Publicaciones

Tisser le temps politique au Maroc. Imaginaire de l’État à l’âge neoliberal

Béatrice Hibou y Mohamed Tozy. Ed. Karthala, 2020, 656 pág.

Hacía tiempo que una obra como esta era necesaria. Tras décadas de trabajo, Béatrice Hibou y Mohamed Tozy, dos de los mayores conocedores de la sociología política de Marruecos, reorganizan y ponen en común su amplio conocimiento y perspectiva sobre el Marruecos contemporáneo.

En este libro el cometido es claro: presentar en toda su profundidad histórica y geográfica una teoría bicéfala, pausada y entretejida de la gobernanza. ¿Por qué se obedece como se obedece? ¿Por qué se gobierna como se gobierna? Desde la transitología generada tras el cambio de monarca en 1999, hasta las esperanzas creadas por las primaveras árabes y su posterior desencanto, los autores se separan de las prisas y las rupturas para poner el foco en la continuidad y en los cambios más lentos, aquellos anclados en la historia sociocultural que impregna y explica las relaciones de poder.

Para ello, el libro se erige contra el dualismo orientalista al que se ha sometido el estudio de las sociedades árabomusulmanes: tradiciónmodernidad; autoritarismo-democracia; imperio-Estado moderno. El gobierno imperial, al contrario de lo que se presenta normalmente, no es un anacronismo ni está en contradicción con la modernidad. Las dos lógicas de gobernanza son complementarias, necesarias y útiles de movilizar en función del caso, y conllevan no solo dispositivos e instrumentos de gobernanza concretos, sino imaginarios gobernante-gobernado distintos.

En cuanto a la diferencia entre estos dos registros de gobernanza, un gobierno imperial como el jerifiano precolonial no pretende controlar todo el territorio ni toda la sociedad directamente, sino aprovechar las formas locales existentes. Así, la intermediación, delegación o negociación facilitan una pluralidad de maneras de gobernar la discontinuidad y la diferencia. El Estado-nación, en cambio, busca la unidad, el monopolio, la continuidad territorial y homogeneizar las prácticas y relaciones de poder.

Un ejemplo de la simultaneidad de esas dos formas de gobernar nos remonta al reinado de Hassan I (1873-1894). La ciudad de Tetuán está entonces definida como taghr, ciudad-cuartel donde la idea de frontera y, por tanto, de territorialidad, viene dada por el mar y por la existencia de la alteridad cristiana. El Estado es allí omnipresente, se comporta como un Estado-nación, centralizador, con una “comprensión territorializada y directa de la acción pública” (p.43). Al mismo tiempo, en el Sous, el majzén busca lazos de lealtad, no tanto la obediencia, y su gobierno es indirecto, delegado, negociado. Así, el majzén es capaz de desplegar a la vez instrumentos y relaciones de poder y de dominación adaptadas a las circunstancias, sin que exista per se una jerarquía entre esas dos concepciones de gobernar.

La riqueza de casos que el libro presenta ilustra estas sincronías que encontramos hasta el día de hoy, no solo por motivos geográficos, o por división rural-urbano, sino en proyectos de intervención política de distinta naturaleza. Lo más actual de esta perspectiva lo encontramos en la tercera parte del libro. Aquí despliegan los autores la hipótesis de que el modo imperial explica la fácil adopción del neoliberalismo en Marruecos. El caso de TangerMed encarna esa naturalización del neoliberalismo. El éxito del puerto internacional, con sus zonas industriales y la zona franca más celebrada del continente africano, reside en el partenariado público-privado (PPP), el interés de la voluntad real y la “visión ingeniera” del desarrollo, un modelo naturalmente marroquí y coherente con el histórico registro imperial de gobierno por delegación.

Sin embargo, el argumento de que por esa naturalización, las tensiones ante la imposición del modelo neoliberal han sido menos que en otros países, me parece más débil. Aunque no se articulen desde una pérdida del Estado del bienestar como en otras geografías, la cantidad de resistencias y protestas de carácter socioeconómico no es despreciable. Del mismo modo, la fácil acomodación de élites, intelectuales u ONGs al modelo neoliberal no parece ser muy distinta de la otra orilla del Mediterráneo.

La propuesta de Hibou y Tozy abre nuevas formas de pensar la gobernanza desde una vocación teórica universal, aunque su potencial transformativo y crítico deberá quizás profundizarse en la literatura posterior. Lo que les interesa a los autores aquí no es la crítica al autoritarismo, o a los estragos neoliberales y, como ellos mismos describen, la obra tiene cuidado de no ofender a nadie en Marruecos. Se trata sobre todo de presentar una gran teoría política que nos permita pensar sin jerarquías sobre las relaciones de poder, y cómo los elementos y las lógicas de una y otra forma de entender el poder se entremezclan para la dominación.

