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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Reflexiones en torno a una crisis
“Europa pierde el tiempo abandonando a la orilla sur, a pesar de que su destino histórico sea ser solidaria con el Magreb, también con el África negra. Los europeos saben que su futuro depende de ello”.
ENTREVISTA con ABDERRAHMANE HADJ NACER por Ihsane el Kadi
Abderrahmane Hadj Nacer, exgobernador del Banco de Argelia, es conocido por adelantarse a su época. Precursor en la defensa de la independencia de las instituciones de emisión, el proceso de integración euromediterráneo y el Magreb unido. Ello no le impide detenerse en la situación actual. En esta entrevista hace referencia a las causas profundas de la crisis mundial que ha resurgido este verano y a la ruptura del equilibrio entre los poderes aparentes y los poderes profundos que lo forman y lo rompen, pero también al destino de la relación entre Europa y el Magreb a la luz de las revisiones que imponen los vientos de la revolución. Sin concesiones.
AFKAR/IDEAS: En un verano, la crisis de la deuda soberana ha cruzado el Atlántico. El crecimiento se estanca otra vez en Estados Unidos, con el que cuenta el resto del mundo para volver a reiniciar la marcha. ¿Hay que temer realmente los nuevos embates de la crisis y sus consecuencias para EE UU?
ABDERRAHMANE HADJ NACER: No tengo miedo de los bonos del Tesoro americanos. No es un Estado que pueda quebrar de repente. Ya veremos con el tiempo, cuando China sea la primera potencia o la potencia ex aequo. En primer lugar, al mundo le interesa mantener a EE UU. Pero si nos detenemos aquí, en realidad, no hemos dicho nada. Existen dos maneras de ver las cosas: técnicamente o especificando las causas de la crisis. Porque la pregunta fundamental es por qué hay crisis. En la crisis de 1929, que sirve de referencia, nos damos cuenta de que la solución no fue simplemente técnica, con el keynesianismo. Fue política. Se reequilibró el poder. El gran problema consiste por tanto en la influencia del complejo militar e industrial americano. Su objetivo era recuperar el poder en detrimento del poder aparente, es decir, del que designa la población. Ahora bien, la única legitimidad del complejo militar e industrial es su propia existencia. Hoy en día, nos encontramos en una situación nueva. No se trata de EE UU, ni solo del complejo militar e industrial, sino de tres poderes: los otros dos son el poder petrolero y, por supuesto, el poder financiero. Estos tres poderes no rinden cuentas. Han adquirido una ascendencia histórica sobre el poder aparente. Una de las causas de las crisis que se repiten viene de ahí.
A/I: ¿Pero de estos tres poderes, no es sobre todo el financiero el que, tanto en EE UU como en el mundo, devora lo que usted llama el poder aparente, como lo pone de manifiesto otra vez la especulación sobre las deudas soberanas en Europa?
A.H.N.: Efectivamente, el poder financiero es el que ha ganado más terreno en el equilibrio mundial en los últimos 30 años. La financiarización de la economía se ha introducido en dos momentos muy importantes, con la acumulación del oro con Nixon, pero también con el reaganismo en los años ochenta. El objetivo de la financiarización de la economía era crear una fuente extraordinaria de concentración de ingresos en la parte más alta de la pirámide del Estado y algunos ciudadanos americanos. Y luego ampliar esta concentración a Occidente, y después al resto del mundo. Entonces surgió un mundo que no es controlable. Ya no estamos en la economía formal y material, nos encontramos en la economía inmaterial.
La financiarización hace que aparezca un poder totalmente nuevo al que se enfrenta el antiguo poder que conocemos bien, el poder militar e industrial y, por supuesto, el que conocemos bien en Argelia, el petrolero. Los tres poderes necesitan un equilibrio entre ellos que no necesariamente encuentran. Son estos momentos de desequilibrio los que desembocan en crisis. Ahora bien, el equilibrio que buscan entre ellos siempre tiene que lograrse, por desgracia, a costa del que no forma parte de la negociación, que es la población representada especialmente por la clase media, que pierde cada vez parte de su poder.
