Orientalismo y postorientalismo. Diez años sin Edward Said

Patricia Almarcegui

Escritora y profesora de literatura comparada

La publicación en 1978 del libro Orientalismo, de Edward Said, supuso una renovación en el mundo de los estudios literarios y culturales. El autor, que vivió y creció en dos colonias británicas, Palestina y Egipto, y cursó sus estudios universitarios en Estados Unidos (donde residió la mayor parte de su vida), denunciaba en esta obra los estereotipos con los que Occidente define y condiciona su mirada a Oriente. Así, este acaba convertido en un ente homogéneo e inamovible. A lo largo de los años, la herencia innegable de esta obra se ha enriquecido con numerosas revisiones críticas que apuntan, básicamente, la paradoja en torno a la cual se construyó. Esta paradoja conduce a la ambivalencia del binomio Oriente-Occidente, y es fruto de la separación poscolonialista de ambas categorías. Ahora que se cumplen diez años de la muerte de Edward Said y muchos países aún se encuentran inmersos en sus primaveras árabes, es necesario superar esta dicotomía y redefinir el espacio mundial para adaptarse a los nuevos acontecimientos.  


En 2004 moría Edward Said, catedrático de Literatura Inglesa y Comparada de la Universidad de Columbia, en Nueva York, desde 1977. Conocido sobre todo por su libro Orientalism (1978)[1], fue uno de los críticos literarios y culturales más destacados de Estados Unidos. Sus escritos sobre Oriente Medio y la relación con Occidente tuvieron una gran influencia en disciplinas científicas, como la lengua inglesa, la historia, los estudios culturales, la antropología y las ciencias políticas. Said combinó su trabajo académico en el campo de la cultura, las artes y la crítica humanista con un papel activo públicamente, como crítico de ópera, especialista de los medios de comunicación, publicista y asesor político. Realizó estas últimas actividades siguiendo lo que habían hecho los filósofos franceses de finales de los años setenta del siglo XX, cuyos textos nadie supo asimilar e incorporar a su trabajo mejor que los comparatistas norteamericanos. En el mundo académico de este país, los estudios poscoloniales se han convertido en un método comparado y los estudios franceses han devenido transnacionales.

 Said nació en Jerusalén, creció en El Cairo, donde estudió en el Colegio Victoria y, después, en la escuela Mount Hermon de Massachusets. Se licenció en Literatura Inglesa en la Universidad de Princeton y defendió su tesis de coctorado, Joseph Conrad and the Fiction of the Autobiography (1966) en la misma especialidad en la Universidad de Harvard. A pesar de su trayectoria intelectual, avalada por la publicación de más de quince libros, entre los que siguen destacando Beginnings (1975)[2], The World, the Text and the Critic (1983)[3] y Culture and Imperialism (1993)[4], se le recuerda más por su defensa de la causa palestina. Primero como miembro del Parlamento en el exilio de 1977 a 1991, más adelante por desmarcarse de Yasir Arafat y terminar defendiendo un Estado binacional. 

Estas páginas intentan realizar una revisión del orientalismo a partir de los últimos cambios habidos en la literatura comparada, los estudios culturales y los acontecimientos políticos.

 La publicación de Orientalism en 1978 agitó el campo de los estudios comparados en Estados Unidos. El libro analizaba y denunciaba la forma en que los escritores occidentales habían representado a Oriente. Con sus obras, se había configurado el conocimiento del Otro, en realidad fruto de una construcción. Oriente no era un objeto inerte y pasivo por naturaleza, sino una creación humana. A lo largo de generaciones de intelectuales, artistas, escritores y orientalistas, Occidente había generado su imagen de Oriente.

Oriente se homogeneizó y se cosificó como un concepto que podía ser analizado y comprendido. Constituía un espacio estático e invariable, mientras que Occidente era dinámico y variable. Orientalism mostró la necesidad de cuestionarse las representaciones de Oriente hasta 1978 y, lo más importante, la necesidad de crear una manera nueva de hablar y acercarse a él, sobre la que Said, al menos en esa publicación, nada propuso. 