El gran mérito de este libro, pues, además de su valor documental e historiográfico, es el de explicar las lógicas de poder detrás de muchos de los capítulos de la historia de Marruecos. Cualquiera que pretenda explicar, o analizar el mundo social y las relaciones de poder en Marruecos debería consultar esta obra, aunque solo sea para cuestionarse sus propios planteamientos.

Blanca Camps-Febrer-Universitat Autònoma de Barcelona

Otro hueso para el perro de la tribu

Sargon Boulus, edición y traducción del árabe de Luz Gómez, Madrid, Ediciones del oriente y del Mediterráneo, 2021 192 pág.

Los lectores de la mejor poesía árabe contemporánea estamos de enhorabuena porque este año han visto la luz dos antologías de una de sus voces unánimemente aclamadas. Junto a esta cuidada edición bilingüe que reseñamos, ha aparecido El humo de la brújula, en traducción de Ahmad Yamani y María Luisa Prieto, para Olifante Ediciones.

Sargon Boulus (1944-2007) nació en Habbaniya, al Oeste de Bagdad, en el seno de la comunidad asiria, una de las civilizaciones más antiguas y perseguidas, incluso a día de hoy. A los 22 años, cruzó a pie el desierto entre Bagdad y Beirut, sin dinero ni pasaporte, con una simple mochila conteniendo una versión inédita en árabe de El rey Lear y un cuaderno de notas y poemas del que nunca dejó de beber. Se frotó bien los ojos llenos de polvo y, sin intención ni opción de regreso, echó a andar por el país de los otros: Nueva York, Atenas, Berlín, pero sobre todo California, donde escribiría y pintaría durante casi media vida y donde hoy reposan sus huesos.

Aunque voluminosos, publicó solo cinco poemarios en vida y uno póstumo. Fue un prolífico traductor de literatura inglesa, particularmente norteamericana, y autor de una colección de relatos. Esta antología de 50 poemas toma el título de su última colección, cuyos poemas representan casi la mitad de esta panorámica. Aquí la lengua árabe se expresa con la mayor economía posible, sin pudor ni timidez, vaciada de su consustancial retórica, destazando la carne de los huesos con el buen hacer de un avezado carnicero, según expresión del poeta. La versión de Luz Gómez tiene la modestia de no temer la literalidad y la valentía de no dejarse arrastrar por el gesto retórico o el falso brillo en castellano. Dejar que el poema actúe por sí mismo es el mejor favor de quien traduce. No es sencillo trasladar el aliento y el tono personal de Boulus, su ritmo propio, ese que nace al escribir y no preexiste a la mano. La traducción, escribe Miguel Casado en La experiencia de lo extranjero, es “un territorio que se define por dejar siempre un resto inexplicado”. Los lectores de traducciones aceptan esa experiencia y el traductor no es sino uno de ellos.

La de Boulus es una poesía que aparentemente no exige esfuerzo al lector pero que encierra tal proceso de elaboración, de condensación y fermentación de la lengua, que puede provocar la parálisis del traductor. Una poesía alejada del surrealismo y la palabrería, una poesía que sugiere, esboza e ilumina más que dice o dibuja. Está hecha de sueños de barro y de infancia, de zigurats que se pierden en las nubes, de mares milenarias que nos aguardan. En su obra está representado lo cotidiano, con toda su sencillez y crudeza: el sacrificio innecesario de un halcón, el castigo físico de un niño, un aborto, la tortura de un cadáver, gente que se mata a trabajar, moliendo pobreza para abastecer el granero del tirano, gente que duerme abrazada a la tierra, después de guerras y bloqueos… Es también una poesía recorrida por símbolos que no conocen fronteras: de Gilgamesh a Gargantúa, de Isis y Don Quijote a Billie Holliday…

En la fragua de la lengua árabe, Boulus cinceló infatigable un modo de decir nuevo, reconocible y propio. Su poesía tiene mucho de asunción irredenta, de clamor atenuado, de genialidad sin arabescos ni alharacas; mucho de esa humanidad de la que siempre andamos necesitados. Sus versos, como tantas veces el arte, tienen la capacidad de hacernos sentir escuchados, de aliviarnos, de sanar incluso. Sargon Boulus, que había nacido de padres analfabetos pero decidió ver el mundo solo a través de las palabras, al final de sus días decía haber encontrado algo más allá del dolor, decía haber logrado algo más que roer los huesos de la historia, decía haber sido y hecho lo que le habría gustado ser y hacer.