A/I: ¿Las divergencias en Europa y en EE UU sobre la forma de responder a la crisis de la deuda pública ponen de manifiesto que se está produciendo la búsqueda de un nuevo equilibrio entre los poderes que rigen el capitalismo mundial?
La UpM ha resultado ser un derivado para excluir a Turquía y tratar de incluir a Israel
A.H.N.: Sin duda. Pero se trata de una búsqueda que se enfrenta a contradicciones importantes. El poder petrolero necesita un sistema keynesiano. Para vender, la economía tiene que funcionar. Para el poder militar e industrial, las crisis son necesarias para que la guerra y los gastos estén justificados. El poder financiero, por su parte, sigue otra lógica. No hay fronteras, e incluso, si me apura, no hay necesidad de guerras. Hemos encontrado la forma más sutil de la guerra que consiste simplemente en empobrecer a la clase media o en hacerla desaparecer. Y es ahí donde se muerden la cola porque no logran ponerse de acuerdo entre el keynesianismo, la guerra física y la guerra virtual. Esta situación tiene un límite. En España, la frontera política ya no se encuentra entre el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero y el Partido Popular, sino entre ellos y las plazas ocupadas por los indignados. No se trata de una revuelta, sino de un movimiento mucho más básico cuyo objetivo consiste en cuestionar este supra- mundo. La contradicción de esta crisis es que la gente que está acostumbrada a pagar el precio de estos equilibrios de poder, que es la clase media, no puede pagarlo.
A/I: Frente a esta crisis, ha surgido un punto de vista según el cual Europa se ha desindustrializado, se ha deslocalizado demasiado. ¿No existe el riesgo de que se detenga la entrada de inversiones extranjeras directas (IED), mientras que en el marco del Mediterráneo, los países de la ribera sur esperan todavía un incremento de las inversiones europeas dentro de un proceso prometido de codesarrollo?
A.H.N.: En realidad, las crisis deberían favorecer las IED. La crisis del sector aeronáutico en Europa ha forzado a Airbus, poco a poco, a deslocalizar su producción en Túnez y Marruecos. Y también quiso hacerlo en Argelia, en parte, pero no lo logró. Conocemos los problemas de Argelia. Pero no, la crisis no necesariamente afecta negativamente a las IED porque en la carrera por la reducción de los costes, resulta a veces más sencillo deslocalizar, incluso en el Magreb, donde las cotizaciones del dirham y de los dinares jamás presentan un riesgo de apreciación. Por tanto, desde un punto de vista técnico, es necesario deslocalizar las actividades competitivas. Además, el Magreb se sitúa en la zona de influencia natural de Europa, que es África.
El problema para nosotros en el Magreb es que tenemos un pasado histórico que nos hace específicos cuando se trata de inversiones europeas. A esto se le suma el hecho de que los europeos tienen que lidiar con un doble complejo: el complejo de inferioridad con respecto a los amos del mundo, es decir los americanos, y el complejo de superioridad con respecto a los árabes o a los negros. Y ese doble complejo no les permite lidiar con sus propias historias y mitos. A pesar de que el destino histórico de Europa es el de ser solidario con nosotros, los magrebíes, y también con el África negra. Los europeos saben que su futuro depende de ello. Pero en realidad, siguen considerando que somos países baldíos que deberían pertenecerles. Como si China y América o India no hubiesen hecho tampoco sus cálculos.
Consecuencia: Europa pierde el tiempo. En vez de ocuparse de apoyar el desarrollo de los socios de su área geográfica, los tiene abandonados. Ese es el problema que tenemos con respecto a Europa y que Europa tiene con respecto a nosotros. No tenemos políticas que tengan en cuenta estos complejos, relacionados con la historia y con la religión. Y ese trasfondo histórico no existe en otro lugar. Cuando se produjeron las crisis de 1998 y 2007, los chinos no tuvieron problemas, mientras que los japoneses desbloqueaban fondos para mantener vivos sus mercados. En EE UU, hemos visto surgir situaciones parecidas con Centroamérica y Latinoamérica, y nada de todo eso en Europa.
A/I: ¿No está siendo un poco duro con Europa sobre este punto?
