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Co-edition with Estudios de Política Exterior

Palestina, Israel y Egipto tras la ‘Primavera Árabe’
Los cambios en el mundo árabe suponen un estímulo para los palestinos, al tiempo que han hecho surgir un movimiento de protesta en Israel.
Joel Beinin
El Movimiento Juvenil 15 de Marzo, cuyo nombre procede de las manifestaciones que tuvieron lugar ese día en Cisjordania y en la Franja de Gaza para exigir un acuerdo entre Al Fatah y Hamás, es la expresión palestina más clara de la Primavera Árabe de 2010 y 2011. Al día siguiente, el líder de Al Fatah, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, anunció su voluntad de viajar a Gaza a fin de mantener conversaciones con Hamás para llegar a un acuerdo.
El 4 de mayo se firmó un pacto de reconciliación en El Cairo. La puesta en práctica del acuerdo entre Hamás y Al Fatah se ha paralizado porque Abbas insiste en mantener a Salam Fayad como primer ministro de la ANP. Hamás cree que Fayad es demasiado sumiso a Israel y a Occidente. Abbas considera que la credibilidad internacional de Fayad, que proviene de su doctorado en Economía de la Universidad de Texas, su experiencia profesional en el Banco de la Reserva Federal de Saint Louis y en el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de que desde 2007 ha logrado crear una economía aprobada por el FMI y el Banco Mundial en Cisjordania, aumenta la viabilidad de su plan para solicitar la admisión de Palestina como Estado miembro de la ONU en septiembre. De hecho, Abbas ha adoptado la estrategia de Fayad de establecer un Estado palestino de facto creando instituciones que promueven la seguridad, la buena gobernanza y una economía de libre mercado.
Cambio en el equilibrio de fuerzas regional
A pesar de que su aplicación se encuentra en un punto muerto, el acuerdo entre Hamás y Al Fatah es uno de los varios indicios de la modesta, pero significativa, reorientación de la política exterior egipcia desde la destitución del expresidente Hosni Mubarak. El régimen de Mubarak era el país árabe que más apoyaba a Abbas y a su partido Al Fatah. Su exjefe de la inteligencia militar, Omar Suleiman, trató de presionar a Hamás para que firmase un acuerdo favorable a Al Fatah. Egipto también ha abierto el paso fronterizo de Rafah hacia la Franja de Gaza, aunque de manera irregular y con unas restricciones que confinan indefinidamente a muchos habitantes de Gaza en su cárcel al aire libre. En febrero de este año, dos buques de guerra iraníes cruzaron el Canal de Suez, los primeros desde 1979.
La indignada reacción israelí estuvo en consonancia con su campaña para incitar a la histeria mundial anti-iraní. En abril, Egipto anunció su voluntad de reanudar las relaciones diplomáticas con Irán. Estas medidas simbólicas cambiaron ligeramente el equilibrio de fuerzas regional, que el gobierno israelí de extrema derecha de Benjamín Netanyahu encuentra intolerable. La revelación de los Informes de Palestina por parte de Al Yazira confirmó que los negociadores de la ANP, presionados por Estados Unidos, ofrecieron al gobierno del exprimer ministro israelí, Ehud Olmert, concesiones que iban mucho más allá del consenso nacional palestino. Sin embargo, no fueron suficientes para llegar a un acuerdo. Por eso, además de por las presiones regionales árabes y palestinas, Abbas trató de reconciliarse con Hamás porque no podía llegar a un acuerdo de paz negociado con unas condiciones que ningún palestino aceptaría.
El papel de Al Yazira pone de relieve la reafirmación de una dimensión panárabe en la política de Oriente Próximo. El nuevo panarabismo tiene su origen en unas realidades culturales históricas y contemporáneas de las que la más importante es un idioma árabe estándar común (fusha). Esto permite que los canales de televisión por satélite panárabes hagan llegar a decenas de millones de hogares árabes unas odiadas noticias sobre políticas occidentales en Palestina, Irak y Afganistán. El nuevo panarabismo ni está políticamente unido, ni trata de estarlo, a diferencia del de los años cincuenta y sesenta. La televisión por satélite transmite el mensaje de los “nuevos predicadores” del islam suní, de los cuales los más populares son el egipcio Amr Jaled, en gran medida apolítico, y el carismático líder del partido Hezbolá de Líbano, Hasan Nasralá.