Lejos de ver la lengua árabe como una lengua pura inalterada, la ve como una amalgama en la que se asientan en más de un 70% el siriaco (su segunda lengua materna), el arameo e incluso el sánscrito. Al escribir un poema en árabe hace a esta lengua la receptora de todas las lenguas, autores y obras que ha conocido, abriéndola creativamente a nuevas formulaciones idiomáticas. “Hablo todas las lenguas, pero en yiddish”, dijo Kafka. Así Boulus, pero en árabe. Esa fue su meta: hacer avanzar la lengua, hacerlo en silencio, de modo riguroso y constante, casi apartado del mundo. La lengua fue su patria. Lo demás, simples etapas del camino.

Su poesía es heredera de la ruptura formal de Sayyab, del genio innovador de Abu Tammam y bebe en las fuentes de Du Fu, James Joyce, Henry Miller o la generación Beat. No solo fue desde niño un gran lector de poesía traducida, tan “decisiva en el aprendizaje de los poetas”, como dice Carlos Barral en Los años sin excusa, sino que el ejercicio de la traducción al árabe de la literatura en lengua inglesa –incluidos Jalil Yubran o Ethel Adnan–marcó el ritmo de sus días. De hecho, no llamaba versiones a las suyas sino “poemas después del poeta”. Imaginaba cómo sonaría, cómo habría expresado un poeta árabe esa idea, esa emoción, y así lo escribía. Eso le llevó a inventar nuevas mecánicas para traducir los sonetos de Shakespeare, por ejemplo. Esta poética es la propia de su escritura, donde lo capital es el cómo se ha dicho, algo que a menudo ha sido incapaz de comprender la crítica.

Si con sus versos pudiera resumir esta nota, solo quedaría añadir que la vida de Sargon Boulus buscaba un rincón en el que dormir; y su poesía, una hoja blanca en la que las palabras no mientan.

Luis Miguel Cañada-Universidad de Castilla-La Mancha

La terre, l’étoile, le couteau – Le 2 Août 1936 à Alger

Christian Phéline, Chihab Editions, Argel, 2021, 287 pág.

Este libro-investigación arroja luz sobre los pormenores de un episodio que tuvo lugar hace 85 años y aporta una nueva lectura de los hechos históricos tomados de los archivos de la administración, de los informes judiciales y policiales de la época colonial.

Según el autor, esa madrugada del 2 de agosto de 1936 el futuro de la presencia francesa en suelo argelino iba a quedar marcado por un hecho inédito inesperado por los organizadores del acontecimiento y que a los informantes de la policía colonial les pasó inadvertido. El Congreso musulmán argelino –la Federación de los Elegidos, los ulemas, los comunistas y los socialistas– organiza un mitin en el estadio municipal, situado en Belcourt, para informar a los militantes y a la población musulmana del contenido de las conversaciones que acababa de tener con el gobierno en París, en presencia de Léon Blum, jefe del gobierno.

Una personalidad política inesperada desembarca del paquebote “Ville d’Alger”, que recorría la travesía Marsella- Argel: Messali El Hadj, dirigente del partido Étoile nord-africaine, que agrupaba a la emigración magrebí en la metrópolis. Iba acompañado de su mujer, francesa, y de su hijo de seis años. Messali pisa Argel por primera vez y lo único que de él se conoce es su reputación. Un solo hombre le esperaba a su llegada. Antes de celebrar el mitin, el dirigente de Étoile nordafricaine había intentado convencer al Congreso y su presidente Bendjelul de abandonar la perspectiva de la “anexión de Argelia a Francia”, así como la búsqueda “de los derechos en el límite de la Cité francesa”. Tras numerosas negociaciones en vano, propone que se le deje dirigir un breve mensaje de saludo al público. Messali el Hadj improvisa entonces un discurso que contradice sus tendencias asimilacionistas, proclamando alto y claro: “¡Esta tierra no está en venta!”. Unos 15.000 espectadores ocupaban las gradas. Entre vítores y sagarits de las mujeres presentes, pasean a un Messali triunfante tres veces por la pista.

Christian Phéline insiste en lo que confiere a este acto simbólico un carácter fundacional de la lucha nacional: “Por primera vez, el lema de la soberanía se deja oír en un encuentro propio de los musulmanes y de una amplitud de masas sin precedentes”. Con la particularidad de que ninguno “de los miembros del Congreso de 1936 había, en realidad, ni transgredido el marco francés ni previsto la hipótesis de la independencia”. En cambio, Messali abogaba por la necesidad primordial de “la creación de un parlamento argelino, elegido por sufragio universal, sin distinción de raza ni de religión”.