Europasigue temiendo la emergencia del enemigo secular del Sur
A.H.N.: No, en absoluto. Hemos visto surgir la idea, de repente, de una solidaridad activa, que había que llevar a cabo en las dos orillas del Mediterráneo. La Unión por el Mediterráneo, que debía materializar esta solidaridad mediterránea necesaria, ha resultado ser, en realidad, un derivado para excluir a Turquía y luego tratar de integrar a Israel. Para que Turquía nunca sea un país europeo, para que Israel se convierta un día en miembro de la Unión Europea.
A/I: ¿Podemos deducir, por ejemplo, que las revoluciones en Túnez y en Egipto son un poco consecuencia de esa falta de solidaridad, porque Europa no ha logrado ni integrar esas economías, ni hacerlas más dinámicas, ni más redistributivas, ni tampoco crear más empleo?
A.H.N.: Es posible afirmar, en el caso de los dirigentes europeos, que hubo un rechazo y que se negaron a ver la realidad en lo que concierne a los países árabes del Mediterráneo. Por ejemplo, cuando hablamos de democracia a un europeo, considera que la democracia le pertenece. Resulta difícil explicarle que Grecia no es un país occidental, sino que es un país oriental. Que apreciamos sus conceptos. Por otra parte, resulta difícil explicarles a los europeos que nosotros siempre hemos vivido en democracia, que es un descubrimiento reciente en Europa. Hace algunos meses, en el Comité Político del IPEMED, cuando hablábamos de derecho en el Estado de derecho, las reacciones de nuestros socios eran amables, pero escépticas en el fondo. Casi nos decían: “De qué hablan, el desarrollo significa un Estado fuerte, significa que una dictadura controla a la población contestataria, especialmente a los islamistas, y a los argelinos particularmente”.
Mantuvimos reuniones con periodistas y cada vez que explicábamos el concepto de derecho en el Estado de derecho, los periodistas nos decían que podíamos ver que Túnez es un país bien administrado y que tiene una buena clase media. Es decir, los mismos que en principio tendrían que haber investigado los bloqueos de estas sociedades se han convertido en los propagandistas del statu quo. Y ese es el error de Europa: no haber entendido que las necesidades de expresión se convierten en necesidades básicas cuando se han satisfecho las primeras necesidades materiales de la sociedad. La necesidad para los magrebíes de participar en la vida social y en la vida de su ciudad ha permanecido oculta en Europa. Hoy en día, los dirigentes europeos la han visto, pero los viejos reflejos perduran. Sigue existiendo ese miedo oculto al surgimiento del enemigo secular del Sur que va a querer vengarse de siete siglos de dominación occidental.
A/I: ¿Podemos afirmar esto realmente para toda Europa en su conjunto? ¿No existen matices en las sociedades europeas en relación con el resto del mundo y con los vecinos del sur del Mediterráneo?
A.H.N.: Por supuesto que existen matices. Sin embargo, creo que la novedad que hay en Europa son los indignados. Han expresado claramente su solidaridad con las poblaciones del sur. Es un movimiento fundamental. Por algo los franceses reaccionaron muy rápido al impedir la ocupación de la plaza de la Bastilla y por algo las autoridades españolas, que no entendieron bien el movimiento, acabaron por reaccionar con brutalidad. Por algo en EE UU no se habla de ello. Hay un manto de silencio. En Israel, no obstante, han tenido que hablar de ello porque nada menos que prácticamente el 10% de la población se echó a la calle. Hemos visto banderas tunecinas y argelinas en Madrid, pero no necesariamente las enarbolaban los magrebíes.
A/I Las revoluciones árabes se iniciaron en el Magreb. ¿Qué incidencia podemos prever que tendrá esta revolución democrática en la integración magrebí? ¿Va a liberar el proyecto magrebí o va a retrasarlo otra vez?