El Movimiento Juvenil 15 de Marzo y varios comités populares de Cisjordania convocaron una manifestación en el puesto de control de Qalandiya entre Jerusalén y Ramala el 15 de mayo, día del aniversario de la creación del Estado de Israel o Día de la Nakba (catástrofe). Cuando cerca de 1.000 manifestantes se aproximaron al puesto de control, los soldados israelíes dispararon numerosas descargas de gases lacrimógenos. Cerca de un centenar de personas resultaron heridas por su inhalación y por el impacto de balas de metal revestidas de goma. Ese día también se celebraron manifestaciones en Jerusalén Este, Hebrón y Al Walaya, un pueblo en la periferia sur de Jerusalén cuyas tierras (pero no sus habitantes) se encuentran en vías de ser anexionadas por Israel.
El ejército israelí, sorprendido por las manifestaciones del Día de la Nakba, en las que los palestinos trataron de cruzar la frontera para “volver” de la Franja de Gaza, de Siria y de Líbano, respondió de forma especialmente brutal. Al menos 15 personas resultaron muertas por los disparos. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que gobierna Egipto impidió que los manifestantes alcanzaran el paso fronterizo de Rafah, alegando que la reorientación de la política exterior egipcia cortaría de raíz cualquier enfrentamiento directo con Israel.
Las manifestaciones palestinas pacíficas organizadas por comités populares en los pueblos, en las que participan centenares de jóvenes en su mayoría israelíes, no son consecuencia del Despertar Árabe, aunque las ha fomentado. La lucha popular en la que participan hombres y mujeres palestinos de todas las edades, a diferencia de la lucha armada, ha sido la estrategia principal de la campaña contra el muro de separación, el 85% del cual se encuentra dentro de la Línea Verde, que Israel construye desde junio de 2002. En 2004, el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó que “la construcción del muro y su régimen asociado [confiscaciones de tierras, asentamientos] eran contrarios al derecho internacional”. Israel ha devuelto algunas de las tierras confiscadas en Budrus, Bil‘in y varios pueblos al oeste de Jerusalén. Pero el muro, aunque inacabado, permanece en pie.
El 15 de julio, 2.500 israelíes y palestinos se manifestaron en Jerusalén para apoyar la campaña en favor del ingreso de Palestina en la ONU. La manifestación, que discurrió desde la Puerta de Yaffa hasta Sheij Yarrah, se celebró en su totalidad en Jerusalén Este. Esto y el hecho de que los organizadores prohibieran las banderas israelíes, que el “bando pacifista” sionista exhibe tradicionalmente para resaltar sus credenciales patrióticas, dieron un sabor árabe a la ocasión. Sin embargo, no más del 10% o 15% de los participantes eran palestinos (habitantes de los barrios de Jerusalén Este de Silwan, Isawiyya y Sheij Yarrah, así como ciudadanos israelíes palestinos de Yaffa, Ramle, Taibe, entre otros lugares).
La manifestación fue organizada conjuntamente por comités populares palestinos y grupos vecinales de Jerusalén, y por Solidaridad, una organización relativamente nueva surgida de la lucha de los palestinos, israelíes y organizaciones internacionales para evitar que los colonos judíos desalojaran a familias palestinas de Sheij Yarrah en 2009. Veintiocho familias palestinas, con la colaboración del gobierno de Jordania y de la ONU, renunciaron a su condición de refugiados a cambio de viviendas en Sheij Yarrah. Después de que Israel ocupara Jerusalén Este en 1967, los tribunales israelíes admitieron las demandas de organizaciones judías que afirmaban que sus escrituras otomanas del siglo XIX, de dudosa autenticidad, establecían que las viviendas eran de su propiedad.
Las leyes israelíes impiden que los palestinos reclamen la propiedad de sus antiguas propiedades en Israel, aunque dispongan de escrituras válidas. Solidaridad incluye a ciudadanos israelíes tanto judíos como palestinos y trabaja estrechamente con comités vecinales en el Jerusalén Este árabe. La manifestación del 15 de julio, la más importante en Jerusalén en los últimos tiempos, fue considerada un éxito por los organizadores y participantes. Los miembros de Solidaridad esperan que la acción conjunta continúe y están preparados a seguir el ejemplo del Movimiento 15 de Marzo en la organización de una acción popular paralela a la solicitud de ingreso en la ONU presentada por la ANP. Pero el Movimiento 15 de Marzo es un fenómeno nuevo y su joven liderazgo todavía no tiene un programa o una estrategia claros. Además, su base se encuentra entre los jóvenes cosmopolitas de Ramala cuyos puntos de vista y experiencias vitales son muy distintos de los de la mayoría de los habitantes de Cisjordania.