El tercer hecho de esa madrugada fue el asesinato del muftí de Argel, Benali Amor –conocido como Kahul–, apuñalado no lejos de su domicilio, en la baja Casbah. Representante del clero “procolonial”, regresaba, con el apoyo de sus compañeros, de dirigir a París un telegrama destinado a desacreditar a los delegados del Congreso musulmán argelino ante el gobierno. La Administración no tarda en achacar su muerte a una “venganza política” organizada por Cheikh el Okbi, principal figura argelina del reformismo musulmán, y financiada por el comerciante Abbas Turqui, uno de los miembros influyentes del Círculo del Progreso (Nadi Ettaraqui), foro de debates políticos.

Si la información hubiese llegado antes de que acabara el mitin a los responsables del Congreso, ¿habrían conservado tal cual el proyecto de resolución final que, rindiendo “homenaje al trabajo de la Delegación”, exigía “la revocación inmediata de los rebeldes indígenas que han enviado el telegrama a París, con el fin de sabotear las gestiones”?, se pregunta el autor.

La acusación provocadora del gobierno culmina en un desastre político- judicial, en el juicio penal de 1939 que se convertirá en “denuncia pública de los métodos de investigación de la Seguridad”; un juicio valerosamente cubierto en Alger Républicain por el joven Albert Camus. Los dos acusados serán absueltos; los ejecutantes, tres en total, serán condenados a notables penas. Tras consultar a historiadores y leer escritos recientes sobre el verdadero culpable, y una vez examinadas todas la hipótesis, el autor se decanta por la acción aislada de un joven militante impulsivo, conocido en los círculos argelinos y cubierto luego por el silencio, lo que deja el asunto intacto con todo su misterio.

Ni los asimilacionistas, ni los independentistas, y aún menos la administración colonial sabían que esa jornada presagiaba una gran agitación. Ese acontecimiento originó la creación del PPA, partido messalista ganador de las elecciones al cabo de tres años. De este modo, el aprendizaje de las prácticas democráticas se vio prolongado por el MTLD y la UDMA de Ferhat Abbas hasta su adhesión-disolución en el FLN, que declara la lucha armada una década después de los hechos sangrientos del 8 de mayo de 1945.

El autor no se priva de señalar que esa fecha está por explorar y observa que “desde luego, en el propio Argel, memorias, tesis y obras no han dejado de estudiar esa etapa de los años 1930. Sin embargo, la persistencia, hasta nuestros días, de los problemas de legitimidad que genera han dificultado que sus autores se mantuvieran al margen de las diversas presiones apologéticas. En efecto, la partida que se juega entre junio y agosto de 1936 para luego prolongarse hasta la declaración de guerra ha seguido siendo motivo de vergüenza para la mayoría de las fuerzas políticas de la Argelia independiente”.

Christian Phéline, historiador y autor de varias obras sobre causas judiciales durante la ocupación francesa de Argelia, va más lejos en su análisis, y considera: “Un Estado-FLN, forjado bajo un régimen unipartidista y que confiscaba en su propio beneficio la memoria de la lucha nacional, tenía que sufrir los efectos de la evocación precisa de semejante episodio histórico. Y es que, mucho antes del periodo que supuestamente arrancó el 1 de noviembre de 1954, se da a la vez un gran vigor pluralista de la expresión de la población musulmana, unmodo de reagrupación que respeta las diversas fuerzas políticas existentes y la expresión pública de un primer partido organizado según la perspectiva independentista.”

El autor va aún más allá, al afirmar que la leyenda oficial, que privilegia los lejanos hechos de armas del emir Abdelkader o de Cheikh el Mokrani en la insurrección de 1871, pasa por alto toda la experiencia política de movilización y de organización acumulada por las primeras fuerzas de origen musulmán, a través de los “Jóvenes- Argelinos” de antes de 1914, en torno al emir Jaled transcurrido el 1919, y a partir de los años treinta y cuarenta en el movimiento messalista.

A modo de epílogo, Christian Phéline evoca con interés admirado la capacidad de los jóvenes argelinos de hoy, “Les Ouled el Bahdja” (Los Hijos de la Radiante) de juntarse para reivindicar sus derechos legítimos, pese a sus diferencias políticas e ideológicas, aspirando con voluntad pacífica a una “segunda independencia”. ¿Quién va a negar que el Hirak, ese movimiento de llamada a la democracia, nació en las gradas de los estadios? ¿Que el estribillo paródico “La Casa de la Mouradia”, así como “La libertad, a nosotros no nos da miedo…”, se han convertido en el himno de las movilizaciones surgidas el 22 de febrero de 2019? ¿Acaso todo eso no se hace eco de lo que ocurrió ese 2 de agosto de 1936 para hacer valer el derecho y el poder de la mayoría?