No creo en la capacidad de autoreforma de los poderes del Sur en el Magreb
A.H.N.: Retrasarlo más de lo que está, es imposible. Porque ninguna economía magrebí se ha concebido en función de las demás economías. No es más que retórica. Y además, existe una falsa percepción por parte de las dos economías que son actualmente exportadoras, Marruecos y Túnez, de que Argelia también es su terreno baldío, de que es su Europa del Este que debe enriquecerles a la vez que empobrece a esos argelinos que no están dispuestos a convertirse en un país maduro. Todo esto son cálculos erróneos. Y la construcción magrebí no puede realizarse porque los regímenes han sido construidos basándose en la oposición. Eso no significa que sea una oposición básica. Es una oposición artificial que se mantiene permanentemente para justificar los regímenes. Argelia es el enemigo íntimo de Marruecos y Marruecos es el enemigo íntimo de Argelia. ¿Existe realmente una voluntad de pelearse por parte de los dos regímenes? No lo creo. Creo que existe una especie de alianza objetiva que justifica el estado del mundo.
A/I: Los movimientos como el de los indignados pueden, por tanto, poner al descubierto este desfase entre el poder aparente y el poder real que existe en otros lugares del mundo. ¿Podríamos en el Magreb plantearnos que quienes no rinden cuentas políticas, el Palacio en Marruecos y el ejército en Argelia, renuncien a su tutela sobre el poder aparente ante el efecto disuasorio de las revoluciones árabes?
A.H.N.:No creo en la capacidad de autoreforma de los poderes en el Magreb, incluida la del poder marroquí, que parece más inteligente y más moderno en su discurso. No creo que sean capaces de superarse a sí mismos y, por tanto, de reducir una parte del poder que tienen ahora. Vemos perfectamente, con la reacción frente a los indignados, que este debate ya se ha rechazado en Europa, donde existen, sin embargo, unas tradiciones combativas mucho más elaboradas que las nuestras. En nuestros países, es todavía peor. La solución marroquí es una solución blanda que consiste en comprar tiempo. Asimismo, la solución argelina también compra tiempo, pero más vulgarmente, con dinero. Son unas soluciones que, en definitiva, no compran nada. Las manipulaciones dentro de Túnez tienen por objetivo desanimar a la población para que no vuelva a hacer lo mismo.
Ese fue el caso en Argelia durante la transición democrática de finales de los años ochenta. La diferencia entre 1988 y 2011 es que la circulación de la información es mucho más rápida y que el mundo se encuentra en una fase de cambio. Antes, la gente quería el statu quo cualquiera que fuese el discurso oficial: permitir la experiencia del FIS, eso sí que era discurso. Hoy, ya no nos encontramos en el statu quo. Estamos en un mundo que evoluciona demasiado rápido, en el que la potencia china crece más rápido de lo previsto y el declive de EE UU resulta, desgraciadamente, más rápido de lo previsto.
A/I: Podemos estar de acuerdo al decir que la capacidad de auto-reforma de los regímenes existentes es escasa porque existe un temor al cambio. Pero el no cambiar nada conduce a rupturas radicales, como en Túnez y en Egipto…
A.H.N.: El problema en Marruecos es que la reforma la llevan a cabo jóvenes, pero que quieren perpetuar un statu quo. Porque acaban de llegar al poder y porque han obtenido muchos beneficios. Son muy buenos en el tema de la comunicación, en la elaboración de discursos de naturalezas distintas. Pero con una voluntad inherente de no modificar el sistema. Para ello cuentan con el apoyo de España y Francia, que son muy partidarios de la semántica, pero que no lo son, en absoluto, del fondo. En Argelia estamos en una situación diferente. El sistema está en poder de gente muy anciana y que cuestiona la capacidad de reproducción del sistema. Los jóvenes del interior del sistema no son herederos. Nos enfrentamos a un ejército popular. Es un sistema que jamás ha sabido engendrar herederos.
Cuando no somos capaces de reproducirnos, significa que la biología supone un problema. Ahora bien, este es el caso: no se han reproducido ni a nivel genético, ni a nivel regional y tribal. Por el contrario, ha surgido otra élite que aspira al cambio. Cuando un sistema demuestra hasta ese punto que es incapaz de reformarse y que es incapaz de aceptar las soluciones técnicas que le proponen desde dentro, los que vienen detrás se ven obligados a impulsar el cambio. Ahí, por supuesto, existen dos posibilidades: o bien el caos, o bien una evolución dura, pero que, sin embargo, sigue siendo una evolución en el interior del sistema. Hay que trabajar sobre esta matriz. Nadie desea el caos.