 La obra se erigió como una de las precursoras de la teoría del discurso poscolonial y dio lugar a la investigación del discurso colonial como una subdisciplina académica dentro del campo de la teoría cultural y literaria. Asimismo, ayudó a desarrollar las llamadas culturas del Otro y a insertar el debate oriental en la descolonización. Paradójicamente, sería desde los campos de estudio que Orientalism estaba generando, como los estudios poscoloniales, subalternos y las culturas del Otro, donde surgieron las primeras propuestas para acercarse de otra forma a Oriente. También donde se generaron las críticas más relevantes a los presupuestos de Said, entre las que destacan las siguientes:

Said se mostró “excesivamente” occidentalizado, es decir, solo se fijó en textos europeos para ejemplificar sus afirmaciones. Además, propuso una imagen estática e inamovible de Oriente. Lo que significa un bloque monolítico y homogéneo que, como una sinécdoque, podía reemplazar a todo un espacio. De este modo, él mismo aplicó la lectura esencialista que había denunciado y omitió el hibridismo y la heterogeneidad que se encontraban insertos también dentro del poder colonial.

Por otra parte, Orientalism parecía dar por supuesto otro Oriente verdadero, del que Said, de nuevo, no hablaba.El orientalismo obligaba a pensar en términos binarios o, lo que es lo mismo, a asumir que también existía un occidentalismo. De esta forma, Occidente era considerado como un ente homogéneo carente de heterogeneidad. El occidentalismo tampoco era la respuesta al orientalismo. Cómo afirmó el antropólogo James Clifford, posiblemente uno de los críticos más lúcidos de Orientalism,Said estaba dicotomizando y, por lo tanto, esencializando, lo que siempre había sido un continuo: Oriente y Occidente.

Fueron sobre todo los Subaltern Studies, el grupo fundado básicamente por historiadores que buscaban crear una alternativa al discurso dominante sobre la historia de la India, los que completaron una parte de las afirmaciones de Said. Desde las lagunas que mostraba su proyecto comparado se amplió y redefinió el concepto de cultura hasta dar lugar a los nuevos estudios culturales.

Por otro lado, continuaban sus críticas, Said evitaba interpretar los textos social y económicamente. Es decir, rehuía los presupuestos que había mostrado en su obra Beginnings (1975) y que aplicaría a partir de entonces. Cada autor y obra tienen que ser cuestionados desde diferentes puntos de vista, de modo que cada lectura e interpretación permitan generar nuevos valores de la obra.

Uno de los grandes aciertos de Orientalism, muy poco o apenas reseñado, constituye la utilización como campo de estudio de la literatura de viajes, pues el conocimiento de Oriente durante siglos provino de las obras de los viajeros que, a través de sus experiencias, mostraron el mundo. El viaje permitía reconocer la heterogeneidad y la complejidad de la geografía a partir de miradas diversas no especializadas, como la de geógrafos, comerciantes, escritores y diplomáticos. Como él mismo afirmaría en 1991, los viajeros fueron capaces de cruzar fronteras, atravesar territorios, abandonar las posiciones fijas y, como resultado, crear unos discursos híbridos y polimorfos.

Así, continuaban las críticas, las representaciones de Oriente iban más allá de un discurso político y de poder, y alcanzaban otros significados. El estudio de categorías como el tiempo y el espacio permitían la creación de formas estéticas y narrativas que se escapaban a una interpretación política. Al mismo tiempo, existían otras formas para estudiar el orientalismo, híbridas y eclécticas, como el lenguaje musical, arquitectónico y teatral.

  Asimismo, las afirmaciones de Said fueron tachadas también de ideológicas. Como señalará Maxime Rodinson, Said prefirió interpretar ideológicamente las representaciones culturales antes que analizarlas.

