Éste es el primer número de Quaderns de la Mediterrània que tengo el honor de presentar como director general del Instituto Europeo del Mediterráneo. Aparte de rendir el debido y justo homenaje a Senén Florensa por su trabajo al frente de la institución y en relación con Quaderns, quisiera también agradecer la constante e inteligente dedicación de Maria Àngels Roque y todo su equipo a una publicación que ha logrado reflejar las inquietudes y los temas que ocupan y preocupan a quienes estudian y quieren el Mediterráneo.
Este 2011 será recordado como el año de las transiciones en el mundo árabe. Las revoluciones, las reformas y, desgraciadamente, también las represiones, han constituido las tres respuestas a las demandas y aspiraciones sociales de unos países que, en su mayor parte, han atravesado la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo XXI con una sorprendente y a veces engañosa estabilidad.
En efecto, por debajo de la política, por debajo de la rocosa estabilidad de los regímenes autoritarios, el caudal de la corriente de las sociedades árabes mediterráneas no se detenía. Sociedades que otrora fueron mayoritariamente rurales y hoy tienen elevadas tasas de población urbana; sociedades demográficamente débiles con altos índices de mortalidad infantil, que son hoy sociedades con una gran densidad de población; sociedades iletradas, ahora mucho más alfabetizadas; economías dominadas por el sector público en los años cincuenta, que han hecho o están haciendo una transición hacia economías de mercado; sociedades en las que la mujer no tenía ningún lugar fuera del ámbito familiar transformadas en sociedades con una creciente participación de la mujer; y finalmente, sociedades jóvenes, muy jóvenes, con una media de edad de 25 años, inquietas por su futuro, decepcionadas con sus gobernantes, conectadas con el mundo, conscientes de que se requieren cambios.
Decía Fernand Braudel que los cambios experimentados por Europa durante 200 años estaban ahora afectando al mundo árabe en el espacio de una sola generación. Pues bien, al final estos cambios sociales han tenido su inevitable reflejo en las estructuras políticas, de manera que la placa tectónica de la política deberá ponerse al mismo nivel que la placa tectónica de la sociedad y la economía. Los temblores sociales y políticos han sido el resultado de esa inadecuación que llevaba años produciéndose.
Si debemos resumir lo sucedido en el mundo árabe en estos últimos meses podríamos hacerlo mediante cuatro factores clave: redes, jóvenes, mujeres e islamistas. Los tres primeros han sido los protagonistas del cambio, mientras que los últimos van camino de convertirse en los beneficiarios de ese cambio, capitalizando la insatisfacción social y asegurando que la religión y la tradición tienen respuestas, algunas respuestas, para hacer frente a los desafíos de una transformación social sin precedentes. De estos cambios, y de los actores del cambio, se habla en los artículos de Mohamed Kerrou sobre Túnez y de Randa Achmawi sobre el papel desempeñado por las mujeres en las revoluciones árabes.
Pero no sólo de actualidad vive el Mediterráneo. Nuestro dossier para este número se ocupa del desafío ecológico y el papel de la cultura, de la neo-ruralidad y el regreso a la tierra, de los recursos pesqueros, de la gestión del agua y sus implicaciones políticas y sociales. Son cuestiones de largo alcance, cuestiones que van a decidir el futuro del Mediterráneo más aún que el resultado coyuntural de unas elecciones o del estado de opinión en un país de la ribera sur de nuestro mar común. El Mediterráneo es un gran escenario del cambio climático y sus profundas implicaciones ecológicas: escasez de recursos, degradación de los hábitats naturales, empobrecimiento de la diversidad, desertificación, etc. Estamos, quizás, ante el gran desafío del siglo XXI: garantizar la habitabilidad de nuestro planeta y hacer posible una utilización racional, sostenible, solidaria y justa de nuestros recursos y nuestro patrimonio natural.
Eso nos lleva a una cuestión clave: la exigencia de impulsar una gestión, una gobernación regional del Mediterráneo. Sin la colaboración de todos los países y actores, el Mediterráneo podría no ser sostenible. Necesitamos esa cooperación regional para abordar juntos todos los temas que tienen una dimensión transnacional. Deberíamos empezar por la gobernación ecológica, ya que el cambio climático o la polución no se detienen en las fronteras de ningún país. Tampoco debemos olvidar la paz y la seguridad, la integración regional como instrumento de progreso y democracia, el agua, la energía, los transportes. Todos ellos son temas prioritarios de la Unión por el Mediterráneo, la cual necesita un impulso decisivo para obtener herramientas que la saquen de sus dudas actuales. Sólo así podrá tratar, conjunta y solidariamente, cuestiones básicas para que el Mediterráneo sea un espacio de cultura e historia, pero también de futuro y esperanza para las generaciones futuras.
Quaderns de la Mediterrània quiere ser, precisamente, un espacio de reflexión para estas cuestiones en el que, entre todos, podamos abordar con un cierto rigor intelectual los desafíos del Mediterráneo. Un Mediterráneo de una gran riqueza y complejidad que supone, para aquellos que lo habitan, su espacio vital, su espacio geopolítico y su horizonte cultural.