Egipto e Israel: modelos neoliberales
La Primavera Árabe puede tener un impacto sorprendente, aunque indirecto, sobre la política israelí. El 14 de julio, un gran número de jóvenes israelíes acamparon a lo largo del bulevar Rothschild, la calle más moderna del centro de Tel Aviv, para protestar por el elevado coste de la vivienda. Los precios son un 20% más altos que hace un año. Un piso pequeño en Tel Aviv está muy lejos del alcance de la mayoría de los jóvenes y los alquileres son desorbitados. El campamento en el bulevar Rothschild disparó la imaginación de los jóvenes israelíes.
En los días siguientes se produjeron acciones parecidas en más de media docena de ciudades, desde Kiriat Shmona, en el Norte, hasta Beersheba, en el Sur. El 23 de julio, decenas de miles de personas participaron en una marcha de antorchas muy combativa en Tel Aviv. Los manifestantes coreaban: “Viviendas decentes, precios razonables”, “El poder para los ciudadanos” y “Esta generación exige viviendas”. Algunos pedían la dimisión del primer ministro Netanyahu. Eran exigencias parecidas a las planteadas por los árabes a sus líderes durante 2011. En los días siguientes se produjeron manifestaciones y sentadas exigiendo “justicia social” –una consigna destacada en la plaza Tahrir de El Cairo– en Jerusalén y otras ciudades. Durante la primera semana de las protestas, uno de los manifestantes del bulevar Rothschild le dijo a un periodista de la radio israelí Channel 2: “Tenemos que hacer lo que hicieron en Egipto. Yalla, tahrir, yihad”.
El hecho de que un israelí de clase media sugiriera, aunque solo fuera un exceso retórico, que este movimiento tenía algo que aprender de un fenómeno político árabe resulta asombroso y no tiene precedentes, por no hablar del uso de la palabra extremadamente provocadora, yihad. La plaza Tahrir lleva ocupada desde el 8 de julio y el bulevar Rothschild desde el 14 de julio. Los manifestantes de ambas ciudades tienen algo en común, aunque normalmente queda eclipsado por el conflicto árabe-israelí. En Egipto, al igual que en Marruecos, Túnez y Jordania, la Primavera Árabe es en parte una rebelión contra el modelo de desarrollo neoliberal, aunque rara vez se nombra.
De forma parecida, la crisis de la vivienda en Israel es un síntoma de las políticas neoliberales, especialmente la bajada del tipo de interés: ha pasado del 4% en agosto de 2008 al 0,5% en el periodo de abril a agosto de 2009 como respuesta a la recesión económica causada por la crisis financiera mundial. La falta de regulación y el recorte de los tipos de interés para fomentar la inversión –típicas políticas neoliberales– produjeron una burbuja especulativa.
Todos los gobiernos israelíes desde 1985, el régimen de Mubarak desde 1991 y la ANP desde 2007, han adoptado políticas económicas neoliberales promovidas por EE UU, el FMI y el BM. Egipto e Israel se consideran un éxito según los criterios neoliberales. Sus economías, así como la de Cisjordania, han experimentado un crecimiento considerable desde mediados de la década de 2000. Pero el crecimiento no ha reducido significativamente un índice de pobreza que alcanza el 20% en Egipto y el 25% en Palestina (18,3% en Cisjordania y 38% en Gaza), ni ha moderado la brecha cada vez mayor que separa a los más ricos de los más pobres.
La pobreza en Egipto y Palestina no es una novedad. Pero es menos conocido que en Israel más de un tercio de la mano de obra gana el salario mínimo, 4.100 shekels (unos 833 euros) al mes, y cerca de una cuarta parte de la población (en su mayoría ciudadanos árabes y judíos ultra-ortodoxos) vive por debajo del umbral de pobreza. El 40% de los pobres tienen un empleo. Al igual que en EE UU, capital del neoliberalismo, en Egipto, Israel y los Territorios Palestinos Ocupados la riqueza se encuentra muy concentrada. Según las estadísticas más recientes del CIA World Factbook , el índice Gini de desigualdad (en una escala de 0 a 100, cuanto mayor es el número, mayor es la desigualdad) era de 45,2 en EE UU, 39,2 en Israel y 34,4 en Egipto.
Los ingresos medios del 10% de la población más rica de EE UU son 15,9 veces los del 10% más pobre, 13,4 en Israel y ocho en Egipto. No hay estadísticas disponibles para Palestina desde que Fayad adoptara la estrategia neoliberal. Pero Ramala exhibe descaradamente una concentración de inversiones de capital de lujo que no tiene parangón en ningún otro lugar de Cisjordania o Gaza. En Egipto hay menos desigualdad que las otras “estrellas” regionales árabes del FMI, Jordania, Túnez y Marruecos. EE UU e Israel se encuentran entre las economías capitalistas desarrolladas con más desigualdad. Por desgracia, los orígenes comunes de su grave situación económica no unirán a los pueblos de Israel, Egipto y Palestina.