En resumen, Orientalism se construyó sobre una paradoja. Cuando las tesis que defendía se aplicaban a la obra, surgía la ambivalencia. Aunque Said contestó de forma general a las críticas en el prólogo de 1995 de la redición de Orientalism, sus respuestas se justificaron muy débilmente pues, y aquí es donde se encuentra la crítica más importante, se remitió a sí mismo como contestación. Recurrió a su experiencia personal, al esfuerzo que comportaba la construcción de su identidad, a su condición de exiliado, perteneciente a dos culturas diferentes, para responder a las carencias y lagunas conceptuales de su libro. Un hecho y una postura que todavía sorprenden y resultan ajenos a la tradición académica y comparada europea.

 Sin embargo, la defensa de la experiencia personal como justificación conceptual procede de la inserción del multiculturalismo en el campo académico, lo que obliga a que se transforme la función del comparatista. Si antes teorías como la nueva crítica o la deconstrucción exigían que el investigador o académico defendiera la abstracción y se alejara de la implicación personal en el estudio, desde hace unos años dicha implicación en la crítica del texto es casi absoluta.

El cambio más importante de la literatura comparada desde que se instituyó en Estados Unidos como una disciplina nacida a partir del exilio de los intelectuales europeos durante la Segunda Guerra Mundial ha sido el deslizamiento de los estudios filológicos hacia los estudios culturales y poscoloniales. La orientación europeísta se ha modificado de tal modo que ha sido sustituida por otras literaturas, culturas y civilizaciones alejadas del llamado canon occidental. La visión universalizadora o europeísta se ha visto reemplazada por la pluralidad multicultural. La comparación ya no se lleva a cabo entre movimientos, autores y libros, sino entre sistemas críticos y valoraciones diversas. De ahí que en la actualidad la teoría se haya hecho imprescindible tanto en los estudios literarios como culturales, y resulte difícil desvincular estos últimos de los culturales.

En el contexto actual, en que la literatura comparada ha insertado el estudio de los textos culturales de otras etnias y ha aplicado una mirada poscolonial para su investigación, la pregunta más urgente que hay que hacerse es la siguiente: ¿tiene valor la literatura comparada hoy en día o ha dejado paso a los estudios poscoloniales? Las últimas revisiones de dichos estudios, surgidas desde su interior y a partir de los investigadores que los configuraron, como Homi Bhabba o Gayatri Spivak, reconocen que se han convertido en otra forma de poder. Los estudios poscoloniales y los textos que han investigado no deben convertirse en otro canon, ni proyectarse como forma única de investigación. Como reconoce el profesor de Estudios Iraníes y Literatura Comparada de la Universidad de Columbia, Hamid Dabashi, quien, junto con los dos académicos anteriores imparte las asignaturas de Teoría Poscolonial en sus respectivas universidades, estamos asistiendo al fin del poscolonialismo. El sujeto poscolonial ha significado durante los últimos treinta años un sujeto colonial erigido y mantenido sobre una ilusión: que la emancipación del imperio era posible. Ello se ha convertido en una teoría que los estudios comparados han aplicado en casi todas sus investigaciones, alejada, por otro lado, de la práctica y la realidad.

Es necesario desmantelar también el status quo de académicos como Said o Spivak. Para ello hay que descentrar completamente a Occidente, quien ya no puede erigirse como un interlocutor principal. Dabashi, junto con el teórico social y cultural Ashis Nandy, y el proyecto de investigación Baraza. Iniciativa del liderazgo de la mujer africana, reconocen el callejón sin salida crítico e intelectual en el que se ha entrado en los últimos años. Para que cambie, los estudios de las áreas de Oriente Medio, Asia del Sur y África deben transformarse y reflejar la progresión y la innovación del pensamiento.

El orientalismo debe ser releído, reformulado e insertado en los últimos acontecimientos políticos, sociales y culturales, y sobre todo en el contexto de las revueltas árabes. Cuántas veces me he preguntado en los últimos tres años qué reflexión habría hecho Said sobre Oriente tras ellas. Dabashi, en su libro Post-Orientalism: Knowledge and Power in Time of Terror (2008)[5], una de las contribuciones más importantes y contemporáneas a Orientalism, pues entre otras cosas amplía el campo de estudio a Irán y a otras representaciones culturales, avanzaba ya una respuesta posible: Oriente y Occidente no han estado tan separados históricamente como se ha defendido.