Sadjia Guiz–periodista–Argelia

Mi hogar es cualquier parte

Carla Fibla García-Sala, Editorial Libros.com, Madrid, 2021 446 pág.

Con Mi hogar es cualquier parte, la periodista Carla Fibla nos invita a pensar en el “Otro” y en el concepto de hogar a partir de una aproximación que sitúa a las personas en primer plano. Personas que han emprendido un trayecto migratorio, que han dejado atrás un hogar, con la esperanza de poder construir uno nuevo en la sociedad que los acoge. Una propuesta coherente con la trayectoria de Carla Fibla que parte de una lógica clara: cuanto más conozcamos a las personas que consideramos “Otros”, más cercanos nos serán. Por consiguiente, desaparecen los prejuicios, con ello el rechazo hacia el “Otro” y esto facilitará la construcción de este nuevo hogar. Hay un hilo conductor que une este libro con una obra anterior, Mi nombre es nadie (elaborado con el periodista Nicolás Castellano) donde el testimonio en primera persona nos acercaba al trayecto migratorio.

Es importante seguir la propuesta de lectura que hace la autora al principio del libro, puesto que no es necesario leerlo ordenadamente, sino que el lector puede dirigirse a uno u otro capítulo según sus prioridades. El contenido, sin embargo, sí sigue una lógica. Desde un foco amplio donde se explica el fenómeno migratorio en España y su evolución en los últimos años, este se va cerrando para aproximarnos a personas, experiencias, testimonios etc. Todo ello para hacernos presente la mirada de estas personas que buscan construir un nuevo hogar en el país que los acoge y cómo, para ello, es preciso que haya un proceso de reconocimiento e interactuación con la sociedad de acogida.

La autora también nos hace partícipes del proceso de elaboración del libro. Nos remite a la bibliografía, la información, los pensamientos, las ideas y las reflexiones que se acumulan en los libros que ha ido leyendo durante años, y que acumulan un conocimiento al que ha recurrido para tejer la presente obra. Desde la biblioteca a las estanterías de su casa ha recopilado y recuperado una bibliografía para tener una buena base sobre el concepto del “Otro” y de los movimientos humanos y lo que ello conlleva, sobre todo el hecho de abandonar el hogar, los dos conceptos centrales del libro. En este sentido, nos habla de dos libros que la acompañan, uno de Fatima Mernissi y otro de Ryszard Kapuscinski, que refuerza esta invitación y además nos impulsa la curiosidad de seguir estos temas más allá de la lectura de Mi hogar es cualquier parte.

El libro se abre con una larga conversación precisamente con Nicolás Castellano, que permite unir, tras 15 años, con Mi nombre es nadie que mencionábamos antes y que se centraba en el trayecto migratorio, mientras que Mi hogar es cualquier parte se centra en el proceso de acomodación, convivencia e incorporación en el país donde ha finalizado este trayecto migratorio.

Destacan también las distintas reflexiones alrededor del concepto del “Otro”, cómo este se desarrolla en nuestra sociedad actual y su impacto para reconocer, incorporar e interactuar con estas personas (a quién se consideran “Otros”) y sus hogares. Un concepto que desde antiguo ha ido ligado al extraño, al extranjero, al que suele rechazarse y sobre el cual se desarrollan temores y se le asignan actitudes preconcebidas. Una frase resume la importancia de replantearnos la interacción con el “Otro” y así llegar al necesario reconocimiento mutuo: “La exclusión de hoy es el conflicto de mañana”.

“Lugares en casa o lejos de casa”, con este título se adentra la autora en el concepto de hogar, cómo se construye y qué importancia tiene. Aquí se da voz a expertos, activistas, periodistas, colectivos, asociaciones y personas que nos acercan lugares y testimonios para poder captar en primera persona y en toda su complejidad no solamente los elementos que hay alrededor de la idea de hogar, sino también de las migraciones y el hecho de que las personas cambian con el trayecto migratorio, a la vez que los espacios que reciben estas migraciones también cambian y se enriquecen.

La última parte reúne reportajes y experiencias colectivas, dibujando una rica geografía de lugares, nombres e iniciativas que plasman de manera práctica muchos de los conceptos acumulados a lo largo de las páginas, y que nos acercan a este proceso de “construcción del hogar y las dificultades para sentirse en él” que no es sino la principal idea de fondo que movió a Carla Fibla a elaborar este libro.

Xavier Aragall–IEMed