Presentación

Senén Florensa

Director general del Instituto Europeo del Mediterráneo

2008, Año del Diálogo Intercultural Europa-Mediterráneo, finaliza con la proclamación de Barcelona como sede de la secretaría de la Unión por el Mediterráneo. La ciudad, que con su nombre y su impulso simboliza desde 1995 la cooperación euromediterránea, pasa a contar con un organismo internacional que la convierte de facto en capital del Mediterráneo. Es el reconocimiento a una larga historia y a un esfuerzo continuado desde que iniciara el denominado Proceso de Barcelona en 1995. Su implicación euromediterránea desde entonces es indiscutible. Desde aquí se impulsaron  saltos cualitativos cruciales para las relaciones y la cooperación entre europeos y mediterráneos. El impulso de Barcelona y de España fue clave en 1995, volvió a serlo durante la presidencia española de la Unión Europea en 2002 y, de nuevo, en la cumbre euromediterránea de Barcelona en 2005. En esta tesitura, confiamos en que, con el apoyo de todos los socios euromediterráneos, en 2010, año en que España albergará la presidencia de la Unión Europea, superemos el bache actual de la economía y consigamos un diálogo más efectivo enmarcado en el nuevo paradigma multipolar.

Que exista la UpM es positivo, y positiva es también la nueva estructura creada, con cumbres bianuales y Secretaría, pero estamos lejos de resolver, de un plumazo, todos los temas que la asociación euromediterránea tenía planteados. Y ahí es donde Barcelona puede marcar la diferencia. La Secretaría de la UpM tiene, en principio, una misión técnica de preparación, seguimiento e impulso de los proyectos aprobados por las Cumbres o las Conferencias Ministeriales. Ahora bien, con sede en una ciudad y en un país que creen firmemente en el proyecto mediterráneo, con el apoyo de todos sus niveles de gobierno y de una sociedad civil comprometida, esta nueva Unión tendrá un desarrollo más amplio y dinamizará de forma mucho más activa proyectos de alcance euromediterráneo. Con sede en Barcelona, se reforzarán el diálogo y la cooperación. La implicación e impulso de Barcelona harán realidad el sueño de la UpM, sueño que describe en estas páginas Andreu Bassols mediante un original ejercicio de política-ficción que marca una serie de retos comunes. Estos retos consisten en conseguir la paz, la democratización, la transición social y demográfica, el empleo, el desarrollo sostenible o la seguridad colectiva. Todo ello hace que la profunda implicación de la Comisión Europea y de de todos los países miembros en el Proceso de Barcelona no sea simplemente una cuestión de cortesía o de solidaridad con los europeos del Sur: la estabilidad y el progreso económico del Mediterráneo interesan a toda la UE tanto como a los europeos ribereños. Esto es todavía más evidente para los aspectos más sensibles de la agenda mediterránea: los flujos migratorios, los problemas del diálogo cultural, el fenómeno del terrorismo… afectan directamente a toda Europa y sus ecos alcanzan el mundo entero.

El Proceso de Barcelona no es el instrumento para conseguir la paz en Oriente Próximo, pero sí puede mejorar, y lo hace, las condiciones de base económicas, sociales, políticas y educativas que son un requisito para avanzar hacia un futuro entendimiento. El Proceso de Barcelona es, además, y no por casualidad, el único ámbito en el que se encuentran y participan regularmente israelíes y árabes junto con europeos. En ningún otro ámbito, fuera del euromediterráneo, está teniendo lugar esa progresiva confraternización entre organizaciones oficiales o civiles israelíes y del mundo árabe.

Si de verdad quiere poner al Mediterráneo en el centro de sus prioridades, Europa debe ofrecer un avance sustantivo en la profundización del Partenariado. Cuando se afirma que el Proceso de Barcelona ha fracasado por ser demasiado ambicioso, se ignora que justamente se denomina proceso porque se trata de un proyecto de modernización social. Y en todo proceso de modernización social, por desgracia, los efectos no se miden por años, sino por generaciones.

Para la modernización social se requiere un esfuerzo mucho más intenso, profundo y continuado en el tiempo. Para ayudar desde fuera hace falta dinero, pero además se requiere asistencia técnica, ayuda personalizada sobre el terreno, people to people, implicación con los gobiernos y, sobre todo, con la sociedad civil, como apunta en su artículo el profesor Bichara Khader. Así, las prioridades de la UpM deben ser, en primer lugar, la gestión de la movilidad humana en el Mediterráneo y, en segundo lugar, la resolución de conflictos a fin de lograr la integración regional, un verdadero espacio euromediterráneo.

En este contexto, los jóvenes, a los que dedicamos el dossier de este número de Quaderns de la Mediterrània, juegan un papel fundamental, ya que pueden servir de puente entre las dos orillas del Mediterráneo, con una clara proyección a un futuro igualitario, donde las culturas de la región se conozcan y se respeten en un enriquecimiento mutuo. En este sentido, la Unión por el Mediterráneo manifiesta específicamente que la estrategia euromediterránea en relación con la cultura tiene uno de sus ejes principales en el reconocimiento de la importancia del diálogo entre culturas.Y en este marco, los jóvenes, sus sueños, realidades, potencialidades y acciones pueden abrir nuevas vías de resolución y prevención de nuevos conflictos, que son muy difíciles de desarrollar desde otros ámbitos. En la misma línea se sitúa el llamamiento de la Alianza de Civilizaciones a todos los que creen en construir más que en destruir, los que consideran la diversidad un medio de progreso más que una amenaza y los que creen en la dignidad de la persona y de la condición humana más allá de las diferencias de religión, raza y cultura. La Unión Europea, por su parte, trabaja en el ámbito de la juventud desde su programa Euromed Youth que, a través de iniciativas y actividades destinadas a los jóvenes, fomenta la movilidad y la ciudadanía activa, la educación y la formación, el entendimiento mutuo entre los jóvenes, así como entre las organizaciones de apoyo a la juventud.

Solo en esta vía de esfuerzo y participación es posible encauzar una nueva creatividad política, que sea capaz de construir más y mejores alianzas, comunidades, estrategias e instrumentos compartidos para así hacer del Mediterráneo un espacio compartido de intercambio, encuentro, progreso y creación.