Las revueltas árabes han cambiado la geografía imaginativa de Oriente. En sus inicios, consiguieron que estallaran las imágenes negativas, prejuicios y estereotipos acuñados sobre él a lo largo de los siglos. Por primera vez, desautorizaron los clichés orientalistas sobre la incapacidad de árabes y musulmanes de sostener un sistema democrático. Como ya gustaba de afirmar provocadoramente en público hace dos décadas el filósofo Tarek Ramadan, la igualdad, fraternidad y solidaridad no son conceptos que pertenezcan solo a Occidente. Tres años más tarde, la llamada primavera árabe parece oscurecerse y las incertidumbres respecto a la conclusión de su proceso en todos los países en los que ha tenido lugar continúan vigentes. Sin embargo, en cada uno, ha dejado la impronta de una movilización popular en la que los habitantes hicieron uso de su propia condición de ciudadanos. De este modo, han surgido nuevos espacios de cuestionamientos del Estado. El futuro parece incierto, pero el orden inamovible y férreo anterior se ha desmoronado.

 El mundo ya no puede dividirse en las categorías imaginarias de Oriente y Occidente, y tampoco entre Occidente y el resto. El espacio público se ha ensanchado y expandido, y se está cargando y redefiniendo para acomodarse a los nuevos acontecimientos. Como afirma Dabashi en la conversación que mantuvo con Nandy en la red, Humanities and Social Sciences: “Es necesario un discurso que muestre las nuevas relaciones entre las ideas del sujeto humano y las ideas de las comunidades humanas”. 

De los dos homenajes principales que, a lo largo de 2013, han tenido lugar para conmemorar los diez años de la muerte de Said hay que resaltar varias ideas. En primer lugar, los temas en los que se dividió el simposio de la Haus der Kultur der Welt de Berlín, los cuales permiten aproximarse al estado de la cuestión del estudio de las investigaciones sobre el orientalismo y la literatura comparada. A partir del método que Said defendió en sus investigaciones, la interdisciplinaridad, así como la inserción de su trabajo en el contexto sociocultural y global de las revueltas árabes, se trataron los temas siguientes: “Las trampas del orientalismo”, “Compromiso, resistencia e imaginación,” “Las anti narrativas de estilo tardío” “Poder, debilidad y organización” y “Más allá de los límites del poder”.

El segundo homenaje, en la Universidad de Utrecht, contó con los teóricos más destacados en el campo de la literatura comparada y aportó una de las ideas más importantes en la actualidad para avanzar en la investigación del orientalismo: el concepto de muthanna. Basado en la noción árabe del mismo nombre, significa la relación que mantienen dos entidades entre sí, las cuales no forman una dualidad sino una pareja. En este sentido, es necesario imaginar y examinar situaciones que van más allá de la lógica binaria de las dicotomías y oposiciones.

Oriente y Occidente no han estado desvinculados entre sí. Ha habido que separarlos, sobre todo a partir de época de disolución colonial, para estudiar con más detalle a Oriente y, quizás por primea vez, no tener como objeto su apropiación. Una vez separados, la lógica del conocimiento muestra que mantuvieron una historia de cruces, encuentros y convivencias. Y, por lo que respecta a la literatura comparada, como ya dijo Babbha, los estudios culturales o las literaturas no canónicas no han usurpado el lugar de la literatura canónica, sino que han generado una hibridación que pone en evidencia el encuentro por fin del centro con las periferias.

Notas

[1] En castellano Orientalismo, Barcelona, Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2003.

[2] Nueva York, Columbia University Press.

[3] Cambridge, Harvard University Press.

[4] London, Vintage.

[5] Chicago, Transaction Publishers.