La mayoría de los egipcios rechazan la idea de que tienen algo en común con los israelíes. Puede que, aunque se muestren reacios a admitirlo, la gran mayoría de los israelíes que ocupa el bulevar Rothschild sepa que el excesivo coste del proyecto de los asentamientos subvencionado por el gobierno en Cisjordania y Jerusalén Este agrava sus problemas económicos. Y no se plantearon la posibilidad de pedir una disminución del presupuesto militar porque, como muchos israelíes, creen que su existencia se encuentra eternamente amenazada. Por consiguiente, puede pasar mucho tiempo antes de que convenzan u obliguen a un número significativo de israelíes a abandonar su proyecto de asentamiento colonial y compartan la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo con los palestinos sobre una base de igualdad.
Es más probable que los palestinos, especialmente los ciudadanos árabes que constituyen el 20% de la población israelí, se den cuenta de que su futuro está vinculado al de los judíos israelíes, cualquiera que sea la forma política que éste pueda adoptar. El intento de la ANP de convertirse en miembro de la ONU se basa en gran medida en la fructífera gestión por parte de Fayad de un resurgimiento económico neoliberal muy limitado y territorialmente circunscrito.
Este proyecto es popular, sobre todo en el norte de Cisjordania, porque ha mejorado la seguridad y las infraestructuras y ha proporcionado empleos, aunque concentrados de forma desproporcionada en las nuevas fuerzas de seguridad conocidas como Brigada Dayton, por ser el nombre de la primera persona que las formó, el general americano Keith Dayton. Según un sondeo de opinión llevado a cabo por teléfono entre abril y mayo de 2010, el 82% de los palestinos en Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza creía que las políticas de Fayad “beneficiaban a los intereses palestinos” y el 72% pensaba que “sería capaz de ser el nuevo presidente”. Sin embargo, el 54% creía que su plan para conseguir la condición de Estado mediante el desarrollo económico no tendría éxito.
Al Nabi Salé, ejemplo de resistencia
La incesante expansión de los asentamientos israelíes es el principal obstáculo para que Palestina se convierta en un Estado y prácticamente ha echado por tierra la solución de dos Estados. El microcosmos de Al Nabi Salé, un pueblo situado a unos 30 kilómetros al noroeste de Ramala, es representativo del proceso. Desde diciembre de 2009, el comité popular de Al Nabi Salé organiza todos los viernes manifestaciones para frenar la expansión del asentamiento de Halamish, que ni siquiera está autorizado por las autoridades israelíes. Las manifestaciones empezaron después de que los colonos expropiaran una fuente natural en las tierras de Al Nabi Salé. Al cabo de varias semanas, los colonos de Halamish quemaron 150 olivos de Al Nabi Salé cerca de la fuente.
El muro de separación no pasa cerca de Al Nabi Salé y por eso no es un tema urgente. Los objetivos directos de las manifestaciones son la ocupación y el proyecto de los asentamientos. Según un agente de seguridad jubilado palestino que vive en Al Nabi Salé y que trabajó en coordinación con sus homólogos israelíes, las autoridades militares israelíes los consideran un problema grave que deben solucionar. Todos los viernes, el ejército israelí asedia el pueblo y lo convierte en una zona militar sin restricciones para el uso de gases lacrimógenos, de granadas detonadoras, de bombas fétidas y de balas de metal revestidas de goma. Más de 120 habitantes del pueblo han sido hospitalizados con heridas graves.
Los estudiantes de la Universidad de Bir Zeit y jóvenes de Ramala, entre los que se incluyen seguidores del Movimiento 15 de Marzo, acuden a menudo a las manifestaciones de Al Nabi Salé. En la del 22 de julio, varios de ellos afirmaron que el intento de la ANP por convertirse en miembro de la ONU tenía poca importancia, tanto si llegaba a buen puerto como si no. Una estudiante palestina de una excelente universidad americana que estaba pasando las vacaciones de verano en casa, insistía categóricamente: “Es un intento desesperado de la ANP ilegítima”. Aunque reconoce que el Movimiento 15 de Marzo no tiene una estrategia alternativa, cree que los palestinos obtienen fuerza de la Primavera Árabe. “Sentimos que ahora tenemos apoyos”, afirmaba.