempo el proceso de acuerdo. Siempre será más positivo que el Estado nazca de un acuerdo de paz bilateral, fruto de un entendimiento, con unos parámetros aceptados por Israel y por los palestinos, pero también por los Estados vecinos y por la comunidad internacional.

A/I: Nos gustaría conocer su opinión sobre la situación en Libia.

B.L.: En primer lugar, ha terminado el régimen de Gadafi, un régimen que ha sido de lo peor que ha conocido la región en el siglo XX; un régimen que, para pervivir, ha vaciado institucionalmente el país, vaciado las mentes de los libios e impedido la prosperidad económica, intelectual, política… Por tanto, la labor que hay que hacer en el caso de Libia es una labor mucho más compleja, que va a requerir mucho más esfuerzo y tiempo que la de otros países. Si es evidente que Túnez y Egipto van a necesitar mucho apoyo internacional para salir adelante, lo es todavía más en el caso de Libia.

Segundo, tenemos que estar preparados para trabajar en la articulación de un país donde la geografía y el clima imponen unas dificultades inmensas; con muy poca población; con falta de cultura política y además con recursos energéticos que pueden ser un gran activo para el país, pero que también son problemáticos. Se ha producido la vuelta al país de gente joven que estaba estudiando fuera, que tienen una visión muy abierta del mundo y que pueden hacer mucho por crear un élite funcionarial y política necesaria para el país. Pero también hay elementos radicales islamistas que adquieren protagonismo. Las dificultades son grandes.

A/I: ¿Será necesaria una misión internacional de pacificación en Libia?

B.L.: Creo que no. Las nuevas autoridades libias son muy celosas de su soberanía y quieren ser ellos los que guíen el proceso. Esto es positivo.

A/I: ¿Cómo cree que vigila el gigante saudí a Estados Unidos y a Israel?

B.L.: Yo creo que los saudíes están reaccionando y haciendo cosas que eran impensables hace muy poco tiempo. El primer paso ha sido un gran programa de reformas económicas que ojalá muchos nos pudiéramos permitir. Recientemente hemos visto medidas que permiten una participación de las mujeres en la vida política, medidas liberalizadoras que eran ayer inimaginables. Estábamos esperando que autorizaran conducir a las mujeres; o que se suprimiera esa obligación anómala de que los maridos tengan que autorizar los viajes a sus esposas. Pero nos hemos encontrado con que se ha permitido la participación de la mujer, el voto en las elecciones municipales y se ha anunciado que también será así en las próximas legislativas.

Es un país especial con su tradición wahabí y sus características religiosas muy específicas, país que además guarda los Lugares Santos del islam. No han optado por el inmovilismo. Y además recordaba hace unos minutos la declaración que hizo el rey Abdalá sobre Siria, declaración valiente, declaración dura. La evolución es siempre preferible a los cambios más violentos. Además Arabia Saudí tiene que desempeñar necesariamente un papel de liderazgo en el mundo árabe. No solo Arabia Saudí, también hay que recordar la labor que están haciendo Qatar, Emiratos, Omán o incluso Kuwait. Su implicación en el conflicto en Libia ha contribuido a construir un consenso amplio en el mundo árabe sobre la actitud a adoptar ante las revoluciones, y anuncia además que estos países van a seguir en esa senda de reforma, una reforma gradual, pero